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miércoles, 9 de marzo de 2016

Juan B. Justo: "Reforma Universitaria" (septiembre de 1918)

Sr. Justo. - En ausencia del señor ministro no he de dejar de decir todo lo que tengo que manifestar sobre la Universidad de Córdoba, que es mucho, señores diputados, pues se trata de un problema grave, urgente, que apasiona a la juventud estudiosa argentina y que es necesario aclarar para que se resuelva de la mejor manera posible.

Al promover esta interpelación, por excepción, por primera vez desde que soy diputado, no lo hice como acto de oposición, no lo hice porque estuviera frente a los propósitos que creía ver en el poder ejecutivo, sino más bien para estimularlo en su acción y contribuir a que su obra fuera fructífera. Me movieron además otros motivos: Mi conocida preocupación por la suerte de la Universidad de Córdoba acerca de la cual he hecho en esta Cámara repetidas críticas; un mensaje de los estudiantes de Córdoba, al iniciarse la parte más agitada de su movimiento, pidiendo mi intervención en favor de lo que ellos solicitan y una resolución del último congreso de mi Partido que incluye el asunto universitario entre los puntos de nuestro programa mínimo.

También he tenido un estímulo a hacerlo en el prejuicio que se ha querido sembrar acerca del espíritu del actual movimiento juvenil de Córdoba. El señor Nores lo ha denunciado como un movimiento que va derechamente hacia "el más crudo socialismo", diciendo que varios representantes de esta variedad del socialismo han estado allí. Se referirá acaso a nuestro muy estimado colega el doctor Bravo, cuya moderación y cuya cordura son apreciadas por todos nosotros.

En realidad, la acusación proviene del espíritu tradicionalmente sectario que domina en la Universidad de Córdoba, espíritu sectario que se manifiesta en todos los aspectos externos e internos de aquella institución.

Llama desde luego la atención que en los nuevos estatutos que se ha dado la Universidad bajo la influencia del interventor nacional, el primer artículo establece explícitamente que se conserva el viejo escudo universitario con todos sus atributos, con la palabra "Jesús" en la parte superior y con un lema latino tomado, me parece, de los libros sagrados católicos.

Entrar a la vetusta casa en que funciona la Universidad de Córdoba es caer bajo la obsesión de imágenes eclesiásticas. En medio del patio nos encontramos con una gran estatua de Fray Trejo y Sanabria, estatua bastante pesada para que no pudiera ser volteada a lazo en la última revuelta estudiantil. En el salón de grados nos encontramos, a la cabecera, con un enorme cuadro al óleo que representa al mismo obispo Trejo y Sanabria. En el otro extremo del salón una alegoría que representa, según me dijeron, a San Carlos, porque aquella universidad se llama la Universidad de San Carlos. Y en el cielorraso otra alegoría que representa también, en traje griego y distribuyendo ciencia a manos llenas, al mismo obispo Trejo y Sanabria. La tribuna del salón de grados ha tomado la forma más parecida posible a un pulpito, y no tengo duda de que en gran parte lo es. No han de descender de aquella alta tribuna -porque es tan alta como un pulpito- no han de descender generalmente sino palabras de unción católica y de retórica eclasiástica.

Pero el sectarismo de la Universidad de Córdoba se manifiesta con mucha más fuerza que en los símbolos en su actitud frente a cuestiones fundamentales para la vida intelectual y para la vida moral de la Nación.

Ser sectario no consiste en ocuparse exclusivamente de una cosa; no consiste en concentrar toda la atención y todo el esfuerzo personal en una sola cuestión. Esto se puede hacer con todo éxito y hasta es bueno que en muchos casos lo hagamos, y no por eso seremos sectarios, siempre que reconozcamos la importancia del esfuerzo de los demás, de los que hacen otras cosas.

Se puede ser un partidario del "single tax", del impuesto único y hasta dedicar la vida entera a su propaganda, sin ser por esto un sectario, si se comprende la importancia del estudio de las otras cuestiones de la política y si se respeta el esfuerzo de otros hombres en ese campo. Se puede dedicar la vida entera a predicar contra el alcoholismo, sin ser por esto un sectario, siempre que se comprenda que para la salud popular no basta que no se consuma alcohol, sino que también se necesita que se consuman alimentos. Se puede dar una importancia suprema a la legislación social sobre el trabajo, pero eso no caracterizará a un sectario, si quien lo hace atiende con respeto el esfuerzo de otros hombres en otros aspectos de la legislación. Se puede ser del partido obrero, sin ser sectario, siempre que se comprenda la importancia del esfuerzo técnico y económico de otros hombres que no son obreros y que no están en el partido obrero; y hasta se puede ser religioso sin ser sectario, siempre que se tenga la religión como un sentimiento íntimo, como creencias arraigadas a las cuales no se quiere ni se puede renunciar, pero que de ninguna manera se quieran imponer a los demás y respetando el sentido común de los que no participan de esos sentimientos ni de esas creencias.

La Universidad de Córdoba, infiltrada a fondo de catolicismo ortodoxo e intransigente, es sectaria en el peor sentido de la palabra.

Niega la utilidad del esfuerzo de los que no son católicos; niega la verdad de las instituciones que no son católicas; mina los fundamentos mismos de la sociedad civil en sus cátedras. Citaré como prueba inmediata de ello la titulada cátedra de derecho público eclesiástico, única en el país. La Universidad de Buenos Aires no la cuenta; es una especialidad de la Universidad de Córdoba, y un conservador de aquella provincia me la ha denunciado como una vergüenza, como una cátedra que, en manos de un hombre de talento, sería una activa agencia de disolución social. Esa cátedra, que se ocupa de las relaciones del estado y de la iglesia, para lo cual bastaría un par de capítulos, un par de bolillas como se dice en la jerga universitaria, del programa de derecho constitucional, es objeto en Córdoba de todo un curso, con un profesor rentado a razón de 400 pesos mensuales, es decir, 4.800 pesos al año, curso a que están obligados a asistir los alumnos, para oír disertar sobre temas como éstos: la falta de derecho del estado para ejercer el patronato sobre la iglesia; la falta de derecho del estado para conceder el exequátur a las bulas de los papas, a los decretos de los concilios y demás documentos eclesiásticos que nos vengan de las altas autoridades extranjeras de la iglesia católica. Esta cátedra se ocupa de demoler la legislación civil argentina en materia de matrimonio, sosteniendo la prelación del matrimonio religioso sobre el matrimonio civil; esa cátedra niega al estado el derecho de la instrucción primaria de los ciudadanos, pretendiendo que es una función propia de la iglesia. Como texto de esa cátedra se usa el libro de un obispo chileno, Fernández Concha, libro reaccionario por excelencia, que parece satisfacer las opiniones del catedrático de la materia, don Nicolás Garzón Maceda, uno de los seis Garzones que he encontrado en aquellas universidad. Sirve, también, como libro complementario para el estudio de esa importante materia, la obra titulada: "La iglesia y el estado", por el padre Mateo Liberatore, de la Compañía de Jesús; para dar una idea de la cual me bastará leer el título de dos de sus capítulos.

Dice unos de ellos:

"La libertad de conciencia con razón ha sido llamada por el sumo pontífice, delirio".

El otro capítulo se ocupa de desarrollar este tema:

"La libertad de conciencia ha sido llamada con razón por el sumo pontífice libertad de perdición".

Este autor Liberatore, que ocupa un lugar considerable en las bibliotecas docentes de Córdoba, tiene además expresiones como ésta, en su capítulo 7o: "El estado, aunque es distinto, está no obstante subordinado a la Iglesia, no puede separarse de ella por la pretendida libertad de conciencia y de culto y está obligado a proteger a la Iglesia con sus leyes y a poner su espada material al servicio del reino de Dios y del orden espiritual".

He citado este autor, en el cual se inspira una parte considerable del cuerpo docente de Córdoba, porque es también autor del libro que se usa como texto para el curso de economías política, señores diputados. El profesor de economía política, ex rector de aquella Universidad, que lo fue hasta hace pocos meses, aconseja a sus alumnos, como texto, el libro que tengo en las manos y que se titula "Principios de economía política. Tratado del padre Mateo Liberatore, de la Compañía de Jesús". En su primera página trae el visto bueno de Ciríaco María Sancho y Hervías, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, obispo de Madrid, Alcalá, etc., que dice así: "Por la presente y por lo que a nos corresponde, damos licencia para que pueda imprimirse y publicarse la obra titulada 'Principios de economía política', escrita por el reverendo padre Liberatore, de la Compañía de Jesús, mediante que de nuestra orden ha sido examinada y, según la censura, nada contiene contra al dogma apostólico y sana moral", etcétera.

Para que comprenda hasta qué punto es odiosamente sectaria esta obra, leeré unas líneas de la primera página, titulada " Al lector". Dice así: "Los primeros que trataron de economía política tenían inficionada la mente con la filosofía sensista de su tiempo, y como la filosofía es la raíz de las otras ciencias, cuando ella está inficionada comunica a todas la ponzoña". Este es el juicio católico sobre la ciencia en general. Y agrega: "Aquellos que vinieron después o siguieron a ciegas a los primeros, o si de ellos en parte se separaron, fue para escribir bajo la influencia del liberalismo moderno. Ahora bien; el liberalismo moderno - llamo la atención del señor diputado Ernesto Padilla, que el único diputado "liberal" que hay en la cámara- el liberalismo moderno es semejante al moscardón que dondequiera que posa deja el germen de pestilente corrupción".

Pues bien, señor presidente. Este libro, con ser tan detestablemente malo, es mejor que lo que se enseña en la universidad de Córdoba, porque el profesor Deheza ha calcado su programa, casi lo ha copiado, sobre el índice de este libro, y al darle la forma de programa, empeora el texto, lo hace más vago, a veces más absurdo. Donde el jesuíta Liberatore dice, por ejemplo, que "en las cosas que constituyen la riqueza ha de considerarse la utilidad, que en las cosas que constituyen la riqueza ha de considerarse el valor, el profesor dice: "si en las cosas que constituyen la riqueza ha de considerar la utilidad o el valor. Donde el padre Liberatore dice: "La materialidad es el carácter esencial de la riqueza", el profesor de la Universidad de Córdoba se pregunta
"si la materialidad es el carácter esencial de la riqueza".

Por otra parte, en este programa encontramos proposiciones como ésta:

"Perjuicios inevitables que trae el comercio internacional".

Es la ciencia económica que se enseña en la Universidad de Córdoba.

El atraso, la decadencia intelectual y la ficción doctrinaria que dominan en aquella Universidad se revelan también en otras cátedras o pretendidas cátedras que allí existen y en sus programas; entre ellos, el de la cátedra de filosofía general que dice dictar el profesor Rodolfo Ordóñez, el cual, por supuesto, comienza afirmando la trascendencia de las ciencias filosóficas, aunque empezamos a vivir una época en que algunos de los hombres más cultos declaran licenciada a la filosofía: la dan de baja, y otros discurrren ingeniosamente sobre la hipocresía de los filósofos.

Este programa de filosofía general se caracteriza por su detestable ortografía. En dos partes habla del "eclectisismo", con "s", dice "libre alvedrío", con " v "; en otra "Schopenhauer", sin "c"; y tiene una bolilla entera destinada a estudiar la unión, el asiento y la influencia del alma sobre el cuerpo, pero nada dice sobre la infuencia del cuerpo sobre el alma.

Se comprende que los alumnos miren esto con desdén y hasta con odio, y protesten violentamente de que se les obligue a emplear su tiempo en oír semejantes necedades.

Pero no para ahí la alta filosofía que se enseña en aquella escuela.

Hay también una cátedra de filosofía del derecho que está a cargo del profesor Ignacio M. Garzón, también por un texto del obispo chileno Fernández Concha, y se comprende cuál podrá ser la filosofía del derecho como la entiende un obispo. En su bolilla segunda el profesor de filosofía del derecho de la Universidad de Córdoba impone a los alumnos esta cuestión: "el fin del hombre exige otra vida, fines de la vida presente". En aquella universidad, los fines de la vida presente parecen deducirse de la existencia necesaria de otra vida. ¡Esto es distraer mucho a los jóvenes de los problemas reales y palpitantes que les corresponde estudiar! La capacidad de este profesor puede además medirse por este punto de la bolilla cuarta: "Unidad e inmutabilidad de la ley natural". Parece creer el profesor Ignacio Garzón que las leyes naturales son inmutables: ignora que son simples fórmulas provisorias, punto de vista generales, comparables a fórmulas taquigráficas del pensamiento, con fines prácticos, y sujetas siempre a revisión en un proceso de ampliación y perfeccionamiento eternos.

En ese programa encontramos que la bolilla 13 se ocupa, como ya se había ocupado el profesor de filosofía general en su bolilla 16, de la cuestión del suicidio, que es uno de los temas más socorridos en las lucubraciones de la Universidad de Córdoba; y, por el diputado de Tomaso, sé que debe ser éste un punto del programa de derecho penal que tiene también su correspondiente cátedra, de manera que, sólo en la facultad de derecho, el suicidio es estudiado allí en numerosas cátedras.

Por otra parte, encontramos en este programa, en la bolilla 16, un punto muy peculiar en un país republicano y democrático como el nuestro. Dice: "Deberes para con los siervos". No sé si este programa se habrá escrito cuando todavía regía en Córdoba una ley de conchabos.

Y en la caterva de cátedras superfluas y corruptoras del pensamiento que hay en aquella universidad, debo mencionar también la de derecho público general, para la que sirve como base el libro alemán de Bluchsli, que data ya de un siglo y algo así, cátedra completamente redundante en una universidad que las tiene de derecho constitucional, de derecho administrativo, de introducción al derecho, de filosofía del derecho, de historia del derecho, de historia de las instituciones representativas y de no sé qué otra cantidad más de cátedras teóricas por el estilo.

El profesor de derecho público general, cátedra que se agrega a otra de derecho público provincial y municipal, ha tenido últimamente un mal trance en su vida profesoral, que da la medida de lo que es aquella Universidad. Encontrándose allí el interventor
Matienzo, visitó la Universidad a la hora de la clase titulada de derecho público general.

El señor profesor daba su clase en su forma acostumbrada de un interrogatorio banal a los alumnos; pero cuando vio entrar al interventor, súbitamente comenzó a recitar de memoria una oración declamatoria; los alumnos lo comprendieron y uno de ellos tomó la versión taquigráfica.

Confrontada la versión con un discurso pronunciado un año antes por el señor profesor en no sé qué ceremonia, resultaron completamente idéntica, la oración anterior y el discurso " improvisado" ante el interventor. Con este motivo la federación universitaria dictó este decreto: "Artículo 1". Elévese a la consideración del interventor nacional de la universidad de Córdoba un ejemplar del discurso académico del doctor Ignacio Garzón y la versión taquigráfica de su conferencia en clase. Publíquese en todos los diarios locales la presente resolución".

Además de la cátedra de economía política hay una cátedra de finanzas que está a cargo del doctor Félix T. Garzón, y otra de instituciones económicas y estadísticas, que no tiene razón de ser.

Se comprende, señor presidente, que donde el tiempo de los alumnos y los dineros públicos destinados a estudios en la Universidad se invierten en sostener cátedras como las que acabo de mencionar, el concepto de la enseñanza y de la verdad científicas esté completamente subvertido, y que allí reine sin reatos el verbalismo.

Lo que en Córdoba se llama ciencia es en el 99 por ciento de los casos puro verbalismo.

Ese verbalismo se manifiesta aún en la facultad de medicina, que es la mejor instalada y la que desempeña mejor sus funciones. En la lista de profesores titulares de la facultad de medicina, como aparece en una tesis que tengo aquí, leo lo siguiente: Bacteriología teórica, doctor Aquiles D. Villalba; bacteriología práctica, doctor Alois Bachmann, contratado; anatomía patológica teórica, doctor Samuel Castellanos; anatomía
patológica práctica, doctor Fernando Strada, contratado.

Esta es una interpretación absurda y falsa del sentido de la palabra "teoría". Aquí lo que se quiere decir es que los tres profesores enumerados en primer término no hacen sino hablar de cosas que no entienden, sin enseñar nada a nadie, y que los que saben y enseñan son los profesores que hacen experimentos, que hacen sino hablar de cosas que no entienden, sin enseñar nada a nadie, y que los que saben y enseñan son los profesores que hacen experimentos, que hacen estudios en el anfiteatro, que hacendemostraciones prácticas a los alumnos; y es una desgraciada degradación del sentido de la palabra "teoría", que es la más alta expresión de la ciencia, el que se la emplee para significar la actividad vana y estéril de aquellos malos profesores.

En cualquier Universidad que se respete, "teoría" es el estudio desinteresado de la verdad, es el estudio de las leyes generales, es sentar hipótesis y empeñarse en verificarlas por medio de la observación y del experimento. "Teoría" es el péndulo de
Foucault en el Panteón de París, para demostrar el movimiento de rotación de la tierra; "teoría" son las colecciones que Ameghino ha hecho con ímprobo trabajo para los museos argentinos,"teoría" es el trabajo de desenterrar restos de las actividades humanas prehistóricas, trabajo que hay que hacer valiéndose de picos y palas modernos; "teoría" es el trabajo del que estudia los fenómenos sociales haciendo gráficos sobre la base de tablas estadísticas.

Pero ¿cómo vamos a llamar teoría a una declamación hueca, sin sentido para el mismo que la hace, sin que pueda ser comprendida por nadie ni aplicada por persona alguna, que no sirve para la práctica, ni adelanta en un ápice los conocimientos humanos? Eso es una manera de perder el tiempo propio y el de los alumnos obligados a asistir a esas malas clases.

Y el verbalismo de la Universidad de Córdoba se manifiesta en que en la misma facultad de medicina hay nada menos que ocho cátedras cuya enseñanza es exclusivamente verbal. Son las siguientes: terapéutica, que se enseña sin mostrar un medicamento, no hacer un experimento en el hombre vivo ni en animales; clínica terapéutica, otra cátedra redundante, a imitación de una que se creó en París con un legado particular, pero que aquí se paga de rentas generales de la Nación; patología externa, que se pretende enseñar sin mostrar un enfermo; patología interna, que se enseña en las mismas condiciones; patología general, que se hace también a base de puro verbalismo; medicina legal, de la cual no se enseña nada experimental ni práctico, de manera que los médicos que salen de aquella Universidad no son capaces de hacer un verdadero peritaje; toxicología, que se enseña también sin elementos materiales de ninguna clase, y botánica.

En cuanto a los gabinetes, me han sido denunciados como gabinetes paralíticos, en perpetuo reposo, donde no se aprovecha el material disponible, los de histología, el de higiene y el de química, que es detestable.

Peor ocurre, señor presidente, en la facultad de ingeniería y ciencias físico-naturales, que se encuentra en un estado deplorable, desde todo punto de vista. Al gabinete de botánica nadie va, nadie lo usa, ni nadie lo aprovecha, a pesar de que posee una valiosa colección hecha por un profesor miembro de la antigua academia de ciencias. La enseñanza de la física está encargada al señor Conde -porque así se le llama en la Universidad de Córdoba- al señor conde de Rochefort Lucay, hijo del famoso agitador francés y que conserva entre nosotros el título de conde. Los informes que me han sido dados dicen que casi todos los aparatos están deteriorados, que los pocos experimentos salen casi siempre mal, y los alumnos no hacen por sí mismos experimento alguno.

La "Gaceta Universitaria", órgano de los estudiantes de Córdoba, entre otras reclamaciones pide "que se creen algunos gabinetes, el despertar y modernización de otros hoy oxidados y la apertura de los restantes, cuyo material está hoy inmaculado a fuerza de no utilizarse".

Para el estudio de la resistencia de materiales, a lo cual están destinadas nada menos que tres cátedras y personal auxiliar, hay un gabinete que cuenta con algunas buenas máquinas, pero parece que bastaría con un profesor para poner todo eso en movimiento y que las otras dos cátedras son absolutamente innecesarias y vanas. En ese gabinete de resistencia de materiales no hay el menor material en estudio, las máquinas están solas, limpias y aceitadas, pero no parece que allí se trabajara.

El laboratorio de metalurgia es una irrisión. El profesor de la materia me dijo que el material había sido robado y que los crisoleshabían sido vendidos en las boticas de la ciudad de Córdoba.

El mismo profesor, que además de la cátedra de química industrial tiene el título de profesor de química inorgánica, me dice que enseña química filosófica, tal es la penuria de elementos materiales de docencia en que se encuentra. Unos alumnos han tenido la buena voluntad de hacer el inventario del gabinete de química inorgánica del profesor Herperath, que es un antiguo profesor de aquella Universidad, y el apunte que me han suministrado dice:

"Ochenta frascos, de los cuales unos 45 vacíos, unos 15 rotulados y los restantes sin rótulo; en su mayor parte con los productos y reacciones descompuestos y alterados; todos los aparatos de ensayo se reducen a 3 frascos Wolff, una retorta y dos o tres tubos de ensayo, todos cubiertos de polvo de algunos años".

La misma "Gaceta Universitaria", refiriéndose otra vez a la facultad de ingeniería y a propósito de los materiales de construcción, dice lo siguiente:

"Sería fútil negar la importancia que tienen para el ingeniero el conocimiento de los diversos materiales que se emplean en las construcciones. Las maderas de pino tea, spruce, algarroba, cedro, lapacho, quebracho blanco y colorado y varias otras de aplicación tan frecuente en las obras, y cuyo estudio figura en el programa de construcciones 1, no existen en los gabinetes de esta facultad ni siquiera como muestras, para practicar los ensayos diversos de flexión, tracción, ruptura, etc.

Lo propio ocurre con el zinc y el hierro galvanizado, los materiales Kahn de construcción, etc. Es de advertir que no puede i n vocarse la falta de recursos como causa determinante de tal estado de cosas, pues las mismas casas de comercio que expenden dichos materiales envían muestras sin valor a quienes lo soliciten".

Los alumnos de las cátedras de construcciones civiles me aseguraron que no tenían una sola muestra de cal ni de cemento Portland en la clase. Me aseguraron que hay una colección de modelos de puentes, enfundados y sin tocar desde hace varios años; no se les ha usado para explicar la construcción de puentes, como tampoco se usan otros elementos materiales de que se dispone para explicar las construcciones civiles.

Respecto de la enseñanza del dibujo en la facultad de ingeniería, los alumnos me dijeron que se reduce a copiar inconscientemente otros dibujos que les son dados; y la copia es inconsciente hasta el punto de que la mayor parte de los alumnos encuentran que lo más sencillo es calcar aquellos dibujos.

La topografía se enseña según un texto español de mediados del siglo pasado.

El cálculo -me dijo un alumno muy inteligente, como muchos de los que conversaron conmigo en la ciudad de Córdoba- se enseña en tal forma que bastan diez días de estudio a un alumno para obtener la más alta clasificaicón. Es una rama fundamental del estudio de ingeniería que en otras partes abarca varios años de trabajo asiduo; allí en diez días se enseña lo que se cree suficiente en materia de cálculos.

Tengo una lista de los profesores de aquella facultad clasificados por los alumnos en forma severa, condenando la incapacidad o la negligencia de la mayor parte de ellos; pero no voy a dar lectura de ella porque no creo que sea del todo oportuno. Han aparecido por otra parte en "La Voz del Interior", diario importante de la ciudad de Córdoba, órgano en aquella ciudad del partido radical de varios años a esta parte, largas, serias y fundadas acusaciones de incapacidad y negligencia contra los profesores de aquella universidad y especialmente de la facultad de ingeniería.

En realidad, el conflicto, es el del nuevo espíritu que ha llegado a Córdoba, a pesar de su Universidad, resultado de la nueva vida colectiva, de lo que la juventud estudiosa de Córdoba, ve que sucede en el campo de la producción y del comercio, en los ferrocarriles, en la prensa, en la propaganda política de algún partido, en el nuevo ejercicio del derecho de sufragio, actividades nuevas que se imponen allí a la atención de la juventud y le han dado impulso hasta conmover los cimientos de aquella institución decrépita.

Los jóvenes no han destruido nada importante en la universidad.

Se les ha acusado de violencia, y no han roto sino algunos vidrios, muy malos. Han echado a la calle por la ventana algunos retratos apócrifos, de clérigos pretendidos ex rectores de la Universidad de Córdoba, con lo cual no se ha perdido nada.

Yo entiendo, señor presidente, que lo que hace falta allí es una limpieza a fondo; hay que echar, sino por la ventana, por la puerta, hay que echar de la Universidad de Córdoba todo lo apócrifo que hay en ella, toda la ciencia apócrifa, toda la ciencia verbal y clarlatanesca, todos los profesores negligentes, ingnorantes e ineptos; hay que hacer una barrida también de las falsas entidades que obstruyen a aquel establecimiento en su marcha hacia un desempeño normal de sus funciones.

Los estudiantes no piden gollerías; se han dirigido a mí a pedirme que se le enseñe, que se les haga trabajar, que se abran los laboratorios cerrados y paralizados, que se creen los laboratorios y gabinetes que faltan, que no se les obligue a asistir a clases absurdas y falsas.

Tienen perfecto derecho de reclamar respeto por el empleo de su tiempo, de reclamar libertad de conciencia, aunque no quiera concedérsela el padre Liberatore de la compañía de Jesús.

Y debe intervenir para ello este gobierno, señor presidente, que ha intervenido en provincias en cierto modo autónomas, porque no viven de rentas generales de la nación, porque tienen su juego de instituciones que andaba más o menos bien a la altura de las del resto del país; que ha ido allí a hacer tabla rasa de los poderes ejecutivo, legislativo y en algunos casos del poder judicial, obra en que no lo encuentro total y absolutamente descaminado, porque veo en ella la preparación hacia la evolución necesariamente unitaria de nuestro organismo político.

Me place ver que el poder federal manda en una vasta extensión del territorio de la República, a donde llegan, aun cuando no aparece él mandando, los recursos nacionales para llenar las necesidades locales más sentidas. Veo en esas intervenciones, aunque hayan sido inmorales del punto de vista apolítico en algunos casos, la preparación de la unificación del país, de la abolición de nuestro federalismo disolvente y parasitario.

Creo que este gobierno, tan interventor en las provincias, ha de ser resuelto y radical en su intervención en la Universidad de Córdoba, donde su intervención puede consistir en algo completamente contrario de lo que hace en la política nacional.

Lo que allí es necesario por ahora es separar lo que está artificialmente unido. No hacen falta en Córdoba rectores de la unviersidad.

Los cordobeses, clamando por un rector, reproducen la fábula de las ranas pidiendo rey.

No les hace falta.

La escuela de medicina va a funcionar sin el rector de la Universidad: lo mismo podrán funcionar la escuela de derecho y la de ciencias matemáticas y fisiconaturales. Lo que se necesita son profesores, elementos materiales de enseñanza y alumnos. Hay que ir a reorganizar el cuerpo de profesores como lo establece el artículo 103 del estatuto, dictado por aquella Universidad en presencia del interventor Matienzo, que dice:

Inmediatamente de instalados los consejos directivosde las facultades, procederán a revisar los planes de estudios ylos programas de enseñanza presentados por los profesores; procederána la organización del cuerpo docente, formulando las ternas correspondientes en el modo establecido en las nuevas disposiciones.

Está visto que los nuevos consejos directivos son incapaces de realizar este postulado; no lo van a hacer, no se sienten con fuerzas para hacerlo, es indispensable, entonces, que lo haga el poder ejecutivo, más o menos directamente.

Se trata de reorganizar, seleccionando. Es necesartio separar de aquella escuela a los profesores que no sirven; y esto se puede hacer sin grandes escrúpulos, porque casi todos ellos tienen otras fuentes de renta; casi todos son empleados judiciales, jueces federales, fiscales, miembros de tribunales, empleados administrativos o con cargos técnicos. De modo que si hubiera lugar a alguna pequeña injusticia, siempre se conseguiría realizar tan gran acto de justicia, como sería la limpieza de aquel insituto corrompido y costoso.

Es necesario desenclaustrar a la Universidad de Córdoba; está adosada a la iglesia de los jesuítas y tiene todavía un aspecto íntimamente jesuítico. Es preciso dotarla en la primera oportunidad -y lo podríamos hacer con dinero que se ahorran suprimiendo las cátedras superfluas y los malos profesores- de edificios adecuados para clases debidamente dadas y de los elementos materiales de enseñanza que hoy le faltan. Es necesario limpiar las claraboyas de la Universidad de Córdoba, todas ellas ennegrecidas por el polvo pegajoso de la tradición, que no se limpia desde hace siglos.

Es necesario poner allí en movimiento todo lo que haya de viable;es necesario, mientras tanto, suspender el pago del subsidio universitario hasta tanto funcionen normalmente las cátedras, para las cuales el subsidio fue votado. Y es en ese sentido que termino mi exposición presentando un proyecto de declaración que entrego a la secretaría y propongo sea tratado sobre tablas.

Proyecto de declaración

La Cámara de Diputados de la Nación vería con agrado que el poder ejecutivo proceda directamente y de inmediato a reorganizar las facultades de la Universidad de Córdoba, seleccionando el personal de profesores en cuanto ello sea necesario, y que hasta el nuevo funcionamiento de dichas escuelas suspenda el pago de subsidio nacional a aquella Universidad.









Fuente: Interpelacion del señor Diputado Nacional Dr. Juan B. Justo con respecto a la Reforma Universitaria operada en la Universidad de Córdoba, 17, 24 y 29 de septiembre de 1918.








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