CARTA DEL DR. ALEM
Ayer me hicieron notar algunos amigos, un insólito ataque
que he recibido en la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. Este
ataque consiste, resumiendo, en que se ha hecho decir a un diputado de la Unión
Provincial, que soy un hombre de antecedentes sucios y que tengo cuentas
turbias con el Banco.
Era lo cínico que faltaba en esta época de verdadero
desbordamiento y de cinismo insuperable, por parte de los hombres pertenecientes
al régimen que ha arruinado y deshonrado a la Republica. Es realmente un colmo;
pero me presenta la oportunidad de decirles algunas palabras breves, pero bien
dichas.
Hombres todos del régimen funesto: es necesario que sepan -—entiéndanlo
bien— es necesario que sepan que si hay en nuestro país ciudadanos de
antecedentes intachables, publica y perfecta- mente conocidos, entre esos
ciudadanos estoy yo.
Y puedo afirmar con legítimo orgullo y con toda la sincera
altivez de mi carácter, que no han de ser muchos los que estén en condiciones
de ostentar una foja de servicios como la mía y presentar, al mismo tiempo,
como ejemplo, una vida más modesta, más abnegada y más honorable. He vivido
siempre en una casa -de cristal, y hasta el ultimo detalle de mi vida es
conocido; he luchado como fuerte y como bueno, y desde niño me he formado por
mis propios esfuerzos, en medio de una lucha terrible, sin que nadie pueda señalar
una sola sombra en una sola pagina; he mantenido una conducta verdaderamente
ejemplar; nunca hice negocio ni especulación de ningún genero; jamás use de la
influencia que mis servicios a la causa popular me daban, para obtener la mas pequeña
posición en ningún sentido, siempre condene a todos aquellos poli- ticos que
desarrollaban su existencia y su personalidad por tales medios; he sido, en
fin, el eterno censor y el eterno fustigador de esos procedimientos
incorrectos, y mas de un político, hoy encumbrado y soberbio, ha recibido
directamente, de mis labios, esa fulminación.
Repito que he vivido y sigo viviendo en una casa de cristal;
todos pueden ver, cuando quieran, lo que pasa en ella. Tuve un estudio de los
mas acreditados en el país; tuve una desahogada posición conquistada a fuerza
de trabajo asiduo y honrado; tuve una influencia poderosa, en mas de una ocasión,
nunca se me habrá visto ni en los frontones, ni en los hipódromos, ni en los
centros de especulación, ni en los teatros, ni en los festines, ni mucho menos
en los círculos donde se forman las carpetas. Trabajaba y ahorraba para sembrar
servicios... y recoger ingratitud. ¿Que mas quieren? Si quieren algo mas, puedo
decirlo, porque tengo las manos, como decía Sarmiento, llenas de verdades. ¡Cuidado,
pues!
Voy ahora al hecho concreto de mis cuentas turbias con el
Banco. Voy a hacerme cargo de esta perfidia, de esta ruindad, digna de ellos,
es decir de los que, con su conducta vergonzosa, han arruinado y deshonrado al país.
Yo preste mi garantía y por consiguiente mi firma, a unas
personas que la pidieron porque deseaban descontar un pagare de cinco mil
pesos. Mi actitud al acceder a este pedido, era la misma que muchas veces había
observado: prestaba un servicio personal.
Se me dijo que el Banco descontaría aquel documento bajo la condición
de que yo no retirara un depósito, por mayor valor, que tenia en el mismo
establecimiento. Acepte y el deposito no fue retirado. En esto consiste la operación.
Pregunto ahora, ¿donde esta el giro al descubierto? ¿Que hay en este descuento
de incorrecto o de perjudicial para el Banco? Si el pagare se descontó, fue
porque yo tenia un deposito por mayor cantidad, de manera que, en definitiva,
el verdadero perjudicado soy yo mismo, como todos los depositantes, porque si
hubiera retirado a tiempo mi deposito, hoy me representaría, en mis relaciones
con el Banco, una suma por doble valor.
Entre tanto, el día que el Banco sufría una corrida, cuando
los iniciados en los secretos de Estado se apresuraban a retirar sus capitales,
el único dinero que entraba a las cajas de aquel establecimiento era el que les
entregaba el doctor Leandro N. Alem.
Por lo que respecta a la mi cuenta particular la mantengo
con el Banco desde hace veinte años, cuando todo era honesto, moral y correcto.
¿Se quiere saber lo que hay al respecto? Pues voy a decirlo.
Debo alrededor de veinte y seis mil pesos, que puedo pagar
actualmente, con la mitad de esa suma. Cualquiera puede compro- bar la
exactitud de este dato. Pero; ¿cual es el origen de esta deuda? esto es lo que
no se sabe generalmente y yo no lo hubiera revelado jamás a no verme en la
dolorosa necesidad de hacerlo.
Esa deuda no es propiamente mía: reconoce por origen ciertas
garantías prestadas por mí a hombres que hoy figuran en las filas de los que
pretenden enlodar mi nombre. Me pidieron mi firma y se la di; descontaron el
dinero que necesitaban y luego ni el servicio de las letras hicieron: tuve que
hacerlo yo. Paso algún tiempo, y, hallándome en estas condiciones, celebre una
entrevista con el doctor Vicente Fidel López, entonces presidente del Banco.
Le explique mi situación y le pedí que refundiera las
diversas letras en una sola que quedaría a mi nombre. Recuerdo que me contesto,
poco mas o menos: "Es usted una victima, pero no hay mas remedio que
aguantar; haremos lo que usted pide...
Resultado: las deudas de que yo era garante, se refundieron
en una sola que quedo a mi cargo exclusivo.
Se trata pues, de verdaderos clavos que recibí de los
hombres a quienes me he referido.
Ahí están en las filas de mis adversarios y en primera línea;
encumbrado funcionario de Provincia alguno, jefes superiores del ejercito
otros... ¡Seguramente no saldrán a desautorizar mi palabra, ni a rectificar mis
afirmaciones!
Esta es la historia verdadera de mis relaciones con el
Banco. Hombres todos del régimen funesto, que han arruinado y deshonrado a la
Republica: acabo de exponer algunos datos relativos a mis cuentas turbias con
el Banco. Desafío a cualquiera de ustedes a que rectifique la exactitud de unos
u otros.
¡No lo harán! Yo, en cambio, puedo dirigirles algunas
preguntas. ¿Con que derecho, con que motivo, con que pretexto siquiera intentan
salpicarme con el lodo de que el país entero los contempla cubiertos? Mucho
ruido, mucho escándalo, en torno de un pagare de cinco mil pesos, descontado en
condiciones honestas y correctas. ¿Y de quienes parten las pérfidas calumnias?:
de los grandes empresarios en todas las especulaciones que han agotado la savia
de nuestro país, conduciéndolo al borde de la deshonra de la bancarrota. Ellos,
los eternos usufructuarios de todos los negocios oficiales que han arruinado a
la Nación, los que deben millones y no pagan —ni pagaran probablemente nunca—,
los que la opinión publica señala, uno por uno... ¡es un colmo!, ¡pero son ellos los que me mandan decir que yo tengo
antecedentes sucios!
Y bien ¡vamos a cuentas! ¿Por que no hacen lo que yo hago?
¿Por que no asumen la actitud que yo asumo? Publiquen sus relaciones
con los Bancos y refieran el origen del fausto en que han vivido envueltos.
Digan a lo menos, pues deben saberlo, que se han hecho los millones
desaparecidos... Entonces sabremos quienes son los honrados. Pero no lo harán.
Yo, en cambio, he hecho para defenderme, lo que corresponde a un hombre público
honrado, por- que no hay nada, absolutamente nada, que pudiera impedírmelo.
A fuerza de trabajo honesto, conquiste, lo repito, una posición
desahogada. Trabaje y ahorre. Tuve reservas que hoy han desaparecido y me veo
de nuevo en la necesidad de recurrir al trabajo diario. Pero ¿por que me
encuentro en esta situación? ¿Cuales son los negocios que a ella me han
conducido? Hice algunos servicios a muchos ingratos; y, en estos últimos
tiempos, agote mis ahorros, vendí mis bienes, comprometí mi porvenir y el de mi
familia, por detener desde las filas del pueblo, a costa de mi salud, de mi
tranquilidad y de mi bienestar, la ola de corrupción que a ustedes, hombres del
régimen funesto, encumbraba y enriquecía a costa de la salud, de la
tranquilidad y del bienestar del país.
Esta es la historia, la única verdadera, la única exacta, a
la que sirve de defensa incontrastable la honradez pública y notoria de mi
nombre.
Hay, pues, mucha distancia entre ustedes y yo, y es inútil
que se esfuercen por hacer llegar hasta mí ni un átomo siquiera del lodo que
los cubre.
Estoy muy lejos, no lograran alcanzarme nunca.
LEANDRO N. ALEM.
CONTESTACIÓN DEL DR. PELLEGRINI
Ecce Homo:
Valíale más haberme nombrado. Cuadraba mejor a la
"sincera altivez de su carácter".
Sabe que entre mis muchos defectos no se cuenta el de
esquivar responsabilidades. Pero recojo la alusión y contesto.
No me detendré en el retrato que de si mismo nos traza el
doctor Alem. Es todo un caso, que exigiría un estudio mas detenido. Habría deseado
dejarlo disfrutando el fácil placer del propio elogio, pero no me es posible, y
si en estas líneas tengo que retocar algunos rasgos y echar a perder el cuadro,
lo hago obligado.
Yo no vivo en casa de cristal. Tengo muchos defectos que
reservar, y no soy una virgen que en casta y candorosa inocencia puede en todo
momento ofrecerse a la contemplación pública. Vivo en casa de piedra, y allí he
formado un hogar, conocido, respetado y honesto. Es este requisito
indispensable para mantener una posición social que corresponda a la posición pública.
Voy, cuando quiero reposar mi espíritu de tanta diaria
miseria, a los teatros, a las fiestas, a los hipódromos y centros sociales y allí
encuentro todo lo que hay de más culto y distinguido en mí país. En cambio, he
tenido siempre aversión a los "estaminets" y las confiterías. Le
explicara esto al doctor Alem por que nunca nos encontramos, a pesar de vivir
en la misma ciudad.
El doctor Alem cree que hay gran distancia entre el y yo. Es
mucha mayor de la que el cree, felizmente. Somos tan desemejantes en lo moral,
como en lo físico.
He encontrado siempre placer en la actividad y el trabajo, y
esto me ha permitido vivir en todo tiempo con relativa holgura. Mis ocupaciones
han sido siempre conocidas, y en cualquier comenta se ha podido saber de que vivía.
He contribuido dentro de mis medios a formar los fondos de
los comités políticos en los que he actuado, pues nunca se me ocurrió que ser
presidente de comité o jefe de partido, fuera una profesión.
He tenido relación con muchos bancos, oficiales y
particulares, y mi crédito jamás ha sufrido. Cuando subí a la presidencia, debía
a los Bancos Nacional, Provincial e Hipotecario de Buenos Aires $ 120.000 por
junto. Comprendí que dada la situación de esos bancos, iba a tener que ejercer
sobre ellos mi acción oficial, y que en tal caso no era correcto que fuera
deudor. Vendí la única propiedad que poseía, la estanzuela en Rodríguez,
herencia de mi esposa, y cancele todas mis deudas.
He favorecido, con toda la decisión de que soy capaz, a las
grandes empresas en cuya obra veía un progreso para mi país, y he ayudado a
muchos hombres que merecían ser protegidos. En pago he vinculado mi nombre a
esas obras, honor y placer que no comprenden los que creen que solo de sucia política
viven los pueblos, y tengo hoy la amistad y la gratitud de hombres de verdadero
merito.
Y basta: esta tarea de hacer ante el publico su autobiografía
y ex poner su propia justificación en la misma sociedad en que nos hemos
formado, es hasta cierto punto deprimente, y se aborda con disgusto Pero esta
escuela alemista ha relajado hasta tal punto el criterio publico, ha chapaleado
tanto barro y tan la inmundicia, ha tenido durante cuatro años tanta injuria en
los labios, que hoy tenemos que resignarnos a hacer estas abluciones en
publico.
En cuanto a las explicaciones que da el doctor Alem sobre
sus cuentas turbias con los bancos es todo ello un tejido de inexactitudes, y
es un colmo de audacia alterar así la verdad y tratar de desfigurar hechos que
son conocidos de tantos, gracias a las investigaciones ordena- das y que
constan en los libros y papeles de esos bancos.
Toda esa historia de que presto su firma a otras personas,
etc., es pura novela. Tiene tan mala memoria en esto de deudas, que se refiere
al doctor Vicente Fidel López, que fíe presidente del Banco hace 15 años. Lo de
servicios e ingratitudes de encumbrados funcionarios de una provincia y
oficiales superiores del ejército, es pura invención.
Los dos últimos descuentos que se le hicieron al doctor Alem
fueron directamente, a su sola firma, el 16 de febrero de 1888 y 19 de diciembre
de 1890. De estos descuentos proviene su deuda actual protestada y abandonada
durante años. Asegura el doctor Alem que en la época en que el Banco sufría una
corrida, fue el único que le llevo dinero a depósito. Efectivamente, el 19 de
diciembre de 1890, día en que se le descontaba una letra, con su firma sola,
por 20.000 pesos, depositaba 10.000, retirando los otros diez.
Es el único depósito que ha hecho. Creo que a cualquiera le
era fácil favorecer al Banco en estas condiciones.
Algo mas: cuando el Banco de la Provincia había cerrado sus
operaciones, el doctor Alem continuaba girando en descubierto, y mas tarde cubría
esos giros con pagares suscriptos por sus partidarios, que aun no ha sido
posible cobrar.
Igual cosa le sucedía en el Banco Nacional y ha sido
necesaria la ley de jubileo para que recordara su deuda tan largo tiempo abandonada.
Y mientras tal conducta observaba, dirigía a sus partidarios
esas furiosas arengas en que los incitaba al motín y a la revuelta, hasta dar
en la cárcel con los infames que habían arruinado los bancos, abusando de su crédito
y olvidando sus deudas. Y las masas se sentían hervir de indignación al oír la
palabra irritada del falso apóstol que llevaba su predica incendiaria al través
de toda la Republica.
¡Aun hoy se atreve a amenazar con decir verdades y
desafiarnos a que rectifiquemos sus afirmaciones!
¡Ecce Homo!
He concluido con el doctor Alem y debo al público una
palabra de explicación. Puede creerse que en lo dicho hay algo de excesivo y de
personal. No; hay solo un acto de justicia que ya tardaba.
Cuando se instalo la administración de agosto de 1890, el
doctor Alem la recibió mandando enlutar los balcones de la Unión Cívica. Estaba
de duelo porque sus ambiciones habían naufragado, y su posible dictadura solo
fue para este pueblo una pesadilla que se disipó con los últimos tiros del
Parque.
Desde ese día inicio la conspiración permanente contra las
autoridades legales, las obligo a hacer una política estéril de propia defensa,
y ha mantenido al país durante cuatro años en estado de perpetua alarma,
haciendo difícil el gobierno regular.
Trato de subvertirlo todo, sin respetar lo que tiene de mas
sagrado un país, porque es la garantía de honor. Por el se ha visto la
Republica diez veces al borde del caos; por el yacen argentinos sepultados en
las cárceles publicas o vagan en el destierro.
Ha corrido sangre y se han malogrado muchas esperanzas.
Estos cuatro años durísimos que hemos pasado son la obra de su ambición, de ese
insensato orgullo que se refleja en el ridículo retrato que nos ha ofrecido.
Algún castigo tenia que merecer este gran delito, y el
destino, al llevarlo a la prensa a tratar de justificar hechos injustificables,
ha ofrecido la ocasión de desagraviar a la Republica entera, victima de la mas
incomprensible mistificación que haya ejemplo en este país.
Sírvame esto de disculpa por haber descendido a esta polémica.
C. PELLEGRINI.
Fuente: Polemica de los Dres. Leandro Alem y Carlos
Pellegrini con motivo de una calumnia en la Legislatura de la Provincia de
Buenos Aires en boca del diputado provincial Olivares, publicado en los Diarios
“El Argentino” de La Plata y “La Prensa”, septiembre de 1895
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