Sr. Presidente
(Zanni). — Tiene la palabra el señor diputado por la Capital.
Sr. Belnicoff. —
Señor presidente: el miembro informante de la mayoría, diputado Posse, ha hecho
una exposición objetiva del punto de vista que va a sostener la mayoría en esta
sesión en que se tratan los dos despachos producidos por la Comisión de
Previsión Social.
Evidentemente, el problema que consideramos no se ha
planteado en estos momentos y viene desde muy atrás. El drama de los jubilados
es un drama largamente sentido. Debemos confesar con dolor que muchas veces
golpearon las puertas de los poderes oficiales sin encontrar respuesta para
la concreción de un derecho que ya habían adquirido y estaba perfectamente
financiado por los aportes realizados a lo largo de una dura vida de trabajo y
de sacrificio en homenaje a la grandeza moral y al progreso técnico de la
Republica.
La seguridad social, que viene agitando a todos los países
del mundo, sobre todo después de la terminación de la segunda guerra mundial,
ha tenido muchas veces consecuencias terribles para algunos países, cuando
ciertos dictadores, tomando los enunciados de la seguridad social y transformándolos
en una especie de técnica social, los utilizaron para oprimirlos y aplastarlos.
Carlos Mannheim, ilustre filósofo político, que ha escrito importantes páginas
al respecto, demuestra que cuando la seguridad social no tiene un sentido
profundamente democrático se transforma en uno de los más poderosos instrumentos
de dominación de los pueblos.
Lo que aqui se procura es tener seguridad de medios de vida
para el que esta en la actividad y para el que esta en la inactividad. Por eso,
la cuestión de mejorar los haberes jubilatorios y las pensiones tiene una larga
y azarosa historia en nuestro Parlamento. Ya en 1946, cuando asomaban los
primeros síntomas de la inflación, el Congreso se vio precisado a buscar una
solución a través de un suplemento para mejorar los haberes jubilatorios. En
1947 debió prorrogarse esa iniciativa, pero ya en 1948 la situación se hizo
tensa y se torno difícil, y un simple suplemento no resolvía la angustia de los
jubilados y pensionados de las distintas cajas del régimen previsional
argentino.
Es así, señores diputados, como surge la ley 13.478, que
constituye para los sectores inactivos algo así' como la panacea, la solución
de todos los problemas, el alejamiento de toda preocupación con respecto al
futuro. Esa ley establecía un suplemento variable a fijarse una vez por ano en función
del Índice del costo de la vida. Se financiaba con una cuota del impuesto a las
ventas.
Pero no vivíamos tiempos normales, sino los años difíciles
de la dictadura. Los fondos de esa ley tentaron a la burocracia que mandaba en
la Republica. De ahí que, salvo algunos casos que se resolvieron en los
estrados judiciales, los jubilados no vieron ni un centavo de esos fondos,
hasta que finalmente, hace poco, se dio a conocer una resolución vinculada a
ella y emanada del Instituto Nacional de Previsión Social.
Cuando se celebro en esta Cámara la asamblea de los
jubilados, hecho promisorio en los anales parlamentarios porque permitió que
con toda libertad los interesados expresaran sus ideas —la Comisión de Previsión
edito el ejemplar correspondiente de las versiones taquigráficas—, se concretaron
sus aspiraciones con respecto a una legislación que contemplara sus verdaderos
y auténticos intereses.
En esa oportunidad, el presidente de la Agrupación de Inter
asociaciones de Jubilados y Pensionistas de la Argentina, dijo, entre otras
cosas, dando la tónica de la cuestión:
«Este problema candente
y urgente necesita una solución. La pedimos con la seriedad de aquellos que
tienen la responsabilidad de lo que dicen. La pedimos porque sabemos que
podemos financiarla, porque es un deber social y, además, porque creemos que
en esta hora no se puede hacer otra cosa que no sea algo en beneficio de los
seiscientos mil jubilados que tienen a su cargo por lo menos tres o cuatro
personas afectadas colateralmente, lo que lleva a tres millones quinientas mil
personas que tienen fijos sus ojos en esta asamblea y que quieren que la Comisión
de Previsión se ilumine para dar la solución que anhelamos».
EI representante del Congreso Confederal de Asociaciones de
Jubilados manifestó que deseaba referirse a la verdadera odisea que estuvo padeciendo
la gente por la aplicación de este suplemento variable móvil —se refería al
establecido por la ley 13.478— desde el año de vigencia 1949, hasta octubre de
1954. Y también agregaba el representante de la Confederación General de
Jubilados:
«La confederación estima que el problema que tiene a estudio la Comisión de Asistencia y Previsión Social debe dividirse en dos partes para resolver independientemente una y otra».
«La confederación estima que el problema que tiene a estudio la Comisión de Asistencia y Previsión Social debe dividirse en dos partes para resolver independientemente una y otra».
Esto es lo que ha hecho la comisión tal como ha quedado
planteado en los despachos de mayoría y minoría.
Dice a continuación el mismo delegado: «Entendemos que ante
todo debe buscarse una solución sin dilaciones y con toda urgencia para el
problema económico de los jubilados y pensionistas y luego recién entrar a
considerar por separado el ordenamiento económico y orgánico de las cajas».
Por su parte, el representante señor Pedernera afirmaba: «Como
puede ser que no haya fondos suficientes si el Estado ha podido sacarnos de las
cajas alrededor de 70 mil millones de pesos, para gastarlos en el presupuesto
ordinario, es decir, para pagar grandes sueldos militares, sostener una
espantosamente excesiva burocracia, nombrar legiones de embajadores que nos
cuestan centenares de miles de pesos cada uno, que hay que pagar en divisas
fuertes, principalmente en dólares, para fijar tremendos sueldos para los
nuevos funcionarios, etcétera.
También se escucho la palabra del señor Aldo V. Chitaroni,
apasionado estudioso, y sobre todo el juicio ponderado, sensato, del doctor
Desimone, que en nombre de los periodistas puso la cuestión en sus verdaderos términos
y delineó los aspectos que debíamos tratar en la comisión cuando se aprobase en
ella el criterio de dividir el problema en dos partes.
Esta discusión del mejoramiento de los haberes jubilatorios
viene de lejos, como he dicho. Ya he enumerado las leyes que se han dictado sobre
este problema, pero no podría seguir adelante sin recordar en este momento al
ex diputado Ricardo Araoz, quien en 1947 aseguraba que el haber jubilatorio debía
ser del cien por ciento de los sueldos en actividad.
He afirmado que la ley 13.478 financiaba un suplemento variable
y que sus fondos engrosaban las áreas de la administración nacional. Por ello,
cuando el régimen depuesto se vio jaqueado por la masa de jubilados y
pensionistas que exigían el cumplimiento de la ley, cuando se iniciaron algunos
procedimientos judiciales, cuando la grita de los jubilados alcanzaba ya el
limite que se permitía a esa justa y airada protesta, cuando en esta Cámara se
presentaban pedidos de informes y proyectos para concretar de una buena vez el
funcionamiento de esa ley apareció la ley 14.370, que por su articulo 9
oficializa la entrega de todos los fondos de la ley 13.478 al presupuesto de la
administración central. Comienza entonces el verdadero desamparo de los
jubilados, la larga marcha del martirio económico, aun cuando el articulo 19 de
aquella ley preveía un reajuste que nunca se produjo, como tampoco se produjo
en su integralidad el reajuste de la ley 13.478.
Sin entrar a profundizar mucho en los antecedentes, quiero
dejar perfectamente demostrado que cuando la inflación comenzó su obra demoledora
de los salarios, de las jubilaciones, de las pensiones y de los pequeños
ahorros, comenzó a evidenciarse una preocupación para neutralizar la incidencia
de la misma en la economía de la Republica y de sus habitantes. Pero es que el
régimen anterior se cuido muy bien de no sancionar ni pedir la sanción de un
autentico y verdadero régimen de inversión de fondos para las cajas.
¿Que hizo el Poder Ejecutivo a partir de 1946? Comenzó a
emitir obligaciones de previsión del 4 % —que luego subió al 5 % en la ley
14.370— contra los fondos de las cajas, una vez que estas habían realizado los
pagos de sus gastos administrativos y de las prestaciones a que estaban obligadas
por sus respectivos regimenes.
—Ocupa la Presidencia
el señor presidente de la Comisión de Educación, don Francisco H. Uzal.
Sr. Belnicoff. —
La mala practica no se detuvo un solo instante desde 1946 hasta el día de
hoy; la mala practica .fue seguida por el régimen depuesto, por el gobierno de
la revolución libertadora y actualmente sigue. Con esto no hago un cargo al
gobierno actual, porque evidentemente, no puede remediar en tres meses una situación
que se viene arrastrando desde hace más de 12 años.
Lo evidente es que el Estado aprovecha el dinero de los
jubilados; el Estado invierte el dinero de los jubilados en obras no reproductivas,
en gastos de la administración publica, mientras el vasto sector que se halla
en pasividad tiene que andar rondando esta casa para ver si de una vez por
todas se logra un cuerpo legal que los ponga a cubierto de la necesidad — ¡que
digo de la necesidad!—, de la miseria. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos.)
Yo me pregunto, señor presidente, si no seria conveniente
que la mayoría se pusiera de acuerdo con nosotros para investigar como se
mueven esos fondos de las cajas, a que sumas ascienden las deudas y cual ha
sido la política económico-financiera seguida por las cajas con respecto al Estado
nacional, y cual fue la política económico-financiera del Estado nacional con
respecto a las cajas.
El señor diputado Posse acaba de proporcionar a la Cámara un
informe que creo es el mismo que tenemos nosotros, referente a las obligaciones
emitidas por el Estado, las que ascienden a la suma de 48.832.228.100 pesos.
Yo me he tornado el trabajo de sumar en los rubros de la deuda
publica consolidada al 31 de diciembre de 1954, las distintas emisiones y he
llegado a la cifra de 30.661.206.700 pesos, en tanto que la deuda publica constituida
por La emisión de bonos de previsión, al 31 de octubre de 1957, según datos
tornados de la publicación oficial del presupuesto de la Nación, asciende a
54.841.896.700 pesos, total superior que no esta de acuerdo con el que nosotros
tenemos en la comisión.
A la mencionada suma hay que agregar las emisiones
producidas desde octubre de 1957 hasta el día de la fecha, lo que da un monto
que yo no tengo —no se si se consignara en alguna publicación oficial—, que
indudablemente será mayor que la de 54.000.000.000 de pesos, en cifras
redondas.
El señor diputado Marini me observa que la deuda pública
alcanza a 70.000.000.000 de pesos. Efectivamente siempre con relación al
presupuesto del año 1958, sumando las distintas emisiones de títulos, de
distinto origen, tenemos una deuda publica consolidada de 70.000.000.000 de
pesos.
Sr. González. —
Deuda publica total.
Sr. Belnicoff. —
La deuda publica total, según el presupuesto correspondiente a 1958, llega a
70.000.000.000 de pesos más o menos, de los cuales hay que descontar los
54.000.000.000 emitidos en bonos de previsión social. Quiere decir que toda la
deuda del gobierno se ha concentrado en función del dinero de los jubilados,
y que los que quieren su dinero, porque les pertenece, se están muriendo de
hambre porque no pueden mejorarse sus haberes. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos.)
Sr., Posse. — ¿Me
permite una interrupción el señor diputado?
Sr. Belnicoff. —
Si, señor diputado.
Sr. Posse. — Yo diría que no se están muriendo de hambre
porque el Estado usufructúe su dinero, sino que no ha habido la preocupación en
los que gobernaban para establecer la forma de poder aplicar mejoras en los
haberes, con los fondos de las cajas. Los diversos gobiernos anteriores al
nuestro usaron de ese dinero y el gobierno actual vive la preocupación de dar a
los jubilados lo que les corresponde, aun cuando ha heredado una situación económica
harto difícil y deficitaria.
—Ocupa la Presidencia el señor vicepresidente 1 de la Honorable Cámara,
don Enrique Mario Zanni.
Sr. Belnicoff. —
Acabo de decir que no corresponde a este gobierno responsabilidad alguna por el
estado actual de las cajas de jubilaciones por la situación de los jubilados.
No tengo inconveniente en decirlo y repetirlo, pero también expreso que la
estafa a los jubilados es elocuente y salta a la vista, y la mala práctica
sigue.
Sr. Posse. —El
gobierno actual ha demostrado su preocupación.
Sr. Rivero. — ¿Me
permite el señor diputado por la Capital una interrupción, con el permiso de la
Presidencia?
Sr. Belnicoff. —
Si, señor diputado.
Sr. Presidente
(Zanni). —Tiene la palabra el señor diputado por Corrientes.
Sr. Rivero. — No
estoy de acuerdo con lo que ha expresado el miembro informante de la mayoría.
Si los jubilados han sufrido y sufren miseria, la mayor
responsabilidad recae en el Estado por la extracción de dinero, por el
apoderamiento de fondos provenientes de aportes jubilatorios. La extracción de
esos fondos se viene realizando para cubrir el déficit de los presupuestos, y a
cambio de los mismos el Estado entrega bonos no convertibles, con un interés
del cinco por ciento fijado por el mismo Estado; ese interés no se paga en
efectivo sino con nuevos bonos no convertibles, en forma tal que las cajas hace
rato que no ven un centavo y no pueden aumentar los haberes de los jubilados.
La miseria o el dolor padecidos por muchos hogares de
jubilados durante todo este tiempo recae sin atenuantes sobre el Estado. No
hagamos cuestión de este o de aquel gobierno, hablemos del Estado.
Estaré de acuerdo con el señor diputado en que existe una
real preocupación para que esta situación termine, si nos ponemos de acuerdo
para incluir una cláusula en este proyecto de ley por la cual se impida al
Estado substraer los fondos de las cajas de jubilaciones y se prohíba que se
emitan los famosos bonos. (Aplausos.)
Sr. Posse. — La
verdad es, señor diputado, que el gobierno actual tiene que ver como va a salir
del paso por la grave situación heredada, sin fondos y con muchas deudas.
Sr. Rivero. — Eso
le paso también al anterior gobierno.
Sr. Belnicoff. —
Me estaba refiriendo a la falta de un régimen serio de inversión de fondos, que
—naturalmente— no podía establecerse porque el Estado absorbía todo el dinero
de las cajas.
Sr. González. — ¿Me
permite una interrupción el señor diputado, con autorización de la Presidencia?
Sr. Belnicoff. —
Si señor, diputado.
Sr. Presidente
(Zanni). — Tiene la palabra el señor diputado por Buenos Aires.
Sr. González. —
El problema de los jubilados no nace de que el Estado tome los fondos de las
cajas mediante la emisión de títulos que reditúan el 5 %. El problema de ellos
es el problema de todos los ahorristas del país; es el problema típico del
proceso inflacionario, porque si el dinero hubiera conservado su valor adquisitivo
a los jubilados les importaría poco que sus aportes hubieran sido tornados por
el Estado. Es un problema que atañe a la economía general del país.
Incluso no es tan grave que el Estado tome los fondos,
porque esta abriendo una posibilidad para su colocación, ya que las cajas no
pueden en cada instante determinar una política
de inversión de sus fondos a un tipo de interés mas alto que el normal de plaza
para los títulos públicos.
El problema esencial reside en la angustia de la creciente desvalorización
de la moneda, que reduce los ingresos fijos de los ahorristas, sean titulares
de pólizas de seguros, sean rentistas de alquileres congelados o sean titulares
de jubilaciones acordadas.
Por otra parte, convengamos en que a esta altura del
desarrollo económico del país, esta técnica ha sido utilizada por este
gobierno, por el anterior, por el que precedió al anterior, y lo será por los
futuros, pues es la única masa de dinero pasible de colocación en títulos de la
renta publica.
La solución de fondo no esta, pues, en eso, sino en una política
de resguardo total que opere a través de los impuestos, para liquidar así una
deuda que de otra manera no será liquidada nunca y se acrecentara el monto de
los servicios financieros de una creciente deuda publica que no se puede
detener.
Sr. Rivero. — Es
claro que la necesidad de los jubilados nace de la inflación, pero la solución
esta en los propios fondos que el Estado retiene.
Sr. Belnicoff, —
Lamento, señor presidente, tener que decir al señor diputado González que no
solamente discrepo en extensión y en profundidad con el concepto que acaba de
expresar, sino que afirmo que la política que se sigue en otros sistemas de
previsión no es la de dar como única salida a los fondos de las cajas, la
emisión de títulos contra esos fondos.
Si el señor diputado González no me hubiera interrumpido —y
conste que le concedí la interrupción con el mayor gusto—, hubiera podido
demostrar como a través de los estudios realizados en la Organización
Internacional del Trabajo, de algunas resoluciones y declaraciones do congresos
internacionales y también del Código Internacional del Trabajo de la OIT,
edición de 1955—, se llega a determinar la inversión de fondos adecuada para
este tipo de sistema. En general se establece que la inversión debe reunir tres
requisitos: seguridad, rendimiento y movilidad.
También se hace referencia a un plan periódico de
inversiones que tenga utilidad social y económica, estableciéndose una clasificación
de como pueden realizarse. Se trata de
normas de carácter general, que los países pueden o no aceptar. Ellas se
refieren a inversiones en fondos del Estado, con garantía del mismo; títulos
cotizados en las bolsas, sobre prestamos directos; títulos amortizables, con
preferencia sobre los de renta perpetua; empréstitos a las provincias, según la
situación financiera declarada de las mismas, y las garantías que las
provincias puedan ofrecer para la emisión; prestamos sobre obras a emprender;
operaciones con títulos cotizados en bolsa, con preferencia a prestamos
directos por contratos privados; empréstitos de entidades publicas, siempre que
el poder administrador asegure la solvencia de la entidad a la que se va a
ayudar; prestamos a sociedades de crédito agrícola o inmobiliario; prestamos
hipotecarios directos; adquisición de acciones comerciales e industriales bien
garantizadas, no especulativas, que dan dividendos muy superiores a los del
Estado y seguridad de recuperación de los capitales.
También existen normas con respecto a los valores de renta
variable. Entre ellas existe una referente a empréstitos de los poderes públicos,
con cláusula oro, u opción de cambio.
Sr. González. —
Esa es la primera inversión que cita el señor diputado por la Capital que da
seguridad frente al desajuste del valor monetario.
Sr. Belnicoff. —
En cuanto a la seguridad de las otras inversiones, desde luego que el del señor
diputado es un concepto que respeto; las que yo he citado son inversiones que
considera normales y útiles la OIT en la Edición del Código Internacional del
Trabajo del año 1955.
Sr. González. —
Pero a todas ellas las destruye la inflación, pese a la opinión de la OIT,
menos a la que tenga cláusula oro.
Sr. Belnicoff. —
No es así. El código que acabo de mencionar también permite la elección de
inversiones para el sistema de previsión.
Todo lo que he expuesto tiende a alejar los fondos de las
cajas, no digo de la voracidad o de la prepotencia del Estado, sino de las
necesidades del mismo. Si las cajas de jubilaciones hubieran tenido un régimen
normal de inversión de fondos, si estos hubieran sido invertidos en obras
reproductivas para obtener dividendos muy superiores a los que les paga el
Estado, es muy posible que la situación de las cajas de jubilaciones en este
momento, y a pesar de la dictadura, les daría la responsabilidad económico-financiera
para hacer frente a numerosas prestaciones y para atenuar, siquiera en parte,
angustiosos problemas de la Republica.
Sr. González. — Discúlpeme,
señor diputado, pero no es así.
Sr. Belnicoff. —
El señor diputado con su opinión esta en contra de la Organización Internacional
del Trabajo.
Sr. González. —
Es una opinión distinta.
Sr. Belnicoff. —
Es una opinión distinta, contraria a la sustentada en congresos internacionales
por delegados representantes de numerosos países.
Sr. González. —
Si, señor diputado; así es.
Sr. Belnicoff. — Así
es para el señor diputado.
Sr. Giordano
Echegoyen. — ¿Me permite una interrupción el señor diputado?
Sr. Belnicoff. —
Si, señor diputado.
Sr. Giordano
Echegoyen. — Quiero aclarar al señor diputado González un error inicial en
que incurre.
Comprendo que la inflación trae como consecuencia la desvalorización
del dinero. Lo que pasa con las cajas de jubilaciones es que de los quince a
veinte mil millones de pesos anuales que reciben, se destina a prestaciones
apenas un cuarenta o cincuenta por ciento de esas sumas. Lo demás lo toma el
Estado.
Por lo tanto, no ha sido alcanzada la cobertura total de las
prestaciones debidas a los afiliados por las cajas nacionales de previsión, y
el proceso inflacionario no juega aquí en el sentido de que las cajas podrían
haber cumplido todas sus coberturas.
Sr. González. —
Pero advierta el señor diputado que ese porcentaje, aplicado al pago de
jubilaciones, atiende a prestaciones que no son las pactadas, porque están
todas incentivadas mediante bonificaciones por costo de vida, que son un
remedio transitorio.
Sr. Presidente
(Zanni). — Continúa con la palabra el señor diputado por la Capital.
Sr. Belnicoff. —
Las jubilaciones no son las pactadas, pero en la inmensa generalidad de los
casos los jubilados hicieron sus aportes en moneda sana y reciben hoy las
prestaciones en moneda envilecida.
Sr. González. —
Ese es el punto neurálgico de la cuestión.
Sr. Belnicoff. —
El señor Feraud ha publicado un interesante estudio sobre la necesidad de una
superestructura para la seguridad social, a prueba de las depreciaciones
monetarias. A eso tenemos que ir. Feraud afirma:
«Se conoce
perfectamente el significado de la depreciación monetaria. A primera vista
puede uno preguntarse si no constituye una paradoja reunir los conceptos de
seguridad social y de inseguridad monetaria. Acaso se sentirá la tentación de
considerar la seguridad monetaria como condición de la seguridad social, concediendo
prioridad a los esfuerzos por conseguir aquella. Los hechos han desmentido categóricamente
este punto de vista, comprobándose, por el contrario, que cuando mas afectado
se ve un país por la depreciación monetaria, tanto mas indispensable es
extender y mejorar las medidas de seguridad social, y mas han sido, en efecto,
desarrolladas.»
Todo lo que vengo diciendo no lleva desde luego ningún propósito
político; no se ha hecho hasta el
momento ningún planteamiento de este carácter. Solo existe la intención de
clarificar en lo posible la cuestión y tratar que todos, mayoría y minoría,
demos ideas para llegar a la conclusión esperada, que concrete la solución de
verdaderas aspiraciones y de necesidades que ya no pueden ser sobrellevadas por
mas tiempo por los sectores interesados.
Cuando me réferi a la deuda y a la emisión de bonos de previsión
social, debí decir también que, en la planilla que obra en nuestro poder, la
deuda del Estado con las cajas de jubilaciones, en cifras redondas, es de 3.000
millones de pesos.
Sr. Posse. — Le
ruego mencione la de los particulares.
Sr. Belnicoff. —
A eso voy, señor diputado. No lo puedo decir todo al mismo tiempo.
Alrededor de 3.000 millones de pesos es lo que debe el
Estado, y asciende a 5.000 millones de pesos la deuda de los particulares con
las cajas.
Tengo algunas informaciones que me merecen fe y .que proceden
de fuentes, como dicen los periodistas, habitualmente bien informadas, según
las cuales la deuda del Estado seria muy superior, pues solo a los bancarios se
les debería 2.500 millones de pesos; en cuanto a la deuda de los particulares
con las cajas, estaría entre los 10.000 y los 15.000 millones de pesos, incluidas
firmas que ya han desaparecido.
Pero siguiendo el juego que realiza el Estado con respecto a
las cajas, y en ese continuo desajuste que se va desarrollando a medida que
transcurren los anos, no es ilógico pensar que las cifras oficiales están por
debajo de la realidad. Yo quisiera mínimamente que no lo estuvieran, desearía
que fueran menores que las que están expresadas en estas planillas, porque
entonces las cuestiones a afrontar serian también menores.
Sr. Mercado. — ¿Me
permite una aclaración el señor diputado?
Sr. Belnicoff. —
Si, señor diputado.
Sr. Mercado. — Desearía
saber si el Poder Ejecutivo contesto el interrogatorio que se le hizo llegar
acerca del estado financiero de las cajas de previsión social, pues en ese caso
tendríamos datos oficiales.
Sr. Posse. — La información
que acabo de dar, señor diputado, es de carácter oficial, si bien no esta
actualizada a la fecha de hoy, sino a la que menciona el señor diputado
Belnicoff.
Sr. Giordano
Echegoyen. — Pero lo que el señor diputado Mercado pregunta es si han llegado
a la Cámara los informes que esta solicito al Poder Ejecutivo.
Sr. Posse. — Los
que tenemos han sido remitidos directamente a la comisión, y esta los pidió en
cumplimiento de la misión que le encomendara la Cámara.
Sr. Mercado. — La
Cámara pidió los datos al 30 de abril de este año.
Sr. Belnicoff. —
Continuo, señor presidente.
Como esta parte de mi exposición ha sido frecuentada por
numerosas y amables interrupciones, y para que los que oyen o lean no pierdan
el hilo de lo que estoy diciendo, quiero expresar en síntesis: primero, que la
emisi6n de obligaciones de previsión social, contra el dinero de las cajas, a
un interés del 4 y del 5 %, ha resultado realmente perniciosa para esos
institutos de previsión; segundo, que si las cajas hubiesen tenido en su poder
esa masa de dinero que ingresa en cada una de ellas y la hubieran podido
aplicar en inversiones retributivas, a estas horas tendría la Republica
solucionados, aunque sea en parte, algunos problemas, como por ejemplo el de la
vivienda.
Los dos despachos, el de la mayoría y el de la minoría, se
refieren en su artículo 2 a
la fijación de una jubilación móvil del 82 por ciento. Nace allí la primera de
las divergencias que van a ir apareciendo a lo largo del cotejo de ambos
despachos.
Sr. Posse. — La única,
establecida cuando el despacho de la mayoría fue conocido por la minoría.
Sr. Belnicoff. —
El señor diputado ha de convenir conmigo que habiendo sido dado a publicidad un
despacho con varios días de anticipación a su consideración por la Cámara, y habiéndose
recibido sugestiones, opiniones y memoriales de aquellos que podían estar
afectados por la ley que se iba a votar, lo natural, democrático y lógico era
que se tomaran en cuenta, como creo que lo habrá hecho también la mayoría con
respecto a su despacho, toda vez que el señor diputado ha anunciado qua en el
tratamiento en particular darían a conocer algunas modificaciones.
Sr. Posse. — La
divergencia, aumentada, surgió en pocas horas, en una noche.
Sr. Belnicoff. —
La divergencia surgió, señor diputado, así, a primera vista, en la comisión,
cuando se leyó el despacho, con respecto al artículo 2. No me negara el señor
diputado que si algunas cláusulas del anteproyecto presentado por la minoría no
figuraban en el primer despacho de la mayoría, teníamos la obligación de
solicitar su inclusión; de la misma manera que si la gente que podía sentirse
lesionada por la ley que dictara el Congreso nos aportaba elementos de juicio para
aclarar algunas cláusulas, era evidente que debíamos hacerlo.
Sr. Posse. — Es
perfecto.
Sr. Belnicoff. —
Justamente siguiendo esa perfección de criterio que acaba de expresar el señor
diputado es que, sin vanidad de ninguna naturaleza, hemos aprovechado aquellas
opiniones para la confección del despacho de la minoría.
Sr. Posse. — Cabe
aclarar que la divergencia fue a las tres de la mañana...
Sr. Rivero. — El
despacho de la minoría lo vamos a modificar, incluso para perfeccionarlo.
Sr. Belnicoff. — Decía,
señor presidente, que tanto el artículo 2 del despacho de la mayoría, como el artículo
2° del despacho de la minoría establecen el 82 por ciento móvil para su aplicación
a los haberes jubilatorios. Mas adelante veremos cuales son las diferencias
conceptuales que separan a uno y otro despacho.
Para nosotros el concepto de jubilación móvil —que
desarrollara luego el señor diputado Giordano Echegoyen— es el establecido en
el artículo 14 de la Constitución de 1853, reformado en 1957, que tomamos como
base.
En el país se viene hablando hace mucho tiempo de escalas móviles
para los salarios y para las jubilaciones, pero lo cierto es que todo ello ha
desaparecido en medio de un fárrago de palabras, sin que los salarios hayan
sido vitales ni móviles y sin que las jubilaciones tampoco hayan sido móviles
en momento alguno.
El régimen depuesto creó el Instituto Nacional de las
Remuneraciones. El articulo 18 del decreto ley de creación —ratificado por la
ley 12.921— define el salario vital mínimo como la remuneración del trabajo
que permita asegurar en cada zona, al empleado y obrero y a su familia, alimentación
adecuada, vivienda higiénica, vestuario, educación de los hijos, asistencia
sanitaria, transporte o movilidad, previsión, vacaciones y recreaciones. Es un salario
calculado con el propósito de prever las necesidades de todo orden del
trabajador y su familia, y deberá ser revisado periódicamente por el instituto
de acuerdo con las oscilaciones que sufra el costo de la vida. Si en un periodo
mayor de seis meses el índice de costo de vida sube o baja en más de 10 por
ciento, el directorio de la entidad estará obligado a considerar el reajuste de
los salarios.
De más esta decir que la ley no se cumplió. Los fondos con
que se financiaba el instituto fueron a parar a las áreas de la ex fundación
que dirigía la esposa del dictador.
De modo tal que esa regulación del salario vital móvil cayó
en el olvido, y por muchas que fueron las reclamaciones que se formularon para
que se pusiera en movimiento, todas cayeron en la indiferencia y en el vacío.
Tengo entendido que el actual gobierno esta tratando de darle movimiento y
vigencia a la ley.
En Brasil también existe la escala móvil de los salarios, y
en Méjico, que es el primer país donde se han aplicado estas disposiciones, el
Código Federal del Trabajo dice que el mínimo de vida implica que la población
obrera mejicana pueda vestir, comer, educarse y gozar de algunas satisfacciones
honestas, según define la Constitución dicho principio.
Con el suplemento variable establecido por la ley 13.478 ocurrió
lo mismo que con el Instituto Nacional de las Remuneraciones. Las dos leyes
corrieron un parejo destino; ambas tuvieron el signo fatal que les marco la
dictadura, la cual solo quiso obtener del Congreso de la Nación dos institutos
para poder meter con mas comodidad las manos en los bolsillos del pueblo
trabajador y seguir financiando su campana de opresión y de humillación del
pueblo argentino. (¡Muy bien! ¡Muy bien!)
El despacho de la mayoría establece para el reajuste de las
jubilaciones un coeficiente de costo de vida que se aplicara al 19 de julio de
cada ano, de acuerdo con el índice que establezca la Dirección Nacional de Estadística.
Lamento tener que decir que la Dirección Nacional de Estadística, en cuanto se
refiere a los índices de costo de vida, esta desprestigiada ante el pueblo de
la Republica. Porque no se como los sabios de esa dirección han determinado que
un peón no especializado, con mujer y dos hijos menores de 14 años, puede
adquirir con 1.242 pesos mensuales, según el índice correspondiente al rates de
junio de este año, lo 1 que adquiría con 100 en 1943.
Indudablemente, están lejos de la autentica realidad
argentina, de la realidad que vive cada hombre y cada mujer del país. Quisiera
ver al señor director nacional de Estadística comprar en el mercado un kilo de
bifes, y si después de eso cree todavía que con 1242 pesos en 1958 puede
adquirir una familia lo que adquiría con 100 de 1943, haciendo frente en parte
a su alimentación, vestimenta, medicación, educación de los hijos. Etcétera.
Quisiera saber si después de eso el director nacional no correera a su oficina
y borrara todos esos índices de costo de vida, para establecer el verdadero, el
actual, el que responde a la realidad económica y financiera de la Republica.
(¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos.)
No es posible que el coeficiente de vida quede librado a
la arbitrariedad —de alguna manera hay que denominarla— de una oficina
administrativa que magnánima y munificamente, después de un año de espera, tomara
todos los haberes jubilatorios y las pensiones, compondrá un costo de vida y lo
aplicará a los pobres jubilados y pensionados no se sabe si a partir de ese
momento o con efecto retroactivo.
Sr. Monte. — Pero
eso es la historia vieja, señor diputado. La historia nueva es la que estamos
haciendo.
Sr. Belnicoff. —
Lamento que no este informado el señor diputado. Si toma el ultimo numero de la
«Síntesis Estadística Mensual» corroborara palabra por palabra, cifra por
cifra, todo lo que he dicho y muchas cosas mas que lo es del caso aclarar.
Sr. Monte. — Le quería
decir que esa es historia vieja, la vieja historia de los funcionarios que no contemplaban las aspiraciones ni las
necesidades del pueblo, y que hacían números metidos en sus oficinas alejados
de la realidad del medio ambiente. La historia nueva, esa gran historia que
estamos haciendo, es esta lev que se va a sancionar y que contempla las
aspiraciones y necesidades tan postergadas de los jubilados argentinos.
La nueva historia es la que estamos haciendo hache, donde
por voluntad de mayoría y minoría —celebro que así sea— vamos a dar una ley que
dará satisfacción a muchos hombres que han trabajado y sufrido en bien del país.
Sr. Rivero. —
Esas son palabras que ya se han pronunciado muchas veces. Los jubilados están
como estaban.
Sr. Belnicoff. —
La nueva historia tiene una fecha: 1954; y la vieja historia también tiene una
fecha: junio de 1958, si el señor diputado consulta las ediciones de la Síntesis
Estadística Mensual, publicada por la Dirección Nacional de Estadística.
Sr. Monte. — Yo
me guío por el despacho de la comisión.
Sr. Marini. — Lo
que importa es saber lo que se podrá comprar con esa plata.
Sr. Monte. — No
se ponga nervioso el señor diputado Marini. La realidad es que damos 900 pesos.
Sr. Belnicoff. —
Quiero decir al señor diputado —y tiene que creerlo porque es así—, que por mas
dialéctica que posea no podrá convencer a nadie de lo contrario: en la Síntesis
Estadística publicada en junio de 1958, no del siglo pasado, el señor diputado
y cualquiera podrá leer que un peón no especializado, con mujer y dos hijos
menores de catorce años puede comprar hoy con 1.242 pesos, lo que compraba en
1943 con 100 pesos.
Sr. Rodríguez Araya.
— El mal obedece a que se fija la suma de 1.200 pesos, porque Perón vivía con
300 pesos muy fácilmente. (Risas.)
Sr. Canopa. — Si
el señor diputado Belnicoff me permite...
Sr. Belnicoff. —
¡Como no!
Sr. Canepa, —...
quiero decirle cordialmente que estoy de acuerdo en que no es con dialéctica
que vamos a satisfacer al sector pasivo de la sociedad y que, precisamente, por
ello es que la mayoría trae este despacho que aspira a convertir en ley.
Cuando el sector pasivo de la población advierta cual será
por este despacho su haber jubilatorio, cuando vea aumentada su jubilación o pensión
por esta ley, vera que no se trata de dialéctica sino de una realidad.
Sr. Belnicoff. —
El señor diputado convendrá conmigo en que ni con dialéctica ni con números se
satisfará a la masa de jubilados, sino simple y llanamente con el 82 por ciento
móvil en función del sueldo en actividad. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos.)
Sr. Rivero. — ¿Me
permite el señor diputado?
Sr. Belnicoff. —
Si, señor diputado.
Sr. Rivero. — Para
contestar al señor diputado por la Capital, me voy a referir al articulo 6° del
proyecto de la mayoría que dice: «Las bonificaciones y aumentos sobre las
prestaciones básicas dispuestos con anterioridad a la vigencia de la presente
ley —es decir el anticipo, o los anticipos— quedan absorbidos por lo
establecido en la misma.» Pero no dice desde que fecha.
Sr. Rosenkrantz.
— Lo mismo dice el despacho de la minoría.
Sr. Rivero. — No,
señor diputado. El despacho de la minoría establece fecha: establece que las
bonificaciones y aumentos dispuestos con posterioridad al 1 de febrero de 1958
quedan absorbidos por los aumentos «establecidos en la presente ley».
Sr. Belnicoff. —
El señor diputado Posse tuvo la amabilidad de recordar el itinerario de proyectos
sobre esta materia presentados por diputados de este sector...
Sr. Posse. — No
como hubiera deseado, porque disponía de muy poco tiempo.
Sr. Belnicoff. —...y
del diputado que habla-, para destacar algunos detalles de los mismos. Es
evidente que en el sector de la Unión Cívica Radical hay una vieja preocupación
con respecto a este problema, como lo hay también en el sector de la mayoría.
—Suena la campanilla que indica que ha vencido el término que
corresponde al orador para hacer uso de la palabra.
Sr. Presidente
(Zanni). — Ha vencido, señor diputado, el plazo reglamentario para hacer
uso de la palabra.
Sr. Rivero. —
Hago moción de que se prorrogue por unos minutos más.
Sr. Bernasconi. —
Con las interrupciones, se le ha restado tiempo al señor diputado por la
Capital.
Sr. Rodríguez Araya.
— Que se le devuelvan los «aportes». (Risas.)
Sr. Presidente
(Zanni). — Si hay asentimiento de la Cámara, podrá continuar en el uso de
la palabra el señor diputado por la Capital.
—Asentimiento.
Sr. Presidente
(Zanni). — Continúa el señor diputado en el uso de la palabra.
Sr. Belnicoff. —
Agradezco la deferencia del sector de la mayoría, que me permite desarrollar el
tema. Las interrupciones han contribuido a aclarar puntos de vista y a fijar
posiciones.
Sr. Heredia (G. L.).
— Los jubilados esperan que el proyecto sea sancionado pronto.
Sr. Posse. — Deseo
formular una pregunta al señor diputado por la Capital, si me permite la interrupción.
Sr. Belnicoff. —
Si, señor diputado.
Sr. Posse. — El señor
diputado por la Capital hizo una imputación al informe de la Dirección de Estadística
que no voy a defender ni atacar; pero, yo haría esta pregunta al señor diputado:
si esa estadística fuera la exacta, ¿cree el señor diputado que no seria
suficiente que se mantenga el valor adquisitivo del haber jubilatorio en forma:
permanente, la aplicación de un coeficiente correcto?
Sr. Belnicoff. —
La pregunta que formula el señor diputado es un problema de palabras cruzadas.
Sr. Posse. —No, señor
diputado; es un problema de palabras corridas.
Sr. Belnicoff. —
No tomemos esos términos para hacer la comparación. Yo salgo al paso del
problema. Hice una manifestación teniendo en mis manos una publicación oficial
de la que no responsabilizo al gobierno actual. En esa publicación oficial se
consigna que un peón no especializado, con mujer y dos hijos, pudo adquirir, en
junio pasado con 1.249,9 pesos, lo que adquiría con cien pesos en 1943. Si el señor
diputado desea, puedo facilitarle cifras. El Banco Central, tomando como numero
de base cien en el ano 1943, sigue una línea de la que cito, excluyendo la habitación,
los siguientes números: año 1943, igual a 100; año 1956: 902,08; año 1957:
1.132,1. Año 1958, correspondiente al mes de junio: 1.249,9, incluyendo habitación,
según la Dirección Nacional de Estadística y Censo.
Sr. Posse. — Yo
no terminé mi pregunta, señor diputado.
Sr. Belnicoff. — Perdóneme,
señor diputado.
En el índice correspondiente al mes de junio de la síntesis,
no están incluidos los tremendos aumentos producidos en estos últimos treinta o
cuarenta días en el precio de la carne, de las hortalizas, de las frutas, del
pan y demás artículos de primera necesidad.
Los índices que pertenecen al mes de julio no se han
publicado todavía, pero los que se conocen están muy por debajo de la realidad
argentina. Esta es la verdad. No se puede discutir esto.
Sr. Posse. — Mi
pregunta no tiene respuesta todavía. No hago juego de palabras cruzadas. Yo
pregunto al señor diputado: si el índice establecido por la Dirección de Estadística
que se ajuste a la realidad fuera exacto, si es o no suficiente la aplicación
de un coeficiente correcto para mantener el poder adquisitivo del haber
jubilatorio que fijaremos.
Sr. Belnicoff. —
Hasta ahora, en este país, la experiencia ha demostrado que la aplicación de
los índices de costo de la vida a los haberes jubilatorios significa colocarlos
por detrás de los sueldos que perciben los que están en actividad.
Sr. Monte. — ¡Es
claro! porque antes no gobernábamos nosotros. (Risas.)
Sr. Belnicoff. —
Hubiera sido peor.
No quiero fatigar a la Honorable Cámara siguiendo este tema
de los coeficientes y de como a juicio de esta bancada podría organizarse un
verdadero instituto de aplicación del coeficiente del costo de vida. Lo dejamos
para el martes próximo en que concurrirá a la Honorable Cámara el señor
ministro de Economía y con el discutiremos este aspecto de la cuestión.
De lo dicho por los señores diputados Posse, González, Canepa,
Monte, Rodríguez Araya, Rivero, etcétera, se deduce que los jubilados han
vivido y viven un verdadero drama que no desconoce ninguno de los señores
diputados. La inmensa mayoría de ellos se pierde cada día en los vericuetos de
una burocracia que es realmente demoledora. Por ejemplo, en una caja llego una señora
a cobrar su jubilación y se encontró con que ya la había cobrado otra.
La caja de jubilaciones de la ley 11.110 necesita en este
momento 20 millones de pesos para hacer frente a los requerimientos...
Sr. Bernasconi. —
A un peso por argentino, queda resuelto el problema de los 20 millones de
pesos.
Sr. Belnicoff. — Podría
ser; pero no se trata de que cada argentino entregue un peso para mejorar la situación
de la caja. El problema existe porque el Estado se queda con la aportes que
deben ir a la caja 11.110.
Sr. Bernasconi. —
Era simplemente una ironía, señor diputado, pues coincido con el pensamiento
que viene exponiendo.
Sr. Belnicoff, —
Y de buen cuño, El despacho de la mayoría ofrece aspectos negativos. No
establece la jubilación móvil, pues determina el reajuste de los haberes
jubilatorios una sola vez por año, cuando es público y notorio que el aumento
de sueldos y salarios se produce en periodos menores de un año.
El artículo 3 es confuso.
La escala que admite el proyecto no contempla ciertos niveles
de vida; no establece tampoco límite para la absorción del aumento y, de
acuerdo con la publicación que yo tengo, no fija para el Estado la obligación
de ponerse al día.
Nuestro despacho ofrece los siguientes aspectos positivos.
Establece la jubilación móvil del 82 por ciento en función del sueldo en
actividad, hacia el pasado y hacia el futuro.
Nuestra escala es mas humana, sin ser excesiva. Pedimos como
anticipo el incremento de 1.000 y de 800 pesos para jubilaciones y pensiones,
respectivamente.
Es cierto que el diputado que habla y otros, con anterioridad
y en el antedespacho, presentaron iniciativas con cantidades mas bajas, pero no
es menos cierto que considerando la fecha de presentación de ellas, se puede
comprobar que el costo de la vida ha aumentado gigantescamente en estas últimas
semanas.
Nosotros también nos referimos a la acumulación de dos o mas
cargos y a la situación de los jubilados que han vuelto a la actividad; al
haber mínimo de jubilaciones y pensiones, que debe ser de 2.000 pesos y 1.700
pesos, respectivamente; a la obligación del Estado de ponerse al día con su
deuda hacia las cajas y pagar en efectivo los intereses de las obligaciones ya
emitidas. También agregamos un nuevo artículo definitorio en materia de
prestaciones. En el despacho de la minoría, cuando se refiere a que el 82 por
ciento se establecerá con referencia a los doce últimos meses, reemplazamos la
palabra «últimos» por «mejores».
Suprimimos el articulo 10 del despacho de la mayoría, que se
refiere al retiro voluntario, para que quede en vigencia la disposición tal
cual esta estatuida por los regimenes actuales, con el fin de solucionar este
problema en otra oportunidad, cuando se consideren los estudios que se están
realizando a los efectos de producir un despacho que establezca el régimen básico
del sistema provisional argentino.
En el artículo 15 hemos modificado la parte que se refiere a
la formación del fondo acumulador de inversiones. Donde dice: «cuyos recursos
se formaran con los excedentes de las cajas nacionales de previsión enumeradas
en el articulo 19, una vez efectuado el pago de las prestaciones ordenadas por
sus respectivos regimenes y el de sus gastos administrativos, deberá decir:
«cuyos recursos se formaran con los fondos de las cajas nacionales de previsión
enumeradas en el articulo 1, provistos una vez efectuado el pago de las
prestaciones ordenadas por sus respectivos regimenes y el de sus gastos administrativos.
Estos recursos deberán ser transferidos por las cajas al fondo compensador que
establece el presente artículo, y su participación proporcional se hará de
acuerdo a la reglamentación que establezca el Poder Ejecutivo de la Nación.
Sr. Schweizer. —
¿No le parece al señor diputado que esas consideraciones deben hacerse en la discusión
en particular?
Sr. Belnicoff. —
En este planteo de tipo general he querido referirme a los aspectos más
importantes de nuestra posición, con el fin de que los señores diputados del
sector de la mayoría reconozcan cuales serán las modificaciones que
propondremos en la consideración de los despachos en particular.
Creemos, como se declaro en Filadelfia, que todos los seres humanos
tienen derecho a vivir en condiciones de libertad, dignidad, seguridad económica
e igualdad de oportunidades.
Antes de terminar, voy a repetir lo que manifestó en esta
Honorable Cámara durante otro periodo de sesiones. Cuando el gran presidente
Roosevelt enuncio las cuatro libertades esenciales, enumero una cuyo
significado trascendente no pudo escapar al criterio de nadie: libertad de la
miseria, es decir, el alejamiento del hombre del dolor y del sufrimiento derivados
de la necesidad. El gran estadista, queriéndolo o no, concreto las bases de la
verdadera libertad social.
Cuando Mariano Moreno afirmaba que cualquier déspota puede
hacer cantar a sus esclavos himnos de libertad, anticipaba la dura aplicación
de las técnicas sociales en manos de las dictaduras modernas.
Cuando Beveridge proclama que la necesidad, la ociosidad, la
enfermedad, la ignorancia y la desnutrición son los cinco gigantes destructores
del ser humano, señala la urgencia del establecimiento de un mundo mejor.
Cuando Yrigoyen expresa que no es útil ni humanitario esperar
a la invalidez para acordar al que trabajo los mejores años de su vida lo que
economizo en ella, restablecía un concepto cabal de justicia social que venia
de los más recónditos rincones de la historia. Es que todos ellos, Roosevelt y
Beveridge, Mariano Moreno e Hipólito Yrigoyen, recogieron las grandes voces de liberación
de los pueblos sobre la base de una seguridad social, sin opresión, integrada
en la libertad, en la justicia y en el derecho.
Señor presidente y señores diputados: estudiemos y discutamos los dos despachos. Los hombres del sector de la minoría no tenemos ninguna vanidad; solamente queremos la solución de este problema.
Si los señores representantes del sector de la mayoría en la discusión en particular nos ofrecen puntos de vista que se puedan concretar en una verdadera y autentica mejora que contemple las necesidades que sufren actualmente los jubilados y pensionistas, las aceptaremos, pero tendrá que ser sobre la base de principios que ya hemos enunciado: el haber jubilatorio establecido en el 82 por ciento móvil, en función del sueldo en actividad, hacia el pasado y hacia el futuro. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos. Varios señores diputados rodean y felicitan al orador.)
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