José María Borrero era un hombre culto, digno, caballeresco;
su única desgracia consistió en haber nacido con dos siglos de atraso. Debió
haber nacido en el siglo XVII y haber venido a América con los conquistadores.
En cambio nació en Aragón allá por el 1880, siendo sus padres don José Borrero
y doña Soledad Martinez. Se educó en el Seminario Conciliar y Universidad
Pontificia de Santiago de Compostela donde se recibió de doctor en Teología e
iba a profesar, pero renunció a ello y se fue a Madrid donde se licenció en
Letras. De allí pasó a Toulouse en Francia alcanzando el título de abogado,
perfeccionó sus estudios de filosofía y de latín, idioma en el que alcanzó un
extraordinario dominio. Posteriormente ejerció la abogacía en Bilbao como
adscripto al estudio de don Antonio Maura; por esa misma época casó en primeras
nupcias con doña Florentina Ortiz, hija del presidente del Superior Tribunal de
las Provincias Vascas.
Alrededor de 1916 fue a Lima contratado por la Universidad
de San Marcos para dictar historia de la Filosofía y Latín; poco tiempo después
debió huir a Santiago de Chile por estar complicado en un conato revolucionario
y por haber escrito en varios diarios opositores violentos artículos contra el
gobierno. En la capital chilena no alcanzó a estar mucho tiempo por razones
similares, debiendo pasar a nuestro país, radicándose en Trelew (Chubut); allí
ejerció la profesión de procurador, logrando una vasta clientela.
En el año 1919 apareció en Río Gallegos (Santa Cruz) llevado
por asuntos de clientes de la colectividad española. Allí se estableció
fundando un diario; por otro lado, la Sociedad Importadora y Exportadora de la
Patagonia y la Ganadera Menéndez Behety lo nombraron su apoderado general.
Yo tuve la oportunidad de ver los títulos universitarios que
poseía, porque un tal Demarco lo acusó de ejercicio ilegal de la profesión, y
Borrero demostró, en el juicio que jamás había figurado como abogado en los
asuntos que había tramitado, sino simplemente como procurador, profesión para
la cual en ese entonces no se necesitaba titulo. Dicha exigencia vino después y
como demostró haber ejercido dicha profesión durante más de cuatro años - lapso
que la ley exigía para conceder ese título - yo, en mi calidad de juez, se lo
otorgué. Todo el foro de Río Gallegos solicitó además que se le otorgara.
Lástima que no revalidó su título de abogado; creo que no lo hizo de bohemio o
por orgullo, dado que tenía que aceptar que le costearan el viaje hasta Buenos
Aires...
Pasados los años, un buen día se vino a Buenos Aires, donde
hizo periodismo y se afilió a la Unión Cívica Radical, cuyo comité estaba en la
Avenida de Mayo. El secretario del Comité Nacional anotó a Borrero en la lista
de oradores; como realmente lo era - y extraordinario- se lo designó para hablar
en una manifestación organizada por la Federación de los Empleados de Comercio,
en la esquina de Corrientes y Suipacha, donde además hablaron, Leopoldo Bard y
Gerónimo Grisolía; tuvo un éxito rotundo y el ingeniero Maradona quedó tan
entusiasmado que cuando fue gobernador de Santiago del estero, lo llevó en
calidad de ministro sin cartera.
Su vinculación con don Hipólito Yrigoyen determinó que no
publicara la segunda parte de La Patagonia Trágica, llamada Orgía de Sangre.
Sus papeles, sus documentos le fueron robados de sus baúles cuando murió en el
hospital Muñiz el 21 de enero de 1931, de tuberculosis según su partida de
defunción N° 74, Sección 2°.
Fuente: Prólogo del ex Juez Letrado del Territorio de Santa Cruz Dr.
Ismael Pedro Viñas a la segunda edicion de José María Borrero - La Patagonia
Trágica - Ed. Americana - Bs. As. 1967.
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