No puede ocultarse lo difícil ardua que ese ha sido la acción
partidaria desde 1930.
El partido ha debido concurrir a elecciones, sabiendo de
antemano que, en muchos casos, no se realizarían en forma normal y que la voluntad
popular no podría manifestarse libremente.
El fraude, la violencia y la maniobra, parecería que se han
establecido como mal crónico, como sistema permanente en la Republica. La
concurrencia a los comicios realizados en esas condiciones, aun cuando en
algunos casos costo la vida a destacados correligionarios que intentaron
defender su dignidad ciudadana, ha tenido la virtud de dejar bien establecido
cual es el momento político que se vive y ha permitido a la opinión
independiente pronunciar su fallo condenatorio contra ese estado de cosas.
Bregar por la normalización institucional ha sido siempre la
primordial tarea de nuestro partido desde su fundación; pero nunca ha sido mas
necesario que ahora una acción constante y tesonera, para evitar que el
electorado pierda su espíritu de lucha sea ganado por el escepticismo.
En su larga vida cívica, el partido no se ha visto en situación
tan grave como la actual.
La política argentina en esta época esta perturbada por la política
mundial, la cual, a su vez, esta convulsionada por gobiernos llamados
totalitarios, que hacen de la fuerza y la violencia un sistema y bajo cuyo régimen
los ciudadanos han perdido su condición de hombres libres. Economía dirigida, política
dirigida, pensamiento dirigido, arte dirigido, ciencia dirigida, conciencias
dirigidas; por ese camino se ha ido anulando poco a poco al individuo, en
beneficio de un grupo de hombres prepotentes y absolutistas que, en rigor, han
substituido al Estado.
El ideal del Cristianismo que proclamo la igualdad de todos
los seres humanos, desde hace dos mil años, y los principios liberales y
humanitarios que nacieron en el siglo XVIII como una aurora para el mundo, están
de nuevo en discusión. No falta quien sostiene que la democracia ha terminado
su misión como sistema político, entendiendo que los regimenes totalitarios son
más aptos para atender al mayor desarrollo y poderío del Estado. Grave error,
pues la democracia tiene en si misma los medios para su constante renovación,
mientras que aquellos regimenes son rígidos y no pueden renovarse ni en sus
hombres, porque todo el prestigio del sistema depende de la vida efímera de los
dictadores.
Pero es ley general de la vida, que lo que no se renueva, lo
que no puede renovarse, perece. Tal será el fin de esos sistemas proclamados
con tanta soberbia.
Aun cuando se sostiene orgullosamente que son nuevos, son,
por el contrario, tan viejos como la humanidad.
El dominio de la fuerza sobre la justicia y el derecho de
una tendencia innata en el hombre primitivo, y en la época de las cavernas,
antes que la civilización humanizara a los pueblos, era la única norma
proclamada y respetada.
La propaganda dirigida es un medio casi científicamente
empleado por quienes pretenden dominar al mundo, no con propósitos de
mejoramiento del ser humano ni buscando un mas adelantado standard de vida
individual y colectiva, sino persiguiendo como única finalidad la dominación en
provecho de estados que, para ser mas fuertes, creen necesario destruir la
libertad dentro de sus fronteras y pretenden imponer su propio sistema de
gobierno a otros pueblos, negando el principio de soberanía y auto
determinación, que hace posible la convivencia, en la paz, de las naciones.
Estas pseudo nuevas doctrinas, aun cuando están reñidas con
las tradiciones argentinas y de America, no dejan de hacer prosélitos en estos países,
entre quienes buscan otras formas políticas que las existentes, creyendo erróneamente
que con ello pondrán remedio a los males que de una manera constante se señalan
como inherentes a la democracia, sin darse cuenta de que esos males, como los
de todos los sistemas políticos, nacen de los defectos y vicios del hombre, célula
básica de la que ninguna organización estatal puede prescindir.
Es necesario, por eso, que un gran partido como el nuestro,
que cuenta entre sus afiliados y simpatizantes a la gran mayoría del pueblo
argentino, no se adormezca satisfecho simplemente con la verdad de sus
postulados, sino que debe entregarse de lleno, con valentía y sin eufemismos, a
una propaganda constante y activa en pro de los conceptos democráticos, para
destruir o neutralizar cuanto pueda series contrario.
No bastara una acción destinada a defender solo el aspecto político
de la democracia, que en nuestro país se traduce en la simple defensa de nuestras
instituciones leyes fundamentales. Es indispensable la defensa de la democracia
en su aspecto integral, es decir, la de los grandes principios que ella ha
incorporado a la civilización contemporánea.
El culto al derecho, a lo justicia y a la libertad; el
respeto al individuo, a la conciencia, al pensamiento y a la expresión
individual y colectiva de las ideas y de las creencias, deben ser proclamados y
mantenidos íntegramente.
Nuestra ya vieja Constitución, que en muchas de sus partes
es aun nueva, debe ser defendida con fervor, pues ella fue el producto del
dogma argentino, expresado en el pensamiento de los grandes héroes civiles y
militares que fundaron nuestra nacionalidad y en el de los que después
organizaron nuestras instituciones, cuya existencia respeto, mas que su
estricto imperio, que a veces se ha olvidado, nos ha permitido alcanzar el
actual desarrollo y progreso, arrancando de una cultura incipiente, en la época
en la que el desierto llegaba casi a las puertas de nuestras ciudades.
Esta es la tarea múltiple y amplia que debe desarrollar el
partido. Debe bregar por la conservación de nuestras instituciones, debe luchar
en todos los terrenos y oportunidades por la normalización de la Republica.
Debe combatir con energía tenaz contra toda subversión moral o político, porque
solo bajo un régimen normal será posible afianzar nuestra democracia, que es el
ideal más fervoroso del pueblo argentino.
Si queremos tener eficacia, debemos ser rígidos también en
las normas partidarias.
Nuestra acción no debe buscar el gobierno como una
finalidad, sino como un medio para hacer triunfar las grandes concepciones
políticas que interesan por igual a todos los argentinos.
Se que la tarea, así escuetamente anunciada, es ardua y difícil;
pero por eso mismo es mas noble y patriótica. Recordemos constantemente que la abnegación
que en otras épocas puso de manifestó el partido, le dio prestigio y autoridad.
Debemos ser, repito, rígidos en los principios, como una
necesidad para realizar la política de la Unión Cívica Radical; y no creamos
que es inútil la lucha cuando no se obtienen de inmediato los triunfos
apetecidos, ni pensemos que estos no se consiguen por tibieza en la acción o
por no haber consagrado todas las energías para salvar la dignidad de la ciudadanía
argentina.
Serian muy halagüeñas las campañas políticas si bastaran,
para tener éxito en ellas, nuestra sola voluntad y decisión. ¿Que merito tendría
nuestra acción si tuviéramos la seguridad de encontrar al final de cada jornada
la meta apetecida?
Cuando se lucha por ideales, la acción es ya honrosa por si
misma, cualquiera sea el resultado, y en esa forma se hace con el la escuela de
moral y de patriotismo.
Las orientaciones del partido han sido siempre bien
definidas y los propósitos claros, aun cuando pudo haber disparidad de criterio
en los medios a emplearse; pero no puede sostenerse que hay falta de
orientación y propósitos, cuando no se coincide en los medios y no se ha
probado que su cambio hubiera dado mejor resultado.
Como he apuntado brevemente, la situación política argentina
y la situación política general que afecta a principios e ideas fundamentales
en el mundo, no solo exigen una acción nacional, sino que debe responder a un
sentimiento americano.
La Conferencia de Lima ha demostrado que existe una
solidaridad continental y un concepto uniforme en la manera de encarar los
principios que han de regir las relaciones de las naciones del nuevo mundo. Pero
esa Conferencia ha sido la reunión de los representantes de los gobiernos,
algunos de los cuales, por la situación de sus propios problemas políticos
internos, no han tenido, al abordar el problema americano de esta hora, toda la
amplitud y valentía necesarias para tratarlo. Algunos han querido ser par cos
en las declaraciones y en lugar de hacer profesión de fe democrática, impuesta
por la tradición americana, se han limitado a proclamar el principio
republicano, que no es la misma cosa y no tiene, sobre todo en esta época, el
mismo alcance ni el mismo significado.
En cambio, los grandes partidos populares no deben tener
esos retos y así pueden muy bien realizar una acción que será seguramente
armónica y solidaria con la opinión y el sentimiento de los pueblos americanos,
para afirmar el Dogma de America, con el que se salvará el continente de la
contaminación de ideas exóticas, de derecha o de izquierda, no solo contrarias
a sus tradiciones, sino también reñidas con los sentimientos que hacen de
America el baluarte seguro de la civilización y le permitirán cumplir sus
grandes destinos.
En estos momentos en que se juegan los principios a cuyo
soplo generoso se fundaron las nacionalidades americanas, no caben los tibios,
los indiferentes y los escépticos, que serian mas culpables aun que aquellos
mismos que luchan abiertamente por sus propósitos, por mas erróneos que sean.
Bregar activamente por nuestras practicas democráticas y
liberales y por la normalización de la Republica, debe ser nuestra tarea
permanente; tarea que nos obliga a actuar en forma definida y terminante en pro
de nuestros ideales, que son los de America, movilizando todas las fuerzas del
partido y de quienes simpatizan con aquellos, a ese objeto.
La política, en cuanto al régimen del estado en cada país,
ha dejado de ser una cuestión exclusivamente nacional para convertirse en un
problema de carácter internacional.
No hay duda de que las grandes potencias del mundo se están
agrupando en torno a sistemas y principios completamente contrarios y,
naturalmente, las divergencias que las separan, repercuten en los demás países.
Los éxitos aparentes que en Europa ha tenido la acción de
las naciones totalitarias, pueden perturbar indebidamente a la opinión publica
argentina y americana, y es por eso que es necesario y urgente que la
propaganda democrática y liberal sea intensificada para impedir que se
arraiguen en el nuevo mundo las doctrinas y procedimientos que repugnan a
nuestros ideales y a nuestra tradición. Los grandes partidos populares, que
tienen el deber de oriental' a la opinión, no pueden quedar indiferentes ante
el proceso que agita y conmueve al mundo en estos momentos.
AI defender y proclamar las virtudes de la civilización
contemporánea, defenderemos también los postulados del partido, que apoya su
acción en los procedimientos democráticos y que busca conservar para su propio
país un régimen que esta reñido con quienes sostienen la violencia y la fuerza
contra el derecho y la justicia.
Esta acción de trascendencia internacional contribuirá a
fortalecer las bases del sano sentimiento nacionalista que siempre ha inspirado
la actuación del radicalismo. En rigor, y debido precisamente al violento
choque de ideologías que se disputan el predominio de las conciencias y de los
gobiernos en los países occidentales, la incorporación al programa y a los
objetivos de la acción de los partidos políticos, de principios ideológicos de
carácter aparentemente internacional, sirve, en realidad, para estimular un
noble patriotismo, a la inversa de lo que acaecía en épocas pasadas, cuando con
semejante actitud se corría el riesgo de restar fervor al empeño para resolver
los problemas que afectan a la propia nacionalidad. En suma, en esta hora del
mundo, la preocupación por las cuestiones internacionales es una manera de
afianzar el sentimiento nacional, creando un poderoso elemento para su defensa.
La America esta llamada, como he dicho, a ser baluarte de la
civilización, y sus naciones, nacidas al impulso de idénticos ideales, deben
cultivar y defender, como sagrado tesoro moral y espiritual, los sentimientos
humanos de convivencia y tolerancia que han permitido su progreso y aseguran
sus grandes destinos.
La confusión de ideas que caracteriza la hora presente, crea
al radicalismo una situación delicada dentro de su misión clara y definida de
partido nacional, regido por ideales y normas de las cuales no ha abdicado ni podrá
abdicar jamás. Podemos decirlo con firmeza y sinceridad, quienes hicimos todo
el largo recorrido únicamente inspirados por el bien de la Republica.
Hemos sido partido de gobierno, lo somos en parte y
volveremos a serlo ampliamente, cuando las circunstancias lo permitan. No
podemos actuar con criterio unilateral, ciego y sordo a obligaciones y
responsabilidades dimanadas de nuestra posición y de nuestros actos, presentes
o futuros.
Dirigimos y orientamos a una inmensa masa de opinión
nacional y es precisamente por eso que medimos nuestra acción: pureza del
sufragio, fuente insustituible de la voluntad nacional; afianzamiento de la
libertad y de la moral publico; verdad efectiva de las instituciones y su
perfeccionamiento para la mayor dignidad y bienestar de los argentinos; respeto
a la ley.
El ciudadano que habla, ajeno a toda ambición y exento, en
consecuencia, de las ofuscaciones derivadas de la apasionada acción personal,
valora y agradece la significación y trascendencia de las facultades que, por
voluntad de sus correligionarios, le han tocado en suerte.
He estado, estoy y estaré atento a las exigencias de mi
partido. Pero nada ni nadie lograr desviarme de convicciones profundas,
arraigadas en mi espíritu y reiterada y públicamente manifestadas.
Conozco todas las etapas de la prolongada trayectoria. No
han de arrebatarme, a esta altura del camino, ni destemplanzas estériles, ni
impaciencias impropias o inconducentes. Las periódicas oscilaciones que llevan
desde el descreimiento hasta la intemperancia, ni me perturban m me conmueven.
Si ellas llegaran, en algún memento a comprometer las antedichas convicciones, adoptaría
sin vacilación las actitudes que mi conciencia me impusiese y cumpliría mi
deber, tal cual lo entiendo.
Graves interrogantes de la política interna se abren para un
futuro cercano. La Nación espera, anhelosa, las soluciones definitivas. En todos
los casos, no hace faltarnos plena entereza para afrontarlas con el concurso de
la opinión sana e insobornable del país, así fuera para alentar, aplaudir y
acompañar a quienes tuvieran el valor de reaccionar contra la violencia y la corrupción
política, sustentada en el fraude.
Fuente: Francisco Loyudice - Alvear, Un Politico De Cuna y De Raza, prólogo
de Martín Alberto Noel. Edicion del CÍRCULO ITALIANO / FUNDACIÓN MARCELO T DE
ALVEAR, 1993
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