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jueves, 7 de enero de 2016

Marcelo T. de Alvear: "Renovacion de autoridades del Congreso Nacional" (7 de noviembre de 1939)

No puede ocultarse lo difícil ardua que ese ha sido la acción partidaria desde 1930.
El partido ha debido concurrir a elecciones, sabiendo de antemano que, en muchos casos, no se realizarían en forma normal y que la voluntad popular no podría manifestarse libremente.

El fraude, la violencia y la maniobra, parecería que se han establecido como mal crónico, como sistema permanente en la Republica. La concurrencia a los comicios realizados en esas condiciones, aun cuando en algunos casos costo la vida a destacados correligionarios que intentaron defender su dignidad ciudadana, ha tenido la virtud de dejar bien establecido cual es el momento político que se vive y ha permitido a la opinión independiente pronunciar su fallo condenatorio contra ese estado de cosas.

Bregar por la normalización institucional ha sido siempre la primordial tarea de nuestro partido desde su fundación; pero nunca ha sido mas necesario que ahora una acción constante y tesonera, para evitar que el electorado pierda su espíritu de lucha sea ganado por el escepticismo.

En su larga vida cívica, el partido no se ha visto en situación tan grave como la actual.

La política argentina en esta época esta perturbada por la política mundial, la cual, a su vez, esta convulsionada por gobiernos llamados totalitarios, que hacen de la fuerza y la violencia un sistema y bajo cuyo régimen los ciudadanos han perdido su condición de hombres libres. Economía dirigida, política dirigida, pensamiento dirigido, arte dirigido, ciencia dirigida, conciencias dirigidas; por ese camino se ha ido anulando poco a poco al individuo, en beneficio de un grupo de hombres prepotentes y absolutistas que, en rigor, han substituido al Estado.

El ideal del Cristianismo que proclamo la igualdad de todos los seres humanos, desde hace dos mil años, y los principios liberales y humanitarios que nacieron en el siglo XVIII como una aurora para el mundo, están de nuevo en discusión. No falta quien sostiene que la democracia ha terminado su misión como sistema político, entendiendo que los regimenes totalitarios son más aptos para atender al mayor desarrollo y poderío del Estado. Grave error, pues la democracia tiene en si misma los medios para su constante renovación, mientras que aquellos regimenes son rígidos y no pueden renovarse ni en sus hombres, porque todo el prestigio del sistema depende de la vida efímera de los dictadores.

Pero es ley general de la vida, que lo que no se renueva, lo que no puede renovarse, perece. Tal será el fin de esos sistemas proclamados con tanta soberbia.
Aun cuando se sostiene orgullosamente que son nuevos, son, por el contrario, tan viejos como la humanidad.

El dominio de la fuerza sobre la justicia y el derecho de una tendencia innata en el hombre primitivo, y en la época de las cavernas, antes que la civilización humanizara a los pueblos, era la única norma proclamada y respetada.

La propaganda dirigida es un medio casi científicamente empleado por quienes pretenden dominar al mundo, no con propósitos de mejoramiento del ser humano ni buscando un mas adelantado standard de vida individual y colectiva, sino persiguiendo como única finalidad la dominación en provecho de estados que, para ser mas fuertes, creen necesario destruir la libertad dentro de sus fronteras y pretenden imponer su propio sistema de gobierno a otros pueblos, negando el principio de soberanía y auto determinación, que hace posible la convivencia, en la paz, de las naciones.

Estas pseudo nuevas doctrinas, aun cuando están reñidas con las tradiciones argentinas y de America, no dejan de hacer prosélitos en estos países, entre quienes buscan otras formas políticas que las existentes, creyendo erróneamente que con ello pondrán remedio a los males que de una manera constante se señalan como inherentes a la democracia, sin darse cuenta de que esos males, como los de todos los sistemas políticos, nacen de los defectos y vicios del hombre, célula básica de la que ninguna organización estatal puede prescindir.

Es necesario, por eso, que un gran partido como el nuestro, que cuenta entre sus afiliados y simpatizantes a la gran mayoría del pueblo argentino, no se adormezca satisfecho simplemente con la verdad de sus postulados, sino que debe entregarse de lleno, con valentía y sin eufemismos, a una propaganda constante y activa en pro de los conceptos democráticos, para destruir o neutralizar cuanto pueda series contrario.

No bastara una acción destinada a defender solo el aspecto político de la democracia, que en nuestro país se traduce en la simple defensa de nuestras instituciones leyes fundamentales. Es indispensable la defensa de la democracia en su aspecto integral, es decir, la de los grandes principios que ella ha incorporado a la civilización contemporánea.

El culto al derecho, a lo justicia y a la libertad; el respeto al individuo, a la conciencia, al pensamiento y a la expresión individual y colectiva de las ideas y de las creencias, deben ser proclamados y mantenidos íntegramente.

Nuestra ya vieja Constitución, que en muchas de sus partes es aun nueva, debe ser defendida con fervor, pues ella fue el producto del dogma argentino, expresado en el pensamiento de los grandes héroes civiles y militares que fundaron nuestra nacionalidad y en el de los que después organizaron nuestras instituciones, cuya existencia respeto, mas que su estricto imperio, que a veces se ha olvidado, nos ha permitido alcanzar el actual desarrollo y progreso, arrancando de una cultura incipiente, en la época en la que el desierto llegaba casi a las puertas de nuestras ciudades.

Esta es la tarea múltiple y amplia que debe desarrollar el partido. Debe bregar por la conservación de nuestras instituciones, debe luchar en todos los terrenos y oportunidades por la normalización de la Republica. Debe combatir con energía tenaz contra toda subversión moral o político, porque solo bajo un régimen normal será posible afianzar nuestra democracia, que es el ideal más fervoroso del pueblo argentino.

Si queremos tener eficacia, debemos ser rígidos también en las normas partidarias.

Nuestra acción no debe buscar el gobierno como una finalidad, sino como un medio para hacer triunfar las grandes concepciones políticas que interesan por igual a todos los argentinos.

Se que la tarea, así escuetamente anunciada, es ardua y difícil; pero por eso mismo es mas noble y patriótica. Recordemos constantemente que la abnegación que en otras épocas puso de manifestó el partido, le dio prestigio y autoridad.

Debemos ser, repito, rígidos en los principios, como una necesidad para realizar la política de la Unión Cívica Radical; y no creamos que es inútil la lucha cuando no se obtienen de inmediato los triunfos apetecidos, ni pensemos que estos no se consiguen por tibieza en la acción o por no haber consagrado todas las energías para salvar la dignidad de la ciudadanía argentina.

Serian muy halagüeñas las campañas políticas si bastaran, para tener éxito en ellas, nuestra sola voluntad y decisión. ¿Que merito tendría nuestra acción si tuviéramos la seguridad de encontrar al final de cada jornada la meta apetecida?

Cuando se lucha por ideales, la acción es ya honrosa por si misma, cualquiera sea el resultado, y en esa forma se hace con el la escuela de moral y de patriotismo.

Las orientaciones del partido han sido siempre bien definidas y los propósitos claros, aun cuando pudo haber disparidad de criterio en los medios a emplearse; pero no puede sostenerse que hay falta de orientación y propósitos, cuando no se coincide en los medios y no se ha probado que su cambio hubiera dado mejor resultado.

Como he apuntado brevemente, la situación política argentina y la situación política general que afecta a principios e ideas fundamentales en el mundo, no solo exigen una acción nacional, sino que debe responder a un sentimiento americano.

La Conferencia de Lima ha demostrado que existe una solidaridad continental y un concepto uniforme en la manera de encarar los principios que han de regir las relaciones de las naciones del nuevo mundo. Pero esa Conferencia ha sido la reunión de los representantes de los gobiernos, algunos de los cuales, por la situación de sus propios problemas políticos internos, no han tenido, al abordar el problema americano de esta hora, toda la amplitud y valentía necesarias para tratarlo. Algunos han querido ser par cos en las declaraciones y en lugar de hacer profesión de fe democrática, impuesta por la tradición americana, se han limitado a proclamar el principio republicano, que no es la misma cosa y no tiene, sobre todo en esta época, el mismo alcance ni el mismo significado.

En cambio, los grandes partidos populares no deben tener esos retos y así pueden muy bien realizar una acción que será seguramente armónica y solidaria con la opinión y el sentimiento de los pueblos americanos, para afirmar el Dogma de America, con el que se salvará el continente de la contaminación de ideas exóticas, de derecha o de izquierda, no solo contrarias a sus tradiciones, sino también reñidas con los sentimientos que hacen de America el baluarte seguro de la civilización y le permitirán cumplir sus grandes destinos.

En estos momentos en que se juegan los principios a cuyo soplo generoso se fundaron las nacionalidades americanas, no caben los tibios, los indiferentes y los escépticos, que serian mas culpables aun que aquellos mismos que luchan abiertamente por sus propósitos, por mas erróneos que sean.
Bregar activamente por nuestras practicas democráticas y liberales y por la normalización de la Republica, debe ser nuestra tarea permanente; tarea que nos obliga a actuar en forma definida y terminante en pro de nuestros ideales, que son los de America, movilizando todas las fuerzas del partido y de quienes simpatizan con aquellos, a ese objeto.

La política, en cuanto al régimen del estado en cada país, ha dejado de ser una cuestión exclusivamente nacional para convertirse en un problema de carácter internacional.
No hay duda de que las grandes potencias del mundo se están agrupando en torno a sistemas y principios completamente contrarios y, naturalmente, las divergencias que las separan, repercuten en los demás países.

Los éxitos aparentes que en Europa ha tenido la acción de las naciones totalitarias, pueden perturbar indebidamente a la opinión publica argentina y americana, y es por eso que es necesario y urgente que la propaganda democrática y liberal sea intensificada para impedir que se arraiguen en el nuevo mundo las doctrinas y procedimientos que repugnan a nuestros ideales y a nuestra tradición. Los grandes partidos populares, que tienen el deber de oriental' a la opinión, no pueden quedar indiferentes ante el proceso que agita y conmueve al mundo en estos momentos.

AI defender y proclamar las virtudes de la civilización contemporánea, defenderemos también los postulados del partido, que apoya su acción en los procedimientos democráticos y que busca conservar para su propio país un régimen que esta reñido con quienes sostienen la violencia y la fuerza contra el derecho y la justicia.

Esta acción de trascendencia internacional contribuirá a fortalecer las bases del sano sentimiento nacionalista que siempre ha inspirado la actuación del radicalismo. En rigor, y debido precisamente al violento choque de ideologías que se disputan el predominio de las conciencias y de los gobiernos en los países occidentales, la incorporación al programa y a los objetivos de la acción de los partidos políticos, de principios ideológicos de carácter aparentemente internacional, sirve, en realidad, para estimular un noble patriotismo, a la inversa de lo que acaecía en épocas pasadas, cuando con semejante actitud se corría el riesgo de restar fervor al empeño para resolver los problemas que afectan a la propia nacionalidad. En suma, en esta hora del mundo, la preocupación por las cuestiones internacionales es una manera de afianzar el sentimiento nacional, creando un poderoso elemento para su defensa.

La America esta llamada, como he dicho, a ser baluarte de la civilización, y sus naciones, nacidas al impulso de idénticos ideales, deben cultivar y defender, como sagrado tesoro moral y espiritual, los sentimientos humanos de convivencia y tolerancia que han permitido su progreso y aseguran sus grandes destinos.

La confusión de ideas que caracteriza la hora presente, crea al radicalismo una situación delicada dentro de su misión clara y definida de partido nacional, regido por ideales y normas de las cuales no ha abdicado ni podrá abdicar jamás. Podemos decirlo con firmeza y sinceridad, quienes hicimos todo el largo recorrido únicamente inspirados por el bien de la Republica.

Hemos sido partido de gobierno, lo somos en parte y volveremos a serlo ampliamente, cuando las circunstancias lo permitan. No podemos actuar con criterio unilateral, ciego y sordo a obligaciones y responsabilidades dimanadas de nuestra posición y de nuestros actos, presentes o futuros.

Dirigimos y orientamos a una inmensa masa de opinión nacional y es precisamente por eso que medimos nuestra acción: pureza del sufragio, fuente insustituible de la voluntad nacional; afianzamiento de la libertad y de la moral publico; verdad efectiva de las instituciones y su perfeccionamiento para la mayor dignidad y bienestar de los argentinos; respeto a la ley.

El ciudadano que habla, ajeno a toda ambición y exento, en consecuencia, de las ofuscaciones derivadas de la apasionada acción personal, valora y agradece la significación y trascendencia de las facultades que, por voluntad de sus correligionarios, le han tocado en suerte.

He estado, estoy y estaré atento a las exigencias de mi partido. Pero nada ni nadie lograr desviarme de convicciones profundas, arraigadas en mi espíritu y reiterada y públicamente manifestadas.

Conozco todas las etapas de la prolongada trayectoria. No han de arrebatarme, a esta altura del camino, ni destemplanzas estériles, ni impaciencias impropias o inconducentes. Las periódicas oscilaciones que llevan desde el descreimiento hasta la intemperancia, ni me perturban m me conmueven. Si ellas llegaran, en algún memento a comprometer las antedichas convicciones, adoptaría sin vacilación las actitudes que mi conciencia me impusiese y cumpliría mi deber, tal cual lo entiendo.

Graves interrogantes de la política interna se abren para un futuro cercano. La Nación espera, anhelosa, las soluciones definitivas. En todos los casos, no hace faltarnos plena entereza para afrontarlas con el concurso de la opinión sana e insobornable del país, así fuera para alentar, aplaudir y acompañar a quienes tuvieran el valor de reaccionar contra la violencia y la corrupción política, sustentada en el fraude.







Fuente: Francisco Loyudice - Alvear, Un Politico De Cuna y De Raza, prólogo de Martín Alberto Noel. Edicion del CÍRCULO ITALIANO / FUNDACIÓN MARCELO T DE ALVEAR, 1993

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