Apelo al capítulo del libro “Corazon” de Edmundo de Amicis,
(no a su argumento) porque esa fue la travesía que desde Europa emprendió la
familia de Alfredo Roque Vítolo a fines del siglo XIX para radicarse en
Mendoza. Por aquel entonces, dice Ana Valeria Caroglio, esa provincia “funcionó
como el segundo polo de atracción de inmigrantes después de la región
pampeana”. Oriundos de Battipaglia, Salerno, (a la que circundan los Apeninos),
se afincaron en Godoy Cruz, donde nació don Alfredo en 1910 (perdió a sus
padres tempranamente) y huérfano se forjó en la adversidad. En esa maravillosa
ciudad cuyana se divisa la cordillera de Los Andes y sus altísimas montañas,
que al decir de José Nestor Lencinas, se “ascienden en alpargatas”.
Esta frase del “gaucho” Lencinas, primer Gobernador radical
de Mendoza (1918/1920), intervenido federalmente por Irigoyen, define al
modesto calzado como el emblema de su accionar proselitista en defensa de los
mas humildes. Tres gobiernos de esa corriente interna local – el suyo propio,
el de su hijo Carlos Washington Lencinas (1922-24) y el de Alejandro Orfila
(1926-28) – promovieron reformas de avanzada en lo social para la época y
pienso que la vigorosa sensibilidad de Vítolo fue marcada por esa impronta ya
que significó el nacimiento de un “radicalismo popular”, al que adhirió.
Años después (1934) Vítolo colaboraría con el hijo
supérstite del caudillo- José Hipólito Lencinas – Leopoldo Suárez y otros
fundando la Unión Cívica Radical Federalista (desprendimiento del lencinismo)
que obtuvo varias bancas en la Legislatura provincial. Los dos radicalismos
(recuerda Antonio “Nino” Salonia) – yrigoyenista y lencinista – se unieron en 1935 a instancias de Marcelo
de Alvear cuando presidía la UCR.
Don Alfredo, igual que su hijo Alfredito, se recibió
tempranamente de Abogado en Córdoba (1933), -la de la Reforma Universitaria-
pocos años antes. Presidió el Centro de Estudiantes de derecho de esa ciudad.
Allí se vinculó –entre otros- con quien años después sería su compañero de
bancada Mauricio Yadarola y también consuegro.
Vuelto a su tierra presidió muy joven la UCR local (1937-41)
y delegado por 25 años al Comité Nacional de ese Partido donde aún se recuerda
un discurso suyo pronunciado el 26 de Agosto de 1945 en la intersección de las
calles Córdoba y San Martín con motivo del levantamiento del estado de sitio.
También legislador provincial en dos oportunidades y Diputado Nacional en el
período 1948/1952, con piezas oratorias magistrales. Por sobre todas las cosas
Don Alfredo fue un hombre de gran elocuencia y formidable expositor
parlamentario.
Cuando el radicalismo se dividió en 1957 fundó con otros
correligionarios la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) apoyando la
candidatura de Arturo Frondizi. Vuelto a su tierra aspiró a gobernarla,
promovió su corriente interna – Movimiento Intransigente Pueblo y Partido – y
perdió la elección con el joven sanrafaelino Ernesto Ueltschi, que por bisoño
fue bautizado como la administración de “la Casa Cuna”.
En 1958 Vítolo como el tango, “piantó pal centro” (no sin
antes posicionar a sus hombres en cargos nacionales y provinciales) y recaló en
la planta baja de la Casa Rosada en el estratégico Ministerio del Interior
donde lo conocí y me desempeñé junto a él entre los años 1960-62 como empleado
de su Secretaría Privada. En este período fui testigo –entre otros- de los
planteos militares al Presidente Frondizi, el debate con el senador Alfredo
Palacios sobre las libertades públicas, pispié las visitas de los Secretarios
militares en 1962 previas al triunfo justicialista de Andrés Framini para la
gobernación de Buenos Aires y sus conferencias de prensa en el Salón de los
Escudos con grandes periodistas como Roberto Di Sandro, Romo, Baltierrez,
Goyena, Piñerito y otros mas. Era un águila y sabía como alimentar a los
escribas, por ejemplo, en la confidencialidad. Después de la declaración
oficial los muchachos le decían “Ministro…”dé vuelta el gato” (por el “off the
record”) y el que violaba el código quedaba afuera para siempre.
Alfredo Vítolo fue mi primer reporteado a los 20 años para
una radio peruana (del que fue testigo Tito Anchieri) y llegué hasta él merced
a la generosa intervención de Alfredo Argañaras. A los quince días me llamaron
y nunca olvidaré el largo camino hasta su escritorio donde me ofreció trabajo
en un pequeño espacio desde donde lo espiaba.
Y va la anécdota: a la tarde Vítolo volvía a su casa a hacer
la siesta y las oficinas quedaban vacías. Yo me entretenía con un entrañable
amigo – Jorge Lutacio Bardi – plagiando su voz a través del cronos. Un día
resolvimos pasar a los hechos y cité al Director Ramon Cornell a su despacho y
luego a otros funcionarios que recibían de él una respuesta negativa en cuanto
a la convocatoria. Hasta que sucedió lo inesperado : una larga cola ingresó al
Salón de los Escudos y sentí la voz del Ministro quien decía: “pibe Yofre,
vení..”. Me miró y dijo “me han contado que me andas imitando..” y contesté
“mentiras de los mitristas doctor..”. Se rió y me ordenó: “imitame…”.Saqué
fuerzas de no sé donde, modulé la voz y al final sonó la carcajada general,
incluso la suya. Volví a ese despacho años después cuando el Ministro era
Carlos Corach, quizás su mejor sucesor y continuador en el estilo.
Presente en grandes actos de mi vida, Don Alfredo murió
joven en 1967 a
los 56 años (como mi padre y los suyos), fue mi testigo de casamiento con
Susana en 1966 y me abrió las puertas de su hogar con Adelina y sus hijos. Vaya
este texto como un testimonio de quien tanto lo quiso.
Fuente: Alfredo Roque Vitolo "De los Apeninos a los Andes" de Felipe Yofre publicado en CARTA POLITICA el 17 de octubre de 2011.
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