Señor Director:
A propósito del debate suscitado con motivo de los alcances
de la obediencia en la esfera militar, cumplo en remitirle adjunto, fotocopias
de los textos pertinentes de la Historia de San Martín y de la Independencia
Sudamericana (Cap.V, Sec.VII, p.192/196) del general Bartolomé Mitre, así como
de sus Obras Completas (Vol.I, Cap.V, Sec.VII, p.278/281 y 335). El coronel
español Antonio Landívar fue apresado por las huestes del general Belgrano en
el Alto Perú. El general San Martín mandó procesarlo, según sus propias
palabras, “no por haber militado con el enemigo en contra de nuestro sistema,
sino por las muertes, saqueos, violencias, extorsiones y demás excesos que
hubiese cometido contra el derecho de la guerra”. En efecto, Landívar había
sido uno de los agentes más despiadados de las venganzas de Goyeneche.
Reconocidos los sitios donde se cometieron los excesos y
levantaron los cadalsos por orden de Landívar, se comprobó la ejecución de 54
prisioneros de guerra cuyas cabezas y brazos habían sido cortados y clavados en
las columnas miliarias de los caminos. El acusado declaró que sólo había
ajusticiado 33 individuos contra todo derecho, alegando en su descargo haber
procedido así por órdenes terminantes de Goyeneche, que exhibió originales. Las
directivas escritas del alto mando español lo autorizaban a tomar esas medidas,
no contra los soldados de la Independencia sino contra todo civil “simpatizante
o colaborador” (como decía San Martín, contra los revolucionarios).
Pero el Libertador comprendió la diferencia y no le tembló
la mano para hacer justicia. Así lo expresó al gobierno en su comunicación:
“Aseguro a V.E. que a
pesar del horror que tengo a derramar la sangre de mis semejantes, estoy
altamente convencido de que ya es de absoluta necesidad el hacer un ejemplar de
esta clase. Los enemigos que se creen autorizados para exterminar hasta la raza
de los revolucionarios, sin otro crimen que reclamar estos, los derechos que
ellos les tienen usurpados. Nos hacen la guerra sin respetar en nosotros el
sagrado derecho de las gentes, y no se embarazan en derramar a torrentes la
sangre de los infelices americanos. Al ver que nosotros tratábamos con
indulgencia a un hombre tan criminal como Landívar, que después de los
asesinatos cometidos aún gozaba de impunidad bajo las armas de la patria y, en
fin, que sorprendido en una transfugata y habiendo hecho resistencia, volvía a
ser confinado a otro punto en que pudiese fomentar como lo hacen sus paisanos
el espíritu de oposición al sistema de nuestra libertad, creerían como creen
que esto más que moderación era debilidad y que aún tenemos el azote de
nuestros antiguos amos”. “La defensa del coronel Antonio Landívar fue hecha con
toda libertad y energía por un oficial de Granaderos a Caballo, quien refutó
con argumentos vigorosos las conclusiones del fiscal de la causa, invocando el
principio de fidelidad que debía a sus banderas aún cuando fuesen enemigas, y
la inviolable obediencia que debía a sus jefes, tratando de ponerlo bajo la
salvaguardia de los prisioneros de guerra”
Tal es la causa que con sentencia de muerte fue elevada a
San Martín el 15 de enero de 1813, y que él, con la misma fecha ordenó
ejecutar, escribiendo de su puño y letra “cúmplase” sin previa consulta al
Gobierno, como era de regla. Aquí supo San Martín discernir entre lo que es
guerra y lo que es torturar y asesinar a civiles indefensos; entre cumplir
órdenes de las leyes militares y órdenes de represión y exterminio inhumanas.
Fuente: Eduardo R. Saguier Director del Instituto de Historia Argentina y Americana-UBA en Cartas de Lectores del Diario La Nación del 31 de julio de 1985.
No hay comentarios:
Publicar un comentario