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sábado, 16 de enero de 2016

Eduardo R. Saguier: "San Martín y la obediencia militar" (31 de julio de 1985)

Señor Director:

A propósito del debate suscitado con motivo de los alcances de la obediencia en la esfera militar, cumplo en remitirle adjunto, fotocopias de los textos pertinentes de la Historia de San Martín y de la Independencia Sudamericana (Cap.V, Sec.VII, p.192/196) del general Bartolomé Mitre, así como de sus Obras Completas (Vol.I, Cap.V, Sec.VII, p.278/281 y 335). El coronel español Antonio Landívar fue apresado por las huestes del general Belgrano en el Alto Perú. El general San Martín mandó procesarlo, según sus propias palabras, “no por haber militado con el enemigo en contra de nuestro sistema, sino por las muertes, saqueos, violencias, extorsiones y demás excesos que hubiese cometido contra el derecho de la guerra”. En efecto, Landívar había sido uno de los agentes más despiadados de las venganzas de Goyeneche.

Reconocidos los sitios donde se cometieron los excesos y levantaron los cadalsos por orden de Landívar, se comprobó la ejecución de 54 prisioneros de guerra cuyas cabezas y brazos habían sido cortados y clavados en las columnas miliarias de los caminos. El acusado declaró que sólo había ajusticiado 33 individuos contra todo derecho, alegando en su descargo haber procedido así por órdenes terminantes de Goyeneche, que exhibió originales. Las directivas escritas del alto mando español lo autorizaban a tomar esas medidas, no contra los soldados de la Independencia sino contra todo civil “simpatizante o colaborador” (como decía San Martín, contra los revolucionarios).

Pero el Libertador comprendió la diferencia y no le tembló la mano para hacer justicia. Así lo expresó al gobierno en su comunicación:

“Aseguro a V.E. que a pesar del horror que tengo a derramar la sangre de mis semejantes, estoy altamente convencido de que ya es de absoluta necesidad el hacer un ejemplar de esta clase. Los enemigos que se creen autorizados para exterminar hasta la raza de los revolucionarios, sin otro crimen que reclamar estos, los derechos que ellos les tienen usurpados. Nos hacen la guerra sin respetar en nosotros el sagrado derecho de las gentes, y no se embarazan en derramar a torrentes la sangre de los infelices americanos. Al ver que nosotros tratábamos con indulgencia a un hombre tan criminal como Landívar, que después de los asesinatos cometidos aún gozaba de impunidad bajo las armas de la patria y, en fin, que sorprendido en una transfugata y habiendo hecho resistencia, volvía a ser confinado a otro punto en que pudiese fomentar como lo hacen sus paisanos el espíritu de oposición al sistema de nuestra libertad, creerían como creen que esto más que moderación era debilidad y que aún tenemos el azote de nuestros antiguos amos”. “La defensa del coronel Antonio Landívar fue hecha con toda libertad y energía por un oficial de Granaderos a Caballo, quien refutó con argumentos vigorosos las conclusiones del fiscal de la causa, invocando el principio de fidelidad que debía a sus banderas aún cuando fuesen enemigas, y la inviolable obediencia que debía a sus jefes, tratando de ponerlo bajo la salvaguardia de los prisioneros de guerra”

Tal es la causa que con sentencia de muerte fue elevada a San Martín el 15 de enero de 1813, y que él, con la misma fecha ordenó ejecutar, escribiendo de su puño y letra “cúmplase” sin previa consulta al Gobierno, como era de regla. Aquí supo San Martín discernir entre lo que es guerra y lo que es torturar y asesinar a civiles indefensos; entre cumplir órdenes de las leyes militares y órdenes de represión y exterminio inhumanas.










Fuente: Eduardo R. Saguier Director del Instituto de Historia Argentina y Americana-UBA en Cartas de Lectores del Diario La Nación del 31 de julio de 1985.









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