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domingo, 24 de enero de 2016

Aristobulo del Valle: "En la Tumba de Domingo Faustino Sarmiento" (1888)

''Es la humanidad una tierra dura e ingrata que rompe las manos que la cultivan y cuyos frutos vienen tarde, muy tarde, cuando el que esparció la semilla ha desaparecido."

Sarmiento—1845.

Señores:

Quizá hubiera sido preferible rodear de solemnismo silencio el sepulcro de ese hombre excepcional; nuestra palabra poco agrega a la majestad del homenaje que recibe su memoria en este momento, porque el duelo causado por su muerte ha salvado las fronteras de la patria y alcanza ya las proporciones de un acontecimiento americano. Por otra parte, es difícil llegar a la justa medida del elogio y detenerse en ella. El que conoce los sucesos, decía Perícles en una situación análoga, encontrará que el orador no ha estado a su altura ni ha expresado bien todo lo que se quería; y el que los ignora pensaría que el elogio es exagerado, por lo que los hombres desconfían de lo que no son capaces de hacer. Y ¿quién podría abarcar, en la breve oración que las circunstancias, imponen, tan grande personaje y tan larga vida, ni mucho menos satisfacer el anhelo publico que quisiera ver aparecer de nuevo, evocada por la elocuencia, esa figura característica y representativa de la civilización sudamericana.

Los sentimientos colectivos necesitan expansión y buscan su intérprete; pero, muerto
Sarmiento, ¿quién entre sus contemporáneos sería capaz de proseguir y terminar la historia portentosa que comienza en los Recuerdos de Provincias?

En lo que a mí se refiere, honrado con la doble representación de la Asociación de la Prensa y de la comisión popular, que ha tomado la dirección de esta grande manifestación pública de respeto y de admiración hacia la memoria del ilustre anciano, cumpliré el deber que he aceptado recordando alguno? rasgos más salientes ¡de su vida pública.

En Sarmiento se fundía de tal manera el pensador con e1 hombre de acción, que no hay posibilidad de clasificarle en una u otra categoría exclusivamente. Sus ideas brotaban con aliento de vida, y apenas enunciadas, se las veía tomar cuerpo, encamarse y convertirse en acción personal o social: su obra inmensa de (propagandista, innovador en la primera edad, cuando era necesario arrojar al país en las corrientes de la vida moderna y seriamente conservador cuando esta evolución se realizó, revela en todo momento la inspiración de una mente altísima. Constantemente ocupado de la suerte de su patria y de los destinos de la América, su pensamiento no se extravió jamás en los espacios vacíos de la metafísica pura; era un experimentador que hacía sus investigaciones sobre la carne viva de su propia nación, sometido siempre a la influencia emocional del ¡patriotismo tan levantado que a veces se confundía con el sentimiento humanitario. Descubrió el primero que la causa de nuestros históricos trastornos residía en la barbarie de las campañas, y se hizo el apóstol de la educación popular, hasta transformar en pasión pública los aforismos doctrinarios de Rivadavia.

Hoy día, cientos de miles de argentinos saben leer porque el infatigable propagandista logró convencer a su país y a su época que la educación del pueblo es una función eminentemente gubernamental.

Sarmiento comenzó su vida pública en tiempos muy duros, cuyo recuerdo va 'desapareciendo de la memoria de las actuales generaciones, y es necesario remover los escombros que han acumulado los sucesos de medio siglo, para poder medir la magnitud de sus trabajos. Era entonces la república un país despoblado y semibárbaro, azotado por todas las tempestades, la guerra civil, la anarquía, el despotismo, sin medios de comunicación para los hombres ni para las ideas, pobre y sin hábitos 'de trabajo. San Juan, era una aldea separada del resto del mundo por los desiertos arenales que la circundan y por la muralla colosal del Andes. Cuáles fueron los antecedente», cómo se desenvolvió en aquel medio el grande intelecto de Sarmiento, no es asunto para ser tratado en esta oportunidad.

Basta decir que un día pasó los Andes, y sin permiso de nadie, sin introducción alguna, se apoderó en país extraño del espíritu público, entró a formar parte de los consejos de gobierno, habló a los pueblos de sus grandes destinos e inició la revolución social y política que da fisonomía peculiar a esta civilización sudamericana, que ya se distingue de la del norte por cierto color de sentimiento que le viene de su clima y de su cielo o que trajeron en la sangre las razas (progenitoras. Desde entonces y hasta el día de su muerte, ha sido la primera figura en el vasto escenario de cuatro naciones que lo cubren con sus banderas.

¿Era Sarmiento un hombre de letras? No cursó humanidades en universidad alguna; pero su obra literaria vivirá en América mientras se hable en ella la lengua española. En los Recuerdos de Provincia hay páginas dignas de Cervantes, y Facundo es la pintura animada de un estado de civilización, si tal puede llamarse la época en que predomina la barbarie: esos libros se leen como el antropologista estudia el documento humano que suele encontrar en las entrañas de la tierra para arrancarle la revelación de la vida de su tiempo, con el interés y la pasión de quien busca los antecedentes perdidos de su raza.

Pero donde está la mejor parte de la obra inconmensurable de Sarmiento como escritor, es en la prensa diaria, forma la más adecuada para sus bellas espontaneidades, de donde se apartan cautelosamente los clásicos de todas las épocas, y donde él mostraba sin ostentación la superioridad incontestable de su ingenio, su originalidad nativa y su prodigiosa fecundidad. Pero Sarmiento era además un orador, un grande orador. Lo que no ha hecho con la pluma lo ha hecho con la palabra hablada. Ha pronunciado arengas en nuestros parlamentos, que oídas en el foro romano, en los últimos días de la república, habrían retardado la llegada de los emperadores.

Como hombre de gobierno ha fundado una escuela que alguna vez dará sus frutos legítimos. Recibió en Chile la inspiración de Portales y aprendió a gobernar con Montt; visitó la Europa entera y vivió largos años en los Estados Unidos con el oído abierto a todas las enseñanzas de la vida pública; sus principios de estadista pueden formularse en dos renglones: autoridad en el gobierno, libertades para el pueblo, todo dentro de la constitución y de la ley.

¿Para qué hablar de su honradez inmaculada? Hace dos meses le oía estas serenas palabras:

“La pureza de los administradores públicos ha sido la tradición nacional. ¿Cómo se le habría de ocurrir a los unitarios, a Mitre, a D. Valentín Alsina, ni a ninguno de nosotros lo que no se le había ocurrido a Rosas en veinte años de gobierno irresponsable?”

No hay posibilidad de condenar en forma alguna adecuada a este acto, la larga vida del noble anciano. La república no ha hecho un paso desde hace 50 años sin su concurso o su consejo. Su mano y su acción y su influencia se han sentido y están visibles en todas las manifestaciones de la vida nacional. El fundo en San Juan el primer diario y el primer colegio de niños; fué el primero en reivindicar las glorias nacionales, encarnadas en San Martín; fundó en Chile la primera escuela normal de una y otra América; agitó durante cinco años el espíritu de dos naciones escribiendo diarios y panfleto? que removieron todas las cuestiones de su tiempo: la inmigración, la educación, la libertad de ríos, la supresión de las aduanas interiores, la vialidad, las cuestiones agrarias, sin abandonar su cruzada en favor de la libertad humana; vuelto a su patria, escribió diarias y libros, fundó escuelas, iluminó los parlamentos con su elocuencia y dirigió la política de su tiempo; llegado a la presidencia de la ,república fundó los colegios nacionales, las bibliotecas ¡populares, la academia de ciencias, el observatorio astronómico, el colegio militar y la escuela de marina; nadie levantó más alto que él el principio de autoridad; ningún gobernante respetó como él la libertad electoral; dentro y fuera del gobierno se ha ocupado de todos los intereses nacionales, de las viñas de San Juan y Mendoza, de la ,ganadería en Buenos Aires; a su iniciativa se deben los alambrados que dividen hoy día la propiedad rural y entre sus viejos papeles se encontrará el certificado de haber sido el primer introductor de los eucaliptus que cambiarán un día la fisonomía de la Pampa y regularizar en las lluvias.

Pero sobre todo esto está su acción por la libertad y la unidad argentinas.

“Buenos Aires, sin la confederación, decía hace treinta años, es como la cabeza de un guillotinado, continúa pensando y sintiendo largo trato; la confederación sin Buenos Aires es como aquel jinete que durante el bombardeo por los ingleses, seguía galopando y blandiendo la espada por las calles mucho tiempo después que una bala de cañón le había volado la cabeza".

"No soy provinciano, repetía, sino como parte de la gran familia argentina; no soy porteño, sino en cuanto argentino".

Nunca, jamás, en ningún momento dejó de ser esencialmente argentino, y por eso la nación entera concurre a su apoteosis.

¡Maestro y amigo, descansa en paz, después de tanto trabajar por el bien de tus conciudadanos!










Fuente: "En la Tumba de Domingo Faustino Sarmiento" por Aristobulo del Valle en Oraciones Magistrales Compilacion del Dr. Anibal F. Leguizamon, 1922.

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