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sábado, 17 de octubre de 2015

Raúl Alfonsín: "Dimisión al cargo de Presidente de la Nación" (14 de junio de 1989)

Argentinos:

Graves circunstancias me llevan a tomar contacto esta noche con ustedes.
Siento la necesidad de que mis palabras lleguen este día a todos los ciudadanos como si hablara personalmente con cada uno. Hace casi seis años accedí legítimamente por la decisión popular al cargo que significa el mayor honor y la más alta responsabilidad a que puede aspirar un argentino.

No es este el momento de efectuar un balance por sintético que sea, de mi gestión. Cumpliré esa obligación en circunstancias apropiadas. Quiero, en cambio, explicarles la decisión que he adoptado en aras del bien común.

El 14 de mayo el pueblo argentino ratifico su decisión irreversible de vivir en democracia a través de elecciones ejemplares cuyo resultado es inequívoco. Al hecho institucional no registrado en seis décadas de una sucesión presidencial entre dos gobiernos surgidos de la voluntad popular, se suma la característica de que por vez primera en nuestra historia esa sucesión sea entre hombres provenientes de diferentes partidos políticos.

El espacio para la acción del gobierno en funciones, los meses, que restan de su mandato, se encuentra así demasiado acotado para enfrentar con probabilidades de éxito problemas en los que cualquier demora acarreara mayores padecimientos para todos.

La necesidad de preservar las instituciones de la republica de los riesgos que pudieran implicar la singularidad de esta transición política y la gravedad de la coyuntura económica exige reconocer que los tiempos que vivimos requieren soluciones enérgicas e impostergables.

Ningún esfuerzo en este momento tendría sentido si pone en peligro las metas que entre todos ya hemos logrado. Y si ese esfuerzo exige del Presidente las actitudes personales necesarias para allanar un camino de turbulencias, esas actitudes deben adoptarse sin demora. En especial cuando esas turbulencias crean angustia en la gente, inseguridad en los hogares y la sensación de que de pronto un vendaval se hubiese desatado sobre el país.

No cabe minimizar la situación que atravesamos ni tampoco los efectos que esta causando en la sociedad argentina. Sobre todo si se tiene en cuenta que el señor presidente electo ha dicho en reiteradas oportunidades que esta listo para asumir sus funcionas. No pueden menospreciarse los esfuerzos que todos los sectores comprometidos con la continuidad del sistema han hecho para ordenar este tiempo que corre desde las elecciones hasta la asunción de las nuevas autoridades. Pero también todos saben que esos esfuerzos se han mostrado insuficientes para enfrentar la crisis.

Ningún presidente tiene derecho a reclamar indefinidamente el sacrificio de su pueblo si su conciencia le indica que puede atemperarlo con el suyo personal. Esto exige, entonces, repensar las soluciones posibles y no aferrarse tozudamente a formulas que a poco andar muestran su esterilidad. A esta altura es una dura evidencia para todos, en especial para los que menos tienen, que el espacio para la acción del Gobierno en funcionas es muy chico.

La hondura de la crisis socioeconómica requiere medidas no solo enérgicas sino también permanentes. Es decir, todo lo contrario de lo que más allá de su empeño y voluntad puede ofrecer un gobierno al que le expira su mandato. Cualquier demora, pues, acarreara mayores padecimientos.

Con esta convicción, procuramos con el señor presidente electo formulas de cierta gobernabilidad y llagamos, incluso, a encontrar el apoyo y la comprensión de los legislaturas. La realidad que acucia a cada uno demuestra que tampoco eso fue suficiente. Menos aun ahora cuando se han difundido reales o presuntos detalles de la política económica en elaboración por la futuras autoridades. La información trascendida es de tal naturaleza que todos han de comprender de qué modo ha de repercutir sobre el ya alterado funcionamiento de los mercados.

Creí, y en su momento sometí esa idea a la discusión pública, que la reforma de nuestra Carta Magna permitiría hacer coincidir los tiempos institucionales del país con los particulares tiempos políticos que luego debíamos enfrentar. Nuestra realidad actual nos urge, sin embargo, a afrontar con la Constitución y las leyes de que disponemos la necesidad de resolver problemas nuevos para los que ella es el único y máximo instrumento a nuestro alcance. No podemos permitir que se corra el riesgo de creer que la Constitución Nacional resulta un obstáculo para enfrentar cuanto antes los problemas que nos aquejan. En estas condiciones, y ensayando lo que creí era el mejor procedimiento, intente con el doctor Carlos Menem avanzar en nuestros acuerdos como el modo de acelerar el traspaso del poder a fin de que, sin menoscabar la Constitución, asumiera las máximas responsabilidades la voluntad ciudadana expresada en la urnas.

Con este espíritu, esta mañana envié al virtual presidente electo con mi firma un acta de coincidencias sobre el afianzamiento de la democracia, elaborada sobre la base de la ultimas conversaciones mantenidas con el. En ese documento comprometí mi voluntad, primero, para facilitar la inmediata sanción de leyes económicas que proponga el futuro gobierno.

Segundo, para que cada uno de mis ministros informe de inmediato y en detalle a quienas ya están designados para sucederlos.

Tercero, ratificando mi decisión de que antes o inmediatamente después de la transmisión del mando se constituya una delegación conjunta para negociar con los organismos internacionales de crédito.

Cuarto, promoviendo una exhaustiva investigación de todos los actos administrativos efectuados durante mi gestión.

Hasta ahora, ese documento solo lleva mi firma. No pierdo la esperanza de que el doctor Menem estampe también la suya.

Deseo firmemente que no quede ya en lo sucesivo la menor posibilidad de alegar que la aceleración del proceso sucesorio se esta viendo trabada por la falta de una señal indicativa del Presidente en ejercicio.

La decisión que asumo constituye la única salida posible en el marco de la Constitución y las leyes y estoy seguro que contribuirá a restaurar el marco necesario para enfrentar cuanto antes los problemas económicos que constituyen el núcleo de la crisis que padecemos.

He impartido instrucciones a las autoridades respectivas para que se instrumente en el más breve plazo posible los mecanismos de consagración del candidato virtualmente electo el 14 de mayo de 1989 para el cargo de presidente de los argentinos.

Concluidos los procedimientos previstos a ese efecto he resuelto resignar a partir del 30 de junio de 1989 el cargo de Presidente de la Nación Argentina con el que el pueblo me honrara desde el 10 de diciembre de 1983. Tengo la esperanza de que sobre esta decisión no se ensayen explicaciones especulativas, no se trata sino del estricto ejercicio de la responsabilidad política de anteponer el bienestar del país a cualquier otra consideración.

Mas allá de esta, mi decisión personal que les comunico, tengo claro que el presidente, solo el rostro visible de un conjunto de hombres y mujeres que asumen junto a él la grave responsabilidad de guiar los destinos del país sin participar del honor que supone llevar la banda presidencial ni aspirar al reconocimiento publico. A todos ellos va hoy mi mas profundo agradecimiento y en particular al señor vicepresidente de la Nación que no ha vacilado acompañarme en la determinación que el ahora requiere.

No alcanzo a imaginar que palabras expresarían acabadamente mi gratitud hacia el pueblo argentino que ha afrontado el esfuerzo, la responsabilidad y el protagonismo que exigieron en estos años la construcción de la democracia y de la estabilidad social.

Es ese el límite en verdad mi discurso.

Resigno mi investidura presidencial pero no declino mi responsabilidad ni abandono la lucha que desde ahora continuare en cualquier lugar en que este y hasta tanto dios me de fuerzas para ello en pos de los objetivos que tantas veces desde 1983 recordé a ustedes constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino.

Gracias por todo.






Fuente: Mensaje del Señor Presidente de la Nación Dr. Raúl Alfonsin con motivo de su resignacion al cargo de Presidente de la Nación a partir del 30 de junio de 1989.

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