Los acontecimientos que se desarrollan actualmente en
Alemania son en verdad terribles. No solo por las persecuciones contra los judíos,
en si mismas de una falta de humanidad y de una crueldad insospechables en esta
época, sino también porque ellos importan una ruptura violenta de todas las
reglas elementales de moral y de convivencia humana que están rigiendo en el
mundo civilizado desde hace veinte siglos, cuando fue proclamada la igualdad de
todos los seres humanos y cuyo definitivo imperio constituye un anhelo superior
que debe ser realizado para que pueda existir la paz entre los hombres.
Pareceria que Alemania se sintiera tan fuerte y sus
dirigentes con un poder tan sobrenatural, que les es dado adoptar cualquier
actitud y realizar cualquier acto. Pero se engañan si creen que la reacción producida
en la opinión del mundo por los actos realizados, nada significa y que
solamente la fuerza material debe gobernar en adelante sobre la tierra.
Puede muy bien esa fuerza oriental" a su pueblo e
imponerle nuevas doctrinas, nuevas reglas de moral; hasta puede crearle nuevos
dioses y una nueva religión. Puede aceptar todo eso el pueblo alemán, por
convencimiento o por violencia; pero esos métodos nunca podrán conquistar la
conciencia humana y la conciencia humana acabara por levantarse contra las
actitudes, las doctrinas y los procedimientos de Alemania y, lo que esperaron,
contra su pueblo mismo, aunque este no sea el culpable directo de la situación
creada.
Pareciera que la conciencia universal solo fuera una simple
frase, vana e indefinida; pero no es así. Hay casos en la historia en que
aquella toma caracteres precisos y terminantes, más que una ley escrita, más
que un precepto venerado. Y cuando da un fallo o formula una protesta, nacidos de
la reacción espiritual de hombres de nacionalidad, de ideologías y de
religiones distintas, cuyo sentimiento forma, precisamente, esa conciencia
universal, y que, en un momento dado, sin consultarse, parecen impulsados y
manifestar su apego a un ideal de civilización y de cultura, uniéndose para
condenar lo que, ideado quien sabe con que propósitos nefastos, atropella todo
y no respeta nada, ese fallo y esa protesta demuestran que, aun cuando en
cierto momento la fuerza material puede dominar, puede imponer las normas mas
absurdas, puede conquistar territorios, puede sobornar conciencias o torcerlas
por el terror, es vencida al fin por las fuerzas morales concretadas en esa
conciencia universal.
Esto es lo que sucederá con Alemania.
Mientras Alemania solo reclamaba contra las cláusulas
excesivamente rigurosas del tratado de Versailles; cuando solo buscaba, al parecer,
reconquistar suposición de nación de primer orden en el mundo; cuando quería
establecer un gobierno de forma e ideología propias, el mundo lo contemplaba,
con simpatía o con indiferencia, pero nunca con hostilidad, en la convicción de
que todo lo que podía significar un progreso y un mejoramiento, constituía también
un mejoramiento y un progreso general de la humanidad.
Pero cuando Alemania, enardecida por sus éxitos en la paz,
enceguecida de soberbia porque interpreta como temor a su fuerza y como cobardía
la actitud de quienes solo buscan librar al mundo de las calamidades de una
nueva guerra, cree no tener limites para sus desplantes; cuando viola las
reglas mas elementales del derecho internacional y de la cortesía entre las
naciones; cuando oculta la verdad para justificar actitudes repudiables; cuando
hace responsables a las propias victimas del terror deliberadamente
desencadenado; cuando hace de la libertad de conciencia una cuestión
fundamental y persigue, tortura y saquea a los judíos, al mismo tiempo que
humilla, atropella y tortura a católicos y príncipes de la Iglesia; cuando no
respeta las creencias religiosas de cada hombre y cree dar así al mundo una prueba
de su fuerza, de su poderío incontestable, ¡cuan equivocada esta! Esos actos no
son más que la demostración evidente de su debilidad moral.
La fuerza no esta en la intolerancia, no esta en la crueldad
ni en el terror. La fuerza verdadera y permanente que seguirá gobernando al
mundo por los siglos de los siglos, esta en la conciencia pura y recta, esta en
el derecho, en los preceptos de la moral, en las creencias religiosas de no
importa que credo. Esta en la conciencia universal, pronunciada hoy contra
Alemania. Nunca, a pesar de su fuerza aparente, ha sido Alemania más débil que
en esta hora.
Los hombres y los sistemas son transitorios; en la historia
solo son permanentes los altos ideales que animan a los pueblos y a las
naciones. La fuerza y el poder material pasan con los acontecimientos y
desaparecen con los años.
En cierto momento de la historia humana, los bárbaros
pudieron atropellar, violar y aparentemente destruir la mas grande civilización
que crearon Grecia y Roma a orillas del Mediterráneo; pero los bárbaros pasaron
como sombras de pesadillas solo perdura el recuerdo de su horror. En cambio los
altos valor es espirituales asentados sobre la tierra europea por la civilización
grecolatina, siguen siendo la inspiración de todos los hombres que persiguen la
grandeza de la Humanidad.
Fuente: Alvear "Un politico de cuna y de raza" de Francisco Loyudice, Fundación Marcelo T. de Alvear, 1993.
No hay comentarios:
Publicar un comentario