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jueves, 8 de octubre de 2015

Marcelo T. de Alvear: "Declaración con motivo de los progroms en Alemania" (15 de noviembre de 1938)

Los acontecimientos que se desarrollan actualmente en Alemania son en verdad terribles. No solo por las persecuciones contra los judíos, en si mismas de una falta de humanidad y de una crueldad insospechables en esta época, sino también porque ellos importan una ruptura violenta de todas las reglas elementales de moral y de convivencia humana que están rigiendo en el mundo civilizado desde hace veinte siglos, cuando fue proclamada la igualdad de todos los seres humanos y cuyo definitivo imperio constituye un anhelo superior que debe ser realizado para que pueda existir la paz entre los hombres.

Pareceria que Alemania se sintiera tan fuerte y sus dirigentes con un poder tan sobrenatural, que les es dado adoptar cualquier actitud y realizar cualquier acto. Pero se engañan si creen que la reacción producida en la opinión del mundo por los actos realizados, nada significa y que solamente la fuerza material debe gobernar en adelante sobre la tierra.

Puede muy bien esa fuerza oriental" a su pueblo e imponerle nuevas doctrinas, nuevas reglas de moral; hasta puede crearle nuevos dioses y una nueva religión. Puede aceptar todo eso el pueblo alemán, por convencimiento o por violencia; pero esos métodos nunca podrán conquistar la conciencia humana y la conciencia humana acabara por levantarse contra las actitudes, las doctrinas y los procedimientos de Alemania y, lo que esperaron, contra su pueblo mismo, aunque este no sea el culpable directo de la situación creada.

Pareciera que la conciencia universal solo fuera una simple frase, vana e indefinida; pero no es así. Hay casos en la historia en que aquella toma caracteres precisos y terminantes, más que una ley escrita, más que un precepto venerado. Y cuando da un fallo o formula una protesta, nacidos de la reacción espiritual de hombres de nacionalidad, de ideologías y de religiones distintas, cuyo sentimiento forma, precisamente, esa conciencia universal, y que, en un momento dado, sin consultarse, parecen impulsados y manifestar su apego a un ideal de civilización y de cultura, uniéndose para condenar lo que, ideado quien sabe con que propósitos nefastos, atropella todo y no respeta nada, ese fallo y esa protesta demuestran que, aun cuando en cierto momento la fuerza material puede dominar, puede imponer las normas mas absurdas, puede conquistar territorios, puede sobornar conciencias o torcerlas por el terror, es vencida al fin por las fuerzas morales concretadas en esa conciencia universal.

Esto es lo que sucederá con Alemania.

Mientras Alemania solo reclamaba contra las cláusulas excesivamente rigurosas del tratado de Versailles; cuando solo buscaba, al parecer, reconquistar suposición de nación de primer orden en el mundo; cuando quería establecer un gobierno de forma e ideología propias, el mundo lo contemplaba, con simpatía o con indiferencia, pero nunca con hostilidad, en la convicción de que todo lo que podía significar un progreso y un mejoramiento, constituía también un mejoramiento y un progreso general de la humanidad.

Pero cuando Alemania, enardecida por sus éxitos en la paz, enceguecida de soberbia porque interpreta como temor a su fuerza y como cobardía la actitud de quienes solo buscan librar al mundo de las calamidades de una nueva guerra, cree no tener limites para sus desplantes; cuando viola las reglas mas elementales del derecho internacional y de la cortesía entre las naciones; cuando oculta la verdad para justificar actitudes repudiables; cuando hace responsables a las propias victimas del terror deliberadamente desencadenado; cuando hace de la libertad de conciencia una cuestión fundamental y persigue, tortura y saquea a los judíos, al mismo tiempo que humilla, atropella y tortura a católicos y príncipes de la Iglesia; cuando no respeta las creencias religiosas de cada hombre y cree dar así al mundo una prueba de su fuerza, de su poderío incontestable, ¡cuan equivocada esta! Esos actos no son más que la demostración evidente de su debilidad moral.

La fuerza no esta en la intolerancia, no esta en la crueldad ni en el terror. La fuerza verdadera y permanente que seguirá gobernando al mundo por los siglos de los siglos, esta en la conciencia pura y recta, esta en el derecho, en los preceptos de la moral, en las creencias religiosas de no importa que credo. Esta en la conciencia universal, pronunciada hoy contra Alemania. Nunca, a pesar de su fuerza aparente, ha sido Alemania más débil que en esta hora.

Los hombres y los sistemas son transitorios; en la historia solo son permanentes los altos ideales que animan a los pueblos y a las naciones. La fuerza y el poder material pasan con los acontecimientos y desaparecen con los años.

En cierto momento de la historia humana, los bárbaros pudieron atropellar, violar y aparentemente destruir la mas grande civilización que crearon Grecia y Roma a orillas del Mediterráneo; pero los bárbaros pasaron como sombras de pesadillas solo perdura el recuerdo de su horror. En cambio los altos valor es espirituales asentados sobre la tierra europea por la civilización grecolatina, siguen siendo la inspiración de todos los hombres que persiguen la grandeza de la Humanidad.






























Fuente: Alvear "Un politico de cuna y de raza" de Francisco Loyudice, Fundación Marcelo T. de Alvear, 1993.

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