Amigos de la Capital:
La grandeza de esta asamblea da tono al episodio; es más
elocuente que el más acertado verbo: ante su grandeza deposito la sencillez de
mis palabras mansamente en el seno de cada uno de ustedes para aplaudir este
encuentro de la comprensión argentina; nosotros reclamamos la serenidad del
país para las grandes decisiones: no jugamos a la aventura electoral; queremos
serenidad para encontrar el camino cierto y claro del acierto. Cuando nadie
creía que la pacificación era el secreto del país, nosotros anduvimos recorriéndolo
con esa siembra.
Coincide nuestra alegría con el llanto de alegría de otro
pueblo liberado; yo no me acuerdo de los personajes de los que allí se van, ni
de los que allí llegan. Yo voy en una carrera de ilusiones a depositar mi
emoción en el más humilde hombre de Venezuela, aunque allí, como acá, sé que
aparecerán los pescadores de río revuelto.
Vengo a señalar la responsabilidad de Argentina, porque si
ella se frustra en la democracia, podría convertirse en un nuevo almácigo de
desórdenes. Febrero marcará una etapa en el reencuentro de todo el continente.
Muchacho argentino: cuando tú tenías 10 años te decíamos que
la lucha era aquí, y que así servirías la causa de América. Ahora yo quisiera
llevarte, muchacho joven, de la mano y en silencio, para que veas tu
República.
El país está derrumbado, está derrumbado el hombre en la
Argentina. Hay en tu país hombres desvestidos, hay niños que comen cada tres
días y gente que cree que el techo es el cielo, frente a una riqueza
desarrollada sin control.
Mientras tú tienes la posibilidad de encontrar la
solidaridad en tu ambiente, allá hay niños que mueren en la soledad, levantando
una estadística de vergüenza en la Argentina.
Hay en tu país frustración de hombres con hijos, que creen
haberlos tenido como castigo.
Esta es la Argentina, esta es nuestra Argentina, la de los
dolores anchos y la de las jactancias estúpidas. Esta es la Argentina que no
muestran los jactanciosos; es calamitosa la República, la conocen muchos
apóstoles que no fueron capaces de ir allí a levantar el pensamiento de una
ilusión nueva. La conocen las fuerzas armadas. Y se ocultó, y está la derrota y
el castigo. Pueden mostrarse los artificios de la falsificación, pero yo quiero
ir y decir que hay que andar caminos sin engaños. No se trata de encerrarse en
definiciones, ni de decir que estamos por la libertad sindical. Está de más; es
obligación de éste y todos los partidos de la democracia.
Nosotros no tenemos mucha culpa en este fracaso del hombre
porque fuimos extraños a la responsabilidad de los últimos veinticinco años-
Cuando hablamos de descentralización, queremos ir al encuentro de esa juventud
del interior que vino a frustrarse. Vaya tranquilo, amigo, no se lo va a llamar
más; aquí se quedaron atraídos por la luz. Nosotros no mostraremos la luz para
la muerte; la llevaremos a las distancias grandes. Fracasará la revolución si
el pueblo no comprende que ella se hizo para la democracia, y nosotros tenemos
el instrumento de la democracia.
Todo se hará; el pueblo comprenderá que tiene que trabajar,
pero producirá más en la medida que, esté seguro. Los que supusieron que
habían perdido sus derechos, queremos que sepan definitivamente que somos una
garantía en el ejercicio de aquéllos.
Sepa la empresa privada que tendrá asegurado su trabajo;
esté tranquilo todo el que quiera trabajar.
Hombre que está pensando poner un blanco sin definición en
la urna, no merece tener hijos, porque está faltando al deber que tiene
contraído con ellos. Estas no son aventuras de una hora, sino definiciones para
un largo tiempo.
¡Arriba todos! ¡Fuerte para adelante! Ya verán cuando el país tenga veintidós gobernadores representantes del federalismo que superen la jerarquía del presidente. Entonces el país trascenderá. Desde aquí exhorto a los partidos políticos de la democracia a la realización grande. Partidos políticos, la tribuna de la Unión Cívica Radical del Pueblo los saluda con la cordialidad de los años mansos.
Fuente: Discurso en el acto publico de inicio de la campaña electoral
presidencial, celebrado en Plaza Miserere, 23 de enero de 1957.
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