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lunes, 15 de junio de 2015

UCR: "El 4 de junio y el triunfo de Perón" (12 de abril de 1946)

Estimamos que el país pasa por la más grave crisis política de su historia. El movimiento militar del 4 de junio implantó un régimen dictatorial. El hecho desalojó del gobierno a las fuerzas conservadoras que durante más de una década habían oficializado el fraude y anulado por completo el ejercicio digno de la ciudadanía. Los jefes revolucionarios expresaron que la era del fraudulenta había terminado para siempre; prometieron la más severa moralización administrativa; se declararon fieles a nuestra tradición democrática y aseguraron el afianzamiento del respeto a nuestra soberanía y su prestigio internacional.

Los nuevos gobernantes juraron solemnemente por su honor de soldados respetar la Constitución, lo que dio base al reconocimiento por la Suprema Corte de Justicia Nacional. El gobierno de facto desvirtúo totalmente el sentido de las proclamas iniciales. Prescindimos de considerar en este documento la acción de la dictadura en la esfera administrativa caracterizada por el desorden, desenfreno financiero de que ha hecho gala, el manejo incontrolado de los dineros públicos y su empleo ilimitado con finalidades políticas, porque el juicio publico ya esta formado sobre esas cuestiones y porque los poderes constitucionales al constituirse seguramente han de promover las investigaciones que correspondan.

En el orden internacional la asociación nazifascista de la camarilla militar gobernante condujo al país al aislamiento. Si logramos recuperar la honrosa posición que el país ocupó siempre entre las naciones civilizadas del mundo se deberá exclusivamente a la conocida e indiscutible vocación democrática de nuestro pueblo, que la deplorable aventura dictatorial no logrará destruir por mucho que haga para conseguirlo.

En lo político, la dictadura ha excedido a todos los vicios y malas prácticas de los tiempos de mayor regresión, dedicada al propósito unido de preparar la maquina electoral y el continuismo del régimen militar por intermedio de la persona que mas decisiva influencia ha tenido en el desarrollo de los acontecimientos.

No la detuvo en esta tarea el menor escrúpulo. Todos los resortes del Estado, administrativos, económicos y financieros y los Ministerios, reparticiones nacionales, intervenciones federales, comunas, etc… convertidos en comités políticos, fueron puestos al servicio del candidato oficial. Toda la forma de propaganda, empezando por la radio monopolizada y la prensa venal, fueron utilizadas sin medida. Todos los medios fueron lícitos; la presión, la extorsión, las promesas, la dadiva, el engaño, la demagogia oficial más desenfrenada; la captación de los gremios obreros por los procedimientos y recursos calcados de los regimenes totalitarios fueron desde el primer momento objetivos preferentes de la dictadura y del continuismo. Y mientras se organizaba con los recursos y la influencia del Estado la más colosal e importante empresa de propaganda y de coerción que es imaginable concebir, se pretendía silenciar a todas las manifestaciones publicas de la opinión democrática independiente. En tanto a los partidos políticos les fueron clausurados sus locales y requisados sus libros y documentos, perseguidos y encarcelados y exilados muchos de sus dirigentes; fueron clausurados las universidades, exonerados sus profesores, agredidos y presos centenares de maestros y estudiantes; desconocidos los sindicatos de obreros libres y encarcelados sus lideres mas prestigiosos; disueltas todas las asociaciones democráticas y perseguidos sus hombres mas representativos; amordazada la prensa, clausurados los órganos de publicidad al menor asomo de critica independiente y detenidos sus redactores; la radio bajo rigurosa censura y los domicilios privados violados y a merced de la delación organizada. Quedaron así suprimidas todas las garantías constitucionales y ahogadas todas las voces que podían esclarecer la conciencia pública. Al mismo tiempo, desde las esferas oficiales se desató sistemáticamente una campaña de calumniosa contra los hombres democráticos, impedidos de defenderse.

Fue así mediante coacciones morales y presiones físicas copiadas de los modelos nazifascistas, que la dictadura deformó el juicio y perturbó la conciencia de gran parte del pueblo argentino.

No puede pues, decirse que los ciudadanos hayan podido ejercitar sus derechos electorales con libertad de conciencia y serenidad de juicio. Cuando se inició el proceso electoral y los partidos políticos pudieron organizarse con las dificultades derivadas de dos años de forzada inactividad y perturbados por reglamentaciones restrictivas y capciosas, el panorama político no se modificó sino para empeorarse. Bajo la vigencia del estado de sitio aplicado con parcialidad desleal, con censura radiotelefónica y de prensa, restringido el derecho de reunión y todas las formas  de acción y de propaganda publica, el gobierno continuo desarrollando y ampliando su plan de perpetuación con el empleo ilimitado de los recursos del Estado y el desarrollo de una acción oficial demagógica, tendiente a conquistar la voluntad de los núcleos populares mas numerosos y a despertar el odio entre los distintos sectores de la sociedad.

Dentro del plan del continuismo no se descuidó ni la confección de los padrones, instrumentos básicos del comicios, que se realizo sin el control de los partidos contrariando las disposiciones legales y para completar este cuadro desastroso del país, una ola de violencia organizada que no se detuvo ni ante el crimen. La policía consintió los más graves desmanes, protegió a los ejecutores materiales y no desdeño en ocasiones atacar al mismo pueblo inerme.

En presencia de ese ambiente de presión, de fraude, de violencia y de demagogia oficial, cuya gravedad a nadie se ocultaba, las fuerzas democráticas argentinas vinieron a la Unión Cívica Radical reconociéndole su jerarquía y responsabilidad de partido mayoritario. Solo le ofrecieron su apoyo sin pedir nada. Aceptaron votar los candidatos que el radicalismo proclamara y acordaron un programa que respetaba su tradición y sus principios.

La convención nacional de la Unión Cívica Radical aceptó y consagró esta conjunción de esfuerzos patrióticos para la lucha contra el continuismo de la dictadura militar y ella se realizó en una forma alta, generosa, sin especulaciones electorales subalternas como no lo había presenciado antes el país. Alrededor del radicalismo, los partidos políticos socialistas, demócrata progresista y comunista; núcleos estudiantiles, obreros independientes, intelectuales, artistas, profesionales, representantes del comercio, de la industria, de los productores rurales y de todas las actividades del país, movilizaron la ciudadanía argentina en un noble intento de esclarecer la conciencia publica tan profundamente perturbada por casi tres años de dictadura militar.

Este movimiento que al radicalismo encabezó consciente de la extraordinaria gravedad de la hora y de su inexcusable responsabilidad, quedara registrado en la historia política argentina como un acontecimiento memorable. Y cualquiera sea el juicio que en definitiva merezca el acierto y la capacidad de quienes tuvimos que dirigirlo, no podrá desconocerse que fue un generoso y resuelto impulso y el mas noble y desinteresado sentimiento patriótico.

En estas condiciones el radicalismo acepto la lucha que sabia desigual. Nada podía apartarlo del deber claramente señalado y menos que nada las dificultades que debió vencer, los sacrificios que le exigían y el temor a la adversidad. Afrontó la lucha con serenidad y con entereza y logró superar las persecuciones los desmanes y las agresiones que el oficialismo irresponsable y las hordas organizadas e impunes desataron sobre la ciudadanía argentina. El camino ha quedado jalonado por innumerables victimas, preferentemente elegidas en la fervorosa vanguardia formada por la juventud. Debemos rendir un homenaje a esta brillante generación del 45, en cuyo espíritu idealista, altivo, resuelto y valeroso debe cifrar el radicalismo y el pueblo argentino la esperanza y la certeza de un porvenir.

Los resultados numéricos del comicios son conocidos. La maquinación preelectoral y el espejismo de la demagogia obrerista se han impuesto. Los partido democráticos en solo dos meses de acción y de propaganda bajo el estado de sitio y sometidos a restricciones de todo orden no han podido esclarecer las conciencias y disipar confusiones.

El radicalismo ha demostrado ser el único partido orgánico nacional. A pesar de las anormalidades señaladas, el escrutinio arroja cerca de 800.000 voluntades argentinas que han constituido su avanzada y de 44 legisladores nacionales y auténticos portavoces de la democracia en el nuevo orden institucional. Los organismos superiores del partido y todos sus hombres responsables tienen en este momento el deber primordial de analizar desapasionadamente este periodo para establecer sin acrimonias y sin prevenciones los errores en que sin duda hemos incurrido para subsanarlos en el futuro. Pero cualesquiera sean los errores cometidos, creemos que hay muchas cosas sobre los cuales no deben existir divergencias, que han servido en el pasado y servirán en el futuro para mantener la unidad partidaria a pesar de los distintos criterios circunstanciales y de diversos enfoques de los sucesos.

El radicalismo es un partido de principios políticos, económicos y sociales que en una accidentada y combativa acción semisecular ha formado una orientación y una personalidad; principios, orientación y personalidad que se hallan sometidos a un proceso de evolución impuesto por la transformaciones profundas y permanentes de la sociedad porque esa es la ley de la vida y de la supervivencia, pero que no pueden cambiar el azar ni sentimientos circunstanciales y pasajeros como son una campaña electoral y un comicios.

Partido esencialmente popular por su origen y por la savia vital que lo ha nutrido siempre, frente al veredicto comicial adverso, su primer movimiento se de la reafirmación de su fe democrática, su confianza en el pueblo y su adhesión invariable a los principios de libertad justicia y derecho. Creemos que el pueblo sincero, confiado y desprevenido ha sido perturbado por una propaganda engañosa cayendo en el error trágico de confiar sus destinos a quienes han sido y son incapaces de interpretar el sentido democrático de nuestra historia. Pero no incurriremos, no tenemos el derecho de incurrir otra vez en el error de tildarlo de incapaz para dirigir su propio destino. Si nosotros mismos que hemos creído habilitados para dirigir el partido y el movimiento democrático nacional, estamos revisando nuestros actos para comprobar los errores en que hemos incurrido y quizá mañana lo desconozcamos por un nuevo error de apreciación o de concepto ¿Cómo no hemos de comprender el error en que ha caído el pueblo perturbado por una propaganda engañosa?

Como partido popular, el radicalismo ha vivido permanentemente todas las inquietudes del pueblo, sus aspiraciones y sus necesidades. Fue el primero partido político argentino el que incorporó a su programa los principios de una política social que la dictadura y el continuismo han pretendido vanamente arrebatarle; propugnó siempre el logro de las mas avanzadas conquistas obreras, pero las quiso dentro de la ley y en un ambiente de armonía social, porque entiende que todos los sectores y los grupos que forman la sociedad son solidarios en el mismo destino; que ninguno puede buscar su provecho ni su bienestar fuera del progreso y del bienestar general, que la lucha y los odios de clase conducen directamente a la disolución y a la anarquía social.

Toda la legislación obrera y social fundamental que existe en el país y que la dictadura no ha hecho avanzar un paso a pesar de sus esténtores propaganda, ha contado con el auspicio y el apoyo decidido del radicalismo y de sus representantes en el Congreso Nacional. Los anales parlamentarios lo prueban. El descanso hebdomadario y el de 36 horas corridas semanales, la jornada de 8 horas, las indemnizaciones por accidentes de trabajo para los obreros de la industria y su extensión a los obreros rurales, la indemnización de las enfermedades profesionales, la protección en los trabajos insalubres, la reglamentación del trabajo de las mujeres y de los jóvenes, la legislación del trabajo a domicilio las vacaciones anuales pagadas, la protección a la madre y al niño, el régimen de jubilaciones para numerosos gremios y muchas otras relacionadas directamente con los problemas del trabajo y la protección del obrero, fueron materia de leyes sancionadas por el Congreso argentino y en las que el radicalismo tuvo la iniciativa o las apoyó decididamente.

En este terreno el radicalismo sabe que las conquistas logradas, sea cual sea su origen, deben ser afianzadas y que el ritmo de los nuevos tiempos impide detenerse en este camino. Muchos pasos adelante pueden y deben darse aun, pero sabe también que para que ese progreso social sea firme y represente una verdadera conquista y un beneficio para la clases trabajadoras, que tienen como finalidad primordial, no es posible encarar esos problema aisladamente sino vinculados con los problemas económicos, étnicos y sociales que lo condicionan.

El radicalismo no ha hecho nunca de los problemas obreros y sociales una cuestión de especulación electoral o ha llegado a caer en la demagogia. Así ha procedido durante la ultima contienda porque otra conducta no hubiera sido leal para con el pueblo ni digna de si mismo. El radicalismo debe encarar de inmediato la nueva etapa política que se abre ante él.

Y ya sus cuerpos directivos superiores consideran necesario adaptar su programa de acción a las nuevas modalidades y exigencias de la época. Pero nuestra experiencia nos indica que antes que todo y como tarea previa debe perfeccionar su organización y mejorar sus prácticas internas sin lo cual no podremos aspirar a hacernos intérpretes auténticos del pueblo argentino.

Consideramos que existen dos cuestiones que es necesario y urgente realizar; la organización de la juventud y el movimiento femenino, sectores en los que es indispensable dar acceso a todos los organismos partidarios. No es solo un acto de justicia; es necesario y vital para el partido. La juventud y la mujer argentina han demostrado ya que han adquirido un grado de madurez cívica tal que su incorporación orgánica a los cuerpos directivos partidarios ha de dar a estos un nuevo espíritu de lucha y una nueva tónica moral. Con todo la contienda no ha sido fértil. El 24 de febrero es solo el fin de una etapa y el comienzo de otra en la lucha permanente por la democracia y la libertad. El radicalismo es el fiel reflejo de nuestra nacionalidad e interprete de sus angustias, de sus anhelos y de sus esperanzas. Tiene una misión histórica que cumplir  debe cumplirla colocándose sobre la persecución y la adversidad. Seguirá siendo custodia de los intereses legítimos del anhelo de los trabajadores, de su reclamo de una mejor justicia social e interprete del afianzamiento de nuestra soberanía y de su prestigio internacional, que ha de basarse íntegramente  en la realización del espíritu democrático de nuestras instituciones y eternamente en el sentido humanitario y profundo de la fraternidad con el sacrificio y con el dolor de las naciones civilizadas del mundo.

Eduardo Laurencena, Presidente; David Michel Torino, Vicepresidente Primero; Carlos Cisneros, Vicepresidente segundo; Raúl Rodríguez de la Torre, Tesorero; Carlos Luna Valdez, Protesorero; Eduardo Araujo, Guillermo Acosta, Leopoldo Zara y Carmelo Piedrabuena, secretarios.















Fuente: Declaración de la Mesa Directiva del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical sobre el actual momento político tras las elecciones del 24 de febrero de 1946.

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