Estimamos que el país pasa por la más grave crisis política
de su historia. El movimiento militar del 4 de junio implantó un régimen
dictatorial. El hecho desalojó del gobierno a las fuerzas conservadoras que
durante más de una década habían oficializado el fraude y anulado por completo
el ejercicio digno de la ciudadanía. Los jefes revolucionarios expresaron que
la era del fraudulenta había terminado para siempre; prometieron la más severa moralización
administrativa; se declararon fieles a nuestra tradición democrática y
aseguraron el afianzamiento del respeto a nuestra soberanía y su prestigio
internacional.
Los nuevos gobernantes juraron solemnemente por su honor de
soldados respetar la Constitución, lo que dio base al reconocimiento por la
Suprema Corte de Justicia Nacional. El gobierno de facto desvirtúo totalmente
el sentido de las proclamas iniciales. Prescindimos de considerar en este
documento la acción de la dictadura en la esfera administrativa caracterizada
por el desorden, desenfreno financiero de que ha hecho gala, el manejo
incontrolado de los dineros públicos y su empleo ilimitado con finalidades políticas,
porque el juicio publico ya esta formado sobre esas cuestiones y porque los
poderes constitucionales al constituirse seguramente han de promover las
investigaciones que correspondan.
En el orden internacional la asociación nazifascista de la
camarilla militar gobernante condujo al país al aislamiento. Si logramos
recuperar la honrosa posición que el país ocupó siempre entre las naciones civilizadas
del mundo se deberá exclusivamente a la conocida e indiscutible vocación democrática
de nuestro pueblo, que la deplorable aventura dictatorial no logrará destruir
por mucho que haga para conseguirlo.
En lo político, la dictadura ha excedido a todos los vicios
y malas prácticas de los tiempos de mayor regresión, dedicada al propósito
unido de preparar la maquina electoral y el continuismo del régimen militar por
intermedio de la persona que mas decisiva influencia ha tenido en el desarrollo
de los acontecimientos.
No la detuvo en esta tarea el menor escrúpulo. Todos los
resortes del Estado, administrativos, económicos y financieros y los
Ministerios, reparticiones nacionales, intervenciones federales, comunas, etc…
convertidos en comités políticos, fueron puestos al servicio del candidato
oficial. Toda la forma de propaganda, empezando por la radio monopolizada y la
prensa venal, fueron utilizadas sin medida. Todos los medios fueron lícitos; la
presión, la extorsión, las promesas, la dadiva, el engaño, la demagogia oficial
más desenfrenada; la captación de los gremios obreros por los procedimientos y
recursos calcados de los regimenes totalitarios fueron desde el primer momento
objetivos preferentes de la dictadura y del continuismo. Y mientras se organizaba
con los recursos y la influencia del Estado la más colosal e importante empresa
de propaganda y de coerción que es imaginable concebir, se pretendía silenciar
a todas las manifestaciones publicas de la opinión democrática independiente.
En tanto a los partidos políticos les fueron clausurados sus locales y
requisados sus libros y documentos, perseguidos y encarcelados y exilados
muchos de sus dirigentes; fueron clausurados las universidades, exonerados sus
profesores, agredidos y presos centenares de maestros y estudiantes;
desconocidos los sindicatos de obreros libres y encarcelados sus lideres mas
prestigiosos; disueltas todas las asociaciones democráticas y perseguidos sus
hombres mas representativos; amordazada la prensa, clausurados los órganos de
publicidad al menor asomo de critica independiente y detenidos sus redactores;
la radio bajo rigurosa censura y los domicilios privados violados y a merced de
la delación organizada. Quedaron así suprimidas todas las garantías
constitucionales y ahogadas todas las voces que podían esclarecer la conciencia
pública. Al mismo tiempo, desde las esferas oficiales se desató
sistemáticamente una campaña de calumniosa contra los hombres democráticos,
impedidos de defenderse.
Fue así mediante coacciones morales y presiones físicas
copiadas de los modelos nazifascistas, que la dictadura deformó el juicio y
perturbó la conciencia de gran parte del pueblo argentino.
No puede pues, decirse que los ciudadanos hayan podido
ejercitar sus derechos electorales con libertad de conciencia y serenidad de
juicio. Cuando se inició el proceso electoral y los partidos políticos pudieron
organizarse con las dificultades derivadas de dos años de forzada inactividad y
perturbados por reglamentaciones restrictivas y capciosas, el panorama político
no se modificó sino para empeorarse. Bajo la vigencia del estado de sitio
aplicado con parcialidad desleal, con censura radiotelefónica y de prensa,
restringido el derecho de reunión y todas las formas de acción y de propaganda publica, el
gobierno continuo desarrollando y ampliando su plan de perpetuación con el
empleo ilimitado de los recursos del Estado y el desarrollo de una acción
oficial demagógica, tendiente a conquistar la voluntad de los núcleos populares
mas numerosos y a despertar el odio entre los distintos sectores de la
sociedad.
Dentro del plan del continuismo no se descuidó ni la
confección de los padrones, instrumentos básicos del comicios, que se realizo sin
el control de los partidos contrariando las disposiciones legales y para
completar este cuadro desastroso del país, una ola de violencia organizada que
no se detuvo ni ante el crimen. La policía consintió los más graves desmanes,
protegió a los ejecutores materiales y no desdeño en ocasiones atacar al mismo
pueblo inerme.
En presencia de ese ambiente de presión, de fraude, de
violencia y de demagogia oficial, cuya gravedad a nadie se ocultaba, las
fuerzas democráticas argentinas vinieron a la Unión Cívica Radical reconociéndole
su jerarquía y responsabilidad de partido mayoritario. Solo le ofrecieron su
apoyo sin pedir nada. Aceptaron votar los candidatos que el radicalismo
proclamara y acordaron un programa que respetaba su tradición y sus principios.
La convención nacional de la Unión Cívica Radical aceptó y
consagró esta conjunción de esfuerzos patrióticos para la lucha contra el
continuismo de la dictadura militar y ella se realizó en una forma alta,
generosa, sin especulaciones electorales subalternas como no lo había
presenciado antes el país. Alrededor del radicalismo, los partidos políticos
socialistas, demócrata progresista y comunista; núcleos estudiantiles, obreros
independientes, intelectuales, artistas, profesionales, representantes del
comercio, de la industria, de los productores rurales y de todas las actividades
del país, movilizaron la ciudadanía argentina en un noble intento de esclarecer
la conciencia publica tan profundamente perturbada por casi tres años de
dictadura militar.
Este movimiento que al radicalismo encabezó consciente de la
extraordinaria gravedad de la hora y de su inexcusable responsabilidad, quedara
registrado en la historia política argentina como un acontecimiento memorable.
Y cualquiera sea el juicio que en definitiva merezca el acierto y la capacidad
de quienes tuvimos que dirigirlo, no podrá desconocerse que fue un generoso y
resuelto impulso y el mas noble y desinteresado sentimiento patriótico.
En estas condiciones el radicalismo acepto la lucha que
sabia desigual. Nada podía apartarlo del deber claramente señalado y menos que nada
las dificultades que debió vencer, los sacrificios que le exigían y el temor a
la adversidad. Afrontó la lucha con serenidad y con entereza y logró superar
las persecuciones los desmanes y las agresiones que el oficialismo
irresponsable y las hordas organizadas e impunes desataron sobre la ciudadanía
argentina. El camino ha quedado jalonado por innumerables victimas,
preferentemente elegidas en la fervorosa vanguardia formada por la juventud.
Debemos rendir un homenaje a esta brillante generación del 45, en cuyo espíritu
idealista, altivo, resuelto y valeroso debe cifrar el radicalismo y el pueblo
argentino la esperanza y la certeza de un porvenir.
Los resultados numéricos del comicios son conocidos. La
maquinación preelectoral y el espejismo de la demagogia obrerista se han
impuesto. Los partido democráticos en solo dos meses de acción y de propaganda
bajo el estado de sitio y sometidos a restricciones de todo orden no han podido
esclarecer las conciencias y disipar confusiones.
El radicalismo ha demostrado ser el único partido orgánico
nacional. A pesar de las anormalidades señaladas, el escrutinio arroja cerca de
800.000 voluntades argentinas que han constituido su avanzada y de 44
legisladores nacionales y auténticos portavoces de la democracia en el nuevo
orden institucional. Los organismos superiores del partido y todos sus hombres
responsables tienen en este momento el deber primordial de analizar
desapasionadamente este periodo para establecer sin acrimonias y sin
prevenciones los errores en que sin duda hemos incurrido para subsanarlos en el
futuro. Pero cualesquiera sean los errores cometidos, creemos que hay muchas
cosas sobre los cuales no deben existir divergencias, que han servido en el
pasado y servirán en el futuro para mantener la unidad partidaria a pesar de
los distintos criterios circunstanciales y de diversos enfoques de los sucesos.
El radicalismo es un partido de principios políticos, económicos
y sociales que en una accidentada y combativa acción semisecular ha formado una
orientación y una personalidad; principios, orientación y personalidad que se
hallan sometidos a un proceso de evolución impuesto por la transformaciones
profundas y permanentes de la sociedad porque esa es la ley de la vida y de la
supervivencia, pero que no pueden cambiar el azar ni sentimientos
circunstanciales y pasajeros como son una campaña electoral y un comicios.
Partido esencialmente popular por su origen y por la savia
vital que lo ha nutrido siempre, frente al veredicto comicial adverso, su
primer movimiento se de la reafirmación de su fe democrática, su confianza en
el pueblo y su adhesión invariable a los principios de libertad justicia y
derecho. Creemos que el pueblo sincero, confiado y desprevenido ha sido
perturbado por una propaganda engañosa cayendo en el error trágico de confiar
sus destinos a quienes han sido y son incapaces de interpretar el sentido democrático
de nuestra historia. Pero no incurriremos, no tenemos el derecho de incurrir
otra vez en el error de tildarlo de incapaz para dirigir su propio destino. Si
nosotros mismos que hemos creído habilitados para dirigir el partido y el
movimiento democrático nacional, estamos revisando nuestros actos para
comprobar los errores en que hemos incurrido y quizá mañana lo desconozcamos
por un nuevo error de apreciación o de concepto ¿Cómo no hemos de comprender el
error en que ha caído el pueblo perturbado por una propaganda engañosa?
Como partido popular, el radicalismo ha vivido
permanentemente todas las inquietudes del pueblo, sus aspiraciones y sus
necesidades. Fue el primero partido político argentino el que incorporó a su
programa los principios de una política social que la dictadura y el
continuismo han pretendido vanamente arrebatarle; propugnó siempre el logro de
las mas avanzadas conquistas obreras, pero las quiso dentro de la ley y en un
ambiente de armonía social, porque entiende que todos los sectores y los grupos
que forman la sociedad son solidarios en el mismo destino; que ninguno puede
buscar su provecho ni su bienestar fuera del progreso y del bienestar general,
que la lucha y los odios de clase conducen directamente a la disolución y a la anarquía
social.
Toda la legislación obrera y social fundamental que existe
en el país y que la dictadura no ha hecho avanzar un paso a pesar de sus esténtores
propaganda, ha contado con el auspicio y el apoyo decidido del radicalismo y de
sus representantes en el Congreso Nacional. Los anales parlamentarios lo
prueban. El descanso hebdomadario y el de 36 horas corridas semanales, la
jornada de 8 horas, las indemnizaciones por accidentes de trabajo para los
obreros de la industria y su extensión a los obreros rurales, la indemnización
de las enfermedades profesionales, la protección en los trabajos insalubres, la
reglamentación del trabajo de las mujeres y de los jóvenes, la legislación del
trabajo a domicilio las vacaciones anuales pagadas, la protección a la madre y
al niño, el régimen de jubilaciones para numerosos gremios y muchas otras
relacionadas directamente con los problemas del trabajo y la protección del
obrero, fueron materia de leyes sancionadas por el Congreso argentino y en las
que el radicalismo tuvo la iniciativa o las apoyó decididamente.
En este terreno el radicalismo sabe que las conquistas
logradas, sea cual sea su origen, deben ser afianzadas y que el ritmo de los
nuevos tiempos impide detenerse en este camino. Muchos pasos adelante pueden y
deben darse aun, pero sabe también que para que ese progreso social sea firme y
represente una verdadera conquista y un beneficio para la clases trabajadoras,
que tienen como finalidad primordial, no es posible encarar esos problema
aisladamente sino vinculados con los problemas económicos, étnicos y sociales
que lo condicionan.
El radicalismo no ha hecho nunca de los problemas obreros y
sociales una cuestión de especulación electoral o ha llegado a caer en la
demagogia. Así ha procedido durante la ultima contienda porque otra conducta no
hubiera sido leal para con el pueblo ni digna de si mismo. El radicalismo debe
encarar de inmediato la nueva etapa política que se abre ante él.
Y ya sus cuerpos directivos superiores consideran necesario
adaptar su programa de acción a las nuevas modalidades y exigencias de la época.
Pero nuestra experiencia nos indica que antes que todo y como tarea previa debe
perfeccionar su organización y mejorar sus prácticas internas sin lo cual no
podremos aspirar a hacernos intérpretes auténticos del pueblo argentino.
Consideramos que existen dos cuestiones que es necesario y
urgente realizar; la organización de la juventud y el movimiento femenino,
sectores en los que es indispensable dar acceso a todos los organismos
partidarios. No es solo un acto de justicia; es necesario y vital para el
partido. La juventud y la mujer argentina han demostrado ya que han adquirido
un grado de madurez cívica tal que su incorporación orgánica a los cuerpos
directivos partidarios ha de dar a estos un nuevo espíritu de lucha y una nueva
tónica moral. Con todo la contienda no ha sido fértil. El 24 de febrero es solo
el fin de una etapa y el comienzo de otra en la lucha permanente por la
democracia y la libertad. El radicalismo es el fiel reflejo de nuestra
nacionalidad e interprete de sus angustias, de sus anhelos y de sus esperanzas.
Tiene una misión histórica que cumplir
debe cumplirla colocándose sobre la persecución y la adversidad. Seguirá
siendo custodia de los intereses legítimos del anhelo de los trabajadores, de
su reclamo de una mejor justicia social e interprete del afianzamiento de
nuestra soberanía y de su prestigio internacional, que ha de basarse íntegramente en la realización del espíritu democrático de
nuestras instituciones y eternamente en el sentido humanitario y profundo de la
fraternidad con el sacrificio y con el dolor de las naciones civilizadas del
mundo.
Eduardo Laurencena, Presidente; David Michel Torino,
Vicepresidente Primero; Carlos Cisneros, Vicepresidente segundo; Raúl Rodríguez
de la Torre, Tesorero; Carlos Luna Valdez, Protesorero; Eduardo Araujo,
Guillermo Acosta, Leopoldo Zara y Carmelo Piedrabuena, secretarios.
Fuente: Declaración de la Mesa Directiva del Comité Nacional
de la Unión Cívica Radical sobre el actual momento político tras las elecciones
del 24 de febrero de 1946.
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