Sospecho que en Mendoza, cuando piensan en mi relación con
Llaver, el recuerdo popular puede remitirse a aquellas jornadas de 1986, cuando
el gobernador decidió tomar los Nihuiles para reclamar ante el presidente de la
Nación medidas urgentes para resolver un antiguo problema local.
Este episodio tuvo tanto impacto en su época, que muchos
asociaron ese momento con lo que sucedía en los años ’20, cuando el “Gaucho”
Lencinas debatía con el presidente Hipólito Yrigoyen: ambos radicales, ambos
comprometidos con la democracia y los problemas de la sociedad, pero con
enfoques metodológicos distintos.
Es que la tradición política de los radicales mendocinos
es muy especial. Son muy celosos de su
autonomía. Cuando no están de acuerdo con las políticas nacionales, no tienen
problema en plantearlo y defenderlo con toda su energía y convicciones. Debo
confesar que justamente por ello, la Unión Cívica Radical tiene la capacidad de
renovarse permanentemente, pues dentro de un marco de ideas compartido, se
respeta el disenso. Si continuamos así, esta fuerza va a seguir dando nuevos
aportes a la Argentina a lo largo de todo el siglo XXI. En ese sentido, creo
que el caso de Llaver es digno de atención y estudio para los dirigentes
radicales de las distintas provincias argentinas y, naturalmente, de los
dirigentes nacionales, que tenemos que nutrirnos de los aportes de esas
tradiciones regionales. Sobre todo para aprender a escuchar cada vez más con
mayor atención.
No resulta fácil sintetizar en pocas líneas toda una vida de
lucha, amistad, pasión, angustia, alegrías y sueños con Santiago Felipe Llaver.
Los recuerdos se me vienen a la mente, en aquellos agitados años ’60, cuando
los modelos autoritarios se enseñoreaban en Argentina y América Latina en
general; muchos percibían la democracia como una idea débil, demasiado teórica
y poco adecuada para resolver los problemas del país.
En aquel contexto, muchos periodistas, políticos, militares,
empresarios y dirigentes gremiales pensaban, quizá de buena fe, que la
democracia no era el medio dentro del cual podíamos encontrar el camino,
crecer, pensar.
Pocos, muy pocos podían sentarse a conversar con la firme
convicción de que el camino pasaba por allí. Que la paz y la vida necesitaban
de la democracia como del aire para vivir.
Fue uno de los grandes diputados del bloque que acompañó la
gestión del ilustre argentino Arturo Illia, más tarde, en los difíciles
momentos de la Reforma constitucional, tuve nuevamente el honor de recibir su
confianza y aprobación.
En este contexto se estrechó mi amistad con mi querido amigo
Santiago Felipe Llaver. Aprendí a conocerlo, comprenderlo, quererlo y hasta
admirarlo. Debo admitir que muchas veces me sentí desalentado y cansado de
luchar. El país corría a la derecha, los dictadores eran aclamados en los
estadios deportivos como césares romanos, la prensa golpeaba la democracia
hasta hacerla caer, las universidades sufrían la fuga de cerebros…, muchos de
los buenos se iban, el campo quedaba abandonado a los autócratas… Había muchos
motivos para estar preocupado. Precisamente en esos años, la compañía
silenciosa de hombres como Santiago Felipe Llaver era la fuente de energía, el
respaldo que necesitábamos para no bajar los brazos, para seguir adelante,
aunque no hubiera esperanza de ver el sol de la democracia por mucho tiempo.
A principios de los años ’70 Llaver fue uno de los pilares
del interior de la Argentina, que se animó a liderar la renovación de la Unión
Cívica Radical. Eran los tiempos de la hegemonía del antiguo balbinismo.
Algunos nos habíamos formado en esa escuela pero resolvimos aportar nuevos
enfoques. También éste era un camino futuro incierto, el cual había que dedicar
muchos años de sacrificio para alcanzar algún fruto. Allí estuvo también
Felipe, dispuesto a luchar en función de un proyecto de democracia social.
Ya en esos años, en los actos proselitistas que organizamos
en Mendoza para explicar nuestra propuesta de renovación de la Unión Cívica
Radical, Felipe Llaver comenzó a esbozar lo que luego iba a realizar en su
gestión de gobierno. Como radical de una provincia con fuerte tradición
federal, Llaver señalaba ya una década antes de llegar al poder el problema de
los recursos energéticos y la defensa de los derechos de la provincia. En esos
años, nosotros teníamos un discurso más abstracto, con más categorías
conceptuales. Entendíamos que el objetivo principal era recuperar la
democracia, con un proyecto social, para después bajar a las políticas
concretas. En cambio Llaver ya estaba preocupado por medidas típicas de hombres
de Estado.
En ese sentido, es preciso valorar el aporte de Llaver a
nuestro partido. Porque en el marco de una fuerte tradición opositora, no eran
muchos los que pensaban seriamente en actuar sobre la realidad desde el poder.
La UCR ha sido un partido con poca voluntad de poder, y Llaver le aportó mucho
en ese sentido.
En los largos años de oposición Llaver podía pensar con
sentido práctico; pero una vez en el poder, supo mantener la pureza de ideales
del opositor. Es decir, Llaver hizo exactamente lo opuesto a lo del
oportunista, que cuando está lejos del poder formula promesas irresponsables, y
una vez en el cargo se entrega al pragmatismo más descarnado. Felipe, en
cambio, tuvo un criterio coherente a lo largo de su vida, ya en la oposición,
ya en el gobierno.
Muchos se asombraron de las medidas que tomó Llaver durante
su gestión. Pero en realidad, no había motivos para ello, pues Felipe se limitó
a desarrollar las ideas que había planteado en cuarenta años de militancia.
Esto me pasó a mí personalmente.
Cuando Felipe viajaba de Mendoza a Buenos Aires, muchas
veces no presté la debida atención a lo que él ya había señalado en su
trayectoria anterior. Si lo hubiera hecho, me hubiera dado cuenta de que las
decisiones de Llaver eran perfectamente predecibles.
Precisamente, este libro viene a reflejar estos temas. A
través de esta recopilación de antecedentes, sus autores aportan datos que
permiten comprender con mayor claridad cómo llegó Llaver a la gobernación, qué
quería hacer con Mendoza, y por qué tomó las decisiones principales de su
gestión.
Entrando en el siglo XXI, vemos que en el contexto
internacional ha variado mucho, lo mismo que los aspectos políticos,
económicos, sociales y culturales del país y de Mendoza. No obstante ello, este
trabajo resulta interesante porque se mantienen intactos los valores que, en su
realidad concreta, Felipe Llaver sostuvo a lo largo de medio siglo de
militancia. En ese sentido, este texto puede aportar al debate para los
dirigentes y militantes de la Argentina que se viene.
Fuente: Prólogo de Raúl Ricardo Alfonsín. Ex presidente de la
República del libro Santiago Felipe Llaver. Introducción a medio siglo de
Historia de Mendoza, de Pablo Lacaste y Rodolfo Moyano (coordinadores).
Universidad de Congreso. Ediciones Culturales de Mendoza. 2001.
Quienes están el la foto ?
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