A la tercera conferencia, del 18 de octubre, concurren H.
Yrigoyen que lo hace a titulo personal y el doctor Oscar Liliedal en representación
de D. Bernardo; Gutiérrez comunica su inasistencia.
Pellegrini esgrimió el argumento de una "solución patriótica", debiendo
haber un acuerdo sobre los candidatos de la sucesión presidencial, entre los políticos
presentes.
Sigue Mitre, reconociendo el patriótico propósito del señor
presidente y que el como su partido, estaban dispuestos "incondicionalmente"
a secundarlo.
Entonces, se hace oír la voz de una ética política, de Yrigoyen
que dice: “la Unión Cívica Radical no
solo no estaba incondicionalmente dispuesta a secundar los planes del
presidente, sino que este no cumplía con su deber, debiendo colocarse en su
puesto; la presidencia futura debía surgir de comicios libres y no de un pacto
o conciliábulo”.
Objetando Pellegrini: Y ¿Como
quiere el doctor Yrigoyen que me coloque en mi puesto si siento que me quema la
cara las llamaradas de una revolución de su partido? Contesta Yrigoyen
severamente: "Cumpla el Presidente
de la Republica con su deber, garantice el comicio y vera como no le quema la
cara las llamaradas de ninguna revolución radical".
Del Valle apoya el criterio presidencial, no solo como un
derecho sino como un deber en circunstancias trascendentales. Interrumpido por
el doctor Yrigoyen, quien aclara que en circunstancias anormales el presidente podía
tener ese derecho, pero no cuando la Nación toda solo reclamaba comicios
garantidos para darse sus gobiernos legítimos. (Ver Documentos y conferencias
con F. Alcorta y R. Saenz Pena.)
Después ocurre el episodio, entre Quintana y Mitre, cuando
el primero trata a Yrigoyen de "mocito petulante" replicándole Mitre:
“no solo no es petulante, sino una gran
esperanza para la patria”
Mientras Yrigoyen da un golpe moral al acuerdo en su mismo reducto, Alem denunciaba en el Senado (setiembre 1891), otra faz de la situación nacional, unida al acuerdo: "Se quiere evitar la lucha, no de dos partidos organizados, sino la lucha del partido popular con los gobernadores de provincia manejados por el Presidente de la Republica".
Testimonio del Dr. Hipólito Yrigoyen
Tal como se planteó en los clásicos manifiestos del 90, 93 y
905, y en la consecutiva documentación pública de las altas direcciones de la
Unión Cívica Radical, y como lo reiteró ante el señor vicepresidente de la
República en ejercicio de la presidencia, doctor Pellegrini, en la memorable
reunión a que convocara a un número de ciudadanos de las distintas
representaciones públicas, a la que asistí conjuntamente con él doctor Oscar
Liliedal, respondiendo a la invitación que el Señor Presidente hiciera a la Unión
Cívica Radical, y en la que se encontraban el general Mitre, el doctor
Aristóbulo del Valle, Manuel Quintana, más otros señores, y en la cual debí
rebatir y refutar la proposición de concordancia que para evitar la contienda
electoral, propusiera el señor Presidente como solución patriótica, tan nefasta
en la vida representativa de la Nación, y a la que se adhirió
incondicionalmente —dijo—el General Mitre.
Pero, ante los opuestos razonamientos con que dilucidé la
cuestión, desentendiendo totalmente sobre ella, no insistieron en la
proposición formulada, limitándose el doctor Pellegrini a expresar que, como
podía colocarse en la situación a que yo me refería, cuando como Presidente
estaba sintiendo sobre su rostro el calor de una revolución y que era
precisamente de mi partido, a lo que contesté en síntesis: que se colocara el
Presidente en la línea de conducta que le marcaba la Constitución y sus leyes
correlativas y que estuviera seguro de que tendría en la institución cívica que
representábamos el primer factor de la tranquilidad y de la seguridad pública.
El General Mitre no insistió y por el contrario hizo
manifestaciones visibles de asentimiento a los juicios que yo había emitido,
formulando después elogiosas manifestaciones a mi respecto.
El Dr. del Valle se concretó a decir que coincidía en gran
parte con mi pensamiento, pero que creía que había momentos en la vida de los
pueblos, en que los Presidentes podían y hasta debían consultar a los
ciudadanos que creyeron más capacitados. Le observé que condecía con ese
raciocinio y que me lo explicaba muy bien cuando sucesos de un orden inesperado
o extraordinario, requerían una mayor consulta de juicio superior, pero de
ninguna manera cuando se trataba de elementales reglas de gobierno para
garantir y cumplimentar el ejercicio del derecho electoral.
Como algunos de los otros señores nos preguntaron si
podíamos atender proposiciones, les hice presente, que nuestra misión estaba
definida por las consideraciones aducidas.
Así terminó la conferencia, siendo despedidos por el Señor
Presidente y demás señores con toda cordialidad y que dejo referida más o menos
en los términos con que se hizo pública en toda la prensa.
Quedó así confirmada ante la más alta autoridad del
gobierno, que no había ventaja ni beneficio que pudiera desviar a la Unión
Cívica Radical de la suprema idealidad, con que desde su punto de partida,
emprendía la ímproba empresa de la reparación fundamental de la Nación.
Concurrió generosamente a la vida electoral con la
legislación del régimen, pero aleccionada por los sucesos, pudo apercibirse de
que por ese camino no iría sino a todos los desmedros y a todos los desencantos
públicos, y entonces resolvió renunciar a las representaciones oficiales que
tenía, reconcentrándose hacia la abstención, manteniendo su altiva protesta y
dando los motivos de su recogimiento, que duró dos años en una serena
contemplación de los sucesos y la decisión de no salir de ella, sino para
afrontar y abordar comicios honorables y garantizados.
Fuente: -Hipólito Yrigoyen "Pueblo y Gobierno" Tomo I Vol. I Reparación-Intransigencia, Selección, anotación y ordenamiento por Hector Rodolfo Orlandi, Jorge Rodolfo Barilari y Roberto Etchepareborda, Editorial Raigal 1953.
-Quinto escrito de defensa de H. Yrigoyen, ante la Corte
Suprema de Justicia, 8 de septiembre de 1932
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