Sr. Presidente (Benítez).
— Tiene la palabra el señor diputado por la Capital.
Sr. Rabanal. — Señor
presidente: nosotros, los hombres que representamos en el seno de esta Cámara a
un vasto sector del pueblo argentino, afrontamos la extraordinaria responsabilidad
de participar en el debate sobre radicación de capitales extranjeros, creyendo
que con nuestro punto de vista haremos posible que la contribución que hoy y
siempre ha ofrecido en la solución de los candentes problemas del país el
radicalismo, sirva como punto de referencia para medir también el patriótico y la
abnegación con que esta fuerza, tradicionalmente argentina, se coloca una vez
mas al servicio de los grandes y permanentes intereses de la Nación.
No entraremos al análisis de este proyecto haciendo el
comentario de la cuestión pequeña y sirviendo a minúsculas pasiones. Por encima
de todo, somos argentinos. Es nuestro deber decir y fijar nuestra posición con
serenidad, pero también con valentía y si a temor. Están en juego en este
instante los destinos de la Republica; esta en juego en este instante el futuro
de 18 millones de habitantes; acaso este en juego el destino de America, señor
presidente.
Escuchaba recién al señor diputado Camus, por quien guardo
personalmente una gran consideración, porque lo se estudioso de los problemas económicos
del país. Es esta una magnifica oportunidad para hacer un examen exhaustivo de
los resultados de una conducción política que ya en este ano cumple diez en el
ejercicio del gobierno del país. Digamos que este proyecto es la confesión del
fracaso de una política económica y social; es la revisión total de los grandes
planes y grandes líneas políticas, financieras, económicas y sociales de la
Republica, que van desde la renuncia a la reforma agraria, al restablecimiento
de los monopolios extranjeros; es la postergación de nuestros sueños de
independencia energética; es la conducción foránea de nuestra industria; es la
renuncia a nuestro desarrollo nacional; es la entrega del control de nuestra
riqueza; en una palabra, esperemos que no sea, acaso, el sometimiento al
capital imperialista de la futura autodeterminación argentina.
Es necesario, señor presidente, que digamos estas cosas con
toda claridad. Hay un proceso de euforia que marca una serie de etapas en la conducción
política del país, por parte del régimen justicialista.
No podemos dejar de decir que el justicialismo encontró al país
en pleno desarrollo de sus posibilidades económicas; que encontró seis mil
millones de pesos en oro y divisas acumulados antes de la llegada del régimen
peronista, producto del trabajo de todos los argentinos sin distinción de
matices ni banderías. También encontró los graneros llenos de cereales, los
campos poblados de ganado y una moneda respetada dentro y fuera del país.
—Varios señores diputados hablan a la vez, y suena la campana.
Sr. Rabanal. — La
revolución del 4 de junio a su llegada al gobierno encontró respeto
internacional y la confianza del mundo en las reservas espirituales de la
Republica. Por eso decimos hoy: el progreso de la Republica es y sera una cuestión
de confianza.
¿Pueden llegar al país, sin condiciones previas ni tratos
especiales, capitales honestos que estén dispuestos a servir de verdad a la Nación?
Yo afirmo que si. Pero esos capitales honestos llegaran a servir de verdad el interés
nacional el día que se restablezca el orden jurídico y se asegure la autodeterminación
del hombre en la Republica? Sin respeto por la libertad en todas sus formas,
sin concordia y paz interiores, no podrá haber confianza exterior.
Desgraciadamente, cada vez que los hombres de la Unión Cívica
Radical señalábamos desde estas bancas, desde los estrados de los organismos
partidarios y, cuando lo podíamos hacer, desde las plazas y calles de la
Republica, nuestra discrepancia con el régimen frente a estos aspectos vitales
para la vida de la Nación, los hombres del oficialismo afirmaban que estábamos
en contra de los intereses del país.
Se olvidan ellos que las discrepancias entre los grandes de
la patria han sido uno de los factores decisivos en la vida e historia de fundamentales
acontecimientos de la Nación en su lucha por la consolidación democrática de
sus instituciones libres.
Moreno discrepo con Saavedra; Belgrano discrepo con los
hombres de la Junta; San Martín discrepo también con el Directorio y con el Congreso
de Tucumán; Rivadavia con los hombres de su tiempo; Sarmiento con Alberdi;
Urquiza con Sarmiento; Mitre con Roca; Yrigoyen con Pellegrini y Sáenz Peña;
pero todos por igual, con sus discrepancias y sus puntos de vista, muchas veces
antagónicos, proyectaron a través de su pensamiento la luz necesaria para
ensanchar los horizontes de la patria y afirmar al país en la senda del
progreso, en su marcha hacia la consagración definitiva ante los pueblos de
America y del mundo.
Frente a este debate cabe preguntar entonces: ¿que significa
el proyecto que estamos considerando? ¿Es o no la vuelta a un régimen de
concesiones, hábilmente disimulada? Cuando escuchaba hace un instante al señor
diputado Camus, pensaba que podría haberse justificado en parte un plan de atracción
de capitales cuando aun teníamos indios a las puertas de la Capital Federal.
Hoy, a cien años de aquella hora, etapa inicial del desarrollo primario de
nuestra economía, confieso que no tiene explicación esta forma anodina e
incontrolada en que se abren de par en par las puertas de la Republica para que
entren capitales que vendrán a cumplir quien sabe que designios, en nombre de
los intereses de las grandes agrupaciones y consorcios internacionales que
ellos representan. Yo confieso que esto no tiene explicación.
Los diputados de la mayoría tienen que saber que Estados
Unidos se libero definitivamente de todo tutelaje extranjero con la primera guerra
mundial.
La Argentina paso, con la segunda guerra mundial —gran
acontecimiento en nuestra historia económica y política—, de país deudor a país
acreedor. En ese instante, los que poco o nada habían hecho por esa
independencia económica, fueron a Tucumán a proclamarla. Pero ahora es el mismo
régimen que la proclamo, el régimen justicialista, quien resigna una conquista
que pudo haber sido de liberación total y que podría haber asegurado
definitivamente ante America y el mundo el destino que soñaron San Martín,
Belgrano, Rivadavia y Sarmiento, para nuestra Republica.
Se puso tanto énfasis en aquella oportunidad que se hablo
hasta de liberación industrial. Ahora resulta que no es cierto.
Sr. Rumbo. — No
se resigna nada; al contrario, se afirma, como lo voy a demostrar.
Sr. Rabanal. — Se
ha dicho con frecuencia —se proclama todavía— que hemos logrado un alto índice
en nuestro desarrollo industrial. Yo me pregunto si este es el grado de expansión
industrial conquistado; si esta es la realidad que nos entregue el gobierno
justicialista. Capacidad industrial es otra cosa, señor presidente. Capacidad
industrial no es la que proclama la radio, la prensa, la Subsecretaria de
Informaciones, magnifico ministerio de propaganda de tipo totalitario que tiene
la Republica. Nosotros queremos y luchamos para desarrollar una autentica industria
nacional, cuyos beneficios los palpen los 18.000.000 de habitantes.
Sr. Rocamora. —
Es la primera vez en la historia argentina que la palpan.
Sr. Rabanal. —
Queremos apoyar a una honesta industria nacional cuya obra se traduzca en
beneficio positivo de la familia argentina a través del confort hogareño, y sus
más urgentes necesidades.
Queremos que ella sea la mejor aliada del hombre del campo
argentino, para que así pueda disponer de un tractor a un precio diez veces
menor del que tiene que pagar hoy, como con- secuencia del régimen de reforma
agraria que le prometió el gobierno que hoy dirige los des- tinos de la
Republica.
Queremos que hasta la familia que habita el rincón más
lejano de la Nación pueda comprar su heladera, y no a un precio de ocho o diez
mil pesos, como sucede actualmente. Queremos que el automóvil no sea un
artículo de lujo, reservado para aquellos que le dedican sus triunfos al presidente
de la Republica y al régimen justicialista. Queremos que ese automóvil este al
servicio de las necesidades permanentes de todos los argentinos, y no para que
aquellos que los reciban hagan luego pingues ganancias, vendiéndolos a
doscientos o doscientos cincuenta mil pesos cada uno, como esta aconteciendo
con los Mercedes Benz.
El señor diputado por San Juan ha dicho que no será esta una
etapa más para los capitales de los grandes consorcios internacionales.
Sr. Camus. — Así
es.
Sr. Rabanal. — Ha
dicho que no podrá llegar el capital que represente al autentico imperialismo.
Pero yo debo recordarle al señor diputado que todo este proceso arranca con
Chapultepec. Participamos así del desarrollo de un esquema capitalista que
tiene allí la primera etapa de concreción, como consecuencia de los acuerdos de
Bretton Woods, conferencia en que se establece el régimen del reordenamiento económico
mundial de posguerra. ¿Podemos olvidar ya que no es un secreto para nadie que
el Banco de Reconstrucción y Fomento, el Fondo Monetario Internacional y el
Banco de Importación y Exportación habían sido proyectados por el Departamento
del Tesoro americano? Debimos haber fijado allí con toda claridad nuestra posición,
frente a que ya fatalmente el gran
capital internacional exigía para la redistribución de su excedente industrial
y de sus inversiones de capital en Latinoamérica, en Asia, en África y acaso en
Europa.
Es entonces Chapultepec, justamente, el punto de partida de
aquella etapa que culmina con la radicación de capitales extranjeros-. Primero
en otros países de Latinoamérica, hoy en nuestro país. Luego La Habana, Río de
Janeiro y Bogota, son otros tantos procesos de entrega de la autodeterminación
y la soberanía argentinas, aspectos, estos, que ya hemos comentado aquí, y que
han señalado otros compañeros de la representación en ocasión de considerarlos.
Nosotros no podemos olvidar que el plan Marshall fue la esperanza
que acaso en un momento determinado utilizo Miranda como slogan para justificar
el derroche de 6.000.000 000 de pesos, fruto del sacrificio y esfuerzo de
muchos millones de argentinos. Esas divisas sirvieron en aquel instante para
hacernos exhibir a los argentinos en condiciones de participar con Estados
Unidos en la ayuda al resto de America latina. Recuerdo justamente las palabras
de Orlando Maroglio, presidente del Banco Central, en aquella sesión IV de la
Conferencia de Bogota, en 1948, cuando dijo: Europa, se halla descapitalizada.
En America, Argentina y Estados Unidos serán los dos sectores capitalistas que podrán
participar del desarrollo económico de America latina, ya que otros países del
continente se hallan sin disponibilidades y las naciones restantes están
evidentemente empobrecidas.
Sr. Gianola. —
Pero nunca haciendo imperialismo y esclavizando con los capitales.
Sr. Rabanal. —
Este planteo capitalista de Maroglio se complementa con aquella otra empresa,
descabellada y sin sentido común, de quienes alentaron la creación del Banco de
las Antillas, la instalación de galpones y frigoríficos en el puerto de Nueva
Orleans, la construcción de elevadores de granos en el puerto «franco» de Cádiz,
para almacenar cereales que luego venderíamos a Europa, así como la construcción
de grandes depósitos para almacenar aceite de lino en el puerto de Copenhague.
Luego nada de eso aconteció, ya que tuvimos que corner pan negro, comprar trigo
americano y racionar el consumo de carne en el país.
También nos trae malos recuerdos el aceite de lino, porque sirvió
para exhibir una política suicida en materia de conducción económica. Nosotros señalamos
en su oportunidad, desde estas bancas, el craso error que cometía el gobierno
pretendiendo vender a precios prohibitivos los cereales y el aceite de lino a
los pueblos que habían dado su sangre y su esfuerzo para asegurar la libertad
de todos los hombres del mundo y también la de los argentinos, que no habíamos
participado de la guerra...
Sr. Gago. — Todos
esos pueblos son amigos de la Argentina, de modo que no puede decir eso.
Sr. Rabanal. —...episodio
que fue en ese instante la negación de la tradicional- hidalguía argentina en
materia de solidaridad y ayuda a los pueblos necesitados.
Pero conviene que recordemos que aquel tipo de conducción económica
fue en perjuicio de los agricultores argentinos, porque ello obligo a Estados
Unidos a sembrar mucho mas lino ->asando de pronto del décimo al primer
lugar en la producción mundial de lino. Todavía hoy estamos esperando que «nos
traigan las casas a pintar» a la Argentina.
Hoy están nuestros productores e industriales todavía a la
espera de que se materialice aquella ilusión peronista fruto de la miopía
comercial de Miranda que quería una vez mas, con el plan Marshall, especular a
costa del hambre y la miseria de los pueblos que salieron a luchar en defensa
de la libertad y dignidad humana. (¡Muy bien!; ¡Muy bien! Aplausos.)
Sr. Martínez. —
Lo que dice el señor diputado no tiene nada que ver con el proyecto que
considera la Cámara.
Sr. Rabanal. —
Estoy en el asunto, señor presidente. . .
Sr. Gianola. — No
ha dicho nada de la radicación de capitales extranjeros.
Sr. Rabanal. — ..
.porque me refiero a la política económica desarrollada en determinado momento
de la vida argentina, política de despilfarro y derroche, que hoy obliga al
gobierno a recurrir al capital foráneo. Quiero a esta altura de mi exposición
afirmar que nosotros no estamos ni hemos estado jamás en contra del pueblo
americano; pero estaremos, como estuvimos siempre, en contra del imperialismo
de Wall Street, que sojuzga y aniquila la autodeterminación de los pueblos;
estaremos siempre de pie frente a los grandes consorcios y a las grandes
agrupaciones financieras, que no representan ni interpretan los sublimes
ideales pan- americanistas de paz y confraternidad, que alentó la obra de
Washington, Jefferson, Lincoln y Roosevelt.
Dejo en este aspecto perfectamente definido cual es el
pensamiento de la Unión Cívica Radical en su larga lucha frente a los capitales
cuya política colonialista pretende destruir la conciencia nacional de los
pueblos de America latina.
Por ello advertimos en esas oportunidades que estaba en peligro
la independencia, la soberanía y la autodeterminación argentina, y negamos así
nuestro voto a asuntos que, como el de la firma de los pactos de Río de
Janeiro, constituyen un baldón y una vergüenza para la Nación. Por ello también,
cuando en Bogota vimos que el general Marshall llegaba, no ya para decir a los
representantes de los pueblos allí reunidos que, para su desarrollo económico, contarían
con el apoyo y la ayuda que Estados Unidos había ofrecido en la Conferencia de
Chapultepec en 1945, sino para anunciarles que su país no podría cumplir los
compromisos contraídos y que, en consecuencia, debían brindar privilegios
especiales al capital privado, pensábamos ya que la Argentina no podía aceptar
tal imposición del capitalismo internacional.
Sr. Gianola. — No
esta en la cuestión el señor diputado.
—Varios señores diputados habían a la vez.
Sr. Presidente (Benítez).
— Como varios señores diputados observan que la exposición del señor diputado
por la Capital no se ajusta al proyecto en debate, la Presidencia le ruega
quiera volver a la cuestión.
Sr. Rabanal. —
Entiendo, señor presidente, que este aspecto de las grandes inversiones
privadas que allí se proyectaron como parte del plan de ayuda y desarrollo de
las economías regionales de Iberoamérica, tienen estrecha relación con las
cuestiones económicas y políticas de nuestro país, porque el formo parte del
con- junto de naciones que participaron de los episodios de Chapultepec, La
Habana, Río de Janeiro y Bogota.
Decía que el general Marshall no llego a Bogota a hablar
como hablaron los delegados americanos que participaron de la Conferencia de
Chapultepec. En Bogota hablo de la imposibilidad de la ayuda americana y de la
necesidad de que los países menos desarrollados utiliza- ran las inversiones de
los capitales privados, capitales que no tendrían ningún inconveniente en
llegar a todos y cada uno de los pueblos de Latinoamérica, pero siempre que se
les otorga- ran buen trato, las garantías necesarias y se les asegurara que no
serian confiscados ni nacionalizados.
Ese preanuncio de Bogota fue hecho por el general Marshall
no en tono fraterno y cordial. Cuando hablo de trato justo a los capitales
extranjeros lo hizo en tono admonitorio; allí no fue a pedir, sino a exigir. ¿Que
significaba ese cambio para los argentinos? La confesión paladina del fracaso
de una conducción en la política internacional de nuestro país. Nosotros
cargábamos allí con la responsabilidad de participar en el proceso de apoyo a
la política de una central mundial económica cuyas líneas generales habían sido
elaboradas en Bretton Woods. Y hoy tenemos los resultados, esta es la consecuencia
final: la Argentina, también como otros pueblos de America, cae hoy bajo la
orbita de capitales sin patria, episodio que tira por tierra la teoría
anticapitalista que han sostenido hasta hace poco la mayoría de esta Cámara y
el propio gobierno de la Nación.
—Hablan varios señores diputados a la vez.
Sr. Rabanal. — Extraña
paradoja que nosotros tenemos la obligación de denunciar al pueblo de la
Republica.
Sr. Rumbo. — El señor
diputado ha dicho que estos son los efectos del acuerdo de Bretton Woods. Yo le
pregunto —y deseo que me conteste lealmente— si la Argentina es signataria del
pacto.
Sr. Alende. — ¡Si
fuera por ustedes, lo seriamos!
Sr. Rumbo. —
Conteste la pregunta el señor diputado.
Sr. Rabanal. — El
Poder Ejecutivo envió al Congreso los acuerdos de Bretton Woods, para su ratificación.
El Senado los voto favorablemente. La valiente posición adoptada por la Unión Cívica
Radical en esa oportunidad, al oponerse a la entrega, es una página en la historia
de la dignidad nacional que no nos podrá arrebatar el peronismo.
Sr. Alende. — Los
acuerdos los mando el Poder Ejecutivo, y por el radicalismo no son ley de la Nación.
Sr. Rumbo. — La
Republica Argentina no es signataria de los acuerdos de Bretton Woods.
Sr. Alende. — El
Poder Ejecutivo envío los acuerdos, que fueron aprobados por el Senado y
despachados por la mayoría de la comisión de la Cámara.
-Hablan varios señores diputados a la vez, y suena la campana.
Sr. Presidente (Benítez).
— Continúa en el uso de la palabra el señor diputado por la Capital. La
Presidencia recuerda la necesidad de que el señor diputado refiera su exposición
al asunto en debate.
Sr. Rabanal. —
Estoy en ello, señor presidente.
Nosotros estamos tratando de hacer un examen de todo el
proceso de la situación internacional del país, porque este proyecto de
radicación de capitales exhibe, en forma clara y concreta, cual ha sido en
definitiva el propósito que el Poder Ejecutivo ha perseguido, ya en ocasión de
anunciar el segundo Plan Quinquenal, al señalar que seria posible la
participación de capitales extranjeros. Pero antes de referirme a esos
aspectos, quiero agregar algo que atañe a un sector de la mayoría oficialista
de esta Cámara y al pensamiento de la clase trabajadora, respecto de su posición
frente a las fuerzas opresoras del capitalismo internacional.
Sr. Gianola. — La
mayoría no tiene sectores.
Sr. Rabanal. —
Dijimos en aquella oportunidad que nos extrañaba sobre manera que los diputados
representantes de las fuerzas del trabajo estuvieran de acuerdo con un proceso
cuyos esquemas capitalistas habían servido y seguirán sirviendo para sojuzgar
la voluntad y la autodeterminación de los obreros de Latinoamérica.
Sr. Gago. — Los obreros seguirán votando
por Perón.
Sr. Rabanal. —
Hasta uno de los señores diputados de la mayoría, el señor diputado Díaz de
Vivar, dijo en aquella ocasión lo siguiente, que entiendo es de palpitante
actualidad, en afirmación de nuestra preocupación:
«Las organizaciones
obreras deben estar muy advertidas y muy alerta porque, en mi opinión, los
acuerdos de Chapultepec son el magnifico puente de plata tendido para que la
dictadura del supercapitalismo denunciada por el presidente Roosevelt en el año
1938 penetre profunda y definitivamente en los países débiles de Latinoamérica,
hasta transformar todo el continente en una inmensa factoría sometida a su
explotación.»
Sr. Rumbo. — Con
el justicialismo no hay ningún peligro.
Sr. Rabanal. —
Como ven los señores diputados, el señor diputado Díaz de Vivar anuncio
entonces algo que nosotros también denunciamos en aquel momento, y que tiene
estrecha relación con el proyecto que consideramos porque en mi opinión será el
punto de partida para someter, como ya ha pasado en otros sectores de Centro y
Sur America, la autodeterminación de los obreros libres de nuestro país.
Sr. Gago. — Antes
había penetración económica sin ley; ahora habrá una ley reguladora de las
inversiones extranjeras.
Sr. Rumbo. — Las
afirmaciones del señor diputado Rabanal están totalmente desvirtuadas por los
hechos.
Sr. Díaz de Vivar.
— Como he sido aludido, desearía que el señor diputado me permitiera una interrupción.
Sr. Rabanal. —
Si, señor diputado.
Sr. Díaz de Vivar.
— Previamente desearía que el señor diputado me dijese como fueron en aquella
oportunidad la opinión y la conducta oficial de la Unión Cívica Radical.
Sr. Rabanal. — El
radicalismo fijo con precisión y claridad su posición, a través de la palabra
señera de Arturo Frondizi y Luis Dellepiane.
Sr. Díaz de Vivar.
— ¿Como voto el radicalismo?
Sr. Rabanal. —
Gracias a la valiente actitud de la Unión Cívica Radical, los acuerdos de Bretton
Woods, que tanto preocupaban al señor diputado, no fueron ratificados. El señor
diputado sabe que en esa oportunidad estuvimos al servicio de la verdad
argentina.
Sr. Díaz de Vivar.
— El diputado Díaz de Vivar, que ha tenido el honor de ser aludido por el señor
diputado en forma personal y directa, ha tenido el valor personal —permítasele
esta jactancia— de enunciar una opinión en disidencia con su bloque.
En cambio, el bloque de la Unión Cívica Radical tuvo en esa
oportunidad, como en tantas otras, falta de coraje moral para arrastrar la opinión
publica, y adopto una actitud absolutamente elusiva.
Sr. Belnicoff. —
El señor diputado no conoce la materia.
—Varios señores diputados hablan simultáneamente, y suena la campana.
Sr. Presidente (Benítez).
— Continúa en el uso de la palabra el señor diputado por la Capital.
Sr. Rabanal. — El
coraje y la valentía exhibidos por la Unión Cívica Radical a lo largo de su
lucha por la significación de la Republica no podría desvirtuarlos el señor
diputado con palabras de oportunidad. En materia internacional el radicalismo
tiene una historia que nada ni nadie podrá destruir, porque es parte de la vida
de la patria misma. La conducta del presidente Yrigoyen en defensa del honor nacional,
en horas inciertas para la Nación, puede ser exhibida juntamente con la
magnifica afirmación del principio de autodeterminación de los pueblos
sostenida en Ginebra como dos de las mas grandes banderas que la Unión Cívica
Radical enarbolo en nombre de los argentinos, para felicidad y gloria de los
pueblos de America y el mundo.
Por eso hoy repetimos, una vez mas, que cuando se trata de
considerar cuestiones fundamentales estaremos siempre al servicio de la causa
de la Republica. Al señalar los aspectos negativos del proyecto de ley que
estamos considerando, estamos demostrando que acaso con su sanción pueda
llegarse a la destrucción de una conciencia nacional y, con ella, la evolución
del país en sus pianos económicos, financieros y, quizá, militares, sociales y
culturales. No podemos olvidar —y es bueno que lo tengan presente los diputados
de la mayoría— que en la historia de America libre hay una larga lucha por el
logro de la hegemonía política, económica y espiritual de sus pueblos. Los
hombres del radicalismo, a pesar de nuestra modesta fuerza material, debemos
sentirnos orgullosos de haber sido en este sector de Iberoamérica una gran
fuerza de oposición moral a todos los sueños imperialistas de los funestos
monopolios capitalistas. Por eso repetimos hoy lo que ya dijimos ayer: los
pueblos como el nuestro no pueden abandonar, en manera alguna, ni renunciar al
concepto sagrado de soberanía. Hacer lo contrario será aun, por muchos anos, renunciar
al derecho de defender su individualidad y su propia esencia nacional.
Lamento que una interrupción de carácter personal pueda ser
aprovechada para pretender inferir un agravio a la Unión Cívica Radical.
Rechazo la imputación que acaba de formularse, y expreso que" nosotros, en
el asunto de Río de Janeiro, exhibimos una vez mas el "coraje civil argentino
al denunciar la entrega de las fuerzas del país al servicio del imperialismo.
(Aplausos.)
Los hombres de la Unión Cívica Radical hemos venido siguiendo
de cerca esta reconciliación peronista con el régimen capitalista internacional.
—Varios señores diputados hablan simultáneamente, y suena la campana.
Sr. Alende. — Señor
presidente: que no sigan interrumpiendo los señores diputados.
Sr. Presidente (Benítez).
— La Presidencia, que no dispone de micrófono, no puede hacerse oír en la misma
forma en que se oye a los señores diputados que participan en el debate; pero
recuerda que hay diputados del sector de la minoría que interrumpen de continuo
los discursos de los señores diputados de la mayoría.
Sr. Rabanal. — Decía,
señor presidente, que la etapa previa al envío de este proyecto de radicación
de capitales, se caracterizo por una serie de actos que denuncian un proceso
que, desde estas bancas, hemos venido señalando permanentemente.
Cuando hace varios meses se inicio desde el seno de esta Cámara
la campana contra las agencias noticiosas extranjeras, que dio origen a la designación
de la comisión especial bicameral ya constituida, creímos que ello implicaba
ventilar a fondo otra etapa en las relaciones de dos pueblos. Pero ¿que ha
pasado últimamente? ¿La que se debe el cambio fundamental del tono de la prensa
oficialista con respecto a Estados Unidos?
Ya dijo el señor diputado Alende días pasados, al comentar
los artículos de «Descartes», que se observaba una rara reconciliación entre el
gran capital norteamericano y el gobierno argentino. Rara reconciliación que
tiene una serie de antecedentes que yo debo recordar. Comenzó con el regreso de
nuestro embajador doctor Paz después de haberse entrevistado en Washington con
el secretario de Estado americano Foster Dulles, seguramente para ocuparse de
este proyecto.
Sr. Presidente (Benítez).
— La Presidencia hace presente al señor diputado por la Capital que esta en discusión
el proyecto de ley que establece normas para inversiones extranjeras, y no las
relaciones con Estados Unidos de America.
Sr. Rabanal. —
Destaco la coincidencia de las declaraciones del representante del presidente
de Estados Unidos de Norte America con las afirmaciones del Departamento
Latinoamericano acerca de la conveniencia del realizar inversiones
norteamericanas en nuestro país; el telegrama de «La Prensa», fechado en
Londres el 11 de julio, que anuncia que el doctor Milton Eisenhower viene a
ofrecer a America latina 1.000.000.000 de dólares en inversiones privadas bien
garantizadas, y, en modo especial, a resolver los problemas con la Argentina;
la noticia aparecida en «Democracia» el 17 de julio, procedente de Washington,
que señala la satisfacción que Wall Street ha experimentado ante la posibilidad
del reencuentro de grandes capitales americanos con el gobierno argentino; la declaración
del embajador americano en nuestro país, mister Nufer, en ocasión de conmemorarse
un aniversario mas de la independencia de Estados Unidos, en el sentido de que
el representante del presidente de esa nación llegaba a nuestro país a
estrechar relaciones, y que traía los métodos necesarios para que esas relaciones
de acrecentasen.
Yo pregunto si tales métodos están traducidos por este
proyecto de radicación de capitales extranjeros, con la posibilidad de que
tengamos dólares en, abundancia; los dólares que con frecuencia desprecio el régimen
justicialista, como en aquella oportunidad en que el presidente de la Republica
se dirigió a los obreros ladrilleros diciendo que los dólares no servían para
nada, que nosotros teníamos comida y que con eso era suficiente para que
pudiera vivir cómodamente el pueblo argentino.
Pero es que todo este proceso tiene sus antecedentes. En los
propios fundamentos del proyecto de ley cuando se menciona el informe de la
CEPAL, se esta señalando que ella llama a la realidad a los grandes grupos
financieros americanos para que realicen sus inversiones en Latinoamérica; y
toma como punto de referencia para destacar esa conveniencia algo que mas tarde
demostrara como y de que manera los capitales que lleguen a nuestro país
gozaran de un trato privilegiado con relación al que merecen en este momento de
parte de las autoridades fiscales de Estados Unidos.
Para mejor ilustración de la Honorable Cámara voy a comentar
un informe del City Bank de Nueva York, de noviembre de 1951, que dice lo
siguiente, en mi opinión harto significativo y sin desperdicio:
«Las consecuencias de
la segunda guerra mundial han hecho que en Estados Unidos la economía de guerra
haya avanzado notablemente absorbiendo un gran porcentaje de los beneficios de
las grandes empresas, bastaría para demostrarlo recordar que en los primeros
nueve meses de 1951 las sociedades anónimas abonaron en concepto de impuesto y
en conjunto el 64 % de sus beneficios netos.»
Escuchen bien, señores diputados; 64 por ciento de sus
beneficios netos.
Por eso dicha etapa marca, como dijera bien mi compañero de
sector el señor diputado Alende, el punto de partida de la reorientación de las
inversiones hacia nuestro país.
Hasta ayer acaso fueron productivas todas las que se llevaban
a cabo en los sectores de servicio publico, pero hoy esos servicios ya no reditúan
no solo aquí, sino tanpoco en el Uruguay y el Brasil, países que también sin
hacer tanto ruido han nacionalizado los servicios ferroviarios, porque la
verdad es que ni aquí ni allá interesaba ya ese tipo de inversiones a los
grander capitales ingleses.
Es que esos grandes capitales bien sabemos que llegaran aquí
para servir dos aspectos de la economía americana: uno, el de la colocación
externa de la extraordinaria superproducción de las industrias manufactureras
que se esta registrando en Estados Unidos, y la otra, la de los capitales que
pueden venir como en este caso a nuestro país no solo para desarrollar las industrias,
acaso de hierro viejo que existen en Estados Unidos, sino también para colocar aquí
parte de ese excedente industrial cuya falta de mercado constituye en este
momento una gran preocupación para los poderosos consorcios monopolistas
americanos.
¿Pero que pasa, señor presidente? Ya ni el propio Brasil
acaso interese en estos momentos, por razones que expondré de inmediato, a los
inversores americanos. Los señores diputados conocen como yo la política
desarrollada por los grandes inversores americanos en Brasil durante el
gobierno de Dutra; política inversora que debió ser rectificada luego por el
presidente Vargas, al comprobar una comisión investigadora brasileña que por la
vía de una reglamentación que supero el alcance legal de la propia ley, el gran
capital americano logro evadir mas de 900.000.000 de cruceiros en un periodo
relativamente corto de la expansión industrial de ese país; 900.000.000 de
cruceiros restados a la economía y al esfuerzo del pueblo del Brasil. Y yo me
pregunto si ese episodio, que puede repetirse en este país, no debe ser
denunciado y señalado en esta Cámara, con valentía argentina, para que lo
tengan en cuenta en este momento los que asuman la responsabilidad de abrir de
par en par las puertas de la Republica a esos capitales que se dice llegaran
para afianzar nuestras industrias y para financiar el desarrollo y el éxito del
segundo Plan Quinquenal, cuya realización hasta ayer se anuncio que se concretaría
utilizando parte de la renta nacional y el concurso del ahorro nacional
capitalizados.
No podría continuar con mi exposición si no dejar a expresa
constancia de que esta etapa, que señala en cierto modo una predisposición a
favorecer a los grandes consorcios capitalistas extranjeros, encuentra en la
reciente modificación de nuestro régimen impositivo un magnifico aliado. Hace
poco tiempo he tenido en mis manos un trabajo extraordinario de un estudioso de
estos problemas, Luis de la Torre, que demuestra como en la Argentina
capitalista de hoy el régimen impositivo protege al gran capital. Voy a pedir
que a esta altura de mi exposición se publique ese trabajo porque lo considero
de gran utilidad y de gran ilustración para todo el pueblo argentino.
Se podrá comprobar así como mientras lo que en Estados
Unidos las sociedades anónimas deben abonar en concepto de impuestos llega al
64 % de sus utilidades netas, en nuestro país ni alcanza en muchos casos a
llegar al 30 por ciento.
Quienes pretenden justificar la inversión de estos capitales
echan por tierra, a nuestro juicio, todos los slogans que el peronismo utilizo
desde 1943 en adelante para señalar su divorcio con el capitalismo foráneo, con
el imperialismo, con los vendepatrias, con Braden, con los entreguistas de la
patria. Todo ese lenguaje desaparece en este momento del léxico peronista. Ya
no es cierto que la patria fue vendida en cien años. Ya no es cierto que los
capitales llegaron para explotar al obrero argentino. Hasta en el mensaje se dice
que fue una ponderable contribución la de esos capitales al progreso y
evolución argentinos, y, como colofón de lo que estoy afirmando, bástame
recordar que en la reciente despedida que se hizo a la comisión mixta que tuvo
a su cargo la liquidación de todo el proceso de intereses ingleses de los
ferrocarriles británicos, vendidos a buen precio a la Argentina, el canciller
doctor Remorino no tuvo inconveniente en reconocer, después de haber
vilipendiado durante tanto tiempo al capital extranjero, que esos capitales habían
prestado un gran servicio a los intereses y al desarrollo del progreso material
de la Republica. Ahora nos encontramos con la novedad de que el capital extranjero
no vino a sojuzgar al pueblo ni a la Nación, sino que viene a emanciparla.
En el mensaje se utiliza un término que es extraño para
nosotros. Se habla de una moderna ley de inversiones, y confieso que no alcanzo
a explicarme cual es la razón que determina esta denominación. Se dice, además,
en el mensaje que se crearan las condiciones necesarias para dotar al país de
una ley de inversiones que permita al capital extranjero participar en nuestro
desarrollo económico. Bonita manera de confundir a la opinión nacional y de
ocultar los verdaderos propósitos que persigue el Poder Ejecutivo.
Sr. Camus. — ¿Me
permite una interrupción el señor diputado, con permiso de la Presidencia?
Sr. Rabanal. — Si
es breve, si, señor diputado.
Sr. Presidente
(Benitez). — Tiene la palabra el señor diputado por San Juan.
Sr. Camus. — El señor
diputado por la Capital alude a una parte del mensaje del Poder Ejecutivo en la
que se habla de una moderna ley de inversiones.
Lo que quiere decir el mensaje es que el país contara con la
ley que se esperaba, porque hasta ahora no ha habido norma legal que reglamente
la inversión de capitales, que se ha regido por disposiciones contenidas en
resoluciones y circulares del Banco Central o del Ministerio de Finanzas. Por
eso se hace referencia en el mensaje del Poder Ejecutivo a la moderna ley,
porque es la primera vez que el Parlamento argentino regla esta materia.
Sr. Rabanal. —
Continuo, señor presidente. De esta manera el capital extranjero pasa de la condición
de lobo feroz a manso cordero, de genio del mal a genio al servicio del bien.
Los monopolios capitalistas de esta manera pasan de su condición
de traidores a la patria a la de benefactores de la patria. Antes los dólares
no servían para comprar ni pan, ni carne, ni petróleo, es decir, lo que mas se
necesitaba en el país; y ahora resulta que son necesarios para producir más
trigo y más petróleo y para adquirir maquinarias. Resulta así que la radicación
de capitales foráneos hoy es ventajosa para el país. ¿Que es esto?, ¿que
significa? Digámoslo por su nombre: esto es la confesión, lisa y llana, del
fracaso del Plan Económico de 1952...
Sr. Camus. — ¡Esta
equivocado el señor diputado!
Sr. Rabanal. —...fracaso
que ya se proclamaba, cuando se anunciaba la necesidad de consumir menos y
producir mas, de ahorrar y de no derrochar, trilogía sobre la que se pretendió
hacer descansar el buen éxito de ese plan económico.
Pero la verdad es otra, señores diputados. El Plan Económico
1952 es la culminación de una política de despilfarro, de imprevisión y de enriquecimiento
de los de arriba, autentica fuente de la que brotaron los males que soporta la
Republica y que hoy se pretende remediar a costa del sacrificio y la miseria de
los de abajo
Sr. Miel Asquia.
— Eso era en la época de los gobiernos oligárquicos, que se caracterizaron
siempre por la desocupación.
Sr. Rabanal. — El
fracaso de la proclamada independencia económica quedo demostrado cuando se
anuncio el Plan Económico para 1952. Digamos, de paso, que nosotros desde estas
bancas anticipamos ese fracaso porque analizamos en aquel momento la situación
del país con criterio realista.
La gran desocupación, la miseria y la depresión interna que
hoy vive la Nación, son la más cruda confesión del fracaso económico y social
de esta política. Repetimos hoy lo que hemos señalado desde estas bancas con
frecuencia.
A la política de pleno empleo debe corresponder la plena producción;
a la política de plena productividad, plena capitalización, pilares en el
proceso de nuestra economía que no ha desarrollado el gobierno de la Nación.
La verdad es que en el Plan Económico de 1952 se fijaban las
normas de ahorro, pero no se señalaban los medios por los cuales ese ahorro podría
transformarse en una inversión productiva.
¿Por que no se estableció el régimen de inversiones?
Simplemente porque se sabia por anticipado que el pueblo argentino, agobiado
por las cargas fiscales, por el alto costo de la vida, por el agio y por las
gabelas impuestas por la política económica del IAPI, no iba a poder ahorrar un
solo centavo y que por el contrario se llegaría a esta etapa de depresión
interna, en la que para lograr una solución el gobierno debe recurrir a la radicación
de capitales extranjeros.
Pero —conviene que lo sepa la Cámara— esta radicación de
capitales es también el basamento en que descansara la realización del segundo
Plan Quinquenal.
Esta es la consecuencia del fracaso del plan económico. El señor
diputado Rumbo al debatirse el segundo Plan Quinquenal afirmo que este se iba a
llevar a cabo con la renta y el ahorro nacional, y ahora resulta que tenemos
que realizarlo con la ayuda del capital foráneo, que llega sin discriminación
previa, para neutralizar la grave descapitalización de bienes operada en el
ultimo decenio.
—Varios señores diputados hablan a la vez.
Sr. Rumbo. — ¿Me
permite una interrupción el señor diputado, con el permiso de la Presidencia?
Sr. Rabanal. —
Si, señor diputado.
Sr. Presidente (Benítez).
— Tiene la palabra el señor diputado por la Capital.
Sr. Rumbo. — Como preveía el planteo que esta haciendo el señor
diputado, he traído un recorte de un diario en que aparece un reportaje hecho
al excelentísimo señor presidente de la Nación, publicado en la revista
estadounidense « United States News and World Report*.
El periodista Galloway formulo la siguiente pregunta al excelentísimo
señor presidente de la Republica:
« ¿Desea usted inversiones extranjeras que ayuden a realizar
este plan? Se refiere al segundo Plan Quinquenal. El excelentísimo señor
presidente de la Nación contesto así:
«Las inversiones de capital extranjero constituirán superávit,
algo extra en la aplicación del plan, dado que los recursos para este programa
han sido calculados sobre las bases de las inversiones de capital nacional
solamente después de un prolongado y cuidadoso estudio de la renta nacional.»
Con las palabras del excelentísimo señor presidente de la Republica
contesto al señor diputado. (¡Muy bien!; ¡Muy bien! Aplausos.)
Sr. Presidente (Benítez).
— Continúa con la palabra el señor diputado por la Capital.
Sr. Rabanal. —
Lamento que el señor diputado no haya contestado ninguno de los argumentos de
mi exposición en la parte que se refiere al segundo Plan Quinquenal.
Repito que se anuncio con bombos y platillos que el segundo
Plan Quinquenal iba a ser realizado con el ahorro argentino y con parte la
renta nacional. Habrá que confesar ahora que nosotros teníamos razón cuando señalábamos
la imposibilidad de realizar el segundo Plan Quinquenal en las condiciones en
que lo había planeado el Poder Ejecutivo nacional.
Nosotros, señor presidente, vivimos de realidades, y en tal
sentido hemos tenido siempre la valentía de decir desde estas banca; las cosas
por su nombre, interpretando como corresponde y en cada caso las necesidades de
la Nación. Este proyecto nos da de nuevo la razón.
Por eso hago en este momento una pregunta concreta a los señores
diputados de la mayoría:
¿Serán estos los
resultados de la famosa reforma económica anunciada y desarrollada,
periodísticamente hablando, con abundante literatura por el gobierno de la
Nación? ¿Podemos olvidar que de acuerdo con la tesis sostenida en aquella oportunidad,
la declaración de la independencia económica significaba terminar primero con
el capital foráneo afincado en la Argentina v terminar luego también con la política
de pingues ganancias obtenidas por los grandes consorcios internacionales, y
paralelamente con la explotación en masa de los obreros argentinos?
Es que este episodio, señor presidente, de la radicación de
capitales extranjeros, tiene para los hombres del radicalismo cierta similitud
con el proceso que siguió al golpe militar que, con el apoyo del imperialismo
yanqui, se gesto el 6 de septiembre de 1930.
Tres fueron las consignas fundamentales perseguidas por la
Standard Oil para lograr el predominio del imperialismo en este país. Fue la
lucha de quienes querían liberar al país del yugo petrolero extranjero, nacionalizando
todas las fuentes energéticas argentinas.
El radicalismo pretendía desplazar definitivamente del Río
de la Plata a las empresas petroleras y con ello anular definitivamente a la
Standard Oil, cáncer corruptor, muchas veces, del proceso de emancipación económica
nacional. Es entonces cuando se produce el movimiento revolucionario cuya
finalidad es el logro, mediante el concurso de malos argentinos, de tres cosas
esenciales para iniciar la lucha, que le permitiera la anulación de la gravitación
de los capitales ingleses en nuestro país, y con ello lograr la hegemonía total
de la plutocracia yanqui en Iberoamérica. La primera, mantener el control de la
producción petrolera, impidiendo la nacionalización del petróleo, gran bandera
de la Unión Cívica Radical; la segunda, obtener la sanción de la ley de
vialidad para poder colocar la producción americana automotora en nuestro país
y combatir así, a través de los caminos de la Nación, al transporte ferroviario
en manos de los concesionarios ingleses; y la tercera, sancionar la ley de
impuesto a los réditos que, si bien no podía gravitar sobre los capitales que
gozaban de los beneficios de las concesiones de la ley Mitre, hechas cuarenta
años atrás, servia en cambio para gravitar directamente en perjuicio de otros
aspectos de los intereses económicos de origen británico en la Republica
Argentina. ¿Pero que pasa poco después, señores diputados?
La consideración y estudio del que después seria el tratado
Roca-Runciman, vital para el gobierno, hace que los ingleses recuperen la
confianza del general Justo y consigan entonces neutralizar esas tres consignas
del predominio americano en nuestro país. Lo consiguen mediante la sanción de
la ley de coordinación del transporte, y que anula por su contenido de total
defensa de los intereses ingleses, la posibilidad de que el transporte automotor
americano sea factor de competencia frente al sistema de extensión de líneas
ferroviarias británicas a lo largo y ancho de la Republica. Lo consiguen
mediante la sanción de la ley de creación de la Corporation de Transportes de
la Ciudad de Buenos Aires, que anula también una conquista criolla, el
«colectivo», haciendo así que todo el transporte quede supeditado a la buena o
mala voluntad de la Compañía de Tranvías Anglo Argentina en el perímetro de la
Capital Federal y toda la zona pavimentada del Gran Buenos Aires. Lo consiguen después
mediante la política de convenios con Yacimientos Petrolíferos Fiscales para
las empresas petroleras, política de convenios que aun subsiste y que denuncio
que se afirma definitivamente con el segundo Plan Quinquenal a través de este
proyecto de radicación de capitales extranjeros; convirtiendo en letra muerta
al articulo 40 de la Constitución Nacional y entregando definitivamente la soberanía
energética de la Nación al monopolio internacional.
Sr. Rumbo. — ¿Me
permite una interrupción el señor diputado?
Sr. Rabanal. — Política
septembrina que también sirvió de base en aquel momento para que se sancionara
la ley de creación del Banco Central, que los ingleses no habían conseguido
siquiera que se aprobara en la India, que era uno de los grandes dominios británicos
en aquella época.
Política imperialista que luego se afirma, señor presidente,
con la concesión de una nueva serie de beneficios y mejoras para las compañías
de electricidad existentes en el país.
Por todo esto repito que aquella etapa tan funesta para la
vida y la economía de la Nación tiene ciertos perfiles semejantes a la etapa
que estamos considerando. Tres son también, desde 1943 en adelante, los
privilegios fundamentales que ha otorgado el peronismo a los grandes capitales
imperialistas. El primero consiste en los enormes subsidios anuales acordados a
los frigoríficos, según confesara el propio señor ministro de Comercio Exterior
en la reunión de la Comisión de Presupuesto y Hacienda y recordara en la sesión
celebrada el jueves pasado el señor diputado Alende. Yo quiero recordar a los
hombres representantes del trabajo en esta Cámara que estos subsidios" se
otorgaron a expensas de los salarios de los obreros de la carne, obreros que
fueron apaleados en la plaza del Congreso cuando un día llegaron hasta el
propio Congreso de la Nación a solicitar mejo- ras. Mejoras que no pudieron
conseguir en aquel momento porque era necesario mantener el alto porcentaje de
los dividendos que los frigoríficos americanos debían enviar a sus centrales en
Estados Unidos.
El segundo beneficio consiste en el mantenimiento de los
privilegios concedidos a las compañías petroleras tal como fueran establecidos
en 1936. En 1949 el bloque de diputados radicales solicito el tratamiento de un
proyecto de ley por el cual se entregaba a la Nación, por intermedio de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales, el monopolio y la nacionalización de todas
las fuentes de producción, importación y refinación de petróleo.
El pueblo de la Republica debe saber que dicho proyecto fue
rechazado por la mayoría peronista, que dice estar al servicio y defensa de los
intereses del país. Frente a este panorama dramático de la economía nacional,
yo anuncio que esta ley de radicación de capitales, significa la liquidación
total de la obra de Yrigoyen y de Mosconi y, con ella, la obra argentina de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
En cuanto al tercero, digamos que los propios términos y
alcance del proyecto de ley que estamos considerando, nos eximen de mayor comentario.
Esta es la conclusión a que hoy llega el radicalismo al analizar este proyecto
de radicación de capitales extranjeros, que, repetimos, esta destinado pura y
exclusivamente — ¿para que nos vamos a engañar?— a servir los grandes capitales
que en este momento tiene disponibles Wall Street para invertir en America la-
tina.
Sr. Rumbo. — Esta
totalmente equivocado, señor diputado. Si me permite una interrupción voy a
esclarecer las cosas.
Sr. Rabanal. —
Por eso nosotros, señor presidente, creemos que estamos sirviendo a la
Republica al denunciar aspectos que hacen a cuestiones fundamentales para el
futuro de la independencia económica del país; aspectos a los que, como
diputados de la Nación, hemos entrado a considerar con sana pasión de argentinos.
Lo mismo sucederá fatalmente con la mayor parte de la industria nacional. Así
lo evidencian el propio articulado de la ley y sus fundamentos cuando, después
de analizar detenidamente su contenido, llegamos a la conclusión de que
mientras los bienes físicos, maquinarias, equipos, etcétera, que adquieran los
industriales argentinos en el exterior tienen que pagar derechos de aduana, los
bienes de capital, plantas industriales, equipos, maquinarias, etcétera, que
introduzcan al país al amparo de esta ley lis filiales de los grandes
consorcios internacionales —con capitales en muchos casos mucho mas grandes que
todos los existentes en el país— pueden ser eximidos del pago de esos derechos,
según lo determina el articulo 12 de la misma ley.
La industria nacional se vera así sojuzgada y sometida como
consecuencia de la irrupción en masa de grandes filiales de compañías extranjeras
en nuestro país. Esa industria nacional que queremos defender en cuanto este
organizada y al servicio de los intereses de la Nación, entendemos que no puede
ser abandonada en este instante, cuando ella sirvió, en horas criticas y duras
para el país, los intereses y necesidades de la población. Esa industria, por
una serie de razones contenidas en el proyecto de ley que habrán de comentar
otros señores diputados, queda a merced de la buena o mala voluntad de los
consorcios extranjeros.
Rara paradoja esta de la radicación de capitales, que es únicamente
para los que sirvan a la industria y a la minería, pero no para los capitales
que estén al servicio de la educación, de la investigación científica, del
arte, de la pesquería inclusive, o de cualquiera otra manifestación de la
actividad humana.
La industria nacional se vera así compelida a una política
de competencia que no podrá afrontar, ya que será conducida desde afuera y, con
la sanción de esta ley, tendrá extendida su partida de defunción definitiva
como factor de progreso de la verdadera y autentica industria argentina.
—Varios señores diputados hablan a la vez, y suena la campana.
Sr. Albrieu. — Esta
diciendo lo que se le antoja, sin fundamento ninguno.
Sr. Marcó. — Les
molestan las verdades.
Sr. Rabanal. —
Digamos también que hay industries en la Republica que no han recibido nunca el
mismo trato preferencial que merecerán las empresas extranjeras, que llegaran,
sin duda alguna, con grandes equipos, plantas y maquinarias mas modernas y con
niveles técnicos superiores. Así se llevara a la quiebra a los que han sido los
puntales del progreso argentino, a quienes se les negó permanentemente divisas
y permisos para mejorar su organización fabril y aumentar su producción.
El señor diputado por San Juan hablo del proceso minero; y
yo pienso que no ha sido contemplado en ningún aspecto en el primer Plan
Quinquenal y que acaso tampoco pueda desarrollarse en el segundo plan. En
cambio, sabemos en que condiciones han promovido este aspecto de la explotación
minera en el resto de Latinoamérica esos capitales que hoy se pretende
introducir al país. Los pueblos sufridos de Iberoamérica son el mejor espejo en
el que deberá mirarse el gobierno antes de decir su ultima palabra.
Por otra parte, estas medidas no servirán de base para una
autentica expansión industrial si no la afirmamos previamente mediante una
autentica autodeterminación y autoabastecimiento energético, mediante la promoción
integral del lema: mas carbón, mas petróleo, mas electricidad: triangulo mágico
sobre el cual descansara aun por muchos años el futuro de la grandeza económica
nacional.
Sr. Rumbo. — A
eso hay que llegar.
Sr. Rabanal. — De
lo contrario, seguiremos dependiendo de la importación de carbón y petróleo
extranjero, en manos de empresas cuya política de sojuzgamiento del espíritu de
la Nación ha sido exhibida con frecuencia por los dos grandes grupos petroleros
mundiales.
—Suena la campanilla indicadora de que ha vencido el término de que
dispone el orador para su exposición.
Sr. Presidente
(Benitez). — Ha vencido el término de que disponía el señor diputado por la
Capital para usar de la palabra.
Sr. Rabanal. —
Para concluir, señor presidente, quiero expresar que el radicalismo hoy, como
ayer y como siempre, estará en estas bancas, en las calles y plazas del suelo
argentino al servicio del pueblo en función de la verdad y la libertad. Para
nosotros no cuentan solamente los aspectos materiales de la vida de la Nación.
Valoramos y defendemos también los aspectos espirituales de la Republica, que
son los que hicieron posible la grandeza moral de nuestra querida patria y el
orgullo con que exhibimos nuestra condición de argentinos.
Para que el progreso argentino sea una realidad es
necesario, entonces, que la paz y la concordia —no la convivencia que se
pretende ahora— sean una realidad a través de la libertad de todos los presos políticos,
de la libertad de prensa y de pensamiento, del regreso de los exilados a la
patria, de la terminación del estado de guerra interno, de la derogación de todas
las leyes de tipo represivo, de la vigencia plena de la Constitución...
—Varios señores diputados hablan simultáneamente, y suena la campana.
Sr. Rabanal. —...El
día que esto sea una realidad argentina, afirmo que los capitales honestos, no
los de la política del hot money o los típicamente gangsters llegaran a servir
a la Nación sin necesidad de ofrecerles leyes especiales, porque entonces
capitales e inversores arribaran a nuestras playas para promover la grandeza de
la Republica, y no para maniatarla en su destino.
Nuestra lucha tiene así una meta y un significado. Bien
sabemos que este proceso argentino es un episodio más en la lucha por la liberación
del hombre. Por eso luchamos para que prevalezca la razón sobre la fuerza, la
fraternidad sobre el odio, la libertad sobre la tiranía, la verdad sobre el
sofisma y la demagogia, el espíritu sobre la materia, la patria sobre el
Estado-partido. Aunque no sea comprendida por muchos, esta es nuestra contribución
heroica en horas sombrías para el hombre argentino y su destino. (¡Muy bien!; ¡Muy
bien! Aplausos.)
—Varios señores diputados hablan a la vez, y suena la campana.
Sr. Miel Asquia.
— Quede constancia de que el discurso del señor diputado es una demostración más
de nuestra tolerancia.
Sr. Presidente (Benítez).
— Tiene la palabra el señor diputado por Córdoba.
Sr. Camus. —
Antes de comenzar su exposición, y con la venia de la Presidencia, ¿me permite
una interrupción el señor diputado?
Sr. Spachessi. —
Si, señor diputado.
Sr. Presidente (Benítez).
— Tiene la palabra el señor diputado por San Juan.
Sr. Camus. —
Deseo pronunciar unas pocas palabras para refutar las expresiones del señor
diputado Rabanal relacionadas con el desarrollo minero del país, materia en la
que —dijo— no se ha hecho nada en el primer Plan Quinquenal. Y, para demostrar
que el señor diputado carece de fundamento en sus afirmaciones, voy a dar
algunas cifras que revelan el estimulo que el Estado ha dado a la actividad
minera, y que no se podrá desconocer sin caer en temeridad.
El gobierno ha fomentado las explotaciones a través de una
adecuada política crediticia: antes del 46 era nula; en 1946 se acordaron préstamos
por la suma de 355.000 pesos, cifra que ascendió a 6.000.000 en 1947; a
13.000.000 en 1948, también a 13.000.000 en 1949, a 20.000.000 en 1950,
y a 44.000.000 en 1951.
Esas sumas se aplicaron en trabajos múltiples por la
actividad privada. A su vez, el Estado realizo obras de exploración y estudios
de cubicación, por ejemplo, en los yacimientos ferríferos de Sierra Grande,
hasta establecer reservas del orden de 100.000.000 de toneladas en los
yacimientos de Aguas de Dionisio —en Catamarca—, cuyo tenor de oro es de alta
ley, y en otros que permitieron comprobar la excelencia del mineral y sus
grandes rendimientos.
La producción minera, según la estadística de la Dirección
Nacional de Minas, arroja los siguientes aumentos: caolin, 200 %; baritina, 200
%; talco, 200 %; coridon, 40 %; granate, 400 %; feldespato, 50 por ciento...
Sr. Alende. — No
hay ningún problema; ¡todo lo arreglo Perón!
Sr. Camus. — Esa
es la primera verdad que dice el señor diputado.
—Varios señores diputados hablan a la vez, y suena la campana.
Fuente: Honorable Cámara de Diputados de la Nación Argentina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario