Usted nos ha dado una gran lección de alta política; ha
corrido el riesgo de no satisfacer a los que esperaban frases tajantes
relacionadas con las cosas del día y se ha situado en una perspectiva del país
que nos espera.
Ha desdeñado lo anecdótico y, siendo un político activo y
militante, se ha sobrepuesto a las preocupaciones y a los intereses inmediatos
para mirar con profundidad y grandeza muchas más allá.
En el sórdido clima que vivimos, sus palabras tonifican el ánimo
y reavivan las esperanzas.
Respuesta de Ricardo Balbín
No soy un político en el sentido clásico de su definición;
estimo ser, simplemente, un ciudadano con un profundo sentido humano. Hablo un
lenguaje sencillo y apelo con frecuencia a los sentimientos, porque a mi
juicio, ayuda a sus razonamientos y alivia su desazón.
La noche que determinó su carta, tenía a mis espaldas una
decisión militar, que conocía. Debía aludir a un gobierno sin escrúpulos, que
había herido gravemente las instituciones de nuestra civilización política que
todos deseábamos defender y presentía la presencia de nuestro noble pueblo en
estado de angustia, pesadumbre y de inseguridad en sí mismo. Olvidando
conveniencias políticas y sabiendo lo despiadada que habría de ser la crítica
de los politicólogos, de los que esperaban agresiones o de los que querían la
lectura de un repetido catálogo de soluciones, quise servir de algún modo la
esperanza de los desesperanzados y llamar a la responsabilidad de los que se
iban o de los que venían. Su carta me dice que hice bien, por eso me emocionó
su lectura, tan cargada de sinceridad y notables razonamientos.
Fuente: Ricardo Balbín: La voz de la libertad por Hugo Gambini para
el Diario La Nación, 25 de julio de 2004.
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