Convocada la Unión Cívica Radical a elecciones generales de
sus autoridades partidarias, se abre la más trascendental instancia de su
vocación histórica y decisión política,
y con ello, la de su propio destino. Es que nunca, como en las actuales
circunstancias, vivió horas más
difíciles y trance más grave. Midiendo su faena a cumplir, y sintiendo su
drama, que es el de la propia civilidad argentina, nos hemos dado a la limpia
tarea de integrar, con objeto claro y
contenido preciso el Núcleo Radical Intransigente de Córdoba. Al denunciar
su integración y constitución, y fijar
sus fines, afirmamos que hemos hecho uso del derecho, que en toda democracia representativa acuerda a sus
afiliados los partidos políticos. Estamos en
las vísperas del comicio interno. Este suceso asume excepcional
importancia porque él se tendrá que
cumplir en un proceso de serena crítica en torno a la realidad argentina; de
los principios constituyentes de la Unión Cívica Radical y de la defensa
integral de la nacionalidad. Es un
acontecimiento de singular relevancia política, porque según cómo nos
comportemos para su resolución, así será nuestra suerte y con ella la del
propio país.
Nuestro núcleo: Ámbito y objeto
El proceso eleccionario interno adquiere por esta presión de
circunstancias, un sentido y una dirección moral. Por ello declaramos que al
integrar y constituir el Núcleo Radical
Intransigente no pretendemos ser los monopolizadores del
sentir radical, los únicos intérpretes
de sus principios esenciales ni tampoco de su ideario civil. Estos
principios constituyen el patrimonio
partidario y como tal, es de pertenencia de todos y su defensa obliga también,
a todos.
Nuestro Núcleo que hace diez años viene actuando como tal
dentro de las luchas internas de la Unión Cívica Radical de Córdoba, ha dado
muestras inequívocas del sentido de su acción y su propósito.
Siempre hemos sostenido que la mayoría, por su condición de
tal no da derechos sino impone, a quien la tiene, deberes y obligaciones. Por
esto no hay jactancia en nuestra postura ni sentido mesiánico en nuestra
acción. Sólo pretendemos, que en la elección de hombres, los principios
radicales cobren poder de realización. Hay que evitar, al cumplir esta tarea,
“el profesionalismo político”, de nuestra milicia ciudadana, y de dar
relevancia de acatamiento a los llamados “indispensables”, desviación de una
auténtica democracia partidaria. Aquí está nuestro ámbito y precisado nuestro
objeto. Hay que encontrar dentro de los afiliados los mejores realizadores y
los más altos intérpretes de los principios radicales.
En estos diez años de tarea intensa hemos mantenido tanta
categoría en la lucha y decoro en la conducta que ya podemos afirmar que los
dos gobiernos radicales presididos por
Amadeo Sabattini y Santiago H. del Castillo, y que llenaron de prestigio
a la Unión Cívica Radical de la República, han estado a cargo de los hombres
fundadores e integrantes de nuestro Núcleo. Pero es también necesario decir que
al otro día de la consagración mayoritaria quedaron terminadas las diferencias
de lucha porque ya nos unían los principios comunes del
Partido, y en la hora del trabajo constructivo los
adversarios accidentales de la víspera eran los colaboradores más cercanos e
inmediatos en la acción de gobierno. Estos son nuestros mejores títulos.
Además afirmamos su lema: la intransigencia como defensa de
la unidad conceptual del
Partido para la realización de sus principios esenciales.
Nuestro Núcleo, teniendo en cuenta este grave momento del
drama argentino, se articula también en un todo, con el Núcleo Radical
Intransigente Nacional que, afirmado en idénticos propósitos, se dispone, a todo lo largo y
ancho del país, a librar el proceso eleccionario interno del Partido. Creemos necesario por el instante
cargado de incertidumbre y angustia de la civilidad, destacar los principios
fundamentales de la U.C.R., para que se entienda mejor nuestra conducta y cobre mayor claridad
nuestra actuación.
La Unión Cívica Radical: Construcción de lo Argentino
La Unión Cívica Radical, es una clara conciencia argentina y
ésta, como voluntad política, es una reparación de todos los males y agravios
sufridos por la Nación y una restauración
de los valores integrales de la nacionalidad. Por ello en su raíz de historia,
se ha impuesto el quehacer
impostergable, hoy más que nunca, de lograr su independencia económica y espiritual, para poder afianzar
una efectiva independencia política. Su tarea es ardua porque este camino,
desde la hora inicial de la nacionalidad, es el drama de nuestras grandes
frustraciones. Esa lucha ya iniciada, jornada Yrigoyeneana, nos señala que por
la Unión Cívica Radical, y únicamente por ésta, se cumplirá nuestro destino de
pueblo.
Así entendida su tarea planeó e inició un vasto programa de
liberación “colonial” en todas sus formas, porque es previo para realizarnos con
alta categoría y jerárquico decoro como
personalidad internacional. Porque mientras estemos subordinados, tanto en lo económico como en lo espiritual, al destino de
los países extranjeros, seguiremos siendo una “colonia” y no podremos reclamar
el puesto de honor que nos corresponde a la par de las naciones del mundo.
Este fue el sentido de nuestra independencia, aún no lograda
y tendrá que ser tarea de lo esencial
argentino que le tocará cumplir a la Unión Cívica Radical.
Por eso la Unión Cívica Radical no se maneja con la temática
del Régimen, ni mucho menos con la de
los partidos políticos de raíz extranjera. Es que nuestra dialéctica histórica
no se explica ni se fundamenta en doctrinas económicas o principios científicos
extraños a nuestra constitución social y política. Carece de sentido, entonces,
para el hacer político ¿las denominaciones de “izquierda” o “derecha”?. Pero sí
están cargados de significación, hondas direcciones históricas, la de
“independencia” o “colonialidad”; democracia federal, o tendencia unitaria o
centralista.
Aquí juega el movimiento de nuestra formación como Pueblo.
Este es el “contenido” preciso de nuestra tarea de construcción y defensa de lo
entrañable argentino. Es que la Unión Cívica Radical, por su filiación
histórica afirma en estas direcciones su voluntad política, su trabajo de
realización. No busquemos fuera de él otro programa mayor. Es equivocar la ruta
y extraviarnos en la propia.
El Régimen: Tragedia de lo Nacional
El Régimen no supo comprender esta tragedia. Olvidó la
constitución del ser argentino: universalista, de vida plena y cargada de
trascendentalidad, para dar valor y estima, únicamente, al “hombre económico”, productor,
es decir, al hombre mutilado. Su política de profundo sentido material, entonces, no pudo
superar lo circunstancial y pasajero y la riqueza careció de sentido social y
el hombre de la dignidad de ser humano. Se cargó el acento en lo utilitario, en
lo práctico y la política del Régimen fue de exaltación progresista. Pero desgraciadamente
el progreso no fue entendido como acto de creación espiritual, producción de
valores, sino de bienes materiales. Se lo enraizó al hombre en las cosas de la
tierra y se le dejó en el torpe goce de sus apetencias sensoriales. Y esta
doctrina política, fundada en las ideas de un positivismo ya agotado, se
desplaza y alcanza a nuestra educación, y en vez de articular una concepción
educativa fundada en el libre juego de la personalidad y en sus potencias
creadoras con dirección trascendente, hizo, como su modelo francés, un registro
de
“medios”. Su consigna fue: hacer el hombre práctico, productor
de riquezas, de bienes materiales. Su lema fue: hacer el ciudadano “idóneo”
para las instituciones. Y careciendo de “fines” nuestra educación, la escuela
contribuyó al fracaso moral de la Nación y de cuyas penurias aún no hemos
salido y tardaremos en salir a pesar de todos los intentos.
Esa fue la política del Régimen, tragedia de lo nacional
porque nunca entendió nuestro destino como Pueblo ni supo comprender el ideal
de vida del hombre argentino. Aquí está nuestra faena de restauración de los
valores integrales de la argentinidad.
Por esta incomprensión vimos a los gobiernos del Régimen
comportarse como empresas y con categorías de gerencia financiera. En esta
grave instancia de nuestra evolución entra la Unión Cívica Radical como una
convocatoria de lo genéricamente argentino.
Las bases de esta convocatoria son de naturaleza moral. Es
una nación civil y a la vez radical porque representa la movilización de las
fuerzas constitutivas desde el hondón mismo de nuestra historia. Yrigoyen fija
el principio: “Triste condición la de un país si su prosperidad hubiera de
consistir en el fomento de sus intereses materiales”. Es que se inicia en forma
perentoria, con la Unión Cívica Radical, el rescate moral del pueblo. Y en toda
la República se siente el estremecimiento del renacer de lo argentino en lo que
tiene de genérico y auténtico. Yrigoyen esclarece y porta este mensaje, con
mística de apóstol y de penitente. Y al hacerse voluntad política, es
enfrentamiento a todo lo antihistórico, lo antivital, lo antiargentino.
No Transigir: Integridad del Credo
Pero para lograr tan altos propósitos hay que afirmar una
conducta. Esta tendrá que ser una fuerza moral recia y dura. Una pasión cargada
de sentido y poder constructivo. Y ella fue: intransigencia.
Posición de
historia y no técnica electoral o táctica política. Esa será la pasión de
nuestro pueblo para cumplir su destino. No transigir, no ceder, no pactar
frente a las fuerzas que nos impiden realizarnos.
Es que su capacidad de acción
creadora de sacrificio, de épica lucha, no será otra, desde entonces, que su
capacidad de resistencia a la conocida técnica del Régimen, en lo que tiene de
disgregante de lo nacional, el “acuerdo”. Por todo ello dirá Yrigoyen: “Si los
gobiernos son los agresores del bien público, si las propensiones particulares no
tienen otro caudal que los beneficios propios, si la prensa en general en vez
de ser centinela de las aspiraciones comunes, es también utilitaria y
prevaricadora, cómo es posible que la evolución se produzca o la reforma se
alcance por el camino de las absorciones y la confusión de todos, en juicios,
propósitos y procedimientos?”. “La Unión Cívica Radical en plena rebelión
contra todos esos medios, y vinculada por las grandes devociones del alma que
despiertan las convicciones supremas, pudiendo triunfar con ellas y utilizar
para sí tan caudales sensaciones de poder, prefirió siempre a las conveniencias
de todas las funciones públicas, la absoluta unidad de su acción e integridad
de su credo”.
En esta posición, y no en otra alguna, la Unión Cívica
Radical deberá afirmar su conducta contra todo intento de “unidad” o “acuerdo”
con los partidos políticos que no responden a los intereses permanentes de la
nacionalidad y mucho más con aquellos que sus principios y doctrinas económicas
son totalmente extraños a este intento, que es disgregación de lo radical,
debemos adoptar una postura clara, recia: intransigencia total y absoluta. Ella
es posición de historia.
La Unión Cívica Radical: Jornada Yrigoyeneana
Así se inició la gesta épica de la independencia aún no
lograda y así tendrá que continuar su lucha. Porque, como Yrigoyen proclama,
“el problema no consiste en saber quiénes han de gobernar a la Nación, sino en
la recuperación de sus facultades para instaurar la legitimidad de sus representaciones
públicas”.
“Sin el fundamento básico de la normalidad representativa,
todo es vano y falsario en la vida de los pueblos”. Y lo constituyente
argentino proclamado en Mayo, formulado el 53, se reinicia en 1916.
El programa de la Unión Cívica Radical ya estaba dado en el
propio destino de su convocatoria: movilización multánime de lo auténtico para
afianzar un derecho que permitiera fundar, definitivamente, a la Nación en sus
más puros valores esenciales.
Y la tarea empezó en 1916. Yrigoyen encontró: el patrimonio
nacional entregado; los esquemas del Poder Legislativo al servicio de intereses
extraños. La labor de rescate comenzó con la tierra pública, .que diría
Yrigoyen en su Mensaje., “piedra de escándalo de una época de cuyo salteamiento
el país ha sido testigo”. Y siguió con la riqueza del subsuelo de la Nación, y
que le haría afirmar: “el gobierno no enajenará un adarme de las riquezas
públicas, ni cederá un ápice del dominio absoluto del Estado sobre ellas”.
Anuló concesiones, intervino tarifas y sometió a las empresas a la autoridad de
la ley.
Su legislación social fue amplia y de respeto a la dignidad
del ser humano y de la familia. Nunca el país escuchó tan altas voces de defensa
de lo nacional. Moneda sana, alimentos y vivienda, régimen de arriendos, organización
gremial, salarios, trabajos a domicilio, trabajos en los territorios,
tribunales de conciliación y arbitraje. En sus Mensajes se oyen palabras como
éstas, jamás escuchadas: “Es irritante la desigualdad de la riqueza
deslumbrante frente a la pobreza y a la miseria extrema”; “que bajo la bóveda
de nuestro cielo no haya un solo desamparado”. “Deben ser excluidos los privilegios
y fueros que puedan desvirtuar el principio básico de unidad nacional”.
Apóstrofo a los que “especulan sobre el hambre y la sed del pueblo que
trabaja”.
En materia internacional trasladó el centro de acción de
nuestra política que giraba alrededor de Europa, a lo argentino. Y fija nuestro
ideario: “La Nación Argentina .dijo ante la Liga de las Naciones, parte
integrante del mundo, nacida a la existencia con tan justos títulos como cada
una de las demás, no está con nadie, sino con todos para el bien de todas”.
La Confabulación de
lo Antiargentino: 6 de Septiembre y 4 de Junio
Pero la confabulación de lo antiargentino, ante tamaña
empresa, restauración que se cumplía, se hizo presente, el 6 de septiembre de
1930, con el Régimen y parte de nuestro Ejército, desalojando al pueblo de
todas sus magistraturas de la República. La nacionalidad sufría a lo vivo una
nueva flagelación y se frustraba otra vez lo entrañable argentino. Con este despojo
entra en vigencia el fraude: desquite de la oligarquía, y con él se inicia la
lesión a todas las dignidades representativas; la transgresión a todos los
principios; las más incalificables conculcaciones a todas las libertades; la
desvergüenza administrativa, el falseamiento de lo nacional; la entrega a lo
extranjero; la introducción de regímenes políticos extraños a nuestra
constitución como pueblo, y con todo esto, la declinación moral en todas las
direcciones de la vida pública.
El drama de la argentinidad abría su nuevo camino de penitencia
histórica.
A partir del 4 de junio de 1943, .fecha de anhelos
esperanzados y de grandes credulidades, se siente el estremecimiento de una
recuperación inminente. Pero a poco andar, el nuevo fraude moral al país queda
al descubierto. Es que bajo aquella denigrante descomposición de lo político y
social subyacía una fuerza que se venía organizando en los supuestos regímenes
totalitarios y en una filosofía estatal de raíz extranjera.
Y bajo los altos propósitos enunciados, .que fue sinceridad
en algunos y confianza en
otros., se inicia el movimiento que nos enfrenta a una nueva
realidad. Es que se había reemplazado el “fraude”, .escarnio a todo el sistema
representativo., por la “fuerza”, negación de todos los derechos y la
estrangulación de todas las libertades. La tarea de los triunfadores se inicia
en el ala “cesarista” de nuestro ejército, y con perfecta técnica totalitaria abre
su marcha. Se denigra a los partidos políticos; se ataca a la civilidad
llamándola corruptora y corrompida. Los más altos valores de la vida civil,
olvidando conducta de austeridad y de patriotismo, sufren todas las denigraciones
y los peores vejámenes.
Es que se prepara con esto, la marcha hacia la implantación
del régimen totalitario.
Todo está previsto. Se disuelven los partidos políticos: se
les declara inoperantes en los destinos de la Nación. Se va a más. Hay que
realizar en los hechos, la institucionalización de la “opinión pública” a la
que se considera elemento fundamental de la política y de la administración,
correspondiéndole al Estado defenderla. Para su logro se organiza, sobre la base
de los Ministerios de Propaganda, de tipo nazi, la llamada Secretaría de Prensa
y Propaganda. Sus fondos son usados con total discrecionalidad. Hay que
venalizar los resortes de la palabra escrita. A esta Secretaría se le da
categoría de ministerio. Se dictan decretos restrictivos a la libertad de
prensa; radiodifusión, emisión de ideas, propaganda oral y escrita, es decir se
va articulando el andamiaje de los esquemas del estado totalitario. Su decreto
ley “seguridad y defensa del Estado” completa el cuadro. Se continúa la labor.
Se organiza la Secretaría de Comercio e Industria, también sobre los modelos de
los llamados Consejo Técnico de Comercio e Industria nazifascista, y la
Secretaría de Trabajo y Previsión inicia el más audaz y atrevido intento de
organización del Estado corporativo. Su modelo, en líneas fundamentales, no es
tanto el nacional-socialismo alemán, ni del fascismo italiano, sino del Estado
corporativo de Portugal.
Con esta organización se altera todo nuestro régimen federal
y se pretende lesionarlo de muerte para la entrega del individuo al Estado.
Su labor social, por lo tanto, es inmoral y desquiciante.
Está fundada en el “hombre económico”, mutilado como categoría de ser humano.
Significa por su sentido y orientación, la oscura insurrección
de lo primitivo, de lo instintivo. Es la utilización , .técnica nazi., de todos
los “resentimientos sociales” o fuerzas reprimidas por diferencias de fortuna o
privilegios irritantes, para enfrentar con ella a las fuerzas civiles
estructuradas en los partidos tradicionales. La Unión Cívica Radical frente a esta
labor de movilización de “masas”, .en direcciones ciegas., para el
aprovechamiento personal, opone, desde la epopeya yrigoyeneana, la
rehabilitación total del hombre.
Es que pone en sus manos la libertad política, y
dignificando la ciudadanía como nadie lo hizo, lo deja en condiciones de poder
decidir su propio destino. La llamada reforma social del actual gobierno lo
despoja de este atributo y lo priva de esa libertad.
Es que la libertad ciudadana, que porta la Unión Cívica
Radical, representa la efectiva garantía para la iniciativa personal, para el
esfuerzo creador y para que el individuo realice su ideal de persona humana.
La Unión Cívica Radical hizo la Revolución Social
Por todo ello no se puede comparar la llamada reforma social
de la Secretaría de
Trabajo y Previsión con la efectiva y única revolución
social realizada en el país, por la Unión Cívica Radical. Esta revolución se
llevó a cabo dentro de la ley y del respeto a todos los derechos, y sin exaltar
odios de clases, de raza, de casta, de religión, de diferencia de fortuna como
lo ha hecho, .con técnica totalitaria. ese organismo social del Estado.
No debemos olvidar que jamás la América presenció una tan
honda revolución social sin tener necesidad de alterar un solo principio
fundamental. Y eso que la Unión Cívica
Radical se encontró con los esquemas legales: Parlamento,
Poder Judicial, Enseñanza,
Economía, entregados al Régimen y a los intereses extraños. Pero
la obra de recuperación se inició sin trastocar ese orden de aparente
legalidad. Nos dejó, en ese respecto, un alto principio ético: acatamiento a la
ley, a la libertad del hombre.
En lo político hizo realidad el régimen republicano,
representativo, federal y parlamentario, fundado en el voto universal, secreto
y obligatorio. El actual gobierno, abolió estos derechos y lo dejó al hombre en
su condición de máquina productora, con su trabajo remunerado pero, por la
privación de esa libertad política, reducido a servidumbre. El radicalismo para
afirmar estos principios robusteció el régimen federal y municipal. El actual gobierno
abolió en el hecho y el derecho estos elementos constituyentes de nuestro
pueblo porque preparó, .con la Secretaría de Trabajo y Previsión. el más
vergonzoso unicato y, con él, la entrega del individuo a la concepción de un
Estado totalitario.
La Unión Cívica Radical pone al hombre, capacitándolo en su
formación, por la técnica y el trabajo creador, en el camino de su liberación
porque la economía para el radicalismo no es nada más que un “medio” para que
el hombre pueda cumplir su ideal personal y colectivo.
En la llamada reforma social del actual gobierno, la
economía en la vida del hombre y de la Nación es un “fin”. Aumento de salarios,
jornales, participación en las ganancias, jubilaciones, .concepto de vida
material. como jerarquía de ideal de vida.
Para la Unión Cívica Radical la tierra es un instrumento de
trabajo y no de especulación.
Es para los que la trabajan individual y cooperativamente.
Tiene que dejar de ser un medio de renta y especulación. La Unión Cívica
Radical trajo y porta la nacionalización de todas las fuentes de energía
natural de los servicios públicos y de los monopolios extranjeros y nacionales
que impiden el desarrollo económico del país. Aseguró la libertad de
inmigración para todo extranjero útil que quiera trabajar en nuestro suelo; dio
amplia garantía para el desarrollo industrial, siempre que éste no se funde en
el desconocimiento del valor del trabajo y del respeto a la personalidad del
trabajador. La Unión Cívica Radical afirma el derecho fundamental a la vida
(vivienda limpia, alimentación sana, trabajo remunerado como tal sin distinción
de sexo; enseñanza al alcance de todos, cultura para el desarrollo y formación
de la personalidad, pero también para la Nación).
El seguro nacional obligatorio para toda incapacidad, vejez
y desocupación. La Unión
Cívica Radical fundada siempre en el respeto a los derechos
de la persona humana, exhibe su legislación protectora a los trabajadores del
campo, a la libertad de agremiación y de huelga sin perjuicio alguno para el
derecho de los demás. Sostiene el radicalismo que no se puede hablar de
soberanía externa si no se afirma, plenamente, la soberanía interior. Por ello
aseguró todos los derechos de la ciudadanía y pudo sentarse en la Liga de las
Naciones y hablar como desde 1930 hasta hoy no fue posible, con una voz
limpiamente argentina. Es que el decoro exterior, es el reflejo del decoro
interior.
Por ello la Argentina reasumirá su personalidad internacional
cuando afirme en los hechos sus instituciones representativas.
La Unión Cívica Radical, con la recia figura de Yrigoyen inició
la revolución social hoy frustrada. Defendió la tierra diciendo: “Se procedió a
rescatar la tierra ilegalmente enajenada.
Se defendió por primera vez al trabajador, se contuvo el
constante despojo de que era víctima el trabajador modesto por parte del
acaparador adinerado, para quien se abrían siempre las puertas de la
administración pública” (Mensaje al Congreso, en 1921); se defendió la riqueza forestal;
trajo la subdivisión de la tierra; se propulsó la educación agraria; se fijó
precio al arrendamiento; se evitó la especulación de bolsas arpilleras e hilo;
se resguardó al colono de los monopolios; y dijo Yrigoyen: “La riqueza de la
tierra, con la del subsuelo mineral de la República, no puede ni debe ser
objeto de otras explotaciones que las de la Nación misma”, y defendió la
riqueza del subsuelo con la legislación defensiva del petróleo; declaró la caducidad
de concesiones ferroviarias; impuso el salario mínimo; legisló sobre la organización
gremial; completó el régimen legal de las asociaciones profesionales con las
del contrato colectivo de trabajo y la conciliación y arbitraje; estructuró el
gran Código de trabajo; dio el plan de previsión social; reglamentó el
descanso, la jornada máxima de trabajo, reparación del accidente de la fábrica
y talleres y el trabajo a domicilio; protección a la vivienda y adquisición del
hogar propio. Toda esta labor la cumplió la Unión Cívica Radical.
Por eso fue despojada del gobierno. Pero para esta obra no
anuló un solo derecho ni estranguló una sola libertad. La Secretaría de Trabajo
y Previsión, que lo único que hizo fue reactualizar algunas de estas conquistas
radicales, pero sin el principio informador de la misma: el respeto a la
dignidad del ser humano. La reforma social, en lo que tiene de revolucionaria y
trascendente, la dio el radicalismo. Quince años de Régimen la anularon. El actual
gobierno la aprovecha, con fines demagógicos, y para afirmar en ella sus
tentativas totalitarias. Por todo lo expuesto no podemos aceptar, bajo ningún
pretexto, dentro de la doctrina radical, una socialización del Estado que
importe anular al hombre en lo que tiene de esencial: su libertad, único medio
éste para su realización como persona y el goce moral y material de la vida.
Nuestra afirmación
Es que la Unión Cívica Radical, fundada siempre en su clara
concepción democrática.
Sostiene que el Estado puede intervenir en cierta medida,
para mantener el justo equilibrio social, igualitario y retributivo, cuando
causas sociales, económicas o políticas pretenden alterarlo y, además afirma
que el Estado, en virtud del principio de “ayuda recíproca” que importa la
solidaridad social, puede transformar .al entregar a los más, lo que legítimamente
les corresponde a los menos., ese “deber moral” en obligación jurídica.
De aquí entonces, que no podrá el pueblo ser privado de
ellas pero sí completadas porque ese es el ideario de la Unión Cívica Radical,
ya que es la única fuerza civil que cumplirá el destino de nuestro pueblo y el
ideal de vida del hombre argentino.
Aquí está su programa; su destino histórico, su voluntad
política y la fuerza moral de su acción y su quehacer nacional.
Presidente:
Sr. Juan Irós
Secretarios:
Dr. Juan S. Palmero,
Dr. Benito López Avila, Dr. Adolfo J. Galatoire, Esc. J. T.
Fernández Rubio, Don Ignacio Palacio Hidalgo
Tesorero:
Ing. Guillermo J.
Fuchs
Vocales:
Dr. Henoch D. Aguiar,
Dr. Antonio Sobral, Dr. Alejandro Gallardo, Dr. Luis
Cappellini, Dr. Mario Zinny, Dr. Arturo U. Illia, Dr. Héctor J. Moyano, Don
José María Martínez, Don Pascual Zanotti,
Don Constancio
Allemandi, Don Cayetano de la Fuente, Don Juan A. Más y Don Juan F.
Funes.
Fuente: Manifiesto del Núcleo Radical Intransigente de Córdoba, Junta
Provincial en Noviembre de 1945. Aporte de Marcos Funes Presidente de la Fundación Sabattini.
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