“Era tan inteligente que nos poníamos de acuerdo aun en las
cosas en que no estabamos de acuerdo”, así se expresó Arturo Frondizi de Miguel
Angel Zavala Ortíz, que como se sabe en cuestiones políticas, aun cuando los
dos pertenecían a la Unión Cívica Radical todavía unida, tenían fuertes
enfrentamientos políticos e ideológicos.
Y realmente así lo fue. En su hospitalaria mesa de su viejo
departamento de la calle Galileo, se sentó el país, juristas, políticos,
académicos, jefes militares, empresarios, gremialistas. En esa mesa conversaban
y cambiaban ideas, algunas veces con pasiones propias de las políticas desde
Mario Amadeo, Marcelo Sánchez Sorondo a Arturo Jauretche, Arturo Illia, Ricardo
Balbín, Arturo Mor Roig, Arturo Ossorio Arana, Rogelio Frigerio y el jóven
dirigente del radicalismo bonaerense Raúl Alfonsín.
Su casa era un foro de debates deslumbrantes; una suerte
protodemocracia en contraste con la calle donde deambulaban las distintas
dictaduras que asolaron a nuestro país.
Periodistas, ensayistas, diplomáticos argentinos y
extranjeros, políticos, economistas (Roque Carranza, Felix Elizalde, Enrique
García Vázquez, Alfredo Concepción, Bernardo Grinspun y hasta Raúl Prebisch)
eran asiduos concurrentes a su casa donde se debatían, como se dijo, los
problemas nacionales e internacionales más complejos
Desde el más humilde al más encumbrado siempre tuvo un oído,
una opinión, una mano amiga en este personaje que encarnó la escasa estirpe del
político de Estado pues era conscientemente –en línea con el pensamiento
político moderno- que la autoridad del Estado está en función directa de su
habilidad e inteligencia para satisfacer las demandas efectivas que se le
presentan.
En su juventud había pasado fugazmente por el socialismo, al
poco tiempo de aquel desgraciado 1930, desde su conciencia comprendió el hondo
significado que para la democracia tenía el mensaje de Yrigoyen y abrazó de ahí
y para siempre los ideales de la Unión Cívica Radical. Creía con inamovible
convencimiento en la democracia y en sus valores: libertad e igualdad. Ellos lo
animaron al estudio de los problemas nacionales e internacionales y a largarse
por los sacrificados caminos de la militancia política.
En él convergieron dos calidades muy difíciles de coordinar,
el estudioso, el jurista autor del primer Código Aeronáutico y el militante sin
tregua en la lucha contra el fraude electoral, los autoritarismos y la
demagogia.
Su pertenencia partidaria nunca le impidió ser un político
de Estado. Había estudiado a fondo los problemas económicos nacionales e
internacionales. En medio de la borrasca política sabía distinguir la paja del
trigo y cuando estaba ante una acción gubernamental positiva, no tenía temor a
manifestar su coincidencia aunque se tratáse de un gobierno al cual era firme e
irreductible opositor.
Como opositor fue enérgico e inclaudicable, así se lo exigía
la dignidad argentina. Sin embargo no conoció odios ilimitados e irracionales.
Alguna malicia corrió en ocasión de los bombardeos del 16 de junio de 1955,
imputándole haber sido él uno de los autores. Nada de eso. Efectivamente voló a
Montevideo en un avión militar conducido por el Capitán de aviación Wilkinson
de Almeyra (fallecido) pero fue después del bombardeo y pidió asilo político en
Uruguay previendo la represión que desencadenaría el gobierno de entonces.
Aquel avión no había arrojado siquiera un panfleto revolucionario.
Su experiencia, estudio e ideales le hizo comprender que si
bien la democracia constitucional era fundamental para el progreso del pueblo,
esta misma democracia debía mejorarse así misma. Por eso concibió la democracia
social como un perfeccionamiento de la democracia liberal, de la que nunca
renegó sino que su idea era mejorarla en aras de políticas de justicia social.
La democracia, pensaba, era la única forma posible de socialismo. Fuera de ella
no había igualdad social posible ni distribución de la riqueza, ni derechos
humanos, ni una política exterior que satisfaga los intereses nacionales.
Tanto desde el histórico bloque de los 44 como desde la
tribuna oral y escrita, fue enérgico opositor al régimen peronista pero también
lo fue del revanchismo. Sin aceptar nunca las conductas autoritarias de aquel
régimen, supo comprender el fenómeno social que le abrió camino hacia el poder
y pudo bucear sin reservas la idiosincrasia popular del peronismo. En esa línea
y pasada aquella época de enfrentamientos tajantes que se transformaron en
rencores ilevantables entre argentinos, intentó políticas de conciliación en
base a principios democráticos y republicanos.
Por eso llegó a su viejo departamento Augusto Vandor. Se necesitaba
encontrar soluciones nacionales por encima de los partidismos y en defensa de
la democracia. “Sin democracia el barco de la República se hundirá y con él nos
ahogamos todos, ustedes, nosotros: todos”. Acaso el destinatario de ese mensaje
no alcanzó a comprender cabalmente aquello, luego fue tarde. Había que empezar
de nuevo. Y empezó de nuevo. Habló largamente con le delegado del Grl. Perón,
el ex canciller Dr. Jerónimo Remorino. Coincidieron en cuestiones de fondo, se
comprendieron, se hicieron amigos. Perón también comprendió y estampó su firma
a un documento político para la recuperación democrática y reconciliación de
los argentinos. Arturo Illia también lo hizo. Años más tarde aparecería la Hora
del Pueblo, después los históricos diálogos entre Ricardo Balbín y Juan Domingo
Perón. Aquello era consecuencia de la visión de un político de Estado. Veía más
allá de las coyunturas.
El Canciller
Los distintos mentideros políticos lo sindicaron como un
posible ministro de Economía en el gabinete del electo presidente Dr. Arturo
Illia, el flamante mandatario le tenía reservado otro lugar, acaso conociéndolo
como lo conocía, supo dar con el hombre para un cargo clave para su gestión: la
Cancillería. Un lugar oculto, entre las sombras ¿qué será eso? . La diplomacia
¿un sitio incierto, lleno de claroscuros, habitado por personajes mitad
frívolos y mitad sórdidos? ¿Se encontraría con el enemigo?
No hacía mucho había recorrido el mundo lo que le valió
conversar con importantes líderes como Willy Brandt, Robert Kennedy, entre
otros. Tenía una visión actualizada del mundo pero con qué se encontraría en
ese Palacio San Martín escondido entre la densa y añosa arboleda de la Plaza
San Martín. Sólo le quedaba el recuerdo de los grandes cancilleres de los gobiernos
radicales, Honorio Pueyrredon (de Yrigoyen) y Angel Gallardo (de Alvear).
Comienza su gestión y muy cerca de ese inicio un
acontecimiento de conmoción mundial: en la ciudad de Dallas es asesinado el
presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy.
Esa misma tarde en una desaparecida oficinucha de la calle
Basavilbaso (el Palacio estaba siendo desratizado), está el flamante canciller
asociado a un teléfono que lo contacta con nuestra embajada en Washington. En
medio de una baraúnda de confusiones inquietantes se da vuelta y me dice en voz
baja: me estoy acordando de un pasaje de Tocqueville cuando en la “Democracia
en América” escribe: que hay hombres en los Estados Unidos que en nombre del
progreso encuentran lo útil sin preocuparse de lo justo, de la ciencia lejos de
las creencias y del bienestar lejos de la virtud. Consulté aquel clásico y
encontré casi las mismas palabras. Había estudiado y releído innumerables veces
aquel libro tan importante en la bibliografía de la ciencia política. Como que
lo sabía de memoria pero lo más importante lo había comprendido a fondo. Tenía
una enorme admiración por los Estados Unidos y por lo que significa para causa
de democracia en el mundo, pero también conocía su lado oscuro. Aquel que
aparece en el “Big Stick”, la “Enmienda Platt”, o el Tratado Hay-Bunau Varilla,
en la historia de los golpes de palacio de los generales-dictadorzuelos que
asolaron a América Latina y el Caribe. Veía en los Estados Unidos un país que
daba enormes ejemplos a seguir pero también que era el eje de una política
asimétrica e injusta en el comercio internacional que relegaba a nuestras
naciones al atraso y al subdesarrollo, manipulando a su antojo los precios de
nuestra producción.
Cuando asume la Cancillería hay perplejidad pero también
solvencia política e intelectual. En definitiva es un político de Estado y hace
uso de esas facultades que le son inherentes.
Fue el canciller de la soberanía pues condujo
inteligentemente una política de reparación respecto de las Islas Malvinas que
concluyó con la aprobación de la Resolución 2065/65 de la Asamblea General de
Naciones Unidas – por la cual por primera vez en ese máximo foro internacional
se reconoce la existencia de la disputa entre la República y el Reino Unido por
el archipiélago malvínico. No sólo eso, también invitó al titular del Foreing
Ofice Mr. Michael Stwart quien mediante un comunicado de prensa conjunto
reconoció en nombre del gobierno de Su Majestad, la existencia del conflicto en
los términos de la citada resolución comprometiéndose las partes a negociar en
torno de esta cuestión.
Aspecto fundamental para el desarrollo de las actuales negociaciones y argumento definitivo para demostrar que el Reino Unido reconoció oficialmente la disputa y no como la niega desde aquel nefasto 1982. El político de Estado no trabaja sólo para el presente, su visión alcanza el futuro.
Aspecto fundamental para el desarrollo de las actuales negociaciones y argumento definitivo para demostrar que el Reino Unido reconoció oficialmente la disputa y no como la niega desde aquel nefasto 1982. El político de Estado no trabaja sólo para el presente, su visión alcanza el futuro.
No sólo fue el canciller de la soberanía, también el del
justo trato internacional a las naciones más retrasadas. “La miseria de mi
vecino también es mi problema” había definido el vejo canciller de Clement
Atlee, Aunerin Bevan. La “Carta de Alta Gracia” pensada por él y Raúl Prebisch
echó las bases de la Ia. Conferencia UNCTAD. Todo un manifiesto de las demandas
del mundo en desarrollo por mayor justicia en el trato dispensado por los
países centrales.
Era la fuente inspiradora y guía de lo que sería años
después sería el Informe Willy Brandt sobre las relaciones Norte – Sur.
El 5 de marzo de 1964, Zavala Ortíz decía sin alardes pero
con solvencia: “Los esquemas de Bretton Woods, concebidos para la estabilidad
económica, han fracasado ... la estabilidad que buscamos no es una estabilidad
en el estancamiento, es una estabilidad que permita el desarrollo y continua
elevación del pleno empleo y de los niveles de vida”. Un político de Estado
está por encima de los tiempos; sabe lo que habrá de suceder siguiendo la línea
racional de causa – efecto. Los sucedido en los 90 le dieron ampliamente la
razón.
Todas sus acciones son definiciones políticas hacen a la
tradición de la política exterior argentina. Cuando la guerra civil en
República Dominicana define: “Santo Domingo es toda América Latina”, el
presidente Illia, siguiendo la política de Yrigoyen es tajante: “ni un solo
soldado a Dominicana”. La Cancillería de Zavala Ortíz reclama ante Washington
por la intervención unilateral en aquel país del Caribe.
Por los mismos fundamentos rechaza la intervención del
gobierno cubano en Venezuela, cuyo gobierno democrático había probado que desde
La Habana se suministraba ayuda y alentaba a la guerrilla de ultra izquierda y
su objetivo era desestabilizar a la recién nacida democracia venezolana.
Asimismo denunció los intentos de intervención a Cuba cuyo destino le pertenece
exclusivamente al pueblo cubano.
El canciller Zavala Ortíz estaba atento a la defensa de los
intereses nacionales en el orden internacional pero su pragmatismo era
incompatible con las viejas hipocresías, era un pragmatismo con dirección
política y fundamentos éticos.
Humanista, nacionalista y demócrata social
En 1961 publica un documento esencial donde vuelca todo su
pensamiento político e ideológico que tituló “ La Democracia Social ” donde
desarrolla un concepto moderno de la democracia de modo de superar y
perfeccionar socialmente a la democracia liberal pero nunca rechazándola.
Es lo que hoy se llamaría un social demócrata o si se quiere
un progresista que, a diferencia sustancial de ciertos progresismos
sectarizados, se fundaba en la filosofía del humanismo solidario “Es hora –dice
en la Junta Consultiva- que no le tengamos miedo al socialismo aunque podamos
tener recelos con ciertos socialistas…”, luego citando al filósofo católico
Karl Jaspers dice: “Socialismo es la tendencia universal de la humanidad actual
a una organización actual a una organización del trabajo y de la participación
que haga posible la libertad de todos los hombres…Exigencias socialistas se
encuentra en todos los partidos. El socialismo es el rasgo fundamental de
nuestra época”. “Nuestra economía, dice, es capitalista pero nuestra sociedad
no es capitalista”. Pero como creyente inclaudicable de la libertad y la
democracia rechazaba al “socialismo real” de la URSS al que, con fundamento,
señalaba como totalitario y absurdo. Veía al socialismo como un denominador
común de nuestra época, como también lo entendieron las grandes Encíclicas de
nuestro. Acaso en sus creencias cristianas y humanistas y en aquello de aquel
republicano español democrático y socialista Don Indalecio Prieto: “ soy
socialista a fuer de ser liberal " sintetizaba su ideal filosófico
político que se fundía con su hondo sentimiento nacional desde donde gestó su
nacionalismo sustentado indefectiblemente en el ideal democrático. Su
nacionalismo era un nacionalismo doctrinario al par que realista.
Fue un demócrata a tiempo completo que supo conjugar en su
persona al luchador incansable, al pensador profundo y al político de Estado. Y
al hablar del Estado sólo tenía el Estado de Derecho, el Estado asentado en la
República y su división de poderes. En esto se unía a Alberdi cuando sostienes:
“ el poder es la libertad del gobernante y la libertad el poder del gobernado”
Del equilibrio de esta fórmula nacería el equilibrio y sabiduría de la sociedad
democrática.
Convencido demócrata y de que los reclamos sociales, como el
derecho de huelga, de libre sindicación, de cooperativismo, de intervención y
administración de las empresas, de salario justo y de empleo, creía que la
democracia social era consecuencia del desarrollo político de la democracia
liberal. Esto lo llevó en una sonada intervención a coincidir abiertamente con
Franklin Delano Roosevelt cuando sostenía: “yo no pediría a nadie que
defendiera una democracia que, a su vez, no defendiera a todos los habitantes
de la Nación de la indigencia y las privaciones”.
Era un antimperialista. Pero tenía ideas distintas y
opuestas a las de Lenin. Su diferencia sustancial con aquel estribaba en que él
sostenía que el imperialismo se gesta en la edad primitiva del capitalismo y no
como sostenía Lenin para quien se constituía en la cúspide de su desarrollo.
Esto lo desarrolla Zavala Ortíz en abril de 1957 años antes que el prominente
miembro del gabinete laborista británico de Clement Atlee, Sir John Strachey,
publicase su master piece “El Fin del Imperio”, donde, como se recordará,
demuele la teoría leninista del imperialismo. “...No niego que el capitalismo
sea imperialista… pero no se debe ser tonto y no ver la tendencia imperialista
del comunismo.” Un político de Estado nunca se deja llevar por políticas
ingenuas, consignistas o por sectarismos. Su visión siempre es abarcativa.
Un político de Estado
Zavala Ortíz entendió a nuestro país, sus vicisitudes, sus
anhelos y sus desgracias. Entendió la distorsión que sufría nuestro federalismo
definiendo: “hace tiempo que la Nación está haciendo de las provincias
colonias, en vez de provincias”. Un político de Estado.
Sufrió los tiempos del fraude y las dictaduras a las que
combatió sin cuartel. Se contaron cientos de historias falsas en torno a su
actuación porque desde su serenidad de espíritu y madurez intelectual actuó con
la fortaleza de sus arraigadas convicciones pero nunca con odios ni
resentimientos. Supo pedir perdón por sus errores y supo superar agravios de
toda forma.
Alguna vez dijo: “la política es la más absorbente de las
mujeres”. A esa “mujer” le fue fiel hasta el fin de sus días, porque como
político de Estado, esa “mujer” era la Patria misma con la que se consustanció
desde que hizo uso de su razón y al ver en ella al Estado que nació al conjuro
del grito sagrado de “libertad, libertad, libertad, … Ved en trono a la noble
Igualdad”.
El revanchismo y la ignorancia que todo lo confunde bajó su
cuadro en un salón de actos de la Cancillería y suprimió su nombre. Hay una
plazoleta en el centro de nuestra ciudad que lleva su nombre, allí hay un
pedestal que espera el busto. Pero más allá de los ornamentos hay un país que
le está agradecido por su nobleza, su inteligencia y su patriotismo.
Un detalle, murió pobre
Fuente: MIGUEL ANGEL ZAVALA ORTIZ: UN POLÍTICO DE ESTADO de Oscar Torres Avalos en Escenarios Alternativos publicado el 9 de agosto de 2011.
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