Sr. Sammartino: Soy, sin buscarlo y sin quererlo, el protagonista del
profundo drama que vive el regimen parlamentario argentino. Lo mas grave en
este proceso de declinación de facultades, de cercenamiento de derechos del
Poder Legislativo, no es el avasallamiento por el Poder Ejecutivo ni la supresión
de la división de poderes, que resulta de este sometimiento ciego a la voluntad
presidencial, sino la supresión de la libertad de palabra del Parlamento. Sin
libertad de palabra no hay poder legislativo, no hay parlamento posible.
No he venido aquí a ensayar reverencias frente al látigo (…).
Esta no es una “boite” de moda, ni un club social, ni una antesala palaciega.
Esta es la Cámara libre de un pueblo libre, y es necesario
decirse para que sepa quien deba saberlo, que esta Cámara no debe jamas
escuchar la voz de mando de los viejos coroneles metidos en camisas de once
varas ni tampoco las ordenes impartidas en esquelas perfumadas. Esta Cámara
---añadió--- no debe parecerse nunca a aquellas asambleas legislativas de la
Revolución Francesa recordadas por Sarmiento, formadas por la canalla de los
arrabales de Paris.
No pasa semana sin que las proas corrosivas de los discursos
presidenciales ensaye nuevos dicterios contra la oposición.
Nunca he agraviado personalmente o me he referido
injuriosamente a la vida privada del primer mandatario, como tampoco a la de
sus familiares, sino que he juzgado su actuación pública, usando el derecho de
legislador y de todo ciudadano libre.
Los diputados oficialistas no pueden convertirse en
cancerberos de la susceptibilidad de los gobernantes. No puede ser sancionado
un legislador por preguntar a la comisión de Asuntos Constitucionales sobre el
caso de los articulos del presidente de la nación.
Hasta hace poco se consideraba que el ultimo reducto de la
libertad era la tribuna parlamentaria. Pero he cometido la irreverencia de
sentirme un diputado libre en un pais que el gobierno quiere mantener de
rodillas. Pagaria honrosamente esa irreverencia.
Vivimos el siglo del miedo y de la adulación. Los dias
oscuros de la decadencia politica argentina. Se tiene miedo a perder el empleo,
miedo a ser difamado, miedo a ser calumniado, miedo a perder las riquezas malhabidas,
miedo al presidente que es dueño de la hacienda, de la vivienda y de la
libertad.
El miedo estremece por igual a oligarcas y a descamisados, y hace
correr sobre las cuartillas las plumas de los escribas venales y asalariados. El
miedo colectivo todo lo corrompe y envilece.
A esa voluntad implacable de decretar mi expulsión, y la
tentativa de asesinato ocurrida en mi oficina, en la que participo un
delincuente vulgar que luego fue enviado como delegado a una conferencia internacional
del trabajo.
No olviden los que desatan tormentas, las recientes
lecciones de la historia. A la Roma de Mussolini y la estatua de Mateotti
recientemente inaugurada en el Parlamento italiano que resplandece en el mármol.
La justicia de los pueblos como la de Dios tarda pero llega. El secreto esta en
esperar. Tome la mayoria sus medidas más severas. Yo reincidire, una y mil
veces, en esta Cámara y fuera de ella, en lo que llaman “desorden de conducta”,
que yo considera inexcusable deber de un hombre libre.
(Varios diputados de la oposición se acercan al orador y lo
felicitan)
Fuente: Discurso del señor Diputado Dr. Ernesto Sammartino con motivo de su desafuero por haber expresado "agravios" al Presidente de la República en la sesión del 26 de junio de 1948.
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