Sr. Frondizi - El
problema de los arrendamientos agrícolas tiene una íntima relación con toda la
cuestión agraria. El señor miembro informante de la mayoría y el señor miembro
informante de la minoría han hecho referencia a dicha cuestión agraria.
Uno de los señores diputados de la mayoría que se expidió
sobre el orden del día 315 nos habló también de la necesidad de la protección
del capital humano y nos habló de los hombres que pueden deambular por los
caminos de la República sin tener tierra para trabajar. Por eso, me creo
autorizado, a propósito de la consideración de este asunto, para hacer algunas
referencias sobre el problema de fondo, es decir, sobre la cuestión agraria.
La cuestión agraria comprende varios aspectos de orden fundamental:
primero, el problema de la tenencia de la tierra; segundo, el problema de los
medios financieros y técnicos; tercero, el problema de la vida en el campo;
cuarto, el problema de la industrialización y la comercialización de la
producción.
El proyecto que nos ha traído la Comisión de Legislación
Agraria tiene relación con el primer problema en virtud de que el arrendamiento
es una de las formas de acceso a la tierra. Voy a votar ese despacho, pero sin
ningún entusiasmo. Si no se votara la ley, podría procederse al lanzamiento de
algunos colonos. Esto bastaría para defenderla, pero esto también sirve para
demostrar que se trata de una solución de emergencia, de un paliativo más que
el poder público arbitra frente a la tan debatida cuestión agraria.
En materia agraria, como en todo el proceso económico, es preciso
terminar con el tipo de soluciones de emergencia para encarar una solución de
fondo. Podrán agradecer la ley los agrarios arrendatarios a quienes ella
permita permanecer en su campo, pero es evidente que esos mismos hombres
estarán siempre pendientes de este tipo de sanciones. Las soluciones de
emergencia, tanto en el arrendamiento rural como en el arrendamiento urbano,
suelen causar en definitiva más perjuicios que beneficios, porque dilatan la
solución del problema de fondo.
Como no deseo limitar mi exposición al aspecto crítico, diré
algunas palabras acerca del sentido con que debe encararse el problema agrario
en la República.
El primer aspecto de la cuestión agraria es el del acceso a la tierra. Para que el colono en el país pueda tener acceso a la tierra no bastará que lo diga una ley, será necesario abaratar el precio de esa tierra para que grandes sectores campesinos puedan adquirirla, y esto debe hacerse sobre la base de una política de tipo impositivo.
El primer aspecto de la cuestión agraria es el del acceso a la tierra. Para que el colono en el país pueda tener acceso a la tierra no bastará que lo diga una ley, será necesario abaratar el precio de esa tierra para que grandes sectores campesinos puedan adquirirla, y esto debe hacerse sobre la base de una política de tipo impositivo.
Es necesario desarrollar el principio del arrendamiento vitalicio
para que los sectores campesinos que no están en condiciones económicas de
pagar el valor de la tierra, comprendida la amortización y el interés, puedan
tener acceso a la misma.
Es necesario facilitar la formación de cooperativas
agrarias, no solamente para atender el proceso de industrialización y
comercialización, sino también para el trabajo primario de la producción.
Según las posibilidades económicas, esas cooperativas podrán
tener tierras de su propiedad, o arrendarlas al Estado.
No hay que olvidar que existen grandes sectores campesinos que
tienen como único recurso la fuerza de su brazo; y todos los sectores del campo
argentino, cualquiera sea su capacidad económica, deben ser contemplados en un
problema de tanta trascendencia como éste.
Deseo que venga un informe del Banco de la Nación para
demostrar cómo es imposible financieramente que esos sectores tengan acceso a
la propiedad de la tierra. Y ello, sin entrar a considerar el problema de la
mecanización de la agricultura.
Este segundo aspecto de la cuestión agraria se relaciona con el problema de los créditos y de las máquinas.
Este segundo aspecto de la cuestión agraria se relaciona con el problema de los créditos y de las máquinas.
La mecanización de la agricultura es indispensable como
medio para aumentar la producción y también como medio para mejorar las
condiciones de trabajo.
Es necesario que terminemos de hacer creer que en la pequeña
propiedad está la solución de la cuestión agraria. No es así, entre otras
muchas razones, porque no todos los sectores tendrán medios financieros para
adquirirla, y porque la pequeña propiedad, señor Presidente, no permite la
utilización en gran escala de los medios técnicos más adelantados. Sería además
útil saber cuál es el plan financiero del gobierno que puede hacer propietario
a la mayor parte de los colonos.
El tercer aspecto del problema es el de la industrialización
y comercialización de los productos agropecuarios, en el que no he de detenerme
porque es un asunto que ha sido debatido en esta Cámara y que seguramente lo
será en el futuro .
Pero el problema agrario no es solamente de tenencia de la
tierra, no es sólo un problema de medidas financieras y técnicas, no es sólo un
problema de industrialización y comercialización de los productos agrarios. Hay
también un aspecto de fondo que hace al problema general de la vida del campo,
a los aspectos sociales, sanitarios, rurales y del confort. Es necesario que se
comprenda, frente al problema de la despoblación de nuestros campos, que el campesino
quiere tener contacto con todas las formas de civilización.
Antes, de padres a hijos quedaban sepultados en los campos; hoy,
además de los aspectos de orden económico y técnico, existen aspectos de orden
psicológico, fundamentalmente contrarios al aislamiento en que vivían nuestros
campesinos.
Los señores diputados han recordado aquello de que la tierra
debe dejar de ser algún día en nuestra patria un bien de renta para ser un bien
de trabajo. Concepto teórico que hace muchos años se viene repitiendo en el mundo y en la Argentina.
Deseo decir pocas palabras sobre lo que se ha hecho en esta
materia, para demostrar que el régimen de medidas de emergencia va a tener que
continuar por mucho tiempo. Se peca de ingenuidad al creer que en materia
agraria no se van a dictar nuevas leyes de emergencia. Mientras en el país no
se realice una reforma económica a fondo, las leyes de emergencia van a seguir
siendo necesarias y seguramente el Congreso argentino las va a dictar.
¡Ojalá, señor Presidente, quede sólo en legislación de
emergencia y no sea necesario alguna vez utilizar la fuerza pública para poder
acallar a los campesinos en sus legítimas aspiraciones y en sus legítimos
reclamos!
En materia de tierra, el gobierno de junio ha incurrido evidentemente
en una falta grave, porque ha desarrollado una política inflacionista del valor
de la tierra.
Saben los señores diputados que la política inflacionista en
materia de tierra es la mejor forma de evitar una reforma agraria, porque sin
tierra barata no hay reforma agraria, cualesquiera clases de leyes que se
dicten.
Nunca, como en estos momentos, la tierra en la República Argentina,
ha sido un medio de especulación. Los señores diputados han recordado que el
Banco de la Nación ha llamado a licitación para la compra de tierras, pero se
las está comprando, señor Presidente, al alto valor especulativo actual para
venderlas a colonos, desde que se quiere crear, como ya he dicho, la ilusión de
la pequeña propiedad para millares de trabajadores del campo.
Hay millares de argentinos que quieren tierras y se les
entrega a unos pocos con un extraordinario despliegue de propaganda.
Ya veremos, además -porque este no es el primero ni será el último
plan de colonización-, cómo esos colonos no van a poder pagar la amortización
e intereses, especialmente si se produce un proceso de deflación dentro de la
economía argentina.
Sé que se facilitan créditos para que los colonos compren
tierras, pero esas tierras las están vendiendo los grandes latifundistas que
subdividen los campos para enajenarlos a precios superiores en 100 o 200 por
ciento del valor real.
Naturalmente, el precio de inflación de la tierra no impide
a los grandes industriales que utilicen sus excesos de ganancia en la compra de
tierras. Lo que ocurre es que esos grandes industriales, que no pueden invertir
esos excesos en la capitalización de sus propias industrias, los están volcando
sobre el campo, donde se está creando una nueva categoría de latifundistas.
En el decreto de referencia se establece que la ley 12.636,
que era aplicada por un consejo autónomo, sería aplicada en lo sucesivo por el
Banco de la Nación; es decir, que los problemas agrarios, en lugar de ser
encarados por hombres vinculados al campo, eran entregados al manejo de
burócratas y de improvisados financieros.
Pero no quedó todo ahí. El 28 de mayo de 1946 se dicta el
decreto 15.352, en virtud del cual se ordena distribuir los bienes del Consejo
Agrario. Aquella institución, que antes del 24 de febrero era presentada como
el organismo que solucionaría todos los problemas del campo argentino, es
definitivamente liquidada de la realidad nacional.
¿Por qué se ha hecho eso, señor Presidente? La ley de
colonización era imperfecta, pero estaba manejada por un consejo en el cual
existía un representante de las cooperativas agrarias y en el que existía la
obligación de enviar un representante de los consejos agrarios locales. Se ha
querido hacer desaparecer esta institución autónoma para que todo pueda ser dirigido desde el Banco Central, sin comprender que una de las condiciones
para la reforma agraria dentro del país es que la misma sea llevada adelante por
un organismo autónomo, con intervención de los sectores campesinos interesados.
Con las leyes de arrendamientos agrarios se podrán evitar algunos desalojos, se
podrá llegar a pagar poco por el arrendamiento de los campos, pero el producto
del trabajo de los hombres radicados en esas tierras ellos no lo podrán aprovechar,
porque quedará en manos de una burocracia centralista, que es la que ejerce el
monopolio de la comercialización.
No habrá -puede afirmarse- reforma agraria en el país.
Dejarán que los campos se sigan despoblando, porque es la mejor manera de obtener
mano de obra barata para la gran industria, es decir, para la actividad económica
de la cual obtienen utilidades.
A lo sumo, seguirá habiendo leyes reguladoras del
arrendamiento como ésta, que hacen que, en definitiva, el campesino continúe
dependiendo de medidas de emergencia. Esto es porque las leyes de este tipo no
garantizan la tenencia de la tierra al campesino, sino que la hacen depender de
la voluntad de la administración pública. Los campesinos no necesitan beneficencia,
sólo necesitan justicia.
Hace unos momentos se ha hablado de la reforma sancionada por
esta Cámara a la ley de colonización. Haciendo justicia al señor diputado Mac
Kay, debo recordar que esa sanción se basó en un proyecto que él presentó junto
con otros colegas de este sector.
La Cámara, como dije, le prestó sanción, pero duerme en el Senado,
en ese Senado que evidentemente no desea aprobar leyes que puedan obligar al
Poder Ejecutivo a demostrar si realmente desea seguir una política
revolucionaria en materia de tierras.
Y como quiero ser leal con la Honorable Cámara, debo agregar
que aun cuando esa sanción, que tiene una serie de principios muy
recomendables, fuera convertida en ley, no me hago ilusiones. Las grandes
reformas económico-sociales no han dependido nunca, ni dependen ahora, ni
dependerán en el futuro, de las disposiciones de tipo legislativo: están en
relación directa con el ejercicio del poder político y con el ejercicio del
poder económico.
Y el ejercicio de ese poder político y de ese poder
económico en materia nacional está en manos de sectores que no desean la
reforma agraria.
Si se aprobara esa ley, cuando las expropiaciones, por
ejemplo, no beneficien a los propietarios, seguramente estarían dirigidas contra
los enemigos políticos.
A propósito de este aspecto del ejercicio del poder político
y de esta posibilidad, tengo que recordar un antecedente alemán que me
impresionó profundamente.
En 1920 el nacionalsocialismo sancionó en Alemania un programa
en sus aspectos formales revolucionario, y el punto 17 de ese programa decía:
"Exigimos la
sanción de una ley ordenando la confiscación sin compensación de la tierra con
propósitos comunales..."
Cuando el señor Hitler se aproximó al poder, formuló esta
aclaración al punto 17 de su programa:
"este asunto, naturalmente
-dijo- está especialmente dirigido contra las compañías judías".
Si se dicta esta ley, en el país va a ocurrir seguramente lo
mismo: se podrá expropiar por el valor de las tasaciones fiscales, pero
naturalmente, siempre que el campo sea de un enemigo del gobierno.
En definitiva -y con esto concluyo- reitero que votaré el
despacho del orden del día 315 sin entusiasmo de ninguna clase. Lo que el país
necesita en materia agraria no son soluciones de emergencia, no es este dar
oxígeno de a poco a los campesinos argentinos. Lo que necesita en país es una
solución de fondo de este problema candente, tanto en los aspectos de la
tenencia de la tierra, como en los medios financieros y técnicos, como en los
aspectos sociales, como en los problemas de la industrialización de la
comercialización.
Y con la reforma agraria sucede al fin lo que sucede con la
otra gran bandera de la campaña electoral; con la lucha antiimperialista no se
dará solución al problema de la tierra y el imperialismo seguirá dentro del
país desarrollando sus actividades. El drama de América seguirá en pie:
gobiernos de terratenientes, gobiernos de oligarcas industriales entendidos con
los sectores del capitalismo internacional reaccionario. (¡Muy bien! Aplausos).
Fuente: ARTURO FRONDIZI “El Diputado del Desarrollo”. Prólogo de Emilia
Menotti, Círculo de Legisladores de la Nación Argentina.
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