Como el gobierno instalado en 1963 considero que la Constitución
Nacional de 1853/60 era el marco institucional y político para todas sus
realizaciones, es menester indagar cual fue el modelo de régimen político que
el radicalismo intento alcanzar desde el poder, como reflejo de sus prolongadas
reivindicaciones desde el llano (desde 1930 hasta 1963) y de las postulaciones
que sucesivamente fue incorporando a su profesión de fe doctrinaria y a las
plataformas electorales. En este sentido, puede decirse que a partir de la
plataforma presentada para los comicios de 1937 esta presente —en mayor o menor
medida— la temática del establecimiento de una "democracia social",
como forma de perfecciona- miento a alcanzar por medio de los cauces de la
democracia política, del régimen representativo y del pluralisrno político-cultural
y social. Esta filiación doctrinaria aparece mas clara aun después de la división
operada en el radicalismo durante los años 1956 y 1957, en que al desprenderse
el sector acaudillado por el doctor Frondizi, que paso a abrazar rápidamente
una concepción "desarrollista", el viejo tronco radical definió mas enfáticamente
su ideario social-demócrata, al que proclamo abiertamente en los documentos de
los últimos quince años. También puede decirse que en líneas generales la orientación
del gobierno del doctor Illia respondió fielmente a esas premisas doctrinarias,
pese a las limitaciones derivadas de la crisis económica y a la falta de
suficiente sustento político (en la Cámara de Diputados) para poder llevar
adelante medidas mas avanzadas. En general, el gobierno radical procedió a cumplir
el programa radical, sin apartamientos ni heterodoxias: esto —que era una
virtud para los radicales— fue expuesto a severas criticas por los opositores,
especialmente en el caso de la anulación de los contratos petroleros (que había
celebrado el ex presidente Frondizi) y en el firme propósito de no proscribir
electoralmente al peronismo (partido al que el doctor Illia no le debía el
triunfo, a diferencia de la victoria de Frondizi en 1958).
La propia personalidad del doctor Illia —austeridad y firmeza de convicciones— sirvieron para avalar esa fidelidad programática, que era poco frecuente en la vida política argentina de las ultimas décadas.
La propia personalidad del doctor Illia —austeridad y firmeza de convicciones— sirvieron para avalar esa fidelidad programática, que era poco frecuente en la vida política argentina de las ultimas décadas.
La concepción de democracia social que adopto el radicalismo
e hizo suyo su gobierno reposa en fundamentos propios de la concepción
democrático tradicional, pero doblemente adaptados a la temática social
contemporánea y a las peculiaridades del fenómeno político argentino en función
de nuestro grado de desarrollo y de la prioridad de nuestras necesidades. En
sus raíces ultimas, podría afirmarse —por comparación y distinción con el
famoso "perro del hortelano"— que la concepción democrático-social se
nutre de la idea solidarista, en virtud de lo cual se diferencia claramente de
las otras ideas o tendencias que animan a las demás posiciones posibles. Así,
mientras —siguiendo con el "perro del hortelano"— los reaccionarios
se limitan egoístamente a "comer", los totalitarios "a veces
comen pero no viven ni dejan vivir", y los liberales clásicos "comen
y dejan comer"; en cambio, los solidaristas tienen por objetivo
"comer, dejar comer y ayudar a comer" al prójimo. Esta postura entronca
a la democracia social con el perfeccionamiento de la democracia política
tradicional, alejándolo por completo de los modelos de democracia
marxista-leninista denominados "democracias populares". La democracia
social se diferencia de la vieja democracia política en cuanto ya no es individualista,
pero se diferencia de los modelos totalitarios en tanto rechaza las
pretensiones monocraticas de estos y reclama el mantenimiento del pluralismo
como cauce adecuado para la confrontación del consenso y la búsqueda del juego
entre mayorías y minorías. También podría decirse, en este intento de perfilar
la línea de democracia social, que su adopción implica la apertura de un tercer
camino, por rechazo a las ofertas que intentan polarizar el proceso
sociopolítico y económico entre los términos de una despiadada alternativa: el
no-cambio, es decir, la postura conservadora del statu-quo, por un lado; y el
impulso hacia el cambio sin ningún cauce, o sea, la postura revolucionaria de
los planes maximalistas. La democracia social aspira a viabilizar los cambios
con cauce, es decir, a través de instituciones y de fuerzas que no solamente se
someten al derecho sino que —además— admiten que la elaboración de esas normas
o reglas del juego se lleve a cabo a través de la expresión libre de todos los
grupos o sectores que conforman la sociedad. En cuanto al programa radical, ha
considerado que esta pretensión es la mas acorde con la composición argentina,
la de menor costo político-social, y la que no esta reñida con el alto grado de
crecimiento alcanzado por el país en diversos niveles de actividad
(verbigracia, renta per capita índice de
alfabetismo, participación social en el producto bruto, movilidad social,
etcétera).
Esta concepción de la democracia social, adoptada por el
gobierno del doctor Illia, difería filosóficamente —y por ende, políticamente— de la idea
'"desarrollista" propulsada por otros sectores y, especialmente, por
el partido creado por el ex presidente Frondizi (cuyo ideólogo es Rogelio Frigerio).
La democracia social apunta a la eliminación de la opresión, pero a diferencia
de otras concepciones, no unilateraliza la visualización de esa opresión. Así,
avanzando por sobre las viejas concepciones liberales, no limita el problema de la opresión a la existencia
de formas de opresión política; pero tampoco reduce la cuestión de esa lucha a
una actitud contra la opresión económica reclama, en vez, la "libertad
contra la opresión", comprendiendo en este termino a todas las formas de
opresión que puedan perturbar o distorsionar la existencia de la persona
humana. Es un pronunciamiento contra la opresión política y contra las diversas
formas de opresión económica, pero también contra cualquier manifestación
opresiva proveniente del piano cultural, educativo, religioso, sexual, social,
etcétera. Por lo tanto, la democracia social
abraza resueltamente la idea de liberación, pero no como un mito o un
slogan, sino como decidida ampliación de la idea de desarrollo: este concepto
resulta parcial, mientras que la liberación a que aspira la democracia social
es una noción total, amplia, extensiva, que pretende captar en su integridad e
integralidad la sabia afirmación de Paulo VI cuando recomienda alcanzar no
solamente el desarrollo de todos los hombres sino principalmente el desarrollo
de todo el hombre.
En esa línea de pensamiento, la democracia social en función
de programa político sostiene diversas postulaciones conducentes al
aseguramiento —en la mayor medida humana y concreta posible— de un régimen
sociopolítico y económico de igualdad de oportunidades. No se conforma con la
proclamación de la igualdad legal como igualdad formal, sino que brega por la
toma de decisiones que favorezcan gradualmente la creación de condiciones
generales en las cuales prospere el mayor grado posible de igualdad real de oportunidades.
No pretende que todos sean iguales ni que todos tengan o hagan lo mismo, pero aspira a que las transformaciones sociales •—a las que el Estado no es ajeno— se orienten hacia la remoción de todos aquellos obstáculos, de hecho y de derecho, que impiden ese acceso del mayor numero a las mejores oportunidades.
La enorme importancia que la democracia social asigna a este punto esta representada en el seno del programa radical por el cúmulo de reivindicaciones basadas en el rol del Estado como agente promotor y regulador de esa transformación evolutiva y pacifica: esto ha posibilitado que el programa electoral del partido radical (UCRP) y que las medidas consiguientes del gobierno del doctor Illia fueran atacadas desde los sectores liberal-conservadores, clásicos por su tendencia al estatismo y al crecimiento del aparato gubernarnental.
Mas aun, los grupos de presión pertenecientes al sector productivo han estimado en diversas oportunidades que desde este punto de vista el programa radical es mas avanzado —y, por lo tanto, mas peligroso— que el programa del peronismo o justicialismo, con la circunstancia agravante —según esos sectores económicos— de que los gobernantes radicales acreditan mayor empeño y fidelidad en el cumplimiento integral de esas postulaciones, resultando así difícil que modifiquen el rumbo por obra de la "presión" o de otros intentos de suavizar la concretación de tales medidas de gobierno (soborno, corrupción, etcétera, cuya presencia en la gestión del doctor Illia fue casi totalmente inexistente, al punto de que en la actualidad es ampliamente reconocido el carácter sano e irreprochable de la administración del gobierno radical).
No pretende que todos sean iguales ni que todos tengan o hagan lo mismo, pero aspira a que las transformaciones sociales •—a las que el Estado no es ajeno— se orienten hacia la remoción de todos aquellos obstáculos, de hecho y de derecho, que impiden ese acceso del mayor numero a las mejores oportunidades.
La enorme importancia que la democracia social asigna a este punto esta representada en el seno del programa radical por el cúmulo de reivindicaciones basadas en el rol del Estado como agente promotor y regulador de esa transformación evolutiva y pacifica: esto ha posibilitado que el programa electoral del partido radical (UCRP) y que las medidas consiguientes del gobierno del doctor Illia fueran atacadas desde los sectores liberal-conservadores, clásicos por su tendencia al estatismo y al crecimiento del aparato gubernarnental.
Mas aun, los grupos de presión pertenecientes al sector productivo han estimado en diversas oportunidades que desde este punto de vista el programa radical es mas avanzado —y, por lo tanto, mas peligroso— que el programa del peronismo o justicialismo, con la circunstancia agravante —según esos sectores económicos— de que los gobernantes radicales acreditan mayor empeño y fidelidad en el cumplimiento integral de esas postulaciones, resultando así difícil que modifiquen el rumbo por obra de la "presión" o de otros intentos de suavizar la concretación de tales medidas de gobierno (soborno, corrupción, etcétera, cuya presencia en la gestión del doctor Illia fue casi totalmente inexistente, al punto de que en la actualidad es ampliamente reconocido el carácter sano e irreprochable de la administración del gobierno radical).
Fuente: Jorge Reinaldo Vanossi "El Gobierno de Facto de
Guido y la Presidencia de Illia" en Evolución Política - Constitucional en
América Latina (1950 - 1975), 1979.
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