Sr. Presidente
(Cámpora). - Tiene la palabra el señor diputado por Buenos Aires.
Sr. Balbín. -
Cuando se estaba considerando en general este despacho había solicitado la
palabra. El cierre del debate, prestigiado por el señor presidente del sector
de la mayoría, impidió que yo hablara. La oportunidad de tratarse en particular
me permite fijar el pensamiento de mi sector en el asunto que se considera, las
observaciones que formula y las reservas que hace al despacho, en cuanto a la
firma de los diputados, de este sector, son conforme a un criterio del mismo en
la consideración de este problema.
La forma de votación que he de proponer a la Cámara me
permite, en la discusión en particular, contestar al señor miembro informante
de la mayoría, porque discrepo en la apreciación de alguno de sus conceptos que
son, precisamente, los que determinan nuestro voto. Con una opinión que yo
respeto, el señor miembro informante manifiesta en su exposición que, al
considerar estas cuestiones, debe estarse exclusivamente a las leyes que
permiten la aceptación de estas distinciones y al cumplimiento de las
disposiciones administrativas, y agrega expresamente que no debe investigarse
si los gobiernos de esos países realizaban una política democrática o al margen
de las doctrinas que sustentan los gobiernos de nuestra República. Y al final,
cuando nuevamente vuelve sobre la cuestión, reafirma el concepto y dice: "Nosotros sólo debemos investigar si al aceptar esos honores se lesiona el
ejercicio de los deberes que tiene todo ciudadano". Cumplido ese requisito no
debemos ir a hurgar si han sido bien o mal otorgados.
Discrepo en forma fundamental con esos conceptos. Pienso que
la facultad de la Cámara va mucho más allá de toda esta mecánica administrativa
y que entra al fondo de la cuestión.
Entiendo y participo del criterio que no debemos penetrar en
la política de otros países para resolverla. Entiendo y participo, también, que
no debemos inmiscuirnos en la solución de los problemas políticos de un país,
respetando su soberanía y autodeterminación. Pero sí sostengo que podemos
calificar esos gobiernos y determinar en qué medida y proporción nuestro país
les otorga solidaridades, aplausos, honores, reconocimientos. Y la Cámara, sin
entrar en la consideración prolija de estas cuestiones, participa de la vida de
otros Estados.
Muchas veces, con motivo de fechas históricas de
determinados países que cuentan con nuestra solidaridad y simpatía, la Cámara
se mueve con el sistema de los homenajes, y es tradicional en el Parlamento
argentino saludar a otros Parlamentos democráticos, republicanos y austeros, en
sus vidas y en sus glorias. No entramos en la solución política de sus
problemas, pero marcamos nuestra solidaridad democrática dentro de América y
dentro del mundo. No podría decirse, señor presidente, que estos actos magníficos
de la democracia puedan significar intromisión en la política de esos Estados.
Pero hay países que no han recibido el homenaje de esta
Cámara y que, por el contrario han movido el sentimiento del cuerpo con
expresiones de anhelo para que cesen determinados episodios desgraciados. En esta
Cámara hemos exaltado la preocupación del recinto, clamando porque en España no
se fusilara a los hombres de trabajo, porque eran contrarios a la política del
señor Franco. Muchas solicitudes han entrado a este recinto denunciando que
allá se estaba matando a sus hijos. Y la Cámara no juzgaba ni resolvía sobre la
política de esos Estados; pero marcaba su discrepancia con esa forma de
conducir al país, de crear un estado inhumano dentro de ese ambiente; no se
inmiscuía en la política de ese Estado, pero repudiaba esa política.
Cuando en el Paraguay se desató la guerra civil, el sentido
democrático de este país estaba contra la dictadura, y hubo muchas expresiones
del espíritu argentino que se hicieron oír en contra de aquella conducción
totalitaria del señor Morínigo, es decir, que el país no veía con satisfacción
aquel modo de conducir ese mundo humano que es el pueblo paraguayo. Había en
eso una honda discrepancia.
Quiere decir entonces, señor presidente, que cuando un
ciudadano argentino es distinguido por un país que cuenta con la adhesión
expresa del nuestro, con la expresión republicana de una Cámara que en sus
fechas y en sus glorias lo recuerda, lo estimula y lo alienta, debe descontarse
que el servicio prestado por ese señor ciudadano argentino, honra al país, porque
ya antes el Parlamento había honrado a esa República: y se honra él mismo,
porque al servir ese anhelo y ese pensamiento de solidaridad, estaba
representando al país en ese servicio que después se traduce en una
condecoración.
¿Puede decirse lo mismo cuando una condecoración viene de un
Estado que ha determinado nuestro repudio? Yo creo que eso entra en el fuero
del distinguido; pero nosotros, que vivimos austeramente la democracia y que
estamos contra el gobierno de un país que llamamos de dictadura, creemos que
aquel hombre que prestó el servicio, lo hizo a la dictadura y en contra de la
democracia. (¡Muy bien, muy bien!)
Ese es el sentido del voto que da la Unión Cívica Radical.
Las apreciaciones de los demás señores diputados hacen a la
esencia de la institución: ¿está bien que se condecore? ¿Está mal que se
condecore? ¿Pueden los militares aceptar la condecoración? ¿No deben aceptarla?
Todo eso permite discrepancia de ideas, pero la firma de los diputados
radicales en este despacho tiene el sentido de austera democracia que he
explicado.
No podríamos con lealtad votar una condecoración del
gobierno del Paraguay -porque la Unión Cívica Radical ha denunciado en el
continente americano al señor Morínigo. Se traicionaría a sí misma si aceptara
una condecoración para un ciudadano de nuestro país. Ese es el sentido de
nuestro voto.
Muchas veces, señores diputados, en este recinto nosotros
hemos hostilizado con fuerza, con energía, con vigor, la política del señor
Franco. ¿Sería honesto, sería democráticamente austero que nosotros aceptáramos
que un ciudadano argentino recibiera condecoración por un servicio prestado a
un gobierno que nosotros repudiamos desde el fondo del alma? Esto explica
también el sentido del voto del sector radical.
Y así como yo repudio las condecoraciones otorgadas por
gobiernos que yo quisiera que no existieran en América, reivindico el honor de
los ciudadanos argentinos que han merecido la distinción de austeras
democracias americanas, porque han servido a una democracia que tiene lazos
permanentes con la democracia argentina.
Ese, señor presidente, es el sentido de nuestro voto, que
honra a quien recibe la distinción y que para nosotros, no honra mucho a
quienes la aceptan de países a los que combatimos en sus ideas, convicciones y
procedimientos.
Pero no fustigamos a la persona; no podríamos hacerlo; no
seríamos respetuosos de la convicción de los demás; sería ejercer una dictadura
del pensamiento. Allá ellos con la aceptación de estas condecoraciones. Que las
reciban y que las disfruten, pero nosotros no podemos otorgar nuestro voto de
aceptación, porque no seríamos honrados ni consecuentes con nuestras
convicciones.
Nada más. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos)
Fuente: Discurso del Diputado Nacional de la Provincia de Buenos Aires, Dr. Ricardo Balbin con motivo de la "Condecoración de Militares Argentinos por la dictadura de Franco" (16 de junio de 1948)
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