Señor Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; Don Ricardo Illia; funcionarios del Gobierno de la Ciudad; Autoridades de la Unión Cívica Radical; Doctor Armando Balbín; Diputada mandato cumplido Florentina Gómez Miranda; Aurora Padula; amigas y amigos:
Una vez más nos congregamos para rendir homenaje a don
Arturo Illia. Yo vuelvo otra vez, igual que todos los años a lo largo de estos
17 que han pasado desde el día en que se nos fue para siempre.
Eran jornadas calurosas de aquel enero, cuando llegó la
noticia de que en Córdoba se había apagado la vida de don Arturo. Llegó después
aquí para encontrar el lugar de su reposo definitivo. Una multitud lo acompañó
hasta esta casa del silencio, donde están los restos y adonde venimos a renovar
el homenaje de nuestra admiración y de nuestra fidelidad a su prédica y a su
ejemplo.
Recuerdo aquellos días del gobierno del presidente Illia.
Ahí está Roberto Cabiche, con quien compartimos la tarea en el Ministerio del
Interior. ¡Qué lejos nos parecía desde la planta baja el primer piso! Porque
sentíamos que allí estaba la dimensión de un prócer. Porque don Arturo en su
sencillez republicana tenía esa imagen del prócer, basada en los valores
morales que iluminaban su figura.
Todos sentíamos la admiración hacia esa figura noble de
cabellos blancos y de gestos sencillos, que buscaba la cabeza de un niño para
transmitirle el oculto mensaje de su caricia. Todos sentíamos la admiración de
esa firmeza en las decisiones, de esa claridad en los conceptos y esa profunda
fidelidad a los principios.
Recuerdo aquellos días en que una vez pude subir hasta el
despacho y llevarle a la firma un proyecto de ley de reforma del Código Penal,
para derogar las reformas autoritarias del régimen militar y propiciar otras
normas que castigaran la corrupción o la venalidad de los funcionarios
públicos. Al lado, muy cerca, estaba Ricardo, desde la Secretaría General,
acompañándolo, y Luis Caeiro en la Secretaría Legal y Técnica.
Cómo ha pasado el tiempo y cuánto tiempo se perdió en la
República por el golpe artero que derrocó aquel gobierno que tenía la visión
clara de lo que precisaba la Argentina. La idea de un plan nacional de
desarrollo, que en las secretarías respectivas elaboraban Roque Carranza y
Bernardo Grinspun, mientras García Tudero -que aquí está- le cuidaba las
cuentas. Recuerdo que el visitante más asiduo, a quien recibía casi todos los
días, era el secretario de Hacienda, porque había que cuidar los recursos de la
Nación.
También entonces como ahora se había recibido el gobierno
con lo que era un alto endeudamiento para la época, incomparable con lo que se
vive ahora, y presiones inflacionarias que se sentían mientras un gran desorden
abrumaba desde las viejas cajas de jubilaciones a nuestros jubilados y
pensionados. Y de lo que se trataba era de reorganizar el sistema para que se
pudiera obtener la jubilación en un mínimo decente de tiempo. Porque era una
aventura iniciar el trámite, que no se sabía después cuándo terminaría.
Pero la preocupación esencial era la educación. Aquel
gobierno en el presupuesto destinó más del 23 por ciento a la educación y puso
al frente del Consejo Nacional de Educación existente entonces a una gran
maestra, a Luz Vieira Méndez, que inició una extraordinaria obra
transformadora. (aplausos) Estoy seguro que don Arturo aplaudiría con emoción
que un nuevo gobierno radical haya logrado, casi apenas llegado, que se
levantara la carpa blanca de la protesta, para reemplazarla por la esperanza de
una educación mejor en el país. (aplausos)
¡Qué lejos nos parecía desde la planta baja el primer piso!
Teníamos la sensación, aquellos jóvenes que acompañábamos a don Juan Palmero,
que ahí arriba se estaba escribiendo la historia. Y ha sido así, porque quedó
grabada esa historia en el gran ejemplo republicano de un patricio, de un
prócer, de un hombre que tenía la visión clarividente de cómo debía construirse
el futuro sobre bases sólidas, equitativas, justas y solidarias.
El creía en la ley como suprema expresión de la voluntad
popular, en la austeridad como dimensión ejemplar de los gobernantes y en la
fuerza de la opinión pública como aquello ante lo que deben rendirse quienes
gobiernan para seguir las palpitaciones de su pueblo.
Un golpe artero lo derrocó entonces. Con Ricardo Balbín le
tocó rumiar el desaliento de ver abatidas las instituciones de la República.
Pero no abandonaría la lucha sino que la seguiría en la constancia de su
presencia y de su acción en todos los caminos de la República.
Ver la figura patriarcal y sencilla de don Arturo doblando
en una esquina, solo, suelto, libre, recogiendo el respeto y la admiración de
un pueblo que empezaba a darse cuenta de cuál era el significado profundo de la
Constitución y de la vida republicana.
Por eso, dejó una lección señera, de virtud cívica, de moral
democrática y de humildad republicana que siempre reconocemos como ejemplo.
He venido todos estos diecisiete años y hoy me toca volver
como presidente de la República.
Debo confesar la emoción con que entré al despacho
presidencial donde una placa recuerda que ahí ejerció sus funciones don Arturo
Illia, que ahí ejerció también sus funciones don Raúl Alfonsín. (Aplausos).
Claro que ahí también están escritos los nombres de los
usurpadores. Pero esto muestra en la diferencia la magnitud del significado de
cada uno en el delinear de nuestra historia.
Hoy tenemos desafíos parecidos a los de entonces: la
organización de un desarrollo programado según criterios estratégicos, la
necesidad de recuperar la justicia perdida en una sociedad donde ha crecido el
desempleo, la desigualdad y la pobreza, que hoy nos exigen ingentes esfuerzos y
la imperiosa necesidad de reclamarle al pueblo que aporte su contribución para
salir del tremendo endeudamiento que nos dejan y de la grave de la situación
del desempleo y la pobreza.
Dicen que no dejaron el país en crisis, como si no debiera
llamarse crisis a un agujero presupuestario de diez mil millones de pesos y a
un índice de desempleo superior al 14 por ciento en la República, mientras se
han triplicado los indicadores de la pobreza en la Argentina.
Vamos a afrontar la crisis con el mismo coraje que lo hizo
don Arturo Illia en el ´63, con la misma firmeza con que lo hizo Raúl Alfonsín
en el ´83 para defender la Constitución y la República, la justicia y la
solidaridad en la tierra de los argentinos y el ejemplo de la moral cívica en
la conducta austera y transparente de un gobierno que no va a transigir con la
corrupción y que la va a combatir hasta las últimas consecuencias. (Aplausos).
Hoy el país despide a otro gran gobernante. Ha muerto en
Santa Fe el doctor Aldo Tessio, gobernador de Santa Fe en los días de la
presidencia del doctor Arturo Illia.
Recuerdo que Aldo Tessio siempre venía con Carlos Contín,
empeñados como estaban en hacer el túnel que uniera a las dos grandes ciudades
de las capitales de sus provincias. Y la obra fue realizada. Don Arturo tenía
especial predilección por ambos y un gran respeto por el doctor Aldo Tessio,
que ha seguido a lo largo de su vida dando el ejemplo de su honorabilidad y de
la gran memoria de su gobierno, del gobierno con que apuntaló el progreso de
esa gran provincia de Santa Fe.
Desde aquí le rendimos nuestro emocionado homenaje y nuestro
presidente del Comité Nacional, el doctor Raúl Alfonsín, está viajando a la
provincia para llevar, en nombre de todos nosotros, el homenaje de sus amigos,
de los radicales y de todos los ciudadanos que lo admiraron por su gestión
lúcida y transparente de gobierno.
Esta ciudad de Buenos Aires, hoy le rinde homenaje a don Arturo.
Por eso está bien que el jefe de Gobierno haya pronunciado esas palabras en
nombre de la ciudad que él eligió para vivir sus últimos años.
Y vengo yo como presidente de la Nación a decir que todos
los argentinos de bien, respetan la memoria patricia de don Arturo Illia, la
figura del ejemplo republicano que es la base de la ética, fundamento para
recuperar la confianza de un pueblo que sufrió los golpes de la corrupción y la
mentira y que hoy quiere reencontrarse en la solidaridad, en la justicia y en la
decencia como en 1963 lo señalaba para toda la patria el presidente Arturo
Illia.
Hoy llegamos otra vez hasta su tumba para decirle a don
Arturo que ha merecido bien de la patria, que su nombre está en el corazón de
los argentinos y en el respeto de todos los habitantes del país, desde el norte
hasta el sur, desde el este hasta el oeste, porque él ha dejado el ejemplo de
lo más importante que puede exhibirse en la vida, que son los valores morales
que edifican la conducta puesta al servicio del pueblo soberano.
Muchas gracias.
Dr. Fernando De la Rúa
Presidente de la Nación
Fuente: Discurso del señor Presidente de la Nación Dr. Fernando de la Rúa en Acto Homenaje por el 17° Aniversario del fallecimiento del Presidente Dr. Arturo U. Illia, 18 de enero de 2000.
No hay comentarios:
Publicar un comentario