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domingo, 8 de junio de 2014

Emilio Gibaja: "Illia y los medios de comunicación" (1992)

Los medios de comunicación expresan, entre tantas otras cosas, los distintos proyectos políticos de una determinada época.

El proyecto autoritario alcanzo, a mediados de la década del 60, un raro prestigio intelectual. Por cierto no se trata de una responsabilidad exclusiva de los medios de comunicación social, pero seria torpe creer que sólo «prestaron» su cuerpo para este mensaje, como si fueran meros instrumentos técnicos.

Los semanarios Primera Plana y Confirmado, algunas radios, la mayoría de los canales de televisión privados, algún matutino y cierto vespertino de conocida trayectoria y vinculación castrense, pilotearon, con el respaldo de la burocracia sindical de entonces y los políticos sin consenso ciudadano, una campaña de desprestigio del gobierno del doctor Arturo Umberto Illia.

Más que esgrimir argumentos, mas que promover un debate de ideas, y mas que confrontar proyectos de país, golpearon las vísceras emotivas, en la frustración histórica, en la postergación nacional, en la falta de tradición democrática, generando dos ideas-fuerza.

La primera: que la democracia era lentitud e ineficiencia, atraso y caos.
La segunda: que el autoritarismo significaba progreso, eficiencia y orden.

Un hecho significativo ronda la memoria colectiva: el golpe del 66 trajo consigo la violencia autoritaria, la caza de brujas, la intolerancia religiosa y no el «destino de grandeza de la autodenominada Revolución Argentina, al decir de la revista Primera Plana.

Los medios de comunicación masiva, en lugar de constituirse en parte del patrimonio político de una sociedad civilizada, multiplicaron la sensación de indefensión republicana y menospreciaron el respeto que el gobierno profesaba por la Ley y la Constitución.

Estas virtudes democráticas, como así también el debate pluralista y la amplitud para considerar propuestas ajenas, se convirtieron según los medios de difusión en ineptitud gubernamental, falta de ideas, ausencia de proyectos. En el horizonte del discurso político de la década del 60, las virtudes republicanas eran defectos partidocraticos.

Es útil señalar que periodistas -brillantes-, intelectuales universitarios, profesionales de los medios escritos y audiovisuales, con el aval de los propietarios de estos medios, se convirtieron en especialistas en acción psicológica y hallaron una fórmula informativa feliz para sus propósitos golpistas: la tortuga radical.

Pero la Argentina de 1965 era una fiesta, y lo era porque la democracia lo permitía.
Los argentinos deberíamos haber comprendido entonces que el sistema democrático, republicano y federal no es perfecto, pero es el mejor que se conoce en la historia política universal. (*)



























Nota: (*)   Emilio Ariel Gibaja Abogado. Presidente de la FUBA en 1954. Director de Prensa y Relaciones de la Presidencia de la Nación durante el gobierno de Illia. Secretario de Información Publica de la Presidencia de Raúl Alfonsín hasta mayo de 1985.



Fuente: Historia de la Argentina "El mito de una Revolución Nacional, Editorial Hyspamerica. 

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