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domingo, 8 de junio de 2014

Anselmo Marini: "Ricardo Balbin" (agosto de 1981)

Ricardo Balbin no escribió un libro. Podemos decir, en cambio que lo habló, tal vez sin un plan preestablecido, pero siempre atento a circunstancias y acontecimientos de honda significación para la vida cívica de la República, a cuyo servicio consagró la totalidad de sus energías vitales y de su talento político.
Ha quedado, sólo entre los que fuimos sus contemporáneos, el recuerdo oral de sus primeras incursiones oratorias, en los entreveros reformistas de los años veinte y de la singular y llamativa elocuencia de sus arrestos tribunicios, en las horas iniciales de su militancia en la Unión Cívica Radical. De haberse conservado su testimonio hubiera servido -sin ninguna duda- como la mejor introducción a ese libro, no escrito, en el que se fue expresando el pensamiento vivo de Ricardo Balbín, formidable luchador en tiempos duros de la Nación, que jamás renunció en su empresa de restauración republicana, a su obstinación por la libertad, a la unión del conjunto nacional y a la defensa de las instituciones, a cuyo amparo nacimos los argentinos y que el radicalismo hizo suyas como punto de partida y meta de su ideario,
Estamos de acuerdo con quienes han dicho que Radicalismo y Reforma Universitaria son proposiciones que se complementan en el plano de la ética política y de la idea cultural, porque ello explica la razón por la cual Balbín haya abrazado simultáneamente, desde los inicios de su actuación juvenil, los ideales reformistas y la doctrina de la Unión Cívica Radical.
Los contrastes y frustraciones que le tocó padecer en su larga y apasionada lucha, lejos de mellar sus convicciones, fortalecieron su fe para la permanente defensa del sistema democrático.

"No han fracasado nuestras instituciones -decía-, y si alguna vez entraron en declinación, lo ha sido precisamente en virtud de haberse impedido que a ellas llegaran, con naturalidad, las voluntades mayoritarias", para subrayar siempre, como justo corolario 'que no habrá realizaciones sino sobre la base fundamental del respeto a la voluntad de los pueblos".

Recitó su mensaje de afirmación democrática a lo largo y a lo ancho de la Nación, y lo proyectó al continente y al mundo, cuando pudo hacer oír su voz en foro internacional (Caracas 1976)...Allí afirmó:

"No están quebradas las perspectivas de la democracia en América; se podrán equivocar sus dirigentes, pero, la democracia pertenece a la raza de los americanos. El sentido de la libertad no morirá jamás en esta América. Así entiéndanlo cada uno de los hombres y de las mujeres que pueblan nuestras Repúblicas”

Sabía, Balbín, que la libertad no se recibe como un regalo y que, antes al contrario, conlleva la obligación indeclinable de combatir por ella. De allí su brega constante y permanente en la que vuelca, con alta inspiración docente, su noble pasión de sembrador de ideas, al servicio de la construcción del país soñado. Su prédica es de tono sencillo y acento patriótico. Lo que es fácil advertir en sus reclamos públicos. Tal el caso de la presentación de su periódico 'Adelante', más de tres décadas atrás, en la que anuncia que lo edita:

"como una invitación que reclama salir al encuentro de la escuela que eduque para la libertad, de la ciencia al servicio del hombre, de una legislación social que proteja la vida, asegure el trabajo y dignifique al obrero sin disminuirlo, de un ejército con símbolos nacionales, sin divisas pequeñas, Sanmartiniano y democrático, de una economía limpia y leal, de instituciones con jerarquía y sufragio sin deformaciones..."

En suma, todo un programa que sigue siendo exigencia del pueblo argentino, expresado con lenguaje llano por un creyente de la democracia que quiere que la educación y la ciencia estén al servicio del hombre y de su libertad, con vigencia del Estado de Derecho y de la justicia social.


La unión nacional
Balbín fue un soldado de la paz. Llevar la paz a los pueblos, constituye la aspiración suprema de los auténticos hacedores de la historia. Es obra de adalides -Balbín lo fue-. Se opuso a la violencia y predicó la necesidad de la unión nacional. Para lograrla, bien se sabe que es menester diluir antinomias, armonizar opuestos, buscar las coincidencias, sin dejar de respetar las discrepancias. Próceres de nuestra historia, entre ellos Alberdi con sus 'Bases' lo predicaron en su momento; Balbín lo intentó, también, con la 'Asamblea de la Civilidad', con la 'Hora del Pueblo' y en la vigente y esperanzada reunión de los cinco partidos nacionales que conforman la Multipartidaria.
Esta actitud de Balbín no fue siempre comprendida. "No fuimos comprendidos y sí criticados, por los que nada hacían", dijo al refundar "Adelante" en 1976, después del golpe militar.
Días antes de ese golpe había hablado al país por la cadena de Radio y Televisión. En su discurso reafirmó la necesidad de la unión nacional y bregó en favor de la búsqueda de una solución que hiciera posible la continuación del proceso constitucional:

"La bandera de la unión de los argentinos, la vida en paz y sobre todo la defensa de las instituciones, no será abandonada jamás por la Unión Cívica Radical. Hemos usado este lenguaje, este pensamiento y esta acción en todos los turnos de nuestra historia. Lo vamos a seguir haciendo. Podemos reconstruir hoy o no. ¿Tendremos que rehacerlo todo después de la catástrofe? Puede ser que sí. Pero al más incrédulo de estas concepciones le afirmo: si se esperan las ruinas, en las ruinas encontrarán una bandera: No se realizará el país sino sobre la base de unión de los argentinos".

Todo lo acontecido después, con la toma del poder político por las fuerzas Armadas es historia conocida, triste y lamentable. A manera de apreciación del estado actual del país, un integrante del primer equipo económico del "Proceso", en un libro reciente, señala que la Argentina marcha a la cabeza, en el orden mundial, en cuanto al coeficiente de inflación, el endeudamiento externo por habitante, la cantidad de quiebras empresarias, el cierre de bancos, el retroceso en la producción industrial, la caída de los salarios reales, la desocupación y otros índices que muestran a nuestra sociedad como azotada por un ciclón que deja solo ruinas a su paso enloquecido.
Con lo que queda dicho que, a pesar de las prevenciones de entonces y de las severas advertencias del documento de la multipartidaria del 16 de diciembre último,"Antes que sea tarde", esa catástrofe se ha producido. De aquí en más los argentinos deberemos andar sobre ruinas, en la dura tarea de intentar la reconstrucción de la Nación destruida, conforme con la predicción de Balbín del 16 de marzo de 1976, en su antes recordado discurso, que mereció el descreimiento de muchos y la subestimación de lo soberbios. Por ello hoy, ante el dramático cuadro que nos ofrece la realidad nacional, levantar su bandera, como guía de nuestra acción, asume la fuerza de un mandato imperativo:

"no se realizará el país sino sobre la base de la unión de los argentinos".

El acento profético de las palabras de Balbín, en las muy difíciles circunstancias históricas en que fueron pronunciadas, pone en evidencia la profundidad de su visión política y las dimensiones de su extraordinaria personalidad. "Fue un hombre de acción, con temperamento de apóstol y vislumbres de profeta" dijo Ricardo Rojas de Sarmiento, al presentar su pensamiento vivo. Bien merece Ricardo Balbín que repitamos para él, ese jerarquizado juicio.
Es oportuno decir, a esta altura, que creía en la unión nacional, como una muestra de que se puede convivir y crear en el debate pacífico y de que la Nación sólo será tal si asume la expresión de una comunidad de destino y una solidaridad de intereses y de ideales. Coincidía con Ortega en aquello de que si deseamos en serio la victoria de un país como Nación debemos aunar fuerzas y como decía Renan: excluir toda exclusión.
Pudo precisar de mejor manera su pensamiento al señalar -en su oportunidad-, que la 'Hora del pueblo' había exhibido la posibilidad de que los argentinos mostrasen, sin prejuicios, en todo cuanto están de acuerdo. De este modo se prestigia la democracia y se dan bases sólidas de sustentación institucional, que es el principal de los fines perseguidos. Por lógica reacción -decía Balbín- los enemigos naturales pretendieron disminuir ese gesto político atribuyéndole sentido de acuerdo, pacto y especulaciones electorales, cuando lejos de ello la gestión constituyó un alto ejemplo de independencia política, que prestigia a los partidos y destruye los frentes negativos, Sobre este último punto cabe hacer constar que, invariablemente, declaró su rechazo a los acuerdos y los frentes:

"Ningún partido debe renunciar a su personalidad y sin perder su individualidad -aclaraba-, los representantes de los diversos sectores en el Congreso de la Nación, podrían lograr la síntesis de las coincidencias en los puntos vitales. La bandera de la unión nacional, no es la de la aparcería política, sino la de la convivencia democrática", señalaba Balbín, para agregar: "Esta política tiene por objetivo que los jóvenes en el tiempo que tienen que vivir y que yo no viviré, puedan tener un país, una civilización, un encuentro amable en la noble dialéctica del debate discrepante y no la pelea absurda de todos los días".

Estas preocupaciones de Balbín, lejos de ser exclusivas, interpretaban el pensamiento y las inquietudes de los sectores más responsables de la sociedad, tal el caso del Episcopado Argentino que, en su documento último "Camino de Reconciliación', nos dice que "al llamar a la reconciliación nacional está persuadido de que no se trata sólo de lograr la conciliación de puntos de vista divergentes en la organización política del país, sino de curar una enemistad que se va adueñando del espíritu de muchos argentinos. Esa enemistad se ha manifestado en forma creciente: el distanciamiento entre sectores sociales y grupos políticos, la inclinación a la exclusión del contrario, la proscripción positiva del mismo, hasta llegar a su eliminación violenta". Agrega luego:

"La reconciliación de que hablamos no supone la uniformidad de las inteligencias en enfocar con una misma opinión todos los aspectos que hacen a la organización del país. Además de imposible ello sería dañoso para la Nación".

Más adelante insiste en la necesidad de apaciguar los espíritus, de deponer el odio y de acentuar el diálogo sincero y racional como la única arma aceptable para la lucha política, que más que a la derrota del contrario tienda a lograr la armonía de pensamientos y voluntades.
Esta trascripción nos permite advertir su total coincidencia con las ideas de Balbín, a favor de las cuales luchó los últimos 20 años de su actuación pública, desde la alta jerarquía de presidente del Comité Nacional de la U.C.R.

Necesidad de una biografía
Desde que se produjera la desestabilización de las instituciones que deben regir la vida política de la Nación, como consecuencia del motín militar del año 1930, la presencia de Balbín en el quehacer público nacional, ha sido extraordinariamente notable. Los cargos partidarios que ocupó, su relativamente breve actuación en el Parlamento, su histórica presidencia del bloque de los cuarenta y cuatro, su encarcelamiento, sus candidaturas a gobernador y presidente, son anécdotas y episodios de una larga y fecunda acción, que están aguardando una biografía que haga justicia a una de las figuras de más excepcionales relieves de la política Argentina.
Es de lamentar que muchas de sus piezas oratorias se hayan perdido para siempre, como también la asombrosa irradiación de su voz grave y armoniosa, que él manejaba en el discurso con acentos, pausas y afirmaciones que llevaban al desborde emocional.
Le había dado a su vida un estilo y un contenido esencial, donde la conducta moral era norma permanente y el deber finalidad suprema.
Tuvo admiración por Alem, el soñador; devoción por Yrigoyen el realizador, amistad limpia con Alvear y Pueyrredón, coincidencias con Sabattini, cariño fraternal por Emir Mercader y Crisólogo Larralde, alta consideración por Arturo lIIia y su histórica gestión presidencial y lealtad para todos cuantos lo acompañaron en su empeño de prestigiar la doctrina de la UCR.
Podemos decir que cumplió con fidelidad el precepto Yrigoyeneano, que manda ser radical en todo y hasta el fin.
Cuando le pidieron en uno de sus últimos reportajes, que hiciera un balance de su vida, respondió con su natural sencillez:

"Siempre dije que si naciera de nuevo, haría exactamente lo mismo. Todo lo que hice fue con convencimiento. Con frecuencia he pensado que cumplir con el deber es fácil. Lo importante es saber dónde está el deber. Hice las cosas con todo el amor y la fe que tuve y ese es mi mayor bien".

























Fuente: Ricardo Balbin por Anselmo Marini, Agosto de 1981.

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