Con este propósito, nosotros quisimos que la revolución
tuviera, pues, una verdadera orientación de tipo cultural. De ahí que la
Reforma fue coetánea, coeva y coincidente con nuestro movimiento. Se ha dicho
mucho que el movimiento aprista es una consecuencia de la revolución
universitaria y de la revolución mexicana. Nosotros llamamos a la Reforma
Universitaria, la Revolución de los Espíritus, porque queríamos una renovación
de las universidades, no para hacer más fácilmente profesionales. Lo dijimos
siempre. No para facilitase al estudiante la manera de conseguir un diploma sin
saber mucho. Nosotros quisimos precisamente lo contrario. Darles a las
universidades una nueva validez, un nuevo sentido, una nueva proyección.
Hacerlas verdaderos centros de cultura. Desprofesionalizarlas, en el sentido de
que no solo el diploma fuera el objetivo del universitario. Crear los ámbitos
de la investigación desinteresada. Hacer de ellas lo que han sido las
universidades del mundo, en el campo científico, la exploración, en las que no
es el interés profesional lo que prevalece, sino el amor a la ciencia y la devoción
por la cultura. Ese fue el afán de la revolución o Reforma Universitaria. Y así
comenzó. Había que sanear, había que limpiar las Cátedras donde permanecían aferrados
viejos señores, que eran, sobre todo, viejos por sus ideas, y nosotros lo
logramos en esa primera etapa, tendiendo a la democratización universitaria.
Porque entonces, cuando nosotros comenzamos el movimiento, era solo una minoría
muy reducida la que podría ingresar a la Universidad. Por eso nosotros quisimos
que las puertas de la Universidad se abrieran, para que miles y miles de
estudiantes pobres que no podían llegar a los claustros universitarios, tuviera
la posibilidad de hacerlo. Y así nosotros comenzamos esa etapa de la reforma
universitaria, que fue verdaderamente una etapa de democratización institucional,
pero también de exaltación de los valores culturales de nuestros centros de educación
superior. Allí coincidimos con esta gran acción de la juventud que se expande
por todo el continente, que comienza en Córdoba, Argentina, y culmina en 1921
en el Congreso Latinoamericano de Estudiantes de México. Allí queda también
establecido el principio de que el estudiante tiene como obligación -por recibir
privilegiadamente una enseñanza que el pueblo paga- devolverle al pueblo parte
de esa enseñanza que recibe por un azar de la fortuna. Y, entonces, la
Universidad popular quedo establecida como una obligación del estudiante, como
una responsabilidad. Y esa idea, que había sido sustentada en el Primer
Congreso de Estudiantes del Cusco, repercutió aprobada, en el Congreso
Latinoamericano de Estudiantes de México de 1921.
Fuente: Victor Haya de la Torre: "A la Juventud Universitaria" Fragmento (septiembre de 1965)
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