Cuando se proclama a un candidato y éste tiene que hablar,
debe tener la sensación exacta de que puede ser el presidente de la República.
Yo sé que aquí no caben más; se que puede llenarse la calle; yo no lo veo, lo
presiento. También sé que a través de estos mecanismos y las cámaras de
televisión, está oyendo gran parte de la República.
Muchos de aquí y de afuera tienen sus preocupaciones y sus
lógicas disconformidades. En todos los lugares hemos hecho la crítica severa de
los errores cometidos. También en todos los lugares hemos explicado nuestra
plataforma de avanzada. Estamos disconformes con lo que se hace. Pero no
queremos vivir de los errores de los otros, sino de los aciertos de nuestras
ideas.
Una lamentable política económica debe ser de inmediato
rectificada.
Lo saben los hombres del campo, los estudiantes, los
trabajadores. No nos gusta tampoco esta central obrera partidista, que quiebra
el sistema sindical argentino.
Dijimos también que había que eliminar las importaciones
innecesarias y terminar con las industrias para el lujo. Ya los que hablan hoy
de imperialismos, yo les contesto simplemente poniendo por delante la historia
de mi partido.
Los que no supieron o no quisieron condenar la violencia,
ahora la tienen multiplicada. ¿Quién la trajo? A nosotros nadie nos presentará
la cuenta, porque no alentamos la violencia en la República. A quienes
desataron las pasiones y ahora pretenden encontrarlas en comprensión les será
muy difícil.
Dijeron que la violencia era culpa de la dictadura militar. Ya no está más. ¿Por qué impera todavía la violencia? Yo quiero gobernar en paz y no tener que defender con fusiles al que va a ser mi gobierno.
Nuestra juventud no tiene armas, pero tiene ideas como para defenderse ante cualquiera. Ellos saben, nuestros jóvenes, que con la violencia y el enfrentamiento le abrimos el camino a los imperialismos.
La intolerancia absurda no ayuda a construir, destruye todo intento de emancipación.
Nadie me tiene que dar explicaciones de cómo se pelea,
porque yo estuve en todas las luchas. Pero he definido para siempre, que se
debe conjugar con fuerza la pacificación argentina.
La violencia es ahora guerrilla por un lado y delincuencia
por otro, generadas por la falta de coraje civil para dominarla. A nosotros no
podrá acusarnos nadie, porque jamás la alentamos. Pensar que a Illia le decían
que tenía vacío de poder, porque caminaba la libertad por las calles, porque
reinaba la cultura en las aulas.
La intolerancia trae malas consecuencias. Yo prefiero vivir
para la paz, pero debo decirles a los que no la cuidan, que también nuestra
tolerancia tiene un límite. No llego al pueblo para rivalizar, sino para
pacificar, quiero poner mis manos limpias, para el servicio limpio de la
República.
Hasta ahora, hay sólo palabras en las esferas del gobierno.
Mientras tanto, el trabajador no sabe para qué trabaja. Le han dicho desde
arriba que con su esfuerzo podremos alimentar al mundo. Si eso es cierto ¿Por
qué no convocan a unirnos en paz para el progreso común?
Juro que, a riesgo de todo, pondré seguridad en el país si
se me elige presidente. Todos los esfuerzos para el trabajo requieren un país,
y no la anarquía; requieren la convicción firme de que somos una soberanía
auténtica, en la cual su presidente tenga la fuerza moral, como para mirar con
la frente bien alta al continente.
Pusimos las coincidencias ante el país, como una importante
novedad. Les tocó ganar a los otros, y aplaudimos, pero tenían una trampa
interna que volteó a un presidente y perjudicó al país. Y yo me pregunto quién
vale más: si quienes teniendo todo le dieron al país la anarquía o quienes desde
la minoría ofrecieron la paz y la convivencia. Yo les digo a todos que tengan
confianza en la República. Hay un partido, el radicalismo, que jamás pierde su
rumbo.
Quiero a toda la juventud de la República, porque es la que
tiene el porvenir. Lucho por ella porque es el instrumento del futuro. La
quiero en paz, construyendo, y no en la guerra que destruye. Yo sé, que cuando
los padres entierran a sus hijos, es señal que el país está detenido. Dejen de
lado la violencia, ustedes me entienden. Si se quieren matar entre ellos, que
se maten, pero no cobren vidas de quienes tienen la sagrada misión de
reconstruir al país.
Fuente: Discurso del candidato presidencial Dr. Ricardo Balbin en el Teatro Astral en la campaña de elecciones presidenciales (20 de septiembre de 1973)
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