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martes, 11 de marzo de 2014

Ahora: "Todavia hay en la UCR, honor y fuerza moral" (20 de enero de 1942)

Cuando hablamos de que el radicalismo guarda dentro de su propio seno las reservas morales necesarias para recuperar todo lo perdido, y para convertirse en la fuerza orgánica y doctrinaria que el país necesita, estábamos seguros de hablar con certidumbre. 

El radicalismo no tiene la culpa de que el profundo sentimiento cívico que lo anima, haya de ser expresado por malos intérpretes. No puede decirse que el radicalismo no tenga culpabilidad alguna de la conducta de sus comandos, pues el partido esta en condiciones de abatir a los falsos apóstoles de su credo, que le han despojado de las galas de viejos prestigios adquiridos en el esforzado ejercicio de altas virtudes cívicas y que luego le han entregado, inerme, a los mismos que le han inferido los mas penosos agravios de que haya recuerdo en la historia política de la Nación. El radicalismo tiene sus reservas morales. Frente a la conducta de las autoridades que ante el peligro de que el adversario les arrebate las menguadas posiciones que le dejara en los comicios del 7 de diciembre han revisto en forma premiosa sus propias resoluciones, se destaca la actitud viril del senador Crisologo Larralde, y de los diputados Ricardo Balbin, Daniel Mac Cormick y Manuel Ochoa, quienes dueños de bancas en la Legislatura bonaerense, las han renunciado con palabras sobrias para mantener intacto su decoro personal y para salvar ante el pueblo su prestigio político. La actitud de los mencionados legisladores, contra- puesta a las vacilantes resoluciones de las autoridades partidarias demuestra como es enteramente cierta la verdad de que el radicalismo no es una fuerza despreciable, aunque así parezcan entenderlo quienes lo agravian en forma reiterada, hasta el punto de olvidar que el radicalismo tiene, como fuerza cívica mayoritaria en el país derechos que no le dejan ejercer. El radicalismo vive el drama tristísimo de tener un comando que parece empeñado en ignorar adrede la fuerza popular que existe detrás de el. Por ello se satisface con las migajas del festín, y teniendo derecho a ocupar el sitio mas destacado, se sienta humildemente en la esquina de la mesa que le señala el poderoso, sin siquiera protestar por la humiliacion a que se le somete. Las leyes de la causalidad son eternas. Donde hay un efecto, existe una causa. ¿Por que será que el radicalismo, siendo la fuerza cívica mayoritaria del país, se encuentra permanentemente en una situación desmedrada? Es que no basta el numero, si no hay un comando capaz de aprovecharlo y de hacerlo valer. En las batallas del civismo como en las de la guerra, los ejércitos mas numerosos van al desastre, si quienes los conducen no tienen las condicionas indispensables para llevarlos al triunfo. El radicalismo necesita abatir a sus enemigos principales, si quiere rehabilitarse en el camino de su historia y cumplir con justicia su destino.


¿Donde están esos enemigos? 

Al frente del partido. Lo han dicho, sin decirlo en sus lacónicas renuncias, esos radicales de Buenos Aires que despojándose de sus investiduras, han dado al radicalismo el ejemplo que desde hace décadas le vienen negando al partido los que deben proporcionarles tales ejemplos estimulantes todos los días. El pueblo radical, advierte en la figura de los renunciantes, la personalidad moral de los radicales que tiene un concepto cabal de la dignidad partidaria y de la necesidad de salvar esa dignidad de asedio de la codicia. El radicalismo, pese a todo lo que hagan sus dirigentes, no es un partido de hombres urgidos por la conquista de posiciones espectable y tiene en sus filas, las fuerzas morales capaces de salvarlo del desastre.























Fuente: Declaración del senador Crisologo Larralde, y de los diputados Ricardo Balbin, Daniel Mac Cormick y Manuel Ochoa con motivo de la renuncia a sus bancas en la Legislatura bonaerense en Radicalismo "Un Siglo al Servicio de la Patria", de Carlos Giacabone y Edith Gallo, UCR 1991

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