— ¿Qué te llevó a la
ruptura con Arturo Frondizi?
—Nosotros apoyamos la candidatura de Frondizi (…) le dimos
legitimidad a la gestión política con el aval que se supone está en condiciones
de prestar establishment cultural de un país. Es un recurso legítimo. Frondizi
resultó ser un traidor y nosotros terminamos abriéndonos.
(…)
Pero nosotros hicimos más que darle legitimidad cultural; también organizamos la campaña que lo llevó a la presidencia, una campaña que introdujo la modernidad conceptual al panfleto político revolucionando la manera de hacer propaganda política. Recuerdo cabalmente un afiche diseñado por Alfredo Hlito que convocaba a un encuentro un día 5 en la Plaza Once y el diseño planteaba, desde lo gráfico, con la inclusión del número 5 en el 11, lo que hasta entonces se decía con la retórica conservadora, (…)
Pero nosotros hicimos más que darle legitimidad cultural; también organizamos la campaña que lo llevó a la presidencia, una campaña que introdujo la modernidad conceptual al panfleto político revolucionando la manera de hacer propaganda política. Recuerdo cabalmente un afiche diseñado por Alfredo Hlito que convocaba a un encuentro un día 5 en la Plaza Once y el diseño planteaba, desde lo gráfico, con la inclusión del número 5 en el 11, lo que hasta entonces se decía con la retórica conservadora, (…)
— ¿Tu hermano David
no estaba entre los que lo apoyaron a Frondizi?
—No, David tenía sospechas fundadas y dio un paso al
costado. Recuerdo que después de una de las primeras reuniones con el entonces
candidato, David llega a la siguiente conclusión: “Vive en Caballito, los
muebles son de Maple, tiene un retrato de la mujer colgado en la sala. Este
tipo es un hijo de puta y los va a cagar”. David tenía razón, no había
demasiada lógica en los argumentos que, por otra parte, eran intrínsicamente
viscerales, pero tenía razón. Frondizi no cumplió con ninguno de los
compromisos asumidos, ni con nosotros ni con nadie. Peor aún, se dio vuelta
como un panqueque entregando el petróleo a los consorcios; claudicando la
reforma agraria; cediendo ante las presiones del clero, lo que eventualmente
permite a la Iglesia instalarse cómodamente en sus proyectos universitarios;
privatizando Aerolíneas Argentinas, en fin. Junto con Alcalde (Ramón), Fiorito
(Susana), Rozitchner (León) y otros compañeros nos sentimos traicionados y decidimos
abrirnos, y abrirnos significaba renunciar a los cargos de gobierno que
habíamos asumido a partir de la victoria electoral. A raíz de ese episodio, yo
entré en una depresión y casi pierdo la voz por completo. A raíz de esto, León
(Rozitchner) sugirió que me analizara con Alberto Fontana, un terapeuta
heterodoxo al que le daban mucha pelota por entonces.
Fuente: Fragmento de la nota "Ismael Viñas el pensador insobornable" de Eduardo Montes-Bradley para el Diario Perfil del 9 de octubre de 2009.
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