Señoras y señores:
Latinoamérica tiene en su contradictorio proceso político
factores muy diversos y complejos, difíciles de dosar cualitativa o cuantitativamente;
pero, evidentemente, seria marginarse de la realidad no aceptar que las Fuerzas
Armadas han sido una constante en dicho proceso.
America, nuestra patria continental, tiene en los hombres de
armas esa constante que hace imposible soslayar a los sectores militares de un
anecdotario que puede ir desde la democracia con participación incierta hasta la
dictadura, el caudillismo o los procesos políticos mas contradictorios,
frustrantes o no, a los que habrá que juzgar sobre bases sociológicas,
comprendiendo nuestro sentir, evaluando calendarios, y tomando a nuestro
hombre, con las incidencias, absorbibles o no, de la política exterior del minuto.
Es decir que, nos guste o no, en Latinoamérica estuvieron y están
presentes nuestras Fuerzas Armadas. Existe también —y viene desde hace un tiempo—
una dependencia que nos preocupa, y un desarrollo que, aunque menos marcado en
los países del Cono Sud no deja de sacudirnos, apasionada y angustiosamente,
como uno de los desafíos contemporáneos a nuestra permanente voluntad de
igualdad.
America Latina hoy sigue sectorizada, y sus hombres viven en
gran medida angustiados y entristecidos, por éxitos de algunos o derrotas de
otros, por exceso o por falta de imaginación de sus conductores, entre los que
incluyo a los sectores militares, de decisión, y, por supuesto, a los políticos.
Se ha dado así —y este es un hecho cierto— la desvirtuación
estructural del Estado moderno, que busca la preservación del poder civil. Para
el Dr. FAYT, "la intervención o la intromisión exagerada o grosera de los
militares en el poder civil, se da en los países que no se han realizado completamente
como Estados Nacionales, con bajos coeficientes de modernidad, o en transito a
pautas industriales, que se agitar en una permanente inestabilidad económica, política
y social". En ellos, las Fuerzas Armadas han operado como grupos de presión
o tomaron el poder para realizar un gobierno de facto con muy variados matices
y panoramas.
La actitud constitucional de los militares, debe hacerlos inmunes
—en nuestra opinión— a la sectorización política, a la presión injusta de los políticos
o de los intereses, y a las simples doctrinas partidarias.
La historia de America Latina nos muestra otra actitud, otra
comprensión, y los estudios del problema de las interrelaciones entre el Poder Político
y las Fuerzas Armadas hacen su interpretación.
Para no fatigar con ejemplos, citare solamente que FINER, en uno de sus libros, dice que la intromisión de los militares en el proceso político depende de las escalas culturales de la Nación, y clasifica o tipifica esta intervención como política, que penetra con in- fluencia, con chantaje, con desplazamiento o simple- mente con reemplazo. GUTERREICH nos habla, en su interpretación de esta intromisión, de las Fuerzas Armadas que sirven al "statu quo", o bien de las Fuerzas Armadas que interpretan un pensamiento revolucionario. GERMANI estima que, al existir penetración militar, el Poder Político muestra falibilidad en las instituciones, de tal modo que solo una descomposición del sistema posibilita la intromisión, pues interpreta que el ambiente no generalizado de la actitud militar no parecería factorear con buenas posibilidades el potencial castrense sin una evidente declinación de los factores de la civilidad.
Lo cierto es que hoy —24 de septiembre de 1974— siguen
inconclusos —a mi muy humilde criterio— los sueños de los Libertadores de
America Latina.
Esto no significa desconocer que en los últimos años se ha
ido creando en sus niveles dirigentes una conciencia integradora que se
demuestra en algunos hechos trascendentes. Aquí hay un hombre que presidio
moralmente la Argentina y estuvo en la conducción política latinoamericana. El
acuerdo, los tratados y la coincidencia de Alta Gracia, constituyeron la etapa
fundacional de una nueva idea en el continente, al servicio de una integración
libre y generosa. Me refiero al Dr. Arturo Illia.
Luego se produjeron consensos como el de Viña del Mar, que marcaran una política de coincidencia latinoamericana para requerir de la potencia hegemónica del Norte mejores actitudes de comprensión.
Se han dado también requerimientos de otro tipo, pero, lo cierto, en mi opinión, es que, a esta altura del proceso de nuestra America, a nivel popular, a nivel del pueblo, todavía no se tiene conciencia esclarecida de ello, la que parece advertirse en los sectores dirigentes modernos.
También es cierto que America del Norte ostenta un ingreso
"per capita" de 3.500 dólares, lo que de- nota una posición de
desarrollo, mientras que Latinoamérica, efectuando cálculos generosos tiene un
ingreso "per capita" que oscila entre los 400 y los 500 dólares
anuales.
La influencia militar se ha acrecentado, y evidentemente, no
siempre interpretando de buena manera al mundo moderno, que vive empequeñeciéndose
debido a la revolución tecnológica y presionada por los reclamos de justicia
por parte de la revolución contemporánea. También es verdad que las Fuerzas Armadas
modificaron algunos aspectos de sus funciones, tratando de yuxtaponerse al
poder político, cubriendo cuotas antisubversivas o insurgentes.
De esto surgiría un andamiaje histórico que pondría en relación
a los factores militares con los nacionales y políticos. Estos, además —según
GERMANI—, estarían factoreados por un cúmulo de otros ingredientes de tipo
social, económico y cultural.
Para ser orgánicos, diremos que GERMANI calificaría el
proceso latinoamericano —en su aspecto militar— en revoluciones y guerras por
la independencia; en caudillismo, anarquía y luchas civiles; en dictaduras unificadoras
y democracias con participación avanzada y con participación total.
Además coloca una participación a través de las revoluciones populares y nacionales o de las ya clásicas revoluciones, algunas de las cuales tienen fundamentalmente un matiz nacionalista.
Además coloca una participación a través de las revoluciones populares y nacionales o de las ya clásicas revoluciones, algunas de las cuales tienen fundamentalmente un matiz nacionalista.
Las revoluciones y las guerras por la independencia se hicieron en una America inmóvil, con una estructura social marginada de los mercados, con altos porcentajes de analfabetismo, y, principalmente, sin organización. El proceso del caudillismo y sus distintas etapas, se dio un poco también con estos factores.
Sin embargo, había ya un avance en alguna actitud vernácula
que tendía —ponderablemente— al cambio y a la afirmación nacional, pero
manteniendo, cada país, un molde propio en America.
También aparece esto hoy en algunos países de Asia y África donde, si bien el proceso contemporáneo marca algún tipo de ideología, la estructura colonial también es marginal y habría lanzado a grupos militares a factorear independencia. Tal vez, si pudiéramos invertir los calendarios,
Moreno hubiera corrido la misma suerte de Lumumba —sin desconocer las diferencias que existen entre la África cuasi tribal de hoy y las naciones emergentes mas homogeneizadas de hace ciento cincuenta años, de nuestra independencia latinoamericana.
Este proceso ha estado preñado de inestabilidad política e
institucional, de incoherencia y de fragilidad, que son consecuencia del
dinamismo social.
La probabilidad de estabilidad política es alta cuando la
inquietud social es baja. A este respecto, LAMBERT sostiene que una de las
causas de las perturbaciones es debida a lo que el llama la contracción de la
historia, que obliga a efectuar en pocos años cambios que, por ejemplo en
Europa, se produjeron en largos y silenciosos siglos.
Comenta el Dr. FAYT que, en tiempos de nuestra emancipación
americana, el capitalismo triunfaba ya en Europa y Estados Unidos, mientras que
el dominio ibérico y la naturaleza de una sociedad de conquistadores, mantenían
el trabajo forzado y la estructura arcaica en America Latina. Desde nuestra
independencia, America ha debido soportar un conjunto de revoluciones casi superpuestas:
la que había acompañado, en el curso de la Edad Media, la reunificación de las soberanías
dispersas por el feudalismo; la burguesa, que en el siglo XVII había arrebatado
a la nobleza el monopolio de la función publica; posteriormente, las del siglo
XIX, que introdujeron el proletariado en la vida política; y, finalmente, las
sociedades del siglo XX. Todo esto fue vivido por America en una historia de contradicción
que factoreo nuestra inestabilidad política.
Tal vez en esta inestabilidad política, surgida por la contracción
de la historia, de donde deriva un estado de revolución permanente, podríamos
encontrar algunas de las falencias en las que esta inserta nuestra America. El
tiempo se acorta tanto, que la era de una nueva revolución llega antes que la consumación
de la revolución anterior. En America Latina todavía están juntas la Edad Media
y el Feudalismo con los desafíos de la revolución contemporánea.
Cuando nosotros todavía estábamos sellando la unificación de
tierras, ya el capitalismo ingles hacia el proceso de transformación de la
Provincia de Buenos Aires.
Apenas a cuarenta años del predominio de los notables, ya
Leandro Alem ponía en marcha la subida al poder del Tercer Estado, gestando la Unión
Cívica Radical. El breve paréntesis de una democracia política y de raíz nacional,
comenzaba en 1916 con Yrigoyen y terminaba en 1930. Perón armaría luego la revolución
proletaria. Pienso que ninguna de las dos esta terminada. Tal vez eso explique
que hoy, en America Latina, exista una actitud solidaria en estratos de la burguesía
y del proletariado para poner fin —con coincidente sentido nacional— a los
restos del feudalismo y a las modernas formas de preservación del privilegio
que aun subsiste.
Podrían ser ejemplos democráticos, la Argentina de hoy, con
Venezuela o Colombia. Perú anuncia un proceso emergente similar por acción
militar directa, para mí, difuso todavía, y con el peligro desintegrante que
origina intentar prolongarse sin la legitimidad de la soberanía popular.
Pese a esta inestabilidad, y desde nuestra independencia, es evidente que los pueblos al sur del Río Grande han aspirado permanentemente a su liberación, pero el hombre americano siempre evalúo la libertad, no como una abstracción, sino como una substancia fundamental para su realización. Para nuestros pueblos, la libertad es una "libertad con pan". La pasión por integrarse a los hombres felices de la tierra, sin abandonar sus derechos y dignidad, ha engendrado una historia llena de contradicciones apasionantes.
Lo cierto es que hasta ahora estuvimos caminando entre la
arbitrariedad y la ley, o entre la democracia y la dictadura. Lo dicho
sintetiza un bosquejo de interpretación del proceso con sus afirmaciones y también
con sus graves falencias. Uno de esos errores —y que no puede ser obviado al
querer comprender nuestra realidad es la peligrosa actitud de nuestras Fuerzas Armadas,
al aparecer como árbitros y jueces no siempre justos. Esto ha gestado una situación
que nosotros identificamos como común denominador en America Latina: el militarismo.
El militarismo aparece después de la formación de los ejércitos
profesionales, porque antes, más que entre soldados orgánicamente constituidos,
las luchas en la etapa del caudillismo y de la organización nacional, se hacían
entre generales y/o terratenientes, sin estructuras de ejércitos profesionales.
Estos son creados por el estado moderno con dinero del pueblo. Aparecen como las
únicas depositarias de armas y constituyen un factor de poder. Su subordinación
al poder civil perdura en los países avanzados, pero se hace difícil en los países
de menor desarrollo. Habría que analizar si la inestabilidad es creada por el
militarismo o si este es producido por la primera. Pienso que estas causas
andan juntas.
Los ejércitos aparecen entonces como grupos políticos
financiados por el pueblo, coherentes, con cuadros organizados, donde la
verticalidad es tal que la orden supera el debate de la democracia plural e indisciplinada,
mas respetuosa del pensamiento del hombre desde abajo hacia arriba. Desde su formación,
en America, han combatido muy poco. Esto no da un balance favorable y la formación
de las elites militares mostró en muchas circunstancias características de una minoría
autocrática al servicio del statu quo y del privilegio.
Muchas veces, la disciplina y la voz de mando obligaron al
conjunto militar y desprestigiaron groseramente la institución militar. Tal
vez el mas grosero caso de ejercicio de abuso de la verticalidad fue el golpe
contra la Unión Cívica Radical en 1966, cuando unos pocos generales escribieron
una de las paginas mas negras y enlodantes para las instituciones militares que
deberían vivir preservando la filosofía sanmartiniana.
Algunos Jefes, sin sonrojarse, enlodan al conjunto, como
hizo, por ejemplo, Ongania, cuando se puso contra la historia del proceso contemporáneo
denunciando las fronteras ideológicas y faltando después a su palabra cuando en
Lima, en 1965, dijo que derrocar a un gobierno constitucional es un crimen de
lesa patria; después cometió el crimen de lesa patria de derrocar a un gobierno
constitucional y, aparte de eso, de ponerse a tirar del carro de la
contrarrevolución.
El General Ghaux, en Colombia, es el caso inverso, porque en
circunstancias semejantes sirvió a la preservación del régimen constitucional
en su país.
Lo cierto es que, salvo en algunos países con Fuerzas
Armadas ciudadanas como Suiza, Austria, Nueva Zelandia, y los países
escandinavos, la intervención de las Fuerzas Armadas ha sido creciente y se ha
interpuesto en la vigencia civilista de nuestro pueblo. Aun aceptando nuestro
propio déficit de estructuras humanas, es un hecho que los militares han
substituido exageradamente nuestra democracia representativa y que en los
ciento sesenta años que corren desde la independencia, se han producido en America
320 golpes de estado. Los hubo para todos los gustos y todos los intereses.
Los militares no pueden constitucionalmente intervenir en política, como lo dicen casi todas las constituciones de America Latina, pero lo cierto es que gravitan y constantemente. Hoy gobiernan directamente Perú, Panamá, Brasil, Ecuador, Bolivia y tienen injerencia muy directa en El Salvador, Guatemala, Honduras, Paraguay y Republica Dominicana. Se mantienen al margen de la conducción política en Venezuela, Colombia, México, Argentina y Costa Rica. Dos países con muy buena tradición en estas, nuestras ideas fundamentales, como Chile y Uruguay, han claudicado frente a este abuso de las fuerzas militares, que se han transformado en jueces de los pueblos. Chile presenta el primer caso de un presidente marxista elegido por el pueblo. Creo que seria también el primer caso de un presidente marxista que cae en función del pueblo, porque Allende era un demócrata que hubiera dado elecciones correctas a su pueblo. Por supuesto que esto ocurrió con el auxilio de algunas fuerzas que también tienen algo que ver con el proceso latinoamericano. La intervención de la CIA fue reconocida por el propio presidente norteamericano.
La profesionalización militar empieza a fines del siglo
pasado con los asesores alemanes en Chile, Bolivia y Perú. Poco después se
produce en Argentina. En Brasil, con los asesores franceses. Entran los ejércitos
en la etapa "organizacional", que introduce nuevos elementos dentro
de esta fuerza de cálculo racional. Se burocratizan y se perfeccionan en busca
de una eficiencia que aparece como un factor de colisión con el mundo de la conducción
civil. En esta etapa, el militar se va aislando de la sociedad y desde un
microclima militar achica su panorama y se desentienden el mando y el orden con
la disciplina que significa el debate democrático. Al afirmarse la etapa de la profesionalización,
se estructuran las carreras militares y nace una oficialidad que, si bien esta
originada en casi toda America Latina, en las clases medias, toma, incorporada
a la institución, espíritu de cuerpo, y el concepto de autoridad militar le
impide comprender muchas veces la horizontalidad social y el valor moral que
significa el hombre votando y eligiendo su propia conducción.
Hay que reconocer que la presencia del político de uniforme
en nuestro proceso histórico, tienen también evidentes cuotas de
responsabilidad el déficit de nuestra cultura política, la falta del sentido nacional
de los grandes intereses y el papel miserable de sensualismos mercenarios de
algunas minorías que, en toda America, en épocas y con argumentos distintos,
han golpeado las puertas de los cuarteles, unos por el poder mismo, otros en
defensa de sus propios intereses. Ello ha hecho aparecer en muchos golpes de
Estado a las fuerzas armadas como guardia pretoriana del "statu quo",
contra la necesaria dinámica social que signa cualquier tiempo.
Este auge de la penetración del militarismo siempre vendió
una imagen definida de los procesos democráticos: cuando se alentaba y se agrandaba
el amago de intervención, se vendía la imagen de los partidos corruptos, del
Parlamento ineficaz y de los partidos políticos decadentes. La verdad es que el
proceso histórico del autoritarismo y su experiencia, no justificaron nunca esta
entelequia, sin desconocer con esto que en el espectro de la decisión política
se deben maquinar nuevas respuestas al designio de cada uno de los tiempos. También
es cierto que hubo algunos regimenes políticos militares de signo progresista.
La típica revolución latinoamericana anterior a la primera
guerra mundial, no era un movimiento de masas: era un choque entre jefes
militares rivales y sus partidarios. Las llamadas revoluciones eran revueltas
palaciegas entre revueltas palaciegas entre grupos de oficiales y sectores de
la elite civil.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, los gobiernos latinoamericanos tuvieron bastantes matices políticos. GARCIA CALDERON, siguiendo a SPENCER en la interpretación de las leyes de la evolución histórica, dice con respecto a este periodo: "Invariablemente encontramos las secuencias de dos periodos: uno militar y uno industrial o civil. Realizada la independencia, el dominio militar se establece en casi todas las Republicas. Después de un periodo de duración incierta, el sector militar es expulsado del poder o abdica sin violencia, y los intereses económicos crean supremacía y se restablece en muchas republicas el civilismo".
Durante la segunda mitad del siglo XIX, los gobiernos latinoamericanos tuvieron bastantes matices políticos. GARCIA CALDERON, siguiendo a SPENCER en la interpretación de las leyes de la evolución histórica, dice con respecto a este periodo: "Invariablemente encontramos las secuencias de dos periodos: uno militar y uno industrial o civil. Realizada la independencia, el dominio militar se establece en casi todas las Republicas. Después de un periodo de duración incierta, el sector militar es expulsado del poder o abdica sin violencia, y los intereses económicos crean supremacía y se restablece en muchas republicas el civilismo".
Tal vez sea un buen ejemplo de esto nuestro país, donde al
margen de algunos enfrentamientos entre militares y los hechos mas profundos de
intentos cívico - militares de 1890, 1893 y 1905, la Republica adquiere
estabilidad democrática, dentro de las pautas no siempre ideales de la
democracia latinoamericana, hasta 1930.
Tal vez convenga recordar a esta altura de mi exposición un
ingrediente que penetra fundamentalmente en el proceso de realización histórica,
que es la presencia de los Estados Unidos, que influirían e influirán
poderosamente en el sur del continente. Como otras naciones, los Estados Unidos
nacieron de la violencia pero, como dice MILLS en su libro "La elite de
poder", en una época en que la guerra no era una razón dominante de la
sociedad. Su revolución se hizo contra soldados mercenarios empleados por los
ingleses y acuartelados en hogares privados (FAYT). La Constitución de los
Estados Unidos estuvo inspirada por el miedo a un instituto militar poderoso.
El Presidente fue declarado Jefe Supremo de todas las Fuerzas Armadas e
inclusive de las milicias de los propios estados. Solo el Congreso declara la
guerra o vota fondos militares. HAMILTON, en el "Federalista", refiriéndose
a la condición de Comandante en Jefe del Presidente, dice que en ese sentido su
autoridad es semejante a la del Rey de Gran Bretaña, pero esencialmente menor,
pues solo equivaldría al Comando de dirección suprema de las fuerzas militares
y navales y no tiene el poder de declarar la guerra y reglamentar las flotas o
el ejercito. Sin embargo, la historia muestra que después de la revolución de la
independencia ocupa la Presidencia un general, Washington, y, más tarde, casi
todos los 'oficiales de la Guerra de Secesión, entre ellos Grant. Hasta la Primera
Guerra Mundial, las actividades de las Fuerzas Armadas no implicaban la
disciplina permanente de la institución militar ni el monopolio de los instrumentos
de violencia del gobierno, ni un soldado profesional. En la Guerra Hispano -
norteamericana, todavía el ejército se constituye con milicias, pero desde la
Segunda Guerra mundial, y ante la posibilidad de una tercera, los Estados
Unidos definieron la realidad internacional en términos predominantemente
militares. Ello ha originado una estructura en la que el Pentágono es una
acechanza permanente para la vigencia democrática de los pueblos de America
Latina.
Sabre esto podemos dar algunos ejemplos. En Bolivia, desde
1862 hasta 1930, hubo diez interrupciones militares.
En Chile, sacando el periodo que va desde 1890 hasta 1900,
hubo estabilidad política. Inclusive conviene recordar que el Parlamento
chileno no había sido clausurado desde la época de O'Higgins hasta ahora, en
que lo hizo el Gral. Pinochet.
En México tuvo lugar un proceso en que, desde la época de
Porfirio Díaz en adelante, se crearon condiciones en la estructura popular que
culminaron con la revolución mexicana de 1910.
Transcurre el tiempo y los militares adquieren conciencia de que ellos pueden ser el cambio y tratan de legitimar su acción con la modernización revolucionaria.
En 1930 cae Dr. Hipólito Yrigoyen en la Republica Argentina, Leguía en Perú y Siles en Bolivia. Desde ese entonces en adelante gobiernan Ibáñez en Chile (1930-31), Perón en Argentina (1946-55), Franco (1936-37) y Estigarribia (1939-40) en Paraguay, Bush (1937-39) y Villaroel (1943-46) en Bolivia, Remon en Panamá (1952-55), Arbenz en Guatemala (1951-54), Osorio en El Salvador (1948-56). Luego se sucedieron los gobiernos de Pérez Jiménez en Venezuela, Rojas Pinilla en Colombia, Trujillo en la Republica Dominicana.
Dentro de los gobiernos -militares mencionados
precedentemente, algunos tuvieron sentido reformista.
En la década de 1960 surgen algunos gobiernos militares
enrolados en la política del desarrollo, en correspondencia con los
requerimientos de la segunda revolución industrial. Esta nueva perspectiva
implica una modificación profunda en la función política cumplida hasta el
presente por las Fuerzas Armadas en el proceso histórico latinoamericano. Los
partidos políticos, y dentro de ellos los lideres civiles, adoptan una nueva mentalidad
que exige, además, un cambio de opinión con respecto a los militares; o sea que
la comprensión de que la función política ha sido inherente a las Fuerzas
Armadas crea, por encima del ordenamiento legal, situaciones de ruptura
constitucional.
Las Fuerzas Armadas han actuado, de hecho, como un partido político y, cuando así no lo hicieron, han actuado como un grupo paraestatal. La experiencia histórica muestra el fracaso del "Salvador de la historia". Todos sabemos de los procesos autocráticos sufridos y de la ineptitud de algunos gobiernos militares. Todo constituye una dualidad para crear una perspectiva: la de la supresión de las Fuerzas Armadas—hecho alcanzado por Costa Rica en 1948— o de colocarlas definitivamente dentro del marco profesional, reducida su función a la jerarquía trascendente de custodiar el orden y la Constitución. La realidad impone lo último.
Decía anteriormente que la presencia norteamericana influye
en el proceso político latinoamericano, siendo insoslayable su valorización. Durante
la primera guerra mundial, los EE.UU. desplazan a la influencia europea, siendo
la presencia norteamericana en los países latinoamericanos una constante en la
actualidad. El desarrollo del capitalismo y de las empresas multinacionales
hace que la estrategia de la seguridad sea un factor inolvidable en nuestra
estabilidad. Desde 1960 hasta el presente han viajado a los EE.UU. 31.000
oficiales de los ejércitos latinoamericanos en tareas de adiestramiento y
adoctrinamiento.
Con este proceso, fuimos cubriendo las diversas etapas,
hasta encontrarnos en la tecnológica, que pone en el ámbito militar mayores
esquemas de seguridad y obliga a realizar políticas nacionales de desarrollo
que permiten a las Fuerzas Armadas justificar una doctrina de mayor intervención.
En Argentina, el sociólogo militar Rattembach ha propiciado
directamente la participación de las Fuerzas Armadas en el poder político. Al
mismo tiempo, y estando ligada la seguridad al ejercicio de la política
exterior, se utiliza la actitud militar como de soberanía y aspiración de
potencia con salsa de ingerencia, muchas veces con muy lamentables resultados.
La carta enviada por Storni a Hull —si mal no recuerdo fue
en 1944— fue uno de los grandes papelones de la actitud moral del país en el
seno del mundo. Tanbien lo fue la solicitud del Embajador Roca en 1967, en el
sentido de formar una fuerza interamericana de defensa, cuando Brasil y Estados
Unidos —que antes la habían promovido— dejaban de darle vigencia. Y ello
concierne a nuestra politica exterior, y como ejemplo de la pretensión de un
modelo de Argentina no interpretativo de la voluntad de la Nación, tenemos el
ideario de los que rodearon a Uriburu cuando, en septiembre de 1930, derrocaron
a ese ilustre argentino que fue don Hipólito Yrigoyen.
En este aspecto, los militares a veces no han tenido siempre
una actitud de entendimiento frente a los requerimientos de la comprensión
interna que necesita la circunstancia histórica que se vive.
America Latina necesita eliminar las sospechas entre civiles
y militares. Esto exige una comunicación reciproca que no se ha dado fácilmente.
Por ejemplo, Osiris Villegas califica como morales
exclusivos a los militares cuando en su libro "Guerra Revolucionaria Comunista"
editorial Pleamar, 1963, escribe: "bueno es también recordar que las
Fuerzas Armadas constituyen la ultima reserva moral de la nacionalidad".
No es muy moral escribir sectorizando así, como tampoco es
buen ejemplo la llegada accidental al gobierno para favorecer parientes, como
en el case de una radio de Mendoza.
Con respecto a ello la UCR establece en su programa que la
ley de Defensa Nacional atenderá dentro de una convicción democrática los
requerimientos de la defensa integral del país y fijara las áreas de participación
de las Fuerzas Armadas en este planeamiento.
A través de esta síntesis desorganizada que he hecho sobre
la presencia militar en la política de los países Latinoamericanos, descubrimos
que los fundamentos de la inestabilidad y de las contradicciones hay que
buscarlos en la ingerencia militar en nuestra formación política, en la rigidez
y fragilidad de algunas instituciones, en algunas políticas decadentes, en
grupos de intereses, criollos y extranjeros. En esto yo digo que la culpa no
tienen los gringos que nos compran, sino criollos que nos venden, y que muchas
de nuestras frustraciones fueron producto de de la oligarquía nativa que vendió
el porvenir soberano de algunas naciones. Para continuar fundamentando la
inestabilidad y contradicciones de los pueblos Latinoamericanos, podemos decir
que también fue resultado de la estrategia norteamericana de un mayor
acercamiento entre los militares y los pueblos, como consecuencia del avance tecnológico
y del requerimiento de mayor seguridad, que amplían los planes de ingerencia
militar en la vida de la sociedad moderna; de la deficiente formación cultural
de nuestros soldados, existiendo planes de estudio no integrados inclusive en
importantes institutos militares; de la falta de conciencia nacional de
diversos estratos de nuestra sociedad, lo cual alienta la formación de un
conformismo frente a la aventura y a la contracción de nuestra historia de que
ya hablamos. Tal el caso de la presencia de guerrillas de distinto origen
ideológico, lo que a veces obliga a justificar la represión militar, recayendo
el control institucional en la esfera castrense.
Todo esto trae a la memoria la violencia que acontece en nuestros días. En mi opinión, la violencia, si no interpreta la multitud, no tiene rumbo; solo sirve para generar opresión. La historia enseña —y en esto tienen mucho que ver los sectores militares Latinoamericanos— que la violencia ha sido mas opresiva que liberadora. Cuando los ejércitos interpretaron al pueblo, sirvieron a su libertad. La violencia no es revolucionaria ni contrarrevolucionaria; pero yo creo que siempre ha servido más a la contrarrevolución.
Entre 1946 y 1964, se produjeron en el mundo 380 golpes de
estado, casi siempre militares. Actualmente, se producen 25 a 30 por año. Esta demás decir
que seria peregrino pensar que estos golpes interpretan el sentido
revolucionario de la hora.
Martín Luther King, Premio Nobel de la Paz —a quien mato la
violencia— pudo escribir un día: "El alzamiento es el lenguaje de aquellos
a quienes nadie escucha".
Yo considero que el alzamiento contra el gobierno Radical en
1966 fue, seguramente, el más falaz de los alzamientos de los militares en la
Republica.
Esta actitud, como secuela del militarismo, engendra el
armamentismo, cuyo abuso tanto lesiona los moldes del mejoramiento social de
nuestra comunidad.
Cabalgando en la revolución tecnológica y observando las
exigencias de seguridad, vemos que America vivió carreras armamentistas que
sirvieron para fortalecer los ejércitos y para debilitar a los pueblos. Porque
todos comprenden que, a la luz de la estratificación del poder mundial, comprar
armas usadas o barcos obsoletos es una carga que hace perder la solidaridad
entre el hombre común y el hombre de armas. Ni el pequeño ni el mediano productor,
ni el profesional ni el empleado medio, comprenden porque deben pagar aumentos
de impuestos todos los anos para ver, luego, que su esfuerzo se inserta en los
presupuestos militares, que también se acrecientan cada año.
Todos los militares de los países de Latinoamérica, —también los argentinos— deben emprender que los legisladores y la civilidad han sido siempre generosos con las instituciones armadas. Nos cuesta creer que porque un hombre tenga uniforme no comprenda la realidad de las exigencias y el sentido democrático de los argentinos o latinoamericanos.
En toda America, con excepción de Costa Rica y México, el
presupuesto militar supera o iguala al educacional y al de salud publica. Todos
los países americanos se han movido en los últimos tiempos al compás de la ley
de ayuda exterior.
Cuando se negocio con Europa, la compra de aviones
"Mirage" por Perú, Bolivia o Argentina, la recomendación de algún
talentoso legislador norteamericano de no vender armas a Latinoamérica si no
estaban al servicio del mejoramiento social, fue derrotada por los permanentes
negociantes de la guerra de todos los sectores. Podemos dar estadísticas,
podemos decir que el gobierno de Estados Unidos pasó por muchos informes, y que
son muchas las declaraciones de funcionarios europeos sobre el particular. Pero
por encima de todo esto el mundo sigue gastando miles en matar que en vivir.
Tomando la relación entre los presupuestos militares y el
producto bruto interno, la Argentina gasta 514 millones de dólares con un PBI
de 23.800 millones de dólares en el ano 1970, y un porcentaje de índice de 2,2;
México, con un producto bruto interno de 33.000 millones de dólares tuvo 224
millones de dólares de gastos militares y un índice consiguiente de 0,7 para el
mismo periodo. Esta relación nos muestra que el índice de la Republica
Argentina es el triple del de México. Tal vez habría que agregar que México tiene
un presupuesto para educación que supera en cuatro veces el militar, y que la
Republica Argentina mejora esta relación últimamente.
En cuanto a los gastos militares Argentina ha sido el país que mas los ha aumentado. En 1967 su presupuesto militar era de 271 millones de dólares; en 1970 de 514 millones, casi el doble, y en 1974, de 600 millones de dólares. Es decir que han aumentado prácticamente en más de un ciento por ciento.
Brasil se ha mantenido bastante estable. En 1967 su
presupuesto militar era de 940 millones de dólares. En 1970, de 1.000 millones
de dólares y en 1974, de 1.100 millones de dicha moneda. Colombia disminuyo sus
gastos militares. En 1967 eran de 85 millones de dólares, y en la actualidad
son de 65 millones. Perú y Venezuela los han aumentado pero no en la proporción
en que lo ha hecho la Republica Argentina.
En el último debate sobre Presupuesto solicite la inclusión
de una partida destinada a los partidos políticos, a fin de permitir una comunicación
mas fluida con la ciudadanía y de afirmar el proceso de estabilidad política.
Esta partida ascendía a 60 millones de pesos nuevos, 5 pesos por voto, mientras
que la destinada a los sectores de seguridad era de 600 millones de dólares.
Debemos tener en cuenta que los partidos políticos desempeñan un papel muy
importante en el proceso de esclarecimiento, de liberación y de revolución
contemporánea.
Con respecto de los países que venden armas a America,
figura en primer lugar Gran Bretaña con 35% y le siguen Francia con el 22%,
Estados Unidos con el 13%, Alemania Occidental con el 11%, Cañada con el 10%,
Australia con el 2% y otros países con el 7%. Al porcentaje de Estados Unidos
debe sumarse el agrandamiento de armas y el adiestramiento para su uso.
En el último año, ya se compraron armas a Francia, Estados
Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética, que se incorpora así a los países
que venden a Latinoamérica.
En el ultimo presupuesto, las partidas destinadas a defensa
y seguridad, ascendieron a 784 mil millones de pesos m/n; las destinadas a
cultura a 500 mil millones y al Congreso Nacional 8 mil millones. Digo esto
porque a veces se dice que los políticos argentinos son quienes despilfarran
los dineros del pueblo.
Creo que es imposible, en la realidad internacional,
marginal- la presencia de las Fuerzas Armadas en la política Latinoamericana.
Los acuerdos de Moscu y de Washington entre las dos superpotencias, marcaron el
fin de la guerra fría y engendraron una nueva era en el sistema de estratificación
del poder internacional. La distensión de las relaciones internacionales
basadas en aquellos acuerdos, como el de Vietnam, y Berlín, ejerce un esfuerzo
directo en las políticas militares de las superpotencias, y por supuesto, en los
presupuestos militares de todos los países del mundo.
El gasto militar para el año 1972 era de aproximadamente dos
billones de dólares, de los cuales el 90 % corresponde a los países
industrializados, y el resto a los subdesarrollados.
De este porcentual correspondían 878 mil millones de dólares
al gasto de los países que integran la NATO y 600 mil millones a los países del
Pacto de Varsovia. Los gastos ocasionados en los Estados Unidos por la guerra
de Vietnam entre 1965 y 1972, ascienden a 560 mil millones de dólares, lo que
hace en los ocho años, un promedio anual de 70 mil millones de dólares. Este
valor del presupuesto de guerra de los Estados Unidos, supera los productos
internos de Argentina, Brasil y Chile, y supera el producto bruto interno de
los seis países que integran el Pacto Andino.
Frente a esta realidad, ¿como debe America Latina encarar
una estrategia global para su liberación? ¿Cómo pueden los militares y los
civiles conjuntamente responder a esta nueva situación? ¿No seria correcto,
acaso, planificar un nuevo rumbo para nuestras propias fuerzas armadas y
soslayar un convencionalismo que agota a la producción nacional? Si la guerra
es integral y no solo pelean los soldados, ¿no seria una buena estrategia para
Argentina y Latinoamérica toda, orientar nuestro esfuerzo al mejoramiento de la
vida del pueblo como conjunto, achicando el presupuesto militar y poniendo un
presupuesto al servicio de la búsqueda de un hombre mas sano, mas educado, mas
libre y mas feliz? Ese hombre ya esta en el esquema de seguridad y de guerra
integral.
Si pensamos que el 95 % del poder de destrucción esta en
manos de Rusia y Estados Unidos y que una bomba de un regatón —un millón de T.N.T. —, tiene capacidad para destruir un millón de personas, entonces habría
que preguntarse, si no se hace necesario modernizar nuestro ejercito y la política
de inversiones militares a fin de adaptarla a la nueva tecnología. Vale la pena
señalar que el poder de destrucción del hombre alcanza a toda la humanidad. En
estos momentos, en el mundo hay suficiente cantidad de bombas atómicas como para
que si explotan todas, solo queden vivas las cucarachas y las polillas, que
tienen una gran resistencia a la radiación nuclear. Es decir, que no hay que seguir
produciendo más bombas atómicas porque ya alcanzan para destruirnos a todos.
Es un hecho importante, y de moralidad, que los países de
America Latina han firmado el Tratado de Tlatelolco estableciendo su desnuclearización.
La Argentina todavía no ha ratificado este convenio, por evaluar su propia
defensa y posibilidades, pero de todas maneras, su existencia marca un rumbo
moral en el ámbito internacional. Porque hay que desnuclearizar al mundo.
Hay que entender que es necesaria una nueva actitud para que
los sectores políticos, civiles y militares, comprendan que deben descubrir una
complementación ya que ese es el único rumbo para hacer de todo el pueblo el
protagonista de la seguridad y esto exige una concordancia continental que nos
homogenice en la integración.
Hoy vemos que la dictadura de Chile esta por retirarse del
Pacto Andino, porque hay un bosquejo de interpretación de la radicación de
capitales extranjeros que lesiona lo pactado en el Acuerdo de Cartagena, y que
es ley de Chile. La dicotomía ideológica crea desentendimientos para que
America pueda llegar hacia su etapa de reconstrucción. Aspiramos a que la integración
Latinoamericana sea cultural, económica y política, ya que tiene raíces que la
justifican y posibilitan. El mundo se encamina hacia grandes espacios geo-económicos.
En Europa se ha formado la Comunidad Económica Europea, Rusia es por definición
la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas, Estados Unidos esta formado por
los Estados Unidos del Norte. ¿Por que nosotros, que no hemos tenido guerra
mundial, que hablamos el mismo idioma, que tenemos historia y libertadores en común,
que compartimos una religión tan importante como factor de integración— no
hemos conseguido lograr nuestra integración?
Cuando quien les habla ejercía la Presidencia del Parlamento
Latinoamericano pidió al Dr. Luis Alberto Sánchez, entonces Rector de la
Universidad de Lima, que escribiera una historia latinoamericana cuya enseñanza
en las escuelas de cada país fuese obligatoria por disposición de cada Congreso
y que mostrara los factores que nos unen y no los que nos separan, a diferencia
de la historia puesta al servicio de los grandes intereses y que muestra las
cosas que nos dividen permanentemente. Esta integración exige que tengamos un
modelo. Nosotros, los radicales argentinos, lo hemos escogido: es el de la democracia
social, que sirva a los desafíos contemporáneos y que ponga alas de grandeza al
hombre argentino.
Con nuestros conductores talentosos podemos bosquejar
actitudes de integración para procurar integrarnos culturalmente con una
Universidad Latinoamericana al servicio de nuestra liberacion, y, económicamente,
con un mercado común que demuestre que los países con mayor desarrollo relativo
pueden ayudar a los países menos avanzados en una actitud de integración.
Podemos crear las condiciones del modelo político que nos
integre, pero también es necesario que exista una integración militar que
defienda en co junto nuestra producción y evitar el deterioro de los términos
del intercambio. La integración tiene sentido en tanto y en cuanto no negocie
solo el cobre Chile, sino que lo haga en conjunto con America Latina; y lo
mismo vale para el estaño de Bolivia, el petróleo de Venezuela y la carne y
trigo argentinos. Mediante la defensa en bloque de nuestros intereses se podrá
evitar que el tiburón vaya comiendo lentamente las sardinas.
¿Que integración podemos hacer con rumbo de liberación en
America Latina si a pesar de los factores culturales y políticos que nos unen
en todos los conjuntos de los países latinoamericanos están las misiones de los
Estados Unidos afirmando la conducción militar de seguridad que ellos nos dan?
El Tratado de Asistencia Reciproca que engendro estas misiones origino también
las Conferencias de los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas. Toda esta
estructura forma parte del sistema militar formado en torno a la seguridad del
hemisferio, a partir de los prolegómenos de la segunda guerra mundial, con una filosofía
que deriva, tal vez, de la doctrina Monroe. El TIAR (Tratado Interamericano de
Asistencia Reciproca) fue firmado en Río de Janeiro como resultante de la
"guerra fría" y creo una Comisión de Técnicos Militares y Navales
nombrados por cada uno de los gobiernos que forman la Junta Interamericana de
Defensa. El artículo 44 de la Carta de la OEA de 1948 establece la creación de
un Comité Consultivo de Defensa que nunca funciono porque era sustituido por el
Organismo recién citado. Finalmente, se crea, por una invitación del Comandante
de la región del Caribe, un sistema de reuniones informales. En 1951 el
Congreso de los Estados Unidos vota la ley de seguridad que permite la firma
con las naciones Latinoamericanas de bases bilaterales denominadas 'Programa de
Ayuda Militar" y que a cambio de algunos elementos, permiten a Estados
Unidos instalar misiones militares en las comandancias en jefe de las Fuerzas
Armadas.
Recuerdo que en 1963 el radicalismo denuncio la presencia de
una misión militar norteamericana en Ezeiza que tenían derechos de
extraterritorialidad.
Evidentemente, no podemos hablar de integración
Latinoamericana teniendo en cuenta este tipo de claudicaciones frente a una nación
rectora. Por ello, debo manifestar que es aceptable la solicitud, referida a
estas misiones, que hizo oportunamente el General Carcagno, como así también
que en el Parlamento hemos expresado nuestra inquietud con respecto al Tratado Interamericano
de Asistencia Reciproca.
Estados Unidos tiene su sistema de seguridad; busca su hegemónica
seguridad. Pero mientras el problema de ellos es la seguridad, el nuestro es el
desarrollo. Esto pudo decirlo el General Carcagno en una conferencia en
Caracas: "En un estado moderno no puede hablarse en términos de defensa nacional
pensando solamente en su brazo armado. Un mayor grado de progreso tiene
incidencia directa positiva en la defensa nacional". Pienso que no se refería
al desarrollo material sino a un equilibrio armónico entre el aumento material
y la adecuación espiritual del pueblo. Eso solo es posible cuando el país es
enteramente dueño de su destino y esta con capacidad de adoptar las decisiones más
convenientes, con exclusión de todo tipo de presiones o ideologías.
El delegado del Perú dijo en esa misma reunión que para los Estados Unidos la seguridad significa el mantenimiento de las potentes fuerzas militares que garanticen su política hegemónica, mientras que para Latinoamérica implica el derecho soberano de disponer de sus recursos naturales, etc., etc. Esto nos lleva a referirnos a que cuando se firmo el TIAR se dijo que nuestro enemigo era el nazismo y el fascismo, mientras que ahora se afirma que es el comunismo.
Mientras los Estados Unidos firman pactos con la nación
rectora del comunismo internacional y el señor Rockefeller, vice presidente
electo, crea su Chase Manhattan Bank en la Plaza Roja de Moscú, nosotros
debemos tener la imaginación suficiente para comprender que este tipo de política
de declinación frente a una potencia militar no hace al panorama, que, por lo
menos la Unión Cívica Radical quiere para los pueblos de America.
Los partidos políticos tienen que modernizarse para dar
respuestas nuevas a una sociedad nueva; los gremios deben modificarse para
crear las condiciones sociales indispensables para la clase trabajadora; el
empresario tiene que tener los oídos atentos para encontrar soluciones ciertas
al problema de la producción en el complejo engranaje económico del país. Si se
acepta todo eso, ¿Por que no modernizar la institución armada para que encaje
con mayor justicia, en el proceso que nosotros intentamos realizar?
En el Senado de la Nación voy a propiciar un proyecto de
reforma militar, porque esta estrategia International hace que no solo peleen
los soldados sino también los restantes habitantes de la Republica. Yo pienso
que es más importante que un hijo único maneje un tractor sirviendo a la producción,
que haga el servicio militar. Este hombre no debe hacer la conscripción más que
tres meses.
También debemos crear una mentalidad nueva. En las escuelas
militares argentinas se enseña poco derecho o casi nada instrucción cívica. Se enseña
mucha matemática y la historia interpretada a veces por un profesor de turno y
no por una interpretación de creencia nacional real, o la que sirve a determinados
intereses.
Es necesario crear las condiciones de una mayor relación
entre las Fuerzas Armadas y los civiles. El militar no debe dejar de ser
ciudadano nunca.
Creo que en Francia para llegar al grado de general, hay que
poseer algunos títulos de las escuelas politécnicas de Paris. Aquí en
Argentina, algunos llegaran a Presidente sin siquiera pasar por la Escuela de
Guerra. Con respecto a ella, se podrán estudiar que los profesores de la misma
tengan acuerdo del Senado de la Nación, ya que hemos comprobado el hecho de que
hay convictos y confesos fascistas influenciando la mentalidad de los jóvenes
oficiales de nuestras Fuerzas Armadas.
También es menester revisar el Código de Justicia Militar y sustituirlo por una ley de disciplina militar, como lo intento hacer Alvear al remitir un proyecto al Congreso de la Nación.
De esto podríamos hablar mucho, para ello deberíamos
consultar a los propios militares ya que muchos oficiales comprenden la necesidad
de una impostergable modernidad.
Los sectores políticos tienen que defender acusas grandes.
El político argentino, y no es falso orgullo, es uno de los
mas honestos del mundo, es el único que generalmente muere pobre. Lo que sucede
es que las excepciones marcan la regla. Por ello pienso, que esa actitud política
sacrificada, honorable y patriota, ya sea desde el Parlamento, desde los partidos
o desde cualquier otra parte, tiene que engendrar ideas que contribuyan a
colocar a las Fuerzas Armadas en una posición de solidaridad nacional, al
servicio del molde que nosotros queremos de Argentina como gran nación
continental Latinoamericana. También pienso que los latinoamericanos, militares
y civiles, tenemos que hacernos un examen de conciencia, ya que nuestros
pueblos se lo merecen.
En nuestro país, hemos tenido regimenes militares y
gobiernos de civiles; vivimos democracias y dictaduras. Somos hombres
integrantes de niveles de decisión. Algunos fuimos votados, a otros no los eligió
nadie, pero igualmente han detentado el poder; unos y otros debemos plantearnos
el interrogante de la situación actual de America Latina, ya que, creo yo, ella
no responde a los ideales de nuestros Libertadores ni a lo que rostros
queremos.
No se trata de analizar quien fracaso, sino de averiguar
como han sido conducidos los pueblos, teniendo en cuenta sus esperanzas para
solucionar sus grandes problemas.
Quiero aclarar, para aquellos que no sean radicales, que yo
soy un hombre del radicalismo argentino, partido político que estuvo junto a Latinoamérica
desde su fundación. Por eso, en nuestra plataforma partidaria decimos que el
radicalismo es la requisitoria para darle vigencia permanente a nuestra nativa
solidaridad nacional. Pertenezco a un partido que nunca prohibió la libertad por miedo a ella, porque sabe que si no existen hombres libres seguirán
burlados los pueblos que se juntaron para sellar la emancipación política y
general de la Nación.
A fin de año, se reunirán los Presidentes de los países
Latinoamericanos, para conmemorar el Sesquicentenario de la Batalla de
Ayacucho. Esta batalla es, tal vez, la mas polinacional y por ende integradora.
Pero si nos preguntamos si la Batalla de Ayacucho será interpretada tendremos
que aceptar que los que vivieron y murieron después de ella, no tienen complementación
en el proceso histórico posterior.
Con Ayacucho termino el despotismo español, pero el problema
no era terminar con los virreyes o con Pezuela, sino sellar definitivamente en
Argentina y en Latinoamérica, el proceso de liberación. EI problema no consiste
en cambiar de amos, en reemplazar el despotismo español por los nuevos imperialismos
o por las nuevas formas de penetración sino afirmar una actitud en la vertical
de la dignidad de todos los pueblos latinoamericanos.
Ello requiere una total solidaridad con los pueblos de
America y que la estabilidad política conseguida sea homogénea. Tenemos que
unirnos en una democracia tal como la queremos los radicales, de abajo hacia
arriba. Creo que todos los que en algún momento tuvimos un mínimo o un
importante nivel de conducción, y todos los que integran los sectores sociales,
tenemos alguna porción de culpa en nuestra frustración. Algunos por egoístas,
otros por indiferentes, otros por exceso de pasión. Si miramos la historia de
America descubrimos que hicimos la unidad de America y después la derrotamos;
que unirnos en una etapa America y luego la dividimos; que engendramos
nacionalismos y nos hemos destrozado por pedazos de tierra. Para que, para
marcar una línea imaginaria en el mapa y nada mas. Nosotros mismos engendramos
un militarismo que enfrento unos pueblos de America con otros pueblos de
America. America incubo soldados mercenarios, gente con sensualidad por el
poder. Devastamos el derecho y contemplamos como a cada vuelta de esquina caían
las instituciones de la soberanía popular.
Lo que tenemos que hacer es defender estas instituciones y
darle forma a nuestra cultura. Debemos prestigiar las instituciones, conocernos
mejor y entendernos más entre nosotros.
El militarismo debe quedar atrás en beneficio de una
estabilidad que defienda las instituciones y las preserve con imaginación para,
en vez de enfrentarnos, fomentar la solidaridad.
Deben también comprender esto los militares del continente. Bolívar
y San Martín no fueron civilistas por casualidad.
Hay que aceptar que al prestigiar las instituciones, con una
democracia prestigiada, se desalentaran el golpismo y el despotismo. Si no
hacemos así, las generaciones venideras seguirán en busca de los grandes
culpables pero junto a ellos, debemos ser concientes de entender que las
futuras generaciones deberán afrontar las consecuencias de nuestra falta de
capacidad para engendrar para siempre y victoriosamente los Estados Unidos del
Sud. Este fue el sueño de los Libertadores, que todavía esta impreso en nuestra
imaginación. Este será el mejor antídoto contra todas las causales de la frustración
Latinoamericana.
Seamos capaces de interpretar a los pueblos. Seamos justos para terminar con la marginación de otros hombres. Si los militares y los civiles somos capaces de vencer la opresión de siempre y gestar libertad de cada hora, para cada hombre, la historia contemporánea nos recogerá como la generación que abrió para siempre el surco de la única revolución permanente y autentica que es la que se hace por y para pueblos liberados. America Latina nos sigue reclamando esta revolución. Para esta revolución todos debemos ser soldados.
Nada más.
Fuente: Honorable Senado de la Nación Argentina
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