Está allanado el camino para que desde muchos ángulos del
pensamiento representativo, con apreciaciones y juicios afines a
contradictorios, los hombres puedan entregar su pensamiento.
Esta abierto en este país, largo rato silenciado, una
vibrante deliberación que los hombres maduros habíamos olvidado y los jóvenes no
conocieron nunca.
Ya es bastante que el pueblo de la Republica haya recuperado
este instrumento natural y legitimo de su esclarecimiento. Todo esta en que
sepamos orientarnos en su proceso. Vivirlo con fe y con honradez para superar
la confusión. Nadie espera, desde luego, unanimidades de tono, de estilo,
siquiera de intención. Habrá choque de ideas, de pasiones, de sentimientos de
ese conjunto que los hombres usan para virtud y para lo no virtuoso. La
historia y la política son creaciones humanas densas y no problemas puros de la
imaginación. Tendrán acceso a esta viva asamblea de la opinión nacional –ya lo
estamos viendo—palabras diferentes, distintas en su exterioridad sonora y en su
entraña silenciosa.
Para programar el futuro argentino se opondrán concepciones e intereses, ensueños y cálculos. Para enfrentar la realidad presente del país, por los hombres y por núcleos, se tomaran posiciones criticas diversas a las cuales se habrá llegado –nadie lo dude—lo mismo por el camino de las convicciones que por el camino de la especulación. Esta revolución que juzgamos, pero que también vivimos, tendrá que arrastrar en su torbellino a leales y desleales protagonistas. Habrá quien la defienda para salvarla y quien para usufructuarla; habrá quien la ataque para enmendarla y quien para destruirla.
Para programar el futuro argentino se opondrán concepciones e intereses, ensueños y cálculos. Para enfrentar la realidad presente del país, por los hombres y por núcleos, se tomaran posiciones criticas diversas a las cuales se habrá llegado –nadie lo dude—lo mismo por el camino de las convicciones que por el camino de la especulación. Esta revolución que juzgamos, pero que también vivimos, tendrá que arrastrar en su torbellino a leales y desleales protagonistas. Habrá quien la defienda para salvarla y quien para usufructuarla; habrá quien la ataque para enmendarla y quien para destruirla.
Creo que hay que salvar esta revolución para que sea la última
y poder reconstruir la Nación. Por eso la prestigio en cuanto a su finalidad patriótica
y la critico con lealtad, porque de su éxito depende el futuro venturoso del país.
Si se la niega por conveniencias circunstanciales y en su contraposición se
adula al resentimiento, marcharemos por caminos pocos claros y decididamente
propicios a la inseguridad social. No se puede negar que de un modo u otro la
casi totalidad de los hombres de la militancia política argentina, están o han
estado vinculados a hombres de la revolución. En lo que a mi respecta no niego
la circunstancia, pero si ello puede poner en duda el deseo que tienen y tengo
de ver normalizado mi país, exhibo para la justa apreciación mis esfuerzos y mi
desinterés que siempre están depositados en el seno de la voluntad soberana de
mi partido.
Además el radicalismo para saber que estas luchas no son de
ambiciones tiene que nutrir su convencimiento en hechos claros y para que la
juventud fortifique su fe es preciso abrirle caminos de austeridad para que
elabore lo real de la vida y no se deje alcanzar por planteos que la adulan,
pero no la educan. Hay que comprender que la dictadura depuesta relajó todos
los resortes morales del país. Necesario resulta entonces el esfuerzo de
repararlo. Si así no se procede todo será engaño, especulación y mentira, todo
resultará inseguro e ineficaz para el país.
La discrepancia entre la dictadura y la libertad exigió un
planteo ético en torno al hombre durante la lucha de la resistencia, no se
puede entonces en la hora de la reconstrucción, confundir afirmaciones porque
de este modo se malogra la comprensión leal y todo se reduce a un simple
negocio electoral. Me dirijo entonces al país como afiliado a mi partido; en mi
condición de argentino que no ha permanecido ajeno a los episodios –trascendentales
o no—de los últimos 35 años de la vida del pueblo y del radicalismo.
No invoco otro titulo que es de afiliado a una agrupación cívica
que me honró acogiéndome en su seno y sigue honrándome a tanta distancia de mi
definición cívica. No la exhibo por humildad. Es el que mas quiero de cuanto
pude poseer. Muchos otros me dieron mis conciudadanos generosamente, algunos
extraordinarios por su distinción y responsabilidad. Pero a este de afiliado a
la Unión Cívica Radical, lo elegí yo, en un acto de vocación. Muchos lo
poseemos así, es un sello en el alma y no una firma en un registro, una actitud
de la fe y no un pacto contractual revocable. Ninguna potestad jurídica nos lo
puede quitar mientras no la renuncie nuestro espíritu o lo dilapide nuestra
conducta. Nadie no lo puede inhibir siquiera por un rato, mucho menos
cancelarlo definitivamente e irrevocablemente.
Desde esta jerarquía de afiliado va mi mensaje: por eso
lleva implícito la más alta responsabilidad de que me siento capaz. Tendrá que
ser recogido como expresión natural de mi espíritu. Nunca aprendimos a hablar
para nuestro pueblo –de sus cosas, de sus inquietudes y desvelos, de sus
ensueños y preocupaciones; de su ayer. De su hoy y de su mañana – como contempladores
de un fenómeno de una categoría exterior a nosotros mismos. Para los radicales,
el pueblo, no es algo que se mira, se valora y se protege como exterioridad, el
pueblo somos nosotros mismos, esa totalidad que sufre y sueña, que protagoniza
su quehacer y su destino en cuya entraña sentimos, pensamos y vivimos sin
retacear problemas colectivos. Nunca aprendimos a trepar para contemplarlo
desde arriba y dejarle hacer frases tutelares, sentimientos de amparo y protección.
El pueblo es para nosotros, sujeto de la contingencia creadora en cuyo nudo dramático
estamos todos apretados y no objeto de una terapéutica concebida desde
observatorios, formulada desde gabinetes, engendrada, en suma, fuera de su
matriz histórica. Lo que no haga el pueblo no se hará de él, lo que el pueblo
diga no se dirá por su cuenta. Todo lo que precisa es claridad para pensar y
escoger, seguridad y paz para la tarea, una honrada docencia alimentada desde
su propio seno, que juegue limpiamente como estimulante de sus nobles energías
creadoras.
Conozco por dentro, bien intimimamente, los procesos
internos del radicalismo. Tanto los que desembocan en los movimientos y en las
luchas por las ideas, como los determinados por las ambiciones humanas y a las
subalternas luchas de hombres. Se de donde ha venido cada radical notorio, por
que se fue, por que regresa dando adhesiones. Se cuando y como es posible
identificar la palabra sobrecargada de ambición, la actitud prematura y
divisionista, la tesis con que vanamente, se intenta recuperar la perdida
tranquilidad de conciencia.
La táctica de atribuir pensamientos, ideas, actitudes
intenciones arteramente fabricadas para colocarse a si mismo en una determinada
trayectoria de servicio popular o en devoción de un programa es nada mas que
eso; una táctica no una permanencia posición
moral y del espíritu. La táctica es el uso oportunista de los medios: puede ser
mantenida, modificada o reemplazada por otra, según convenga. La posición ética,
la concepción fruto del respeto a los supremos y no negociables valores de la
sociedad humana, lo permanente es la conducta. Implica una conducta.
Y quien la tiene la exhibe sin que ella le de derecho a
deformar o a negar la del semejante.
En nuestro partido ha existido siempre un pensamiento de
fondo: es el que lo define como una fuerza al servicio del pueblo. Radicalismo
es democracia interna; fue, es y seguirá siendo lucha contra los monopolios
capitalistas, contra todas las formas de privilegio; radicalismo es reforma
agraria, educación popular, acción antiimperialista y reforma universitaria; es
defensa y promoción de los derechos económicos de los trabajadores; es derecho
de huelga y organización gremial; es salario real y asistencia social;
radicalismo es justicia y libertad en todas sus expresiones; es defensa del
patrimonio y soberanía nacional.
El programa del partido, entonces, sus ideas, su finalidad y
su fe doctrinaria son inherentes a su existencia, nadie se inscribió en la Unión
Cívica Radical para hacerlo un programa: todos cuantos la integran lo eligieron
por su anterior contenido, de ahí que ninguno puede ser su único depositario,
si no que como postulado –para bien del país—permite que lo cumpla cualquiera
de los integrantes que para tal fin haya destacado la voluntad expresa de sus
componentes. Por eso hay que decir que el programa radical es respeto y
solidaridad con las instituciones civiles y militares de la República: es política
de industrialización, desarrollo y defensa y protección cuando es necesaria de
la iniciativa industrial argentina, es paz interior y definición contra la
guerra; es solidaridad con los pueblos de América y del mundo, y auspicio y contribución
al triunfo de las causas mas nobles del espíritu humano, es de todos los
radicales. Al sostener que solo una parte de el es depositario de su
cumplimiento, se cae en la jactancia. La jactancia engendra el egocentrismo, y
el egocentrismo es vientre propicio para la dictadura.
Pero además hay que destacar que lo social, lo económico, lo
educacional, todo cuanto se refiera a la exhibición racional del país y al íntimo
sentido del orgullo nacional, para el concepto del radicalismo no descansa
exclusivamente en la letra de sus enunciados sino que se afianza en las
conductas. Doctrina sin honradez no es doctrina, puede ser un peldaño y nada más.
Nosotros nacimos como partido, con esa irrenunciable vocación
con ese limpio programa de fondo que contempla la seguridad del hombre, su educación,
su libertad, sus derechos económicos y políticos.
En nuestro partido, en la Unión Cívica Radical, como en
nuestro país y como en la mayor parte de los organizaciones políticas del mundo
democrático, han penetrado, penetran y seguirán penetrando corrientes que
reflejan la cambiante política mundial y los episodios fundamentales en la vida
de los mas antiguos pueblos de la tierra. Podríamos señalar nítidamente las
corrientes totalitarias, absolutistas, a través de hechos, procedimientos,
ideas y hombres.
Esa mentalidad totalitaria –por ser tan fuerte e
inquebrantable la repugnancia de lo argentino al despotismo—necesita crear
horizontes artificiosos para trazar ante el pueblo una densa cortina de humo
que le ocultan el conocimiento y la verdadera visión del problema. Esa misma
mentalidad queda traducida y concretada también por la aspiración de
convertirse en depositarios exclusivos y excluyentes de ideales patrióticos
referidos al bienestar y la felicidad del pueblo.
Toda observación o crítica transforma a quienes la formulen
en enemigos del país. Denuncio con energía esa posición como totalitaria y
cesarista, acompañada por la mejor ciencia política y el análisis de
acontecimientos contemporáneos, muy cercanos en el tiempo, en el país y en el
mundo.
Creemos que hay dos modos de pensar en cuanto nos referimos
a la posición radical frente al totalitarismo y al comunismo internacional;
creemos que puede haber dos o mas modos de pensar en cuantos a los derechos de
todos los sectores para permanecer dentro del partido, salvando cada uno su
independencia de criterio y exigiendo a todos claridad en el planteo de sus
convicciones, para servir con lealtad la orientación del afiliado en los
debates democracia en el país y en el mundo.
Pero lo que no existe, son dos posiciones, ni dos conceptos
diferentes referidos al programa partidario, sobre todo, respecto a un
programa, tan nuestro y sentido, por aquellos que lo elaboramos con nuestro
trabajo y nuestra argentina preocupación. Afirmación probada por la
circunstancia que se mantienen para la actualidad los mismos postulados que
sirvieron de base a la campaña presidencial de 1951 y la posterior de 1954. Sobre
la base de estos conceptos se ha promovido la necesaria reorganización de la
Unión Cívica Radical. Lo haremos con limpieza, para la opción definitiva de los
afiliados, sin acuerdos ni combinaciones electorales y sin pactos públicos ni
pactos clandestinos.
Convocaremos a todos los radicales y ciudadanos de buena
voluntad al registro común para que, elaborado con honradez, pueda promoverse
el proceso de su estructuración orgánica y de la elección de sus hombres para
los cargos representativos, sobre la base del voto directo. Esta obra tiene la garantía
de nuestras vidas puestas al servicio de la Unión Cívica Radical y que el país
conoce. Nos acompaña el pensamiento de Alem y esta junto a nosotros la obra
creadora de Yrigoyen.
Atribuirnos designios antiargentinos y antipopulares cuando
nuestra trayectoria y la de todos los afiliados radicales no es otra cosa que
una permanente militancia al servicio del pueblo, es incurrir en recursos que evidencian
la falta de fundamentaciones serias y honradas. Si se supone que hay traidores
al bien del pais necesario es conocer sus nombres para que en su propio sitio
los sepulte la decencia argentina. Durante nuestra tarea no eludiremos la
predica ni la critica y repetiremos ante el gobierno de la revolución que es
indispensable en esta hora difícil del país, no comprometer potencial alguno de
la riqueza argentina, reservada a la legislación normal de la Nación; que debe
seleccionar asesores económicos para trabajar sobre la realidad argentina
preservando la vida y el desarrollo decoroso de los trabajadores; buscar con afán
caminos que lleven a la liberación integral de inconvenientes gremiales, ya sea
de las personas o de sus instituciones, sancionar el abuso patronal y custodiar
celosamente los costos de vida para que resulte eficaz el salario que debe
siempre sobrepasar los márgenes de presupuestos de vida.
En mi marcha no renuncio a la amistad. Me afirmo en ella porque
es base de toda creación. Sin amistad todos seremos enemigos, dentro o fuera de
los gobiernos. La enemistad no ayuda al trabajo o el trabajo se realizara
siempre entre rivales. Por eso es que me siento amigo de todos los radicales,
absolutamente de todos y en mi condición de combatiente por la democracia me
siento amigo de todos los hombres de mi país colocados al servicio de la superación,
de la justicia y de la paz de la Nación. Mi afecto no alcanza al saboteador y
lo niego a los negociadores de la decencia argentina o de los intereses
fundamentales de la Nación. Afirmo, por ultimo que hay que combatir al
escepticismo. Se advierten en el país mayorías ansiosas por construir. Se debe
tener confianza.Frente a la crisis de la moral levantemos las potenciales de
la fe. Hay que estar seguros que la buena obra será cumplida.
Fuente: Declaración radial del Dr. Ricardo Balbin en Radio El Mundo con motivo del discurso que pronunciara el Dr. Arturo Frondizi tras la División del Radicalismo, 15 de febrero de 1957.
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