Hijos nuestros, hijos míos, cachorros de la Reforma, hace
cuarenta años tiramos al viento la semilla de la rebeldía, la simiente de la
libertad, y el viento rumoroso que ha dialogado en la pampa, se ha estremecido
en la selva y ha rugido en el Ande, se encargó de ubicarlo en el surco fecundo
de la América virgen. Desde 1918, una estela de sangre, no la de ellos, la
vuestra, ha jalonado el camino y va señalando la ruta futura de un gran destino
nacional americano. Por los mismos senderos, por los mismos senderos de
América, donde cruzaron los ejércitos harapientos de la patria incipiente. Y
perdonenmé ahora esta emoción que ahoga la voz y acelera el corazón, cada
latido como el eco del casco de la caballería gaucha en el suelo polvoriento y
la roca dura de la América. A ciento cincuenta años, justo casi de la
Revolución de Mayo, el movimiento de la Reforma, en sus proyecciones civiles,
se perfila ya como la segunda Revolución, revolución telúrica, de la Unidad
Indoamericana y de la emancipación de la inteligencia, la del surgimiento de
las masas y de la reconstrucción social de la América Latina. Toda ella está ya
expresa y en germen en el programa inicial de la Reforma, avalado con la sangre
de las generaciones sucesivas de la Reforma. Lo que hemos quedado. Los que
hemos quedado ya no os contemplaremos en persona en la etapa próxima, pero ya
os estoy viendo, como anticipo de la gloria, con la corona de martirio en las
sienes y la corona de laureles junto al escudo y a la espada. ¿Que importa,
ahora, el ladrido en la noche que quedó atrás, qué importa la sonrisa del
Judas, que cobró su afán, que importa un contraste solitario y una escaramuza
perdida?
La reacción oscurantista, la servidumbre parlamentaria, el
maquiavelismo del hombre público que despedazó a la Nación para dominarla, han
apagado una luz en el Senado -este Senado que sigue siendo el Senado de la
Decadencia que fustigara Lisandro de la Torre- pero han alumbrado una hoguera y
la llama purificadora que se alimenta del alma fervorosa de los pueblos, ya
está consumiendo la sombra, que es el cubil de la intolerancia, del fanatismo y
del odio.
El clero y el
problema universitario
Que el problema traído de los cabellos por un clericalismo
cerril y ventajero rebasa lo universitario, lo ha comprendido la Nación desde
la primera hora y por eso las muchedumbres argentinas están en el ágora de las
grandes decisiones y de los supremos sacrificios.
¿Que es lo que mueve a la jauría dueña de todo y jamás
ahíta? Acaso no son incalculables sus recursos, desde la Colonia, con el sudor
del indio, que ha labrado en el granito las magníficas catedrales, de donde hoy
se ausenta el espíritu de Dios; acaso no les basta yantar del presupuesto, en
un país donde la miseria ha trascendido de la clase obrera y va ahogando a una
clase media proletarizada ya; es que le falta acaso influencia en los comandos
que amenazan la sociedad civil y no le sobra privanza ante el Cesar que trepó
el peldaño del poder en la apología de la Reforma, para escarnecerla y venderla
en su hora de prueba, él mismo que ha rendido a la CADE la Nación y ha
comprometido el petróleo argentino en una operación de media noche. No les ha
bastado todo ésto a los promotores de la lucha fratricida que despedaza la
república? No les basta la generosidad argentina, la tolerancia habitual, el
respeto nuestro para el libre culto de su Dios, que fue el Dios de nuestras
madres y el que meció la cuna de sus hijos? Ignoran y tiene el derecho de
ignorarla, acaso la Palabra del Maestro, a través del versículo 18-23 del Evangelio
de Juan el Apostol, que dijo: “Mi reino no es de este mundo. Si de este mundo
fuera, mis servidores pelearían... más ahora mi reino no es de aquí”... Que
divinidad siniestra les exige ahora -les diré como el repúblico español- como
en los tiempos bárbaros, sacrificios de sangre y les impulsa a arrojar el
corrosivo en las pupilas del compañero, como si quisieran simbólicamente cerrar
los ojos de toda una generación, abiertas al milagro de la ciencia y a las
maravillas del más noble esfuerzo humano?
¿Que es lo que pretende el sectarismo que ha inundado de
rencor los corazones argentinos? Voy a decirlo, porque es el secreto público
que circula en todas las cancillerías de Europa, de donde regreso. Los amos de
Roma no ignoran ya lo precario de su situación. Que la menor conmoción pondrá
en peligro la estabilidad material de la sede secular y que le urge una reserva
en ultra mar. Esto mismo lo he escuchado de sacerdotes eminentes y amigos el
día 14 de Julio en París cuando se esperaba la Tercera Guerra Mundial después
de Irak. He aquí que toca a nosotros los liberales no comunistas, que
defendemos la libertad de culto doquier y su complemento, la independencia de
la Iglesia y del Estado, defender su derecho a adorar su Dios y a organizar su
iglesia. Pero nada de ello justifica que reforzada y arbitrariamente, se venga
a perturbar la paz espiritual del pueblo argentino en una empresa de predominio
y dominación ultramontana, inconcebible en el siglo XX. Si es que se quiere un
país amordazado y sin alma, que se recurra para el eventual refugio, a la
España sepulcral de Franco, o, si es que se quiere mas remoto asilo que se
elija la tierra silenciosa y sumisa de Trujillo en el Caribe. Si es que se ha
preferido a la Argentina, es porque la jerarquía eclesiástica ha encontrado en
el gobernante taimado y ambicioso la posibilidad de la alianza que se necesita
para estas turbias finalidades. Ahora, este plan de una potencia extranjera y
de un gobierno claudicante y antipopular, presupone copar las conciencias de la
juventud argentina y capacitar para la teocracia a sus futuros elencos
gobernantes. He ahí la conjuración. Para su logro hay que pisar el cadáver de
la Reforma y emascular a la juventud argentina.
La Enseñanza Libre
Para ésto y por ésto se ha traído a este rincón de América
con detrimento de la escuela del Estado, este problema falaz de enseñanza
libre, este problema que de ser sinceros, debieron agitarlo, primero en el
hogar de las grandes universidades del mundo, en Francia, donde gobierna un
católico de prestigio como De Gaulle, o en Alemania donde preside el gobierno
un católico ilustre, como Adenauer, al frente de la democracia Cristiana.
Violento y sugestivo contraste como si en la maniobra iniciada aquí estuviera
implicada la conveniencia del desprestigio de las instituciones democráticas de
la República y la siembra del escepticismo de la ciudadanía, que aquí, votó por
la paz y la reconciliación de la familia argentina para un futuro mejor.
Hablan los promotores, de lo que llaman despectivamente el
monopolio estatal de la enseñanza y disfrazan la enseñanza sectaria de
enseñanza libre. Mas, si lo que la jerarquía eclesiástica realmente quiere es
liberación de la enseñanza de la del estado, que es la gratuita, común y laica,
lo que debe promover, primero, es su propia liberación del Estado, su
independencia del Estado, es decir, la separación de la iglesia y el Estado, y
esto sin un logrerio financiero, con lo cual, en una nación de creyentes y de
agnósticos, la iglesia debe costearse su culto con la humildad de Cristo y
cultivar sus escuelas -lamentablemente escuelas ricas para ricos- sin seguir
conspirando contra la de las naciones, sin sabotear con sus infiltrados en el
gobierno. Porque es por ello que los establecimientos de enseñanza de la Nación
son pobres y deficientes, mientras pululan y se enriquecen los de tendencia
confesional, y por eso que se contesta todos los años a la solicitud de
asientos en las escuelas del Estado, que no tienen disponibles.
Contra el Feudalismo
y el Poder Eclesiástico
Esta contienda es, por lo demás, otro episodio de la lucha de todos los Estados modernos, primero, contra el feudalismo, segundo, contra la sujeción al Poder Eclesiástico, la misma que se libró ayer aquí por la secularización de los cementerios, por el matrimonio civil, por la escuela normal, las luchas que ha ganado la civilidad y el progreso del país y en que va involucrada la propia soberanía de la Nación. Un régimen de traidores ha venido a la Nación. Al pueblo argentino, sin distinción de credos, corresponderá ahora impedir los negociados, la represión, la afrenta y la sumisión.
Esta contienda es, por lo demás, otro episodio de la lucha de todos los Estados modernos, primero, contra el feudalismo, segundo, contra la sujeción al Poder Eclesiástico, la misma que se libró ayer aquí por la secularización de los cementerios, por el matrimonio civil, por la escuela normal, las luchas que ha ganado la civilidad y el progreso del país y en que va involucrada la propia soberanía de la Nación. Un régimen de traidores ha venido a la Nación. Al pueblo argentino, sin distinción de credos, corresponderá ahora impedir los negociados, la represión, la afrenta y la sumisión.
Afrontemos la lucha como la han afrontado todos los Estados
soberanos del mundo, y no para hipertrofia del estado, que es solo el cuerpo
político de la Nación, ni para menguar el derecho individual, como en los
países de organización totalitaria de izquierda. Afrontamos la lucha como
exigencia ineludible del progreso y de la independencia de la nación. De
nuestra parte, la acción será noble, pero inflexible. Terminada la batalla, extenderemos
la mano a los compañeros disidentes. A ellos, si; a los mandatarios felones y
venales, sólo nuestro gesto de desprecio y de repudio.
No Tememos al
Infierno
Los hombres que estamos aquí no tememos al infierno del otro
mundo, que no ha de ser peor que el del pobre en este mundo, y de ahí un punto
clave de nuestra programática: que el pobre tenga la misma oportunidades de
educación que las otras clases sociales para que de las verdaderas
universidades libres, que es decir las del Estado, y con multitud de becas
salgan más sabios y más profesionales, y para que surjan los mejores, que
superioridad no es condición de nacimiento, sino fruto del esfuerzo y de la
inteligencia. Vamos con la Reforma a bregar por la Universidad más amplia y
accesible a todos los capaces. Nos interponemos decididamente en los rieles del
privilegio, no tenemos -he dicho ya- miedo al infierno, no nos espantamos de la
excomunión, no creemos que retornen el sanbenito y la hoguera de la Inquisición
que hicieron temblar a los pueblos europeos. Y si del Cielo se tarta, sabemos
bien que el Cristo que yo conozco ha de guardar un rincón para los grandes
benefactores de la Humanidad, para sus héroes, para sus santos laicos y
creyentes, para Gandhi y para Einstein, para Fidel Castro y Francisco de Asís,
para Sandino y Jesús de Galindez, para Maria Magdalena, porque perdonados le
fueron los pecados a quienes tanto amó, y también para aquel, que nos acompaña
aquí, nuestro Domingo Faustino Sarmiento, el sembrador de la Pampa.
Hay tiempos terribles en que el dedo de Dios aparece
señalando el derrotero de la historia. Así para castigo, el cautiverio de
Babilonia y de Egipto, para el propio pueblo elegido. Toman también el dedo de
Dios los que dedatan la torrenta y derramaron a torrentes la sangre de la
juventud, la de los niños, ahora en las calles de Tucumán.
Señores: los muertos viven. Y por eso Cristo, no el Cristo
de ellos, ni el de los cañones, ni el de las cachiporras, el Cristo del amor
fraterno y del perdón, Cristo vive y anda. Si: los muertos viven, los que
cayeron por nuestro ideal y los que el tiempo se llevó. Pero están aquí, a
nuestro lado, entre los pliegues de nuestras banderas, cantando con nosotros el
himno de la redención humana y avanzan ahora al frente de nuestras filas. No
puedo enumerarlos, tantos son . Pero marchan, desde la mañana augural del 15 de
Julio de 1918 y llegarán con vosotros y no será, entonces, la losa fría que
cubre la cara imagen de los que fueron. Una nueva aurora anticipará una nueva
jornada. Porque eso, eso es, Señores, en en espíritu del progreso, como el
Ashaverus de la leyenda, el Judío Errante, en marcha siempre, sin detenerse
nunca, por todas las rutas ascendentes de la Humanidad.
Fuente: Discurso pronunciado por Enrique Barros, el día 3 de octubre de 1958, cerrando el mitin que organizara la Federación Universitaria de Córdoba contra la ley de Enseñanza Libre luego de aprobada por el Congreso de la Nación durante el Gobierno del Dr. Arturo Frondizi.
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