En el discurso que
pronunció los otros días aquí en Santa Fe. Ud. Dijo con énfasis que no era
golpista.
No soy golpista, según esta expresión de origen comunista.
¿Por qué lo expreso ante sus correligionarios? ¿Había necesidad de una
definición entre ustedes?
De ninguna manera. El radicalismo
es una fuerza democrática en consecuencia antigolpista.
Supusimos que había una abierta definición personal.
Soy antigolpista. Así se lo
exprese a Vitolo cuando sin medias tintas, le manifesté que era necesaria la renuncia
del presidente.
¿De Frondizi?...
De Frondizi.
¿Dejar acéfalo el gobierno no es golpismo?
Lo mismo me manifestó Vitolo. El
gran golpista que tiene el país para nosotros es el propio presidente de la
República.
La renuncia del vicepresidente
fue un golpe de estado. El viraje total hacia las concepciones económicas
conservadoras, efectivizadas sin tapujos con la llegada de Alsogaray a la
función gubernativa, ha sido otro golpe de estado. Y todo ese confuso panorama
de las fuerzas armadas, asimismo, lo han originado reiterados golpes emanados
desde la Presidencia de la República. El país sucesivamente ha venido
soportando asonadas contra el espíritu político que lo alienta, contra el orden
institucional y económico ¿no es así?
¿Y una vez sin presidente?
Pues los tiempos son
extremadamente dificultosos para el país, y se ha de requerir de la coalición
nacional. Una vez en el gobierno, los militares no deberán llamar a elecciones
hasta que los partidos políticos concreten su acuerdo en los candidatos que la ciudadanía
ha de autorizar posteriormente para el ejercicio del gobierno. Son tiempos para
las coincidencias democráticas.
¿Qué nos puede decir acerca del futuro del radicalismo del Pueblo?
Lo presiento brillante a
condición de que se mantenga unido y establezca una firme e inequívoca línea de
acción en servicio de lo popular. A mediados de agosto se constituirá el nuevo
Comité Nacional y estará a cargo de sus nuevas autoridades la tarea de orientación
y de lucha.
¿Qué nos puede decir acerca de la orientación económica de este
gobierno?
Recién acabo de expresar que el
radicalismo andará bien a condición de servir con devoción los intereses de
todo el pueblo. Servirlos es trabajar por la estructuración de una economía al
servicio del hombre a cambio de la regimentación de la clase trabajadora para
alentar una economía al servicio de las empresas y de sus titulares.
Muy a menudo escucho las
preocupaciones de hombres pertenecientes a los sectores sociales pudientes,
acerca de la notoria infiltración de ideas calificadas como de izquierda en los
gremios, en la universidad y en los cuadros administrativos o de función
pública. Naturalmente a estos hombres alarmados no se les ocurre combatir las
causas de estos procesos políticos suprimiendo de raíz la injusticia económica,
las penurias sociales.
¿Puede afirmarse que para usted el comunismo no constituye un peligro?
Para mí, el comunismo es una
fuerza de derecha profundamente conservadora. Los gobiernos constituidos por
el, en cuanto han liquidado al individuo, sus derechos y sus libertades, en
cuanto han abolido la libertad de acción sindical y han dirigido todas
absolutamente todas las actividades del hombre a la creación y sustentamiento
de un partido monolítico y único, han realizado el Estado ideal de los conservadores
mas cavernarios. La supresión de la propiedad privada ni es un hecho
revolucionario ni la estatización de las actividades agrarias e industriales
constituye un ideal para la clase trabajadora dispuesta a luchar por si misma. Máxime
cuando esta política se corona como la supresión de las libertades humanas. No
hablar, no publicar, no deliberar, no reunirse, como no sea para servir a los
designios del Estado totalitario.
¿Qué nos puede decir de los planes enunciados por el señor Alsogaray?
El nuevo ministro ha pedido un
plazo de dos o tres meses para ofrecer resultados concretos y fructuosos.
Con todo gusto yo acuerdo ese
plazo y si fuera menester uno mayor. Pero creo que al cabo de tres o de seis
meses estaremos en lo mismo. Lo creo así porque sus primeras recetas, fundadas
en la colaboración de los almaceneros minoristas, no tienen la profundidad ni
el alcance necesario para cubrir el déficit de mantenimiento de cada hogar.
Vender al costo, cuando el costo aumenta semana tras semana es forzar al pueblo
a pagar precios mayores aun cuando el almacenero no gane un centavo. Por otra
parte no me explico como el pequeño comerciante o el mayorista, podrán vender
al costo cuando las tarifas eléctricas y telefónicas se han multiplicado como
los impuestos municipales, provinciales y nacionales, dos, tres o cuatro veces;
cuando debe aumentar el sueldo de su personal, sostener su propia familia,
realizar su ganancia –ideal remoto– y se encuentra en dificultades cada vez
mayores para obtener créditos bancarios o de sus proveedores.
¿Y la receta para emplear sus términos, señor Larralde, de trabajar en
otros empleos o en changas para pasarlo como mejor se pueda?
Tengo experiencia personal. Yo he
sido hombre de trabajar en dos medios diferentes para poder vivir. Uno de ellos
era el periodístico en la época famosa en que nuestras retribuciones eran para
el café con leche. Actualmente un hermano mío, obrero gráfico, tiene dos tareas
a cumplir para sostener su familia. Y las tiene desde mucho que el señor
Alsogaray diera su consejo.
¿Soluciones?
Esta es la pregunta que exhibe el
drama en toda su dimensión. Yo admito que existe una crisis económica, pero también
la crisis alcanza a todo lo que no es económico estrictamente hablando.
No se cree en el gobierno y quienes
no creen son, precisamente y en primer termino, los contingentes ciudadanos que
actuando como electores llevaron al actual presidente a la Casa de Gobierno.
De nosotros no se hable.
Para afirmar una política de
sacrificio, que nos lleva a admitir la desocupación como un mal inevitable que
nos lleve a admitir la desocupación como un mal inevitable debe el país
despojarse de sus sentimientos humanos y de solidaridad entre todas las clases
sociales. Nadie aceptara que una parte de los argentinos quede desprovista de
sus medios de vida o tan malamente desprovista que la perspectiva de hambre sea
una seguridad desde este mismo instante.
¿Qué pueden hacer los partidos políticos?
Considero pertinente esta
pregunta. Pero los partidos políticos tienen muy poca cosa que hacer en las
actuales circunstancias. Opino que una de las causas del desconcierto actual
esta en la falta de representación de los partidos en el gobierno en las
legislaturas y en el Congreso de la Nación.
Pienso que debemos ir a la
reforma de la ley electoral y asegurar la representación proporcional. No debe
quedar fuera de los cuerpos colegiados la mayor parte, por no decir casi la
totalidad de los agrupamientos políticos. Creo que todas las formas del
pensamiento social y económico deben tener su representación, la oportunidad de
expresarse, exponer sus ideas, ofrecerlas par el mejor gobierno de la
colectividad y convertirse en fuerzas de sustentación del orden constitucional.
Y esta es solamente una parte de mi pensamiento ciudadano.
Debe saberse que en la actualidad
he dejado de ser el presidente del Comité Nacional por expiración del plazo de
mi mandato. Permanezco no obstante en la función para convocar la reunión
próxima de los delegados nacionales y entregar el organismo a sus nuevas autoridades.
Fuente: Diario El Litoral (23 de julio de 1959)
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