El radicalismo argentino, por su tradición histórica, por su
extensión geográfica y por su sentimiento es un resumen del pueblo argentino,
con todos sus vicios y sus virtudes. Creación del pueblo, el pueblo lo sustenta
con su fe. Lo que el patriotismo aconseja para con el, no es vilipendiarlo sino
corregirlo, no es humillarlo sino servirlo. El radicalismo es una entelequia política
de la argentinidad.
Si poseyéramos otra fuerza tan viviente, una fuerza de tanta
raíz popular, de tanta salud y vigor, podríamos dudar; pero no la tenemos. La
derecha reaccionaria es heterogénea, anacrónica y ocasional; la izquierda
socialista es exótica, metropolitana y gremial. Ni una ni otra pueden ser el
instrumento político de la nacionalidad en plena formación, que crece por los
impulsos de su pasado, con la substancia de su propia realidad actual, para los
ideales de un porvenir mejor. Como en 1806, como, en 1810, como en 1812, como
en 1816, como en 1819, como en 1853, como en 1890, como en 1905 como en 1912,
al pueblo quiere realizar hoy un inevitable destino y crea los instrumentos de
esa realización. Por eso el pueblo ha creado al radicalismo fuerza de emoción y
de intuición en su génesis, a la que le falta organizarse y adecuarse a los
problemas actuales para ser eficaz; pero que es, en si misma, superior, a todas
las agrupaciones adversarias. No es un partido advenedizo, pues cuenta con una
existencia de cuarenta años; no es un partido burocrático, pues no vive de
papeles sino de multitudes: no es un partido regional, pues se irradia a toda
la Republica; no es un partido gremial, pues congrega a todas las clases; no es
un partido de abolengos, pues asimila a las gentes nuevas lanzadas a la vida nacional
por la inmigración y por las escuelas; no es un partido materialista, pues su filosofía
es espiritualista y su temperamento es romántico: no es un partido de
privilegios, pues lucha contra todos los privilegios; no es un partido de dogmas,
pues crea con libertad nuevos ideales; no es un partido de imitación, sino un
engendro genuino de nuestra nacionalidad, pues ya hemos visto que de la revolución
emancipadora arranca su aliento histórico. Fuerza dinámica de la patria en esta
hora de peligro para el mundo, solo la ofuscación mezquina ha podido pretender
su destrucción, sin que se tuviera para reemplazarlo otra cosa que la dictadura
militar o el comunismo internacional.
Fue grave error de los septembrinos el pretender suprimir
esta fuerza irreprimible y necesaria. La coacción pudo suprimir candidatos radicales
pero no suprimir al radicalismo. La reacción dictatorial ha fracasado en su propósito
porque, aun logrado su éxito inmediato, el partido radical se mantiene
irreductible en su proscripción, y vencerá en lo futuro. Ha fracasado también
la táctica dictatorial, porque diciéndose patriótico y popular el movimiento de
septiembre, ha tenido que recurrir al fraude en las provincias y obligar en la
capital a que se optara entre los dos matices de la bandera roja. No quedaba
sino esto y aquello, toda vez que el radicalismo estaba ausente. Como
consecuencia de tales procedimientos, se ha constituido un gobierno de
apariencia legal que prescinde de la realidad nacional, que la deforma o
falsifica. Así no se puede volver a la legalidad. La violación de la ley no
puede fundar el imperio de la ley. Y todo este oprobio, realizado para matar al
radicalismo, no ha hecho sino restaurarlo en su fuerza y en su esperanza.
Ha sido menester que la dictadura septembrina suprimiera la
libertad, negara la igualdad, rompiera la fraternidad, para que se viera mejor
lo que significa el radicalismo en la evolución política de nuestro país.
El pueblo argentino, después de la triste experiencia,
necesitara volver a las fuentes filosóficas de su justificación democrática,
pues hoy comprende el peligro de un izquierdismo sin nacionalidad y de un
derechismo sin justicia. El radicalismo no esta en el centro, sino adelante de
los dos y acaso por encima do ellos. La Unión Cívica Radical es un partido de
reforma y de avanzada.
Dicho ya abundantemente cuales son los motivos que nos separan de la dictadura, de la oligarquía, de todas las formas de la reacción, necesitamos decir ahora cuales son los que nos separan de ambos partidos socialistas, que concurrieron a las escandalosa elecciones de 1931, pasando por las horcas caudinas de un rescripto despótico que excluía al radicalismo y a sus candidatos.
Dicho ya abundantemente cuales son los motivos que nos separan de la dictadura, de la oligarquía, de todas las formas de la reacción, necesitamos decir ahora cuales son los que nos separan de ambos partidos socialistas, que concurrieron a las escandalosa elecciones de 1931, pasando por las horcas caudinas de un rescripto despótico que excluía al radicalismo y a sus candidatos.
Fuente: "El Radicalismo de Mañana" de Ricardo Rojas, 1932.
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