Sr. Presidente (Decavi). — Tiene la palabra el señor
diputado por la provincia de Chaco.
Sr. León. — Señor presidente: reconozco que los tonos
diversos, y que los apasionamientos también de colores diversos de este debate,
mueve» el optimismo de mi participación. Pero también me voy a poner bajo la advocación
gracianesca que ayer reclamaba la señora diputada Baigorria, en la pretensión
de ser muy breve, como calidad posible de mejor bondad.
Quince horas lleva esta Cámara debatiendo este asunto
trascendente para el país. Se ha buceado en viejas filosofías y se han
recorrido viejas universidades, se han pisado los salones de Oxford y el ladrillo
dorado y rojo de Salamanca, se han mencionado autores extranjeros y se ha hecho
hablar a hombres del país y a libros de dentro y fuera de la Republica.
Yo no voy a hacer una sola cita porque prefiero a los
hombres que hablan como libros, hacer hablar a los libros con la pasión de los
hombres. Quiero sujetar mi pensamiento con exclusividad a la realidad de mi país
y votar por la universidad que quiero.
Si algo faltara para afirmar que en la Argentina —y esto es
alentador— seguimos defendiendo con fe, con fuerza, nuestras ideas y nuestra argumentación,
bastaría el hecho dado de que una declaración presidencial y un proyecto
buscando una derogación han permitido mover a las grandes muchedumbres
nacionales.
Esta es una hora justa y cierta para las grandes
definiciones del país.
Creo que este tema es trascendente y por eso, aunque
brevemente, no quiero que quede fuera del Diario de Sesiones mi pensamiento que
es la expresión de la parcialidad chaqueña que represento.
Mi partido y el que habla, han tornado rumbos definitivos en
esta cuestión: el rumbo que tiene leño del viejo tronco sarmientino, que ha
sido capaz de llevar al país a esta unión nacional, solidaria, y afirmar la
tolerancia histórica de la Republica. Tolerancia histórica, marcada por viejas
leyes como la 1.420 y la ley Avellaneda, que han permitido crear esta gran Nación
con una universidad por encima de los credos, por encima de las razas, por
encima de las filosofías y por encima de todas las diferenciaciones.
Esto no es ni puede ser un fenómeno religioso, y quienes
quieran hacer jugar este problema como un fenómeno confunden y juegan torcido,
perturbando el proceso de nuestra discusión.
Aquí se acaba de decir que se ha hecho de esto un problema
religioso, y que el comité nacional de nuestro partido, a pesar de su afirmación,
le marca ese sentido. Bastaría leer la definición octava de la declaración del comité
nacional para afirmar que nosotros, los legisladores de la Unión Cívica Radical
del Pueblo, hacemos de esto un problema de legislación y un problema de rumbo y
de posibilidad argentina, pero no un problema confesional.
Dice así la declaración: «Siendo este un problema de legislación
y no religioso, los diputados nacionales de la Unión Cívica Radical del Pueblo
votaran por la derogación del articulo 28 del decreto ley 6.403».
Y aquí estamos cumpliendo el mandato de nuestro partido, que
no es nuevo, porque viene desde ayer en el proceso histórico de la Republica.
Esto que tratamos es una definición frente al país. Yo me ubico mirando al país
de ayer y de hoy, pero lo estoy soñando para mañana, en esta mi definición. Y
veo en ese sueno un país educado, en que las nuevas generaciones pueden hacerse
de sus conocimientos en los libros abiertos de todos los pensamientos y de
todos los idiomas. Tengo la ilusión de que si algún dogma tiene que imperar en
la Republica sea con exclusividad el dogma del patriotismo y del amor. El dogma
del patriotismo, marcado por nuestra historia; y el dogma del amor, el humilde,
fraterno y democrático que marcaba Jesucristo en el sermón de la montaña, y no
el del amor fanático, brutal e intolerante de los Torquemada de la historia.
¡Libertad de enseñanza! ¡Claro que nosotros estamos con la
libertad de enseñanza! Pero queremos que esa libertad signifique libertad de cátedra
y libertad para poder enseñar. Durante muchos años estudie en un colegio
religioso del país, y recuerdo que en ese colegio, a muchachos de diez y doce
años se nos hacia celebrar la revolución del seis de septiembre, porque estaba
una posibilidad económica jugando con el gobierno fraudulento de aquel
entonces.
¿Como explicarían la muerte de Galileo Galilei los profesores
de una universidad católica?
¿Tendrían los profesores de una universidad marxista libertad para criticar las purgas del régimen soviético? ¿O tomando un poco tangencialmente un problema de actualidad, yo preguntaría si en una universidad privada financiada por la CADE se permitiría en este instante la crítica a las sociedades mixtas?
¿Tendrían los profesores de una universidad marxista libertad para criticar las purgas del régimen soviético? ¿O tomando un poco tangencialmente un problema de actualidad, yo preguntaría si en una universidad privada financiada por la CADE se permitiría en este instante la crítica a las sociedades mixtas?
No niego el derecho a la organización de universidades
independientes, pero solo podrán dar títulos académicos y no habilitantes,
porque nosotros queremos la unidad educacional, para que no se fomente el
fanatismo en la Republica y se creen disensiones en la familia argentina.
Este es un problema de política educacional que merece
nuestro esfuerzo y nuestro acierto al servicio de una legislación que tiene que
calar hondo en el alma nacional.
Contaba vez pasada el rector de la Universidad de Buenos
Aires en la Comisión de Educación, que en alguna universidad que menciono, todo
lo que se enseñaba de Kant se reducía a que era un filosofo descreído.
Sr. Hernández Ramírez. — Es inexacto. En las universidades católicas
se enseña no solamente a Kant sino a todas las corrientes filosóficas, incluso
la de Marx.
Sr. León. — Si quiere seguir hablando, le cedo la palabra.
(Risas.)
Sr. Hernández Ramírez. — Solamente quería rectificar lo que
acaba de exponer.
Sr. León. — Lo he escuchado atentamente; y me extraña que un
hombre religioso, que debe ser tolerante, no tenga paciencia para escucharme.
(Aplausos.)
—Manifestaciones en la
barra.
Sr. Presidente (Decavi). — La Presidencia advierte a la
barra que le esta prohibida toda serial bulliciosa de aprobación o desaprobación.
Continúa en el uso de
la palabra el señor diputado por Chaco.
Sr. León. — Como reformistas tenemos que abrir las puertas
del conocimiento para la gran universidad popular argentina y para la ciencia,
que esta siempre por encima de las religiones.
Ni Buda, ni Jesucristo, ni Mahoma, ni Confucio, deben presidir
los rigores siempre crecientes del conocimiento humano. Y en Argentina, los que
menos debieran jugar su poder somos los católicos, pues al ser nuestro país, de
una gran mayoría de católicos hijos de esa religión, no podemos hacer jugar
nuestra mayoría para sacar ventajas legales al servicio de nuestro credo
confesional. (¡Muy bien! ¡Muy bien!)
Este es un problema de cultura, cultura que se agranda con
la diversificación de nuestra meta. Argentina tiene una cultura. Claro que la
tiene. Pero nosotros queremos intensificar el proceso autentico de la cultura
nacional. Debemos superar el ciclo europeizante que marcaban los compases del rococó
de la vieja oligarquía que manejaba las universidades argentinas.
Hay que mover la fisiología de lo cultural, revitalizando y
expandiendo nuestra agilidad con el suero azul y blanco de nuestras generaciones
reformistas. Nuestro deber, señores diputados, esta en afianzar ese sentido vernáculo.
Y hablo de deber porque la desaparición del mismo implica la desaparición de la
cultura, según Stamber.
Hay un hecho nuevo, maravilloso, en este instante en el país.
Ya no se dan las viejas luchas del estudiantado contra el profesorado, hecho
cerrada oligarquía en su comando. Hoy están unidos los pies claustros de la
Republica en gran mayoría para empujar el hecho nuevo de una universidad al
servicio de lo nacional.
Universidades de todas las zonas del país, la del Sur, la
del Litoral, la de Córdoba, la de Cuyo, y la nueva de mi tierra, Chaco, la del
Nordeste, son la afirmación de un regionalismo que se suma al servicio de la
unidad histórica de la Republica.
En el árbol del proceso cultural y educativo, la universidad
debe ser el gran tronco interpretativo de nuestra forma de vivir, de pensar, de
proyectarnos y de emanciparnos.
Recuerdo que alguna vez alguien dijo que el siglo de oro de España
estaba hecho con el oro de America. Por eso digo también de emanciparnos,
porque eso es una afirmación reformista. Tenemos que crear el concepto
cultural, porque en la unidad de las nuevas generaciones del país, ninguna
potencia extranjera, ni de occidente ni de oriente pueda hacer su siglo de oro
con las riquezas de la Republica. Por encima de los grupos y de los intereses
debemos reivindicar nuestros principios argentinos, que no son otros que los de
la unidad y de la libertad: no la libertad metafísica ni mesiánica, sino la
libertad que se plasma con los valores espirituales de hombres y estudiantes
con olor a nuestra tierra, que todavía tiene las pupilas castigadas de tanto
sonar con la frustración de America española.
Quiero, y voy a votar porque lo siento con limpieza: mi determinación
se junta a la determinación defensiva de nuestra autenticidad educacional. Esa
es nuestra fuerza y si esa fuerza espiritual de lo autentico se debilita nada
menos que en función de nuestro estudiantado, desaparece en ese mismo
instante la mejor frontera contra todas las invasiones culturales extranjerizantes.
La universidad es la universalidad, y esa es la voluntad
general y ética que debe tener el Estado donde se afirma la posibilidad
ilimitada y universal al conocimiento perfeccionador del hombre y de la sociedad.
Los institutos privados que vamos a fomentar, lo haremos a través de una ley en
la que se jueguen todas las posibilidades y todos los postulados, pero resguardando
nuestra tradición.
Pongamos voluntad a nuestra causa que viene retumbando todavía
con el grito de los estudiantes, que hace pocos días llegaron a la plaza del
Congreso con el violeta, afirmando una revolución que hay que hacer al servicio
de la justicia popular.
Señores diputados: consideramos un despacho que supera
nuestra posición partidaria, rompe nuestro propio apasionamiento y destruye la programática
idealista. Haremos un destino o cortaremos un rumbo que viene y que tiene que
andar con nosotros.
Hecho nuevo, dije, en que los alumnos y rectores están en
solidaridad trabajando para el pueblo nuestro, formado en la conjunción de
todas las razas, los credos de la inmigración y los idiomas de la civilización.
Desterremos los privilegios y pongamos con todas nuestras fuerzas las
posibilidades en la gran escena argentina; que el rico y el pobre integren en
democracia un país que se agrande de abajo para arriba. Democracia, dije,
porque nuestro país vive la vocación y la pasión de andar en democracia, porque
somos fieles del espíritu democrático.
A qui vinieron a nuestra tierra todas las razas del mundo y
tuvimos la dicha maravillosa de que dejaron las ideas totalitarias allá, en la
vieja Europa. No vino el polaco a envenenarnos de monarquía; vino entonando en
sus labios las potabilidades rebeldes de la polonesa. No vino el italiano tenido
en camisas negras: llego pensando en Garibaldi y Mazzini, y con esas ideas se absorbió
a la democracia de la Republica. No vino el español con la humillación humana
de Franco: llego hablando el idioma universal y justo del glorioso don Quijote.
Se fundieron en buen crisol y Argentina fue creciendo. Esa es nuestra formación
y nuestro rumbo.
Señores diputados: muchas veces la victoria política no
significa la victoria en lo ideológico, en lo cultural. Roma destruyo a Grecia,
pero la paideia griega influyo la
posterior conducción romana.
Quiero votar por una afirmación, así, dicha con esa pasión
de un hombre que siente la reforma y siente la posibilidad de una gran
universidad que empareje a los pobres, sin fomentar la vanidad de los ricos.
Quiero votar esta afirmación por la unión nacional. Votemos
esto para arriba, a lo grande, con la idea de posibilitar una suerte nacional
creada por el pensamiento libertador de una Argentina hecha en la solidaridad.
Voy a votar esta derogación por eso y por mucho más. Voy a
votar porque no quiero la pasión fría de Hegel, de que hablaba el señor
diputado Domingorena. Deseo la universidad y la universalidad que empareje al
hombre y a la mujer, no que divida; que enorgullezca a todos. Una universidad
con sentido social y con ideal perdurable de libertad, defendida con la pasión
capaz de crear la belleza que surge de la lucha. Quiero ver la universidad con
los muchachos de la generación del 45, encerrados en las cárceles por defender
la moral argentina —y saludo la pasión de los muchachos de la reforma, que
vinieron a decirnos frente al Congreso que el país tiene asegurado el futuro democrático.
Con autonomía empujemos una universidad hecha con vida. No
puede ser la universidad un esqueleto: debe tener cuerpo, sangre y alma. Alma
que se forme en el entrechoque de todos los enfrentamientos.
Por todo esto, dicho con mi mejor criterio argentino y de
representante del pueblo, votare por la derogación. No para negar las privadas,
sino para afirmar mi fe y mi
convencimiento de que la universidad reformista, hecha con alma, cuerpo y
sangre de nuestra tierra y nuestro hombre, es la posibilidad cierta para una Nación
Argentina poderosa en su unidad e invencible en una cultura para la fraternidad,
el patriotismo y la libertad, que son la mejor pedagogía y la gran política
educacional. (¡Muy bien!; ¡Muy bien! Aplausos.)
Fuente: Honorable Cámara de Diputados de la Nación Argentina
No hay comentarios:
Publicar un comentario