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domingo, 14 de julio de 2013

MIR: "Declaración Politica" (9 y 10 de agosto de 1947)

El advenimiento de este régimen fue posible solo por la crisis del Radicalismo, que trajo la crisis de nuestra democracia. Sus direcciones accidentales habíanse apartado de su deber histórico. Soslayaron la lucha contra las expresiones nacionales e internacionales del privilegio y favorecieron de este modo, su predominio en la vida argentina. La infiltración de tendencias conservadoras pospuso la defensa combativa de los derechos vitales del hombre del pueblo y de las exigencias del desarrollo nacional, a las conveniencias particulares de un sistema de intereses creados, adueñándose de los resortes de conducción. Este sistema jamás reflejo el pensamiento de Radicalismo. Pudo mantenerse bloqueando la voluntad de los afiliados, a quienes excluyo de las resoluciones fundamentales y mediante la invocación de sentimientos de solidaridad, agitados como escudo para proteger su política de hechos consumados, en los trances de reacción provocados por sus defecciones. Así, este sistema, desleal al país, sofoco las persistentes demandas de rectificación, alejo a la juventud, creo el clima de la decepción popular, desarmo el espíritu del hombre del común y precipito a la situación actual, prestando la mayor contribución al establecimiento de los discrecionalismos que desde 1930 humillan a la República.
Esos factores desviaron la trayectoria histórica del Radicalismo y condujeron a la angustiosa realidad argentina. El pueblo radical debía removerlos, como primera etapa de una verdadera solución nacional y reconstituir en la Unión Cívica Radical la milicia intransigente de los derechos y libertades populares. Tal fue el objetivo del Movimiento de Intransigencia y Renovación, movimiento interno, de ideas y no de hombres, que aspira a unir a los radicales en la conducta y en la doctrina, y que ha promovido este renacimiento de las esencias del Radicalismo que moviliza las mejores esperanzas argentinas. La Unión Cívica Radical enfrenta la última etapa de su crisis, en esta hora de su reconstrucción, que querernos profunda. Plantea un dilema decisivo en la suerte del país. O un partido que podrá llevar su nombre pero en negación del espíritu radical, que es el que ansían los intereses conservadoras, o sea la permanencia del drama argentino: o un Radicalismo fiel a su origen y a su entraña popular, cual lo sienten lo argentinos con vocación de justicia. A ellos compete la dura tarea
Deberán rehacerlo desde sus bases, en la afiliación. El pueblo que se incorpore a los registros radicales, en quien creemos y confiamos, prestara este servicio eminente a la causa radical. Sabrá impedir las tentativas del resurgimiento del sistema que frustro las perspectivas de nuestra democracia y al reinstalar la orientación popular en la fuerza histórica de Alem e Yrigoyen, dotara al país del gran instrumento cívico de su construcción nacional y de la liberación política, económica y cultural de los trabajadores y productores. Solo un Radicalismo de este sentido, renovado y reestructurado con nuevas ideas y nuevos procedimientos, que recoja el aliento de la época y la voluntad de elevar el contenido moral de nuestra vida publica, podrá realizar el país del mañana, forjar el progreso nacional y el bienestar social y edificar un régimen de verdadera libertad y de verdadera justicia, que contemple como valores esenciales a la dignidad y al pleno desarrollo de la vida y la felicidad de cada ser humano.

























Fuente: "El Radicalismo Un Siglo al Servicio de la Patria" Giacaboen-Gallo, 1991

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