Señores:
La hora es avanzada, y, como acaba de anunciarse, no voy a
hacer un discurso, sino a pronunciar brevísimas palabras.
Saludo y felicito nuevamente a la juventud iniciadora del
movimiento que ha dado origen a esta gran asamblea. El l de setiembre del 89 brillara
como una fecha gloriosa en la historia nacional, marcando el momento de la resurrección
del espíritu público, por tan largo tiempo inerte y abatido.
Será siempre una lección preciosa la que ha ofrecido la
juventud universitaria llamando al pueblo para organizarse y luchar por el
restablecimiento de sus derechos conculcados.
Cultivar la ciencia de la justicia es, para los jóvenes, no
solo comprender sus verdades, sino amarlas; no solo amarlas, sino ponerse en acción
para hacerlas imperar. Eso es lo que ha sucedido entre nosotros: y al llamado
de la juventud ha concurrido el pueblo. Recuerdo haber dicho, cuando ella se
levanto, que no estaría sola, y me complazco en ver realizada aquella predicción.
Hoy la protesta contra la vulneración del derecho no parte
de la juventud exclusivamente, ni de un partido cualquiera, sino del pueblo de
Buenos Aires; y el Buenos Aires que protesta es el gran centro al que afluyen
argentinos de todas partes del territorio, es la ciudad común de todos los
hijos de una misma patria, como dijo un elocuente orador.
Queremos la verdad de las instituciones, queremos la verdad
del derecho. Tal es la palabra que nos ha convocado. Quiera el Señor que
cayendo esa palabra en el corazón del pueblo argentino, sea fecunda en un
cercano porvenir.
Fuente: La Revolución del 90 de Pino Montes de Oca, 1955.
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