Se ha dicho a menudo con verdad que en la misma medida en que los pueblos disfrutan el conocimiento personal recíproco, se deshacen las barreras intangibles, pero con todo efectivas, que los separan. Por lo tanto, este medio de comunicación, que permite a individuos separados entre sí y en forma físicamente, casi insuperable, en que lo están ahora los residentes de la República Argentina y de los Estados Unidos, conversar efectivamente, hablar y oír la palabra hablada, tiene inevitablemente, que contribuir en una medida extraordinaria a la ulterior destrucción de estas barreras. El Señor Bliss me ha traído impresiones gratas sobra la continua y siempre creciente prosperidad y progreso social de que disfruta la Nación Argentina y es mi esperanza que el perfeccionamiento de este nuevo medio de comunicación entre nuestros dos estados, será beneficioso para ambos al facilitar ese intercambio de ideas y de comercio que constituye la vinculación entre dos estados.
Señor Presidente, repito que me causa gran satisfacción recordar en esa ocasión el recibimiento cordial que me dispensó usted el año pasado. Las muchas atenciones y la sincera hospitalidad de que Ud. me hizo objeto durante mi visita a Buenos Aires, serán siempre recordados por mí con sentimientos de verdadera gratitud.
Hipólito Yrigoyen: Señor Presidente: Sumamente complacido por tan feliz oportunidad, sugerida por Ud., la que reaviva en mi espíritu las entrevistas celebradas en ocasión de su inolvidable visita, durante la cual coincidimos en nuestros juicios acerca de la forma en que deben ser encarados y resueltos los problemas internacionales de acuerdo con los inmutables principios que son fundamentos éticos de la creación universal; y lleno de satisfacción por sus generosos recuerdos, así como por las informaciones de Mr. Bliss, condigo con Ud., en que este nuevo medio de comunicación será un factor más en la expansibilidad comunicativa de nuestras Naciones.
Pero tengo que decirle, cada vez más acentuando mi convencimiento, que la uniformidad del pensar y sentir humanos, no ha de afirmarse tanto en los adelantos de las ciencias exactas y positivas, sino en los conceptos que como inspiraciones celestiales, deben constituir la realidad de la vida, puesto que, cuando creíamos que la humanidad estaba completamente asegurada bajo sus propias garantías morales, fuimos sorprendidos por una hecatombe tal, que nada ni nadie podría referirla en toda su magnitud.
Ante semejante catástrofe era justamente imperativo creer que sobre ella recaería la más profunda condenación, señalando el renacimiento de una nueva vida espiritual y más sensitiva.
Por lo que sintetizo, Señor Presidente, esta grata conversación, reafirmando mis evangélicos credos de que los hombres deben ser sagrados para los hombres, y los pueblos para los pueblos, y en común concierto reconstruir la labor de los siglos, sobre la base de una cultura y de una civilización más ideal, de más sólida confraternidad y más en armonía con los mandatos de la Divina Providencia.
Muy calurosos saludos, Señor Presidente.

Fuente: "Conversación telefónica con Herbert
Hoover" en “Ley 12839. Documentos de Hipólito Yrigoyen. Apostolado Cívico
– Obra de Gobierno – Defensa ante la Corte”, Talleres Gráficos de la Dirección
General de Institutos Penales, Bs. As 1949.-
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