La experiencia dictatorial ha sido aleccionadora. Los
pueblos pierden su actitud moral fuera de la ley. Cuando despierte el país de
esta pesadilla que dura desde hace dos años y medio, causaran asombro las
devastaciones producidas en el orden jurídico, social, administrativo y
financiero. En la vida argentina han ocurrido hechos que consideramos
imposibles que acontecieran como los actos de hostilidad a la Universidad., el
ataque a las bibliotecas, la injuria a las estatuas de los próceres que se
caracterizaron por su amor a la libertad o su culto por la enseñanza y por
ultimo el grito desaforado contra el libro, eco lejano y tardío que oyeron en días
de esclavitud pueblos que hoy lloran en medio de las ruinas de sus ciudades su
tremenda culpa.
Como un acto de justicia reconozcamos que superando a los
partidos en su lucha contra la dictadura, entidades profesionales y culturales
lo arriesgaron todo en defensa de las instituciones y la juventud universitaria
sufrió estoicamente el peso de brutales aversiones que identifican y definen un
régimen de gobierno. Si hoy, compatriotas, percibimos alguna luz de esperanza
en horizonte cercanos, es porque la juventud universitaria la ha defendido en
heroicas jornadas de resistencia. La generación de 1945 será recordada con
honor en nuestra historia, porque cuando los ciudadanos parecían haber perdido
la capacidad de indignarse ante el oprobio, la juventud universitaria hizo oír
su grito de protesta por la abolición de los derechos y garantías que desde el
articulo 14 iluminan con su espíritu las sabias letras de nuestra nunca suficiente
reverenciada Constitución Nacional.
Con aguda visión percibieron los universitarios que el problema argentino estaba planteando entre la democracia y la antidemocracia y lo estaba en términos claros e ineludibles como lo prueban las exteriorizaciones publicas de un nazifascismo que no acierta a disimularse tan reveladoras algunas como las bárbaras persecuciones oficiales de inconfundible situación totalitaria. Y, que pese a las invocadas características propias de los gobiernos de facto continentales, no se logra disipar claramente toda posibilidad de identificación con los regimenes dictatoriales que en Europa sacrificaron al individuo y al Estado que le educaron para la muerte e hicieron de la guerra de conquista una necesidad patriótica.
Con aguda visión percibieron los universitarios que el problema argentino estaba planteando entre la democracia y la antidemocracia y lo estaba en términos claros e ineludibles como lo prueban las exteriorizaciones publicas de un nazifascismo que no acierta a disimularse tan reveladoras algunas como las bárbaras persecuciones oficiales de inconfundible situación totalitaria. Y, que pese a las invocadas características propias de los gobiernos de facto continentales, no se logra disipar claramente toda posibilidad de identificación con los regimenes dictatoriales que en Europa sacrificaron al individuo y al Estado que le educaron para la muerte e hicieron de la guerra de conquista una necesidad patriótica.
Las esperanzadas declaraciones de imparcialidad del ministro
del Interior y sus promesas de comicios puros, limpios y cristalinos han sido
recogidas con benévola expectativa, pero sobre sus posibilidades conspiran el
estado de sitio, parcialidad política, interventores embanderados y
reparticiones como la Secretaria de Trabajo y Previsión Social armadas en pie
de guerra electoral con 50 millones de pesos anuales de presupuesto.
Nos complace declarar que no somos exclusivamente un país
agropecuario condenado al estancamiento. La industrialización del país no debe
detenerse. Hace un siglo el 70 por ciento de la población residía en la campaña
y el 30 por ciento en la ciudad. Hoy los términos se han invertido con matemática
exactitud. La vida rural se empobrece y el trabajador del campo vive en un
desamparo mucho mas pronunciado que el obrero de la ciudad. El programa de la
tierra el éxodo de los colonos sigue siendo un drama silencioso que nadie
ignora. Estos tópicos no son para ser expuestos a la ligera en la plaza pública,
pero deben preocuparnos y queremos que la política se dignifique elevándose por
encima de efímeros personalismos que ensucian las paredes de la ciudad con sus
gritos y sus mueras como en la Italia de la era orgullosa del sepultado
fascismo.
Conciudadanos:
Nadie puede estar ausente en esta lucha que la ciudadanía
libra a favor de la Nación, de su espíritu Inmortal para rescatarla de los que
no han comprendido que en tierra argentina la libertad no es mercancía de
trueque con ninguna ventaja material. Ha pesado la Republica muchos días
afrentosos que no hubiéramos soñado en la peor de las imaginaciones, sin garantías
individuales sin libertad de prensa, y su recuerdo debe ser acicate para la
acción a que estamos convocados por la libertad y contra el nazismo. Es
menester decirlo con ajustada verdad; ¿Cómo no habremos de superarnos en la
acción si las mujeres no están dando ejemplos con su presencia en todos los
actos de protesta contra la dictadura? ¿O es que los militantes de los partidos
políticos vamos a ser cobardes espectadores de la acción de los jóvenes universitarios
y de las mujeres?
No se disputa en esta contienda un triunfo electoral. Lo que
se persigue es el gobierno de la Constitución y la caducidad del gobierno de
facto mudable por decretos o sorpresivos cambios nocturnos determinados por
misteriosas conspiraciones de palacio. Cualesquiera sean las garantías
electorales no debemos desertar de la lucha ni resignarnos como si fuese para
los argentinos una fatalidad inexorable la privación de la libertad.
Con solo quererlo y con la voluntad decidida lo
conseguiremos. El pueblo argentino tiene exigencias interminables, y reclama
cada vez con más imperio el gobierno de ley y no de fuerza, de justicia y no de
favores, de principio y no de hombres de
solidaridad y no de odios. Es la voz de la patria la que nos convoca, y como en
los grandes días de la nacionalidad nos habla en el lenguaje sin palabras de
las mas puras emociones.
Fuente: Diario EL LITORAL, Sábado 8 de Diciembre de 1945.
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