Así: la conscripción de la libertad, debe resignarse a la reorganización
de los comité de la UCR, reorganización esperada desde hace tiempo, como la
esperanza mas cierta en los nuevos días que tienen que llegar, porque el pueblo
esta en pie y nadie podrá detenerlo en su redención.
Todos los hombres libres que tiene el país en esta hora, irán
a los comités radicales a inscribir sus nombres para una cruzada como nunca,
Libertadora.
Es necesario salvar al país de cuanto despotismo cínico o
encubierto, lo han victimado o amenazan aun cebarse de nuevo en el pueblo
argentino.
Y todos deben estar en los comités; no solo el hombre
humilde, de espíritu simple, aunque generoso, que solo suele comprender el ejercicio
electoral, sino maestros jóvenes ilustrados, esos que alientan un romanticismo
abnegado por las grandes causas, que son siempre las mas bellas, y que, en esta
hora, solo tienen un objetivo: la salvación de la patria, de la patria
extorsionada por la fuerza de mandones que nada son y nada significan dentro
del civismo.
Un comité radical debe ser, como en horas memorables, una
verdadera escuela, de donde irradien las enseñanzas mas sanas, las
orientaciones mas clara, los principios más justos, las palabras mas convincentes,
las acciones mas firmes. Trinchera de patriotismo y hogar de fraternidades, ha
de realizar como nunca la unidad partidaria que enseña su credo Salvador, llamado
otra vez a renovar el ambiente nacional hoy viciado por la malicia de minorías
irresponsables detentando posiciones conseguidas por la extorsion o el fraude.
Le sobran antecedentes a la U.C.R., pues que nació puede
negarle el haber instaurado la democracia en 1916, con la iniciación de un
gobierno prócer de resonancia universal, terminando con las oligarquías que,
hasta aquel año, eran las fuerzas dominantes, esas mismas fuerzas que han
vuelto a surgir de sus rincones de sombra, porque la magnanimidad del pueblo
confió demasiado en las excelencias de la libertad.
Le sobran antecedentes y obras a la U.C.R., pues que todos
los argentinos saben que desde 1916, las garantías constitucionales eran una
realidad indiscutible y que nunca como desde entonces, los derechos habían
llegado a ser una inmunidad sagrada.
El obrero pudo, desde entonces, organizarse para defender su
derecho a la vida, mediante el reconocimiento del valor de su trabajo; y hasta
las mismas sectas —esas que, luego se complicaron con una contrarrevolución de
clase, para imponer un despotismo—, solo después 1916, se vieron libres de
persecuciones, pues la libertad de pensar y de asociación no se vio defraudada
nunca.
¿Desde cuando, sino después de 1916, comienza a hablarse de
jubilaciones que no fueran las oficiales? ¿Y cuando se permitió hablar como de
principios indiscutibles de salarios mínimos, y verdadera asistencia y apoyo
legal al pueblo?
Le sobran meritos a la U.C.R. para gozar de la confianza de
todos los hombres libres, y si eso no bastara, la confianza que tiene
depositada la juventud en la U.C.R. esta diciendo que la reorganización que se
inicia es, como decíamos, la ansiada conscripción de la libertad.
Pero eso si, que sepan los radicales, que deben terminar de
manera absoluta, las pequeñas preferencias, los grupos compadrazgos que suelen
cerrar el paso a muchos que no están dispuestos mas que al noble y desinteresado
ejercicio de los deberes políticos en beneficio común.
Y luego habrá que aprestarse para la gran consulta de los
definidos principios que deben constituir la norma concreta y directora que
haga de la U.C.R. el gran organismo democrático llamado a terminar, por absorción
de los mas nobles intereses humanos, esa lucha desgraciada a que algunos se
abandonan todavía, deseosos de teorías abstractas que a nada podrían conducir,
a no ser a una anarquía retrogradarte y maldita
.
Fuente: Norberto Galasso, Testimonios del precursor de FORJA: Manuel Ortiz Pereira. Biblioteca política argentina, nro. 55, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984
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