Buenos Aires, setiembre 30 de 1920
Al Honorable Senado de la Nación:
Tengo el honor de contestar la comunicación verbal recibida
por intermedio del secretario de ese Honorable Cuerpo, según la cual V. H.
desea que concurra el Ministro de Relaciones Exteriores a fin de dar datos
respecto a nuestras relaciones internacionales con los países vecinos.
Debo ante todo llamar la atención de V. H. sobre la forma
irregular de esa comunicación que ni viene en los términos de estilo ni por el
conducto que corresponde.
Observo también que la resolución tomada por V. H. en sesión
secreta, fue inmediatamente publicada en la prensa diaria en el mismo sentido
en que se comunico posteriormente al Poder Ejecutivo.
Ante esta circunstancia es deber del Gobierno hacer publica
su respuesta para desvanecer las injustificadas cavilaciones a que pueda dar
lugar la resolución de referencia.
Considero inusitado el pedido de esas informaciones que
deben haber producido una impresión de sorpresa en el país y en las demás
naciones, si es que acaso con mas hondo juicio no la han mirado con
indiferencia.
Puede afirmarse de la manera más absoluta que jamás nuestras
relaciones con las repúblicas de América así como todas las naciones del
mundo, se han hallado en un piano de más franca y saludable armonía.
Desterradas las suspicacias internacionales que engendraron
un malestar permanente, reina una situación de bienestar y de confianza
reciprocas, que nos permite a todos laborar tranquilos nuestro
desenvolvimiento.
Ese es el resultado de la alta y bien cumplida política internacional
de este Gobierno.
Celosos de nuestra soberanía, lo somos igualmente de las de
los demás, traduciendo a diario, en actos evidentes, nuestro anhelo de una
perfecta estabilidad de relaciones.
No tiene, pues, justificación el pedido que contesto. No hay
razón, casi diría no hay derecho de lanzar sospechas sobre una situación internacional
que nadie discute. Esa actitud, resabio del pasado, es el medio de hacerla
dudosa y de oscurecer el ambiente con sombras que el nuevo espíritu rechaza y
que por ventura no existen en el horizonte internacional argentino. Y es tanto más
inexplicable cuanto que el Poder Ejecutivo ha reiterado terminantemente estas
manifestaciones en los mensajes de apertura del H. Congreso.
Dios guarde a V. H.
H. Yrigoyen - H. Pueyrredon
Fuente: Hipólito Yrigoyen "Pueblo y Gobierno" Tomo IV La Función Argentina en el Mundo, Volumen I Americanismo, Editorial Raigal, 1955.
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