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jueves, 1 de noviembre de 2012

Ricardo Balbín: "Si yo fuera Presidente" (23 de enero de 1958)

LA PREGUNTA compromete, sin duda alguna, a los hombres políticos colocados ante el país en la situación de ser responsables, de quererlo así la ciudadanía, de su destino. Para un militante en las filas de la Unión Cívica Radical del Pueblo, como es mi caso particular, la respuesta tiende a simplificarse, porque en las actitudes todas del partido, en la claridad de su pensamiento largamente exhibido, y en la conducta y coherencia de su línea pública, pueden encontrarse con facilidad las contestaciones concretas a cada pregunta que pueda hacerse el elector. Pero sé que ello no es suficiente. El hombre argentino —mujeres y hombres del país— tiene cada día una nueva pregunta a flor de labios, y desea de los políticos la respuesta. No es éste un problema exclusivamente nuestro: el mundo, en todas sus latitudes, vive el apremio de una angustia dada por las crisis sociales, por las guerras, y ese clima crea la irritabilidad, que hoy parece el común denominador de todos los caracteres. Falta respeto entre los hombres y, por cierto, también, entre quienes representan una idea. La agresión, la subestimación para el adversario —siempre hablando en el plano de los ideales— ayudan poco a la reconstrucción argentina. Considero que es absolutamente necesario que el dirigente comprenda que en la República se mueven también otros hombres con otros planteos, perfectamente respetables, que aunque antagónicos con los suyos, posiblemente sean útiles en una convivencia democrática que busca encontrar definitivamente el camino del progreso y del bienestar popular.

Pero para llegar a ese respeto recíproco, es imprescindible que cada uno exponga con claridad su pensamiento, que nadie oculte nada. El pueblo, espera ansioso para elegir, y merece el respeto de quienes aspiran a conducirlo: ocultar el pensamiento sería traicionarlo —otra traición más— en sus más legítimas esperanzas. No sea que se lo ponga en el trance sufrido de tener que optar, y no elegir... Logrado ese ambiente para la Nación, debemos afirmar que la tarea del gobernante habrá de ser dura y difícil. Si aquél no se lograra, sería imposible gobernar. El Radicalismo del Pueblo entiende los problemas argentinos enfocados desde un punto de vista auténticamente nacional. Su nacionalismo —el bueno— no es un artificio caprichoso para manejar circunstancias electorales. Le viene de las más genuinas vetas de su estirpe criolla. Por ello, todo lo que hagamos, si nos toca hacerlo, será con vistas ciertas a la felicidad de todos los que habitan este bendito suelo. Sentimos un verdadero orgullo por el pasado histórico que, con aciertos y con errores, nos dio patria. En esta patria es donde toca a nuestra generación dirigente orientar rutas precisas; a la joven generación recién incorporada al ejercicio de su voto, decidir con justicia, sin miedo, para proyectar la República hacia un futuro de realizaciones que jalonen su recuperación ética y material. Porque entiendo que lo que se haga hoy tendrá vigencia de mañana. Porque en esta actualidad de grandes decisiones, es el futuro argentino el que está en juego.

En lo humano, será nuestro esfuerzo dedicado a moralizar el país, para que dentro de ese cuadro apto para la creación sea útil el trabajo de cada uno. Sin moral, será vano todo intento serio. Ya sabemos lo que valen los programas sin conducta. Hay que moralizar los ambientes todos de la República, arriba y abajo, moralizarlos con el ejemplo de una conducta sin tachas, que se muestre a través de una administración de manos limpias. Así el hombre de trabajo encontrará en su propia conciencia la verdad de su reclamo ante el patrón que sea injusto, y entonces el derecho de huelga, incorporado a la ley fundamental de la Nación por el voto de la Unión Cívica Radical del Pueblo, tendrá no sólo fuerza de ley, sino también fuerza extraordinaria que da la razón de un derecho legítimo. En nuestro gobierno, las fuerzas gremiales encontrarán eco justo para sus demandas, y verán cómo sus sindicatos funcionan libremente, sin interferencias oficiales, para que el contenido reivindicador de su vieja lucha no se vea trabado por nadie ni por nada. Cada obrero será artífice de su propio sindicato, y en el acierto con que elija a sus dirigentes gremiales estará dada la eficacia del instrumento defensor de su derecho.

Los sectores de las fuerzas vivas, que de una u otra manera inciden también sobre la marcha progresista del país, encontrarán en el Radicalismo del Pueblo un celoso guardián de las leyes, para que en la armonía entre el capital y el trabajo se pondere el equilibrio necesario para la reconstrucción. No toleraremos la injusticia social. La ley, y nada más que la ley, será nuestra vara para medir las transgresiones. Sin el orden que establece el cumplimiento de la legislación vigente no es posible el progreso.

Yo creo firmemente que no puede haber en la República una intensificación de la producción, de la industria, del trabajo del campo; si no se intensifica la defensa del hombre, que es la materia prima esencial de todo ese proceso económico: darle tranquilidad, atender a su bienestar, defender su salud, respetarlo en sus opiniones y derechos. Esa será la tarea fundamental para recuperar el futuro de la Argentina.

Somos partidarios decididos de un gran proceso de industrialización. Pero no improvisado para la creación de brillantes negocios de un día, sino realizado para que sirva de veras a la recuperación económica del país. Los pueblos que deseen zafar las pinzas fuertes de las economías foráneas que crean desventaja —no las limpias, que coparticipan con los pueblos donde se radican— deben crear su propia industria. Aquí nosotros tenemos la ventaja grande de que, ayudando el negocio agropecuario con seriedad y con sentido nacional, dispondremos de las divisas necesarias para montar nuestras propias fábricas. Nosotros no combatimos el imperialismo con "slogans" porque no queremos hacer un "slogan" del imperialismo: porque trabajamos para darle un sentido moral al concepto de soberanía. Es muy fácil hablar de "entreguistas", tanto como lo es de desleal. Yo no creo que ningún argentino sea capaz de vender a su país: quienes utilizan la tribuna pública para declarar cosas tan tremendas, lo hacen sin seriedad y sin ninguna responsabilidad. Es una acusación demasiado grave, como para ser jugada así, porque sí, al éxito de un comicio. Al dictador prófugo se lo acusó con verdad de ello, y se lo sacó de la casa de gobierno. Esa es la lección.

En materia de petróleo, ya está dada claramente nuestra posición. Estamos con Yacimientos Petrolíferos Fiscales porque la consideramos una institución capaz de dar solución a la necesidad del país. Se locarán servicios de cuantas empresas se presenten a las licitaciones necesarias, pero no se hará una sola concesión de la explotación del bien llamado oro negro. En una palabra: el gobierno del Radicalismo del Pueblo dará concreción al autoabastecimiento de petróleo por medio del organismo estatal cuya estructura tuvo vigencia plena mediante el auspicio de los hombres del radicalismo en el gobierno.

Todas estas consideraciones, todo el quehacer de un gobernante de un gran país como el nuestro, tienen, por lógica, que estar sujetos a la ley inexorable de la actualidad. Nosotros permanecemos firmes frente a nuestras consignas fundamentales vinculadas a la libertad, a la justicia, al sentido moral de la vida y a la igualdad en el derecho y en las posibilidades. Pero decimos claramente que aspiramos a ser útiles y eficaces en la tarea de nuestro tiempo. Cada actualidad tiene su drama, su esperanza y su creación. Nosotros hemos vivido el drama. Estamos en el filo de la hora de la esperanza. Y aspiramos a actuar en la etapa de la creación, que es tanto como decir construir o reconstruir, según lo que no se hizo o según sea lo que se destruyó.

Esas, son las dos tareas que se le deben a la Argentina.

La Unión Cívica Radical del Pueblo las cumplirá.










Fuente: Vea y Lea "Si yo fuera Presidente" entrevista al Dr. Ricardo Balbin candidato por la Unión Cívica Radical del Pueblo, 23 de enero de 1958. En Mágicas Ruinas.

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