LA PREGUNTA compromete, sin duda alguna, a los hombres
políticos colocados ante el país en la situación de ser responsables, de
quererlo así la ciudadanía, de su destino. Para un militante en las filas de la
Unión Cívica Radical del Pueblo, como es mi caso particular, la respuesta
tiende a simplificarse, porque en las actitudes todas del partido, en la
claridad de su pensamiento largamente exhibido, y en la conducta y coherencia
de su línea pública, pueden encontrarse con facilidad las contestaciones concretas
a cada pregunta que pueda hacerse el elector. Pero sé que ello no es
suficiente. El hombre argentino —mujeres y hombres del país— tiene cada día una
nueva pregunta a flor de labios, y desea de los políticos la respuesta. No es
éste un problema exclusivamente nuestro: el mundo, en todas sus latitudes, vive
el apremio de una angustia dada por las crisis sociales, por las guerras, y ese
clima crea la irritabilidad, que hoy parece el común denominador de todos los
caracteres. Falta respeto entre los hombres y, por cierto, también, entre
quienes representan una idea. La agresión, la subestimación para el adversario
—siempre hablando en el plano de los ideales— ayudan poco a la reconstrucción
argentina. Considero que es absolutamente necesario que el dirigente comprenda
que en la República se mueven también otros hombres con otros planteos,
perfectamente respetables, que aunque antagónicos con los suyos, posiblemente
sean útiles en una convivencia democrática que busca encontrar definitivamente
el camino del progreso y del bienestar popular.
Pero para llegar a ese respeto recíproco, es imprescindible
que cada uno exponga con claridad su pensamiento, que nadie oculte nada. El
pueblo, espera ansioso para elegir, y merece el respeto de quienes aspiran a
conducirlo: ocultar el pensamiento sería traicionarlo —otra traición más— en
sus más legítimas esperanzas. No sea que se lo ponga en el trance sufrido de
tener que optar, y no elegir... Logrado ese ambiente para la Nación, debemos
afirmar que la tarea del gobernante habrá de ser dura y difícil. Si aquél no se
lograra, sería imposible gobernar. El Radicalismo del Pueblo entiende los
problemas argentinos enfocados desde un punto de vista auténticamente nacional.
Su nacionalismo —el bueno— no es un artificio caprichoso para manejar
circunstancias electorales. Le viene de las más genuinas vetas de su estirpe
criolla. Por ello, todo lo que hagamos, si nos toca hacerlo, será con vistas
ciertas a la felicidad de todos los que habitan este bendito suelo. Sentimos un
verdadero orgullo por el pasado histórico que, con aciertos y con errores, nos
dio patria. En esta patria es donde toca a nuestra generación dirigente
orientar rutas precisas; a la joven generación recién incorporada al ejercicio
de su voto, decidir con justicia, sin miedo, para proyectar la República hacia
un futuro de realizaciones que jalonen su recuperación ética y material. Porque
entiendo que lo que se haga hoy tendrá vigencia de mañana. Porque en esta
actualidad de grandes decisiones, es el futuro argentino el que está en juego.
En lo humano, será nuestro esfuerzo dedicado a moralizar el
país, para que dentro de ese cuadro apto para la creación sea útil el trabajo
de cada uno. Sin moral, será vano todo intento serio. Ya sabemos lo que valen
los programas sin conducta. Hay que moralizar los ambientes todos de la
República, arriba y abajo, moralizarlos con el ejemplo de una conducta sin
tachas, que se muestre a través de una administración de manos limpias. Así el
hombre de trabajo encontrará en su propia conciencia la verdad de su reclamo
ante el patrón que sea injusto, y entonces el derecho de huelga, incorporado a
la ley fundamental de la Nación por el voto de la Unión Cívica Radical del
Pueblo, tendrá no sólo fuerza de ley, sino también fuerza extraordinaria que da
la razón de un derecho legítimo. En nuestro gobierno, las fuerzas gremiales
encontrarán eco justo para sus demandas, y verán cómo sus sindicatos funcionan
libremente, sin interferencias oficiales, para que el contenido reivindicador
de su vieja lucha no se vea trabado por nadie ni por nada. Cada obrero será
artífice de su propio sindicato, y en el acierto con que elija a sus dirigentes
gremiales estará dada la eficacia del instrumento defensor de su derecho.
Los sectores de las fuerzas vivas, que de una u otra manera
inciden también sobre la marcha progresista del país, encontrarán en el
Radicalismo del Pueblo un celoso guardián de las leyes, para que en la armonía
entre el capital y el trabajo se pondere el equilibrio necesario para la
reconstrucción. No toleraremos la injusticia social. La ley, y nada más que la
ley, será nuestra vara para medir las transgresiones. Sin el orden que
establece el cumplimiento de la legislación vigente no es posible el progreso.
Yo creo firmemente que no puede haber en la República una
intensificación de la producción, de la industria, del trabajo del campo; si no
se intensifica la defensa del hombre, que es la materia prima esencial de todo
ese proceso económico: darle tranquilidad, atender a su bienestar, defender su
salud, respetarlo en sus opiniones y derechos. Esa será la tarea fundamental
para recuperar el futuro de la Argentina.
Somos partidarios decididos de un gran proceso de
industrialización. Pero no improvisado para la creación de brillantes negocios
de un día, sino realizado para que sirva de veras a la recuperación económica
del país. Los pueblos que deseen zafar las pinzas fuertes de las economías
foráneas que crean desventaja —no las limpias, que coparticipan con los pueblos
donde se radican— deben crear su propia industria. Aquí nosotros tenemos la
ventaja grande de que, ayudando el negocio agropecuario con seriedad y con
sentido nacional, dispondremos de las divisas necesarias para montar nuestras
propias fábricas. Nosotros no combatimos el imperialismo con
"slogans" porque no queremos hacer un "slogan" del
imperialismo: porque trabajamos para darle un sentido moral al concepto de
soberanía. Es muy fácil hablar de "entreguistas", tanto como lo es de
desleal. Yo no creo que ningún argentino sea capaz de vender a su país: quienes
utilizan la tribuna pública para declarar cosas tan tremendas, lo hacen sin
seriedad y sin ninguna responsabilidad. Es una acusación demasiado grave, como
para ser jugada así, porque sí, al éxito de un comicio. Al dictador prófugo se
lo acusó con verdad de ello, y se lo sacó de la casa de gobierno. Esa es la
lección.
En materia de petróleo, ya está dada claramente nuestra
posición. Estamos con Yacimientos Petrolíferos Fiscales porque la consideramos
una institución capaz de dar solución a la necesidad del país. Se locarán
servicios de cuantas empresas se presenten a las licitaciones necesarias, pero
no se hará una sola concesión de la explotación del bien llamado oro negro. En
una palabra: el gobierno del Radicalismo del Pueblo dará concreción al
autoabastecimiento de petróleo por medio del organismo estatal cuya estructura
tuvo vigencia plena mediante el auspicio de los hombres del radicalismo en el
gobierno.
Todas estas consideraciones, todo el quehacer de un
gobernante de un gran país como el nuestro, tienen, por lógica, que estar
sujetos a la ley inexorable de la actualidad. Nosotros permanecemos firmes
frente a nuestras consignas fundamentales vinculadas a la libertad, a la
justicia, al sentido moral de la vida y a la igualdad en el derecho y en las
posibilidades. Pero decimos claramente que aspiramos a ser útiles y eficaces en
la tarea de nuestro tiempo. Cada actualidad tiene su drama, su esperanza y su
creación. Nosotros hemos vivido el drama. Estamos en el filo de la hora de la
esperanza. Y aspiramos a actuar en la etapa de la creación, que es tanto como
decir construir o reconstruir, según lo que no se hizo o según sea lo que se
destruyó.
Esas, son las dos tareas que se le deben a la Argentina.
La Unión Cívica Radical del Pueblo las cumplirá.
Fuente: Vea y Lea "Si yo fuera Presidente" entrevista al
Dr. Ricardo Balbin candidato por la Unión Cívica Radical del Pueblo, 23 de
enero de 1958. En Mágicas Ruinas.
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