“Encontré esta carta
que José Néstor Lencinas le envió a Yrigoyen cuando supo que lo amenazaba con
una nueva intervención (de las tantas que tuvo Mendoza ante la imposibilidad de
ganar por elecciones). La carta tiene fecha 3 de enero, el 20 (17 días después)
fallecía ejerciendo el cargo de Gobernador de Mendoza”.
Rafael Nestor Lencinas
Mi Estimado Dr. Yrigoyen:
He querido dejar pasar unos días
después del regreso de mi Ministro, Dr. Puebla, quien ha venido un tanto
alarmado con motivo de un anatema sentencioso de su parte de que la
situación de Mendoza está en el aire y hay que liquidarla; esto dicho
por Ud., me agravia y me molesta en sumo grado. Ya le he manifestado
muchas veces, que a mí los puestos públicos no me mueven, no me llaman
la atención, ni me enferman de importancia; no me producen
intranquilidad alguna y de la verdad de este aserto está Dios de por
medio que me ayuda y me protege.
No le tengo miedo a nadie y menos a
Ud., que desde luego está vencido, si piensa un poco y medita más,
porque no es con actos de injusticia con los que se fundamenta nada
estable en la Creación, sean las cosas grandes o chicas y de la
naturaleza que fuesen.
Soy suficiente para despreciar con
compasión y asco, a la vez, esas vanidades de los poderes públicos,
engañosas manifestaciones satánicas que pervierten a las pequeñas
individualidades; pero de ahí a que se roce con amenazas caprichosas y
se trate de menoscabar, con hechos intencionados, mi delicadeza y
dignidad personal, para satisfacer hasta intrigas de vulgares y torpes,
eso, Doctor Yrigoyen, no lo permitiré jamás a nadie, y menos a Ud. que
no tiene ni ha tenido en toda su vida un hombre más parejo ni más leal,
porque soy así, y es así mi naturaleza; por eso le ruego, y ésta no es
amenaza, que me evite con su procedimiento maquiavélico, una molestia,
la más grande, que me hará malo contra Ud., cosa que en mí nunca cruzó
un momento siquiera por mi imaginación.
Doctor, yo no sé adular ni me gusta
que me adulen, porque es muy grande el sentimiento de mi amor y respeto
por mi prójimo, y de ahí la aversión profunda, natural a todo lo que en
éste sentido amengüe a mi semejante y de ahí, también la piedad que me
inspira todo aquel que abrigue esta debilidad contra la libertad de un
hombre, cualquiera sea.
No me gusta hablar de mí mismo,
pero a Ud. le consta que soy leal y lo seré hasta morir; de modo que
ahora espero que Ud. empiece y me arroje la piedra que me ha de
liquidar, cosa que no conseguirá jamás mientras yo aliente, por aquello
de que no hay enemigo chico, y existir en mí la profunda convicción de
que he venido a esta tierra a luchar. Esta misión misma me defiende y me
defenderá para vencer siempre, en lo que no me ha de ver ni cansado ni
cobarde.
Y antes de terminar vuelvo a
rogarle; evite estas ofensas cuyos pormenores todos los sé, y en la cual
no tiene ninguna razón para abusar, siendo Ud. el único responsable,
entonces, de lo que pueda suceder. Su siempre amigo.
JOSE NESTOR LENCINAS
Fuente: Reproducida en el Debate en el H. Senado de la Nacion sostenido por el Dr. Carlos Washington Lencinas, durante la sesion en defensa de la representacion de la Provincia de Mendoza. En Lencinas e Yrigoyen: "Federalismo o Unicato", 1929.
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