El radicalismo es una palabra de fresca data en nuestro
vocabulario político.
Nació después del 26 de julio. Hasta entonces los que
combatían al gobierno en nombre de la moral y de la Constitución se titulaban
opositores o cívicos, y esa divisa bastaba y sobraba para que el pueblo supiera
lo que se ofrecía y el gobierno entendiera lo que se reclamaba.
Hoy han cambiado los tiempos y con los tiempos el valor de
las palabras, a tal punto que pedir ahora lo elemental en materia de libertad y
garantías electorales es una intransigencia tan grande, y una temeridad tan
impertinente, que ya no puede hacerse con la sencillez de los tiempos viejos.
Para tan poca cosa es necesario titularse radicales.
No es otro el origen del radicalismo de la Unión Cívica. No
se ha modificado un principio, no se ha alterado una sola de las declaraciones
que constituyeron el programa primitivo, y sin embargo, por una imposición
inevitable de las circunstancias, para sostener hoy lo que se sostuvo ayer es
necesario llamarse de otro modo.
Da pena encontrar una explicación tan sencilla para algo que
debía ser mas complicado, porque ella revela con dolorosa trasparencia la obra
de relajamiento y de corrupción que han intentado sobre el carácter nacional
los que han predicado a toda costa y con olvido de todos los deberes tolerancia
para un gobierno incalificable nacido a la deslealtad y la intriga, consolidado
por el concurso de prestigios ficticios, que han vivido mintiendo eternamente
para conseguir ocultar la realidad de la obra pérfida con las apariencias de
promesas y declaraciones tan solemnes como falsas.
Ya puede ahora apercibirse el pueblo de como lo han engañado.
Sus derechos son tan ilusorios como en tiempos de Juárez y si no se resigna a
que su candidato llegue al triunfo bajo el vergonzoso patrocinio de
gobernadores y ministros, tendrá que conformarse, quiera o no quiera, echarlas
de radical y de radical radicalismo si es que acaso un día no se e ha ocurrido
aplaudir a un senador también radical, en cuyo casa es demagogo, intransigente
populachero, y energúmeno.
Demagogia, ¿Por qué?
¿Porque se predica la lucha legal? ¿Porque se quiere que el
pueblo este alerta y no enervado para que rija el mismo sus destinos y no tomen
si tutela protectora de oficio que lo negocian y lo aprovechan?
Porque no se acepta como bueno lo que se rechazo ayer como
pésimo; porque no se proclama la infalibilidad de un gobierno que reincide en
todos los vicios que se combatieron como vergonzoso; porque se resiste
oficializaciones de candidatos populares y reconocimiento de derechos
electorales a gobernadores y ministros?
No se encierra otra demagogia en la propaganda del civismo
radical.
Pero es mucha candidez tomar el calificativo a lo serio. Es
otro su origen. Como es un calificativo evidentemente impopular el que consiga
arrojarlo sobre el enemigo lleva una buena ventaja en la jornada.
Juárez invento la oposición sistemática con idéntico
objetivo.
Quería empañar la bandera opositora con un tinte de
intransigencia estrecha y de inservibilidad egoísta ante los desastres
nacionales, y alejarle las simpatías de los elementos conservadores que velan
por la causa del orden.
Los enemigos de Juárez que hoy gozan la herencia, si bien
maldicen su recuerdo, siguen sus ejemplos, y este maravilloso descubrimiento de
la "demagogia" no es sino la transformación en beneficio propio de la
"oposición sistemática" olvidada.
Y además de demagogia, intransigencia. Intransigencia ¿por
que? Porque no se cree en Roca, porque no se cree en Pellegrini, porque se
piensa que las que han vivido engañando el pueblo en provecho propio, no se
arrepienten en un día. Intransigencia porque se tiene asco de codearse con los
ladrones públicos y de reconocer como legitimas las mas escandalosas
usurpaciones de los derechos políticos.
Día a día se están produciendo hechos notorios que exhiben
sin dejar sombra de duda lo que va a ser el porvenir si se consolida con una
política de transacciones al actual gobierno. Desde agosto hasta ahora los
tenemos repitiéndose a cortos intervalos, como avisos providenciales para
sostener siempre la atención alerta.
Las sangrientas inscripciones del Rosario, donde los
marineros, de la "Bermejo" y los soldados del 3° de línea dejaron un
atrio sembrado de muerto y herido crimen hasta hoy impune— las elecciones de
Córdoba, las elecciones de Mendoza, los salvajismos de Corriente, los actuales
atentados de Catamarca y las distintas conciliaciones provinciales, vuelta
siempre en perjuicio del pueblo, autorizan a proceder como procede la Unión
Cívica, sin temor de incurrir en errores ni en exageraciones.
Afortunadamente, la luz, se va haciendo y día a día se
disipa la ilusión de que puede llegarse
a la libertad y al bienestar por caminos cortos que los del derecho.
Esa es nuestra bandera; la misma que flameara en los albores
de la Unión Cívica, la que cubrió a los combatientes del Parque, la que alzara,
con su triunfo o caerá con su derrota.
Si para estar con ella hay que llamarse radicales, somos
radicales y lo somos casi con orgullo. Es el radicalismo de la consecuencia y
de la convicción política. Eso es siempre honroso.
Fuente: "Radicalismo" por el Dr. Leandro Alem en Leandro Alem "Mensaje y Destino" Tomo VIII Recopilacion hecha por Roberto Etchepareborda, Editorial Raigal 1955.
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