Sr. Rodriguez (J. R.)
Señor Presidente: tal vez porque ocupo aquí una banca, desde hace bastantes años, no me sorprende este extraordinario espectáculo de la Cámara que, abocada a la consideración de uno de los asuntos mas fundamentales para el país, ofrece las curiosísimas contradicciones que estamos comprobando en las ultimas reuniones y principalmente en la de hoy.
Usando de un derecho indiscutible y sin duda alguna —yo lo creí así— inspirado cada uno de los señores diputados, por los móviles mas altos y mas sinceros, se encuentran los miembros de la Honorable Cámara divididos en dos posiciones irreductibles, frente al pronunciamiento concreto que debemos dar en breve termino sobre esta grave y trascendental cuestión del petróleo. Hay diputados que sostenemos con profunda convicción que las minas de petróleo deben ser exclusivamente de jurisdicción nacional —bienes de la Nación— y hay diputados que, fundados en la superstición de las autonomías provinciales, que brota como un sarampión constitucional en ciertos momentos parlamentarios (risas) se encastillan en el derecho que nuestro actual Código de Minería acuerda a las provincias para ejercer actos de dominio sobre las fuentes petrolíferas locales.
Podríamos decir con verdad que ese es el eje de la cuestión del petróleo; el nudo central de la legislación a dictarse. El alto propósito de que la Nación tome en sus manos el dominio y la jurisdicción sobre las minas de petróleo, no ha nacido esporádicamente, por capricho de alguna mente desequilibrada o enferma, sino como solución única frente a un grave y latente problema argentino y, mas que argentino, frente a un problema continental americano y a una dolorosa y aleccionadora experiencia ajena sobre esta materia. Se sabe bien, señores diputados, cual es la importancia que tiene para la economía de un país en los tiempos de paz y para su seguridad en épocas de guerra, el dominio, la explotación y usufructo de sus minas de petróleo, como se sabe también cual es el enorme peligro que entraña para las naciones que poseen grandes fuentes petrolíferas, tener metido dentro de sus fronteras el poder tentacular de una gran compañía —sin nombrarla, todos los señores diputados saben que me refiero al poderoso trust del Norte— que ha traído a todas las republicas latinoamericanas, no solamente duras complicaciones de carácter económico y financiero, que son harto conocidas, sino hasta lesiones irreparables a su soberanía y a su dignidad internacional. (¡Muy bien!; ¡Muy bien!)
Ha sido frente a esa triste experiencia y a ese problema palpitante que afecta a la America latina que mas que la iniciativa de un hombre, de un sector político o de un partido, se trata de interpretar en esta legislación el clamor de la parte mas sana, mas sensata, mas responsable y mas prudente del pueblo laborioso y honesto de la Nación, concretado en esta gran aspiración previa: hacer de las minas de petróleo un bien Privado de la Nación; sustraer su dominio a los Estados federales, que tal vez creyendo realizar el bien de la mejor manera dentro de sus fronteras, pueden traer complicaciones internacionales siguiendo una política equivocada al dar entrada a poderosas organizaciones extranjeras en la explotación de sus fuentes petrolíferas locales.
Debo decirlo con honda satisfacción y absoluta lealtad: no hay en el sector del centro, en la representación parlamentaria de la Unión Cívica Radical, un solo diputado que discrepe en lo que es indudablemente el nervio, la cuestión central del petróleo en estos momentos: todos los diputados del centro, apoyamos las reformas al Código de Minería que declaran los yacimientos petrolíferos como bienes privados de la Nación. Y con la misma lealtad con que afirmo este hecho, que nadie puede poner en duda, con respecto a los miembros de otros sectores, digo también que algunos miembros de otros sectores tienen públicamente manifestada su adhesión a ese mismo propósito. De tal manera que no nos cuesta creer que hay hoy, como ha habido desde hace muchas sesiones, una holgada mayoría parlamentaria dentro de la Cámara de Diputados para declarar que las minas de petróleo son bienes privados de la Nación y substraerlos al dominio de las provincias. Y ahora viene el comentario y la justa extrañeza frente a ciertas contradicciones que voy a señalar.
Aceptando como incontrovertible la existencia de una mayoría parlamentaria coincidente con el buen propósito enunciado, la batalla para realizar este propósito se empeña—no como podría creerse, y seria lógico, señores diputados, entre los partidarios de la nacionalización de las fuentes del petróleo y los defensor del antiguo concepto y de la antigua disposición del Código de Minas, que mantiene la jurisdicción provincial; ¡no!— la batalla se empeña a propósito de una pequeña cuestión en apariencia, de una simple cuestión de prelación de los despachos 77 y 95, entre diputados que están en absoluto de acuerdo en pronunciarse sobre la nacionalización de las minas de petróleo. ¡Y esto resulta absurdo y extraordinario al propio tiempo! No hace falta mas que realizar un cómputo aritmético mental para darse cuenta de que se agita una cuestión verdaderamente bizantina. Si el sector del centro sostiene, decidida y unánimemente, la nacionalización de las minas de petróleo; si la sostienen también los dos sectores socialistas, en cuyo nombre han hablado los señores diputados Repetto y de Tomaso, y si además algunos diputados de otros sectores votan por la nacionalización del petróleo, no hace falta ser profeta para vaticinar el triunfo de ese propósito parlamentario tan legitimo y tan justificado.
Pero a pesar de ello, señores diputados, estamos aquí largas sesiones, enredados en una cuestión ridícula de prioridad de los despachos, retardando la aprobación del punto de partida fundamental en esta cuestión, que tiene mayoría asegurada.
Yo se que hay discrepancias entre nosotros y la comisión, sobre otros puntos de su despacho, y las voy a señalar todo lo rápidamente que me sea posible, pero con absoluta claridad.
Estamos enredados, repito, retomando el hilo de mi exposición, en una cuestión de prioridad, que yo considero verdaderamente ridícula en hombres serios y experimentados en cuestiones parlamentarias.
¿Cual es la materia legislativa de estos dos despachos? ¿En que consiste la orden del día 77 y en que la 95 ? Vamos a hablar claramente, para ver si nos entendemos alguna vez. El despacho de la Comisión de Legislación General, inserto en la orden del día 77, contiene dos disposiciones que se complementan, modificando el texto actual del Código de Minas en la parte relativa a la propiedad de las minas de hierro y hulla y de los yacimientos de petróleo. La mayoría de la comisión, formada por el señor diputado socialista Enrique Dickmann y por los miembros de nuestro sector doctores Giuffra y Fonrouge, aconsejan modificar el Código de Minas, estableciendo que son bienes privados de la Nación las minas de petróleo, de hierro y de hulla, y manteniendo para el resto de los minerales la actual legislación, es decir, el dominio de la jurisdicción de las provincias, Obsérvese bien que aconsejan esta reforma diputados de los dos sectores, del sector socialista y del sector radical del centro, dentro de la orden del día 77. Después se notara la contradicción.
La orden del día 95, que subscriben diputados de todos los sectores y que en algunos de sus artículos tiene la disidencia parcial de los diputados Goni y Garralda, miembros de nuestro sector, abarca las siguientes cuestiones: primer capitulo: "régimen administrativo de los yacimientos petrolíferos de la Nación"; segundo capitulo: "organizaciones mixtas para explotar el petróleo", en que concurra con recursos la Nación y el capital extranjero; tercer capitulo: "reservas fiscales"; cuarto capitulo: "explotación de los medios de transporte terrestres"; quinto capitulo: "régimen legal del petróleo", que introduce, aunque no lo declara expresamente, una modificación indirecta al Código de Minas; y un ultimo capitulo, de tres artículos, sobre "disposiciones generales", de poca importancia.
Dentro del método mas elemental, señores diputados, ¿quien puede negar que el despacho mas simple, el despacho mas claro, el que merece prelación de la Cámara, porque encierra en dos artículos la cuestión central, es el primero y no el segundo? Los conceptos traducidos en la orden del día 77 están también incorporados a la orden del día 95, en su artículo 27, aunque no con la misma claridad y extensión, ni siquiera con la misma forma regular con que la Cámara debe sancionar reformas a los códigos existentes. Además, como los señores diputados acaban de oír, y como sabrán los que hayan estudiado la orden del día 95, contiene esta otras cuatro cuestiones muy importantes y complejas que se discutirán largamente: la organización administrativa de los actuales yacimientos; el régimen de las organizaciones mixtas en la explotación del petróleo; las reservas fiscales, y la reglamentación de los medios terrestres de transporte, los oleoductos.
Cuando los diputados de nuestro sector , señores Goñi y Garralda, han subscripto este despacho de la orden del día 95, con la sola disidencia de la forma ordenada y seria en que ellos creen se debe hacer la reforma al Código de Minería, por una razón de buen método, han significado ante la Cámara, de una manera categórica y definitiva, que nuestro sector no se niega de ninguna manera, sino que, por el contrario, apoya decididamente la sanción de una ley organizando el régimen del petróleo, y completando el despacho de la orden del día 77.
Queremos que la Cámara se pronuncie previamente sobre la reforma al Código de Minería, de la orden 77, que incorpore el principio fundamental de la nacionalización de las minas de petróleo e inmediatamente — apercíbanse bien los señores diputados y aquí no cabe superchería ni suposición oblicua de ninguna clase, seguros como estamos de que se aprobara este por gran mayoría— e inmediatamente, repito, se entrara a considerar el despacho de la orden del día numero 95, capitulo por capitulo y articulo por articulo. Entonces, vamos a hacer lo que el señor diputado Repetto nos aconsejaba, sin necesidad, aunque amablemente, hace un momento , durante el debate en particular, vamos entrar a discutir cada uno de los artículos del despacho de la comisión porque sabemos sobradamente cual es la forma reglamentaria de discusión de los proyectos de ley.
En general, nadie va a discrepar, cuando haya de recaer votación sobre la misma, pero cuando se considere en particular en cada uno de los capítulos que he mencionado, haremos las observaciones concretas que debatamos hacer dentro de la posición clara, intergiversable y absolutamente leal, que ha manifestado en la cuestión del petróleo, nuestro sector, en la resolución comunicada por medio del señor diputado Molinari.
Nosotros estamos dispuestos a condicionar nuestros votos en particular sobre la orden del día numero 95, dentro de este criterio: l° declarar nacionales las minas de petróleo en el país; 2° explotación de las minas de petróleo, exclusivamente por el Estado. Dentro de esos dos conceptos fundamentales vamos a aceptar íntegramente el régimen administrativo que la comisión aconseja en su despacho para la explotación de los yacimientos petrolíferos fiscales; y vanos a procurar que recaiga una sanción de la Cámara, negándose toda injerencia al capital extranjero en forma de asociación con el Estado, para la explotación de los yacimientos petrolíferos de nuestro país. Creemos que aceptar el despacho de la mayoría de la comisión en lo relativo a asociarse con el trust extranjero para extraer nuestro petróleo, es contrario al interés nacional y es mantener latente un grave peligro, que puede herir además de la economía argentina, su propia soberanía y comprometer su tranquilidad internacional. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).
Ya sabemos, que la cantidad enorme de millones que requiere la explotación de nuestros yacimientos petrolíferos no se va a encontrar dentro del país. Si se abre la puerta a esa explotación mixta del Estado y los particulares, caeremos sin remedio, aprisionados en los tentáculos del trust.
Confiemos, señores diputados, en que esa suma la buscara la Nación al amparo de su crédito y responsabilidad material y moral ante el mundo y administrara ella, con honestidad y con eficacia, esa fuente enorme de riqueza fiscal, utilizando la capacidad técnica de expertos argentinos, perfeccionando la excelente explotación fiscal que se ha hecho hasta ahora en Comodoro Rivadavia. Nosotros confiamos en que el país preferirá afrontar las mil dificultades que importe el ejercicio del monopolio del petróleo, antes que abandonarse a los gravísimos riesgos que significaría la asociación con el capital extranjero, para efectuar imprudentemente la explotación mixta. (¡Muy bien! ¡Muy bien!)
Si se necesita capital para esta gran obra de previsión nacionalista, la Republica, al amparo de su crédito y de su nombre, lo buscara en el mundo y hará la explotación con el monopolio, que: es la única defensa cierta y verdadera de las complicaciones internacionales que vendrán después, si la imprudencia de la Cámara mantiene la posibilidad de que el capital extranjero haga solo, o asociado con el Estado, la explotación de los yacimientos argentinos de petróleo.
No espere el señor diputado que lo incomode personalmente, sino que rectifique lo que merece rectificación y que destaque una omisión importante que yo no alcance a lograr que explicara el señor diputado Araya, a pesar de requerírselo durante su exposición. Nosotros pensamos, señor diputado, que frente a la cuestión del petróleo, a un problema nacional de esta trascendencia, todos los partidos políticos que tienen representación parlamentaria están obligados, por razones de ética política, a hacer una clara y uniforme manifestación de pensamiento sobre los aspectos centrales del gran problema. Y por eso, sin poderlo imponer a los demás sectores, porque no tenemos los medios ni el deseo de hacerlo, empezamos por practicarlo, y hemos traído los diputados de la Unión Cívica Radical la declaración oficial de nuestro sector al principio del debate para que frente a nuestra clara y uniforme actitud, no haya confusionismo posible, para que no se atribuyan, al amparo de este o de aquel antecedente aislado por interpretaciones caprichosas, tales o cuales divergencias, que no existirán, en manera alguna, al pronunciarnos.
Nuestros votos en la discusión en general y en particular se van a ajustar a estos dos conceptos fundamentales, que interpretan el alto interés de la Nación: primero, que se sustraiga a las provincias el dominio de las minas de petróleo y se le entregue a la jurisdicción federal, es decir, la nacionalización de las minas de petróleo; segundo, nos negamos a la asociación mixta del Estado y de empresas capitalistas extranjeras, para la explotación de nuestro petróleo, y deseamos el monopolio del Estado.
Esos dos conceptos, durante el debate en particular, los traduciremos en nuestros votos y en nuestras proposiciones, para ir reformando el despacho numero 95 y aceptando de el todo lo que no signifique oposición a esos dos propósitos.
El señor diputado Araya pretendió hacernos aparecer en una actitud que seria absurda y ridícula; pero no lo consiguió, ni lo podía conseguir, por mucho que sea el poder de su dialéctica. Dijo el señor diputado Araya: los señores diputados del centro pretenden en esta gran cuestión del petróleo, que tiene aspectos tan complejos, dar solamente una solución fragmentaria, insignificante, con el despacho numero 77. Y no se si algún otro diputado también insinúo una limitación de nuestros propósitos a ese solo objeto. Lo hemos interrumpido aclarando su error reiteradamente, pero como no hay peor sordo que el que no quiere oír, no rectifico...
Hemos dicho con toda claridad, desde el primer momento en que se consideraron estas ordenes del día por la Cámara —lo han dicho el señor diputado Giuffra, el señor diputado Molinari, el señor diputado Fonrouge, y todos los que hemos hablado sobre este asunto—: queremos votar previamente la orden del día numero 77, por razón de buen método, como lo dijo el señor diputado de Tomaso en la primera sesión en que se trato; porque consideramos que una reforma al Código de Minas debe hacerse en forma especial separada porque las reformas a los códigos no deben hacerse dentro de párrafo de cien artículos contenidos en una ley que trata ce diversas aun opuesto cuestiones. Y hemos agregado —y no podía ser de otra manera, porque ahí están las firmas de los diputados Goni y Garralda, miembros de este sector, en el despacho numero 95, salvo los puntos en que suscriben en disidencia—; inmediatamente de recaer el pronunciamiento de la Cámaras sobre esta cuestión de la orden del día 77, vamos a apoyar todas las disposiciones de la orden del día 95 que estén dentro de nuestros puntos de esta centrales, que hemos manifestado leal y claramente a la Cámara...
Esa es la situación intergerversable de nuestro sector, que nadie podrá confundir ni varia para la opinión que nos observa. Lamento, si, que señores diputados que están de acuerdo en lo fundamental con nuestros propósitos, o nosotros con los de ellos, de resolver de la manera mas alta y mas clara y conveniente para los intereses permanentes del país esta cuestión del petróleo, estemos chocando por una minúscula cuestión de prelación, cuando e choque se debiera producir con los que se resisten a la nacionalización de las minas de petróleo. (¡Muy bien! ¡Muy bien!)
El señor diputado Repetto, que argumenta siempre con tanta eficacia ante la Cámara, que lo escucha con el respeto que merece por su experiencia de parlamentario y su claro talento, decía también hace un momento una cosa que puede impresionar a los que estén inadvertidos.
Decía los señores diputados del centro quieren complicar este asunto del petróleo porque nos traen en esta orden del día 77 la nacionalización del petróleo, y también de la hulla y del hierro. Lo curioso es que eso no se le haya ocurrido a su inteligente colega el señor diputado Enrique Dickmann, que suscribe ese despacho numero 77 de la Comisión de Legislación General, ya que no podemos pensar que recién tenga el noticias de la cuestión del petróleo hoy, cuando ha aparecido con esta montana de folletos ilustrativos, se que el señor diputado Enrique Dickmann se ocupa de ella desde hace largo tiempo y tiene la información necesaria para comprender que no iba a complicarla cuando subscribió con los representantes de nuestro sector, señores diputados Giuffra y Fonrouge, esta orden del día 77.
No la iba a complicar, y no la complico; y el señor diputado Repetto sabe que no complica en nada la votación de este asunto, porque el ha dicho muy acertadamente que el gran problema de este momento es el petróleo. Coincido con el señor diputado; ese es el gran problema, ese es el gran asunto, y no el hierro o el carbón. Por eso nadie va a hacer inútil debate —no lo tema el señor diputado Repetto— ni largas disquisiciones sobre la hulla o el hierro; nadie hará esa cuestión, y si alguien la hiciera, con proponer la separación y la votación por partes estaría eliminado el inconveniente. Ya se ve como la objeción no tiene la menor importancia.
¿Para que perder lamentablemente el tiempo complicando una cuestión tan clara como la que se ha propuesto? Por nuestra parte, no creemos que la Cámara ni el Congreso puedan considerar la cuestión del petróleo sin resolver como primer punto, como cuestión central y fundamental, la nacionalización de las minas de petróleo, contenida en la orden del día 77.
Tomando ese pronunciamiento propio como punto de partida, colaboraremos lealmente en todas las sanciones que se vinculen al problema petrolífero en debate, tratando de ajustarlos a los claros puntos de vista que hemos señalado como fundamentales. Trataremos de eliminar de la orden del día 95 todas las disposiciones que reglamenten y organicen la explotación mixta, porque, repetimos, creemos peligroso —fundándonos en frecuentes ejemplos de otros pueblos de America latina— asociar, al Estado, las organizaciones trustificadas extranjeras en esta gran industria, que afecta de modo fundamental la economía y la seguridad internacional de los Estados modernos.
Votaremos las disposiciones necesarias para organizar la explotación del petróleo exclusivamente por el Estado; y aceptaremos del despacho lo relativo a la organización administrativa de los yacimientos.
Y para terminar, yo haría esta apelación a la cordura de los diputados de todos los sectores: no continuemos en esta discusión bizantina, que es realmente ridícula frente a la importancia intrínseca del problema, sobre si empezaremos por votar una u otra orden del día. Insistimos en nuestro punto de vista con la lógica de que es un punto de partida fundamental; porque reglamentariamente corresponde por ser una orden del día anterior, que lleva el numero 77, mientras la otra tiene el numero 95; porque se adopta así el buen método parlamentario de reformar los códigos por disposiciones especiales y expresas, y sobre todo, porque deseamos que cada partido afronte desde el primer pronunciamiento una clara responsabilidad en la cuestión principal: la nacionalización del petróleo y su explotación exclusiva por el Estado.
He terminado. (¡Muy bien! Aplausos.)
Fuente: Hipólito
Yrigoyen "Pueblo y Gobierno" Politica Emancipadora Reforma Patrimonial
Volumen II Petróleo, Editorial Raigal, 1953. Recopilación hecha por
Roberto Etchepareborda y Tito Leoni.
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