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jueves, 14 de junio de 2012

Gabriel del Mazo: "Debate sobre la Enseñanza Religiosa" (13 de marzo de 1947)

El cristianismo define al hombre por su libertad
Señor presidente, señores diputados: es de Jesús la proclamación de los derechos de la conciencia como independientes de la ley política. La Cruz es un símbolo de la libertad espiritual.
Así, el Estado democrático, de inspiración cristiana, no instituye la educación para imponer las creencias, sino para centrar la nacionalidad en personalidades libres.

Los contenidos religiosos de la educación y la injerencia confesional
La escuela democrática es la negación de todo partido, de toda secta, de todo dogma, porque es vida del espíritu y el espíritu solo vive en la autonomía de la libertad; ve en el niño algo sagrado, algo latentemente valioso y se acerca a su alma con reverencia como a la fuente de la vida del espíritu y de la renovación de la vida del espíritu. La escuela, en razón del espíritu individual que forma, y por las exigencias de la unidad de cultura, debe ser integral. En ella deben entrar todos los contenidos de cultura, todos los valores espirituales: los valores éticos, los valores estéticos, los valores históricos, los valores religiosos. Pero los contenidos de orden religioso la escuela, no pueden ser la dogmática de determinada confesión. No es función de la escuela publica la imposición de dogmas de ningún genero, sino el desenvolvimiento del espíritu mediante estímulos adecuados, para expresarse libremente, después de haberse formado libremente en la conciencia de los valores históricos de la tradición, en la conciencia de los valores de la cultura presente y en la conciencia de los ideales del pueblo; nunca por la imposición, menos por medio de una mecánica enseñanza.
Una escuela de recuperación e integración argentinas no puede desdeñar los valores religiosos, porque ellos están en lo fondo de nuestro carácter nacional, ético y lírico. Lejos de eso, los ampara y los afirma; reconoce el valor formativo de los valores religiosos. De análogo modo, no podríamos, quienes nutrimos nuestra raíz política y sentimental en las esencias de nuestro pueblo, combatir la ingerencia confesional en la escuela apoyándonos en los postulados del positivismo, negador absoluto de lo religioso y de lo metafísico. Somos consiente de que una escuela de libertad ha de rechazar la enseñanza de cualquier dogma religioso o ideológico, pero ha de afinidad aquellos bienes religiosos que llevan sentido pedagógico formativo de la personalidad con los mismos títulos pedagógico formativos de la personalidad que llevan los bienes artísticos o históricos.

Que la actitud religiosa sea una afirmación de la personalidad autónoma

El problema de la docencia en el siglo se refiere a la totalidad de la cultura viva; y tan arbitraria o parcial es la actitud que niega la religión, como aquella que para robustecerla permite la ingerencia de la iglesia en la escuela. Por una parte, entonces. la conciencia religiosa es ineludible; pero por otra la imposición religiosa es inadmisible. Tal es el problema. la escuela no puede imponer autoritativamente una convicción religiosa cualquiera. Educar no es imponer autoridad, cs con

La educación religiosa no se enseña

Por otra parte, la naturaleza del fenómeno religioso, íntimo y trascendente, no encuentra en la escuela, ni mucho menos en una enseñanza a horario y de cátedra, el ambiente y la sugestión necesarios para que cumpla sus efectos espirituales. La existencia de la propia Iglesia, con todas las ceremonias rituales características, prueba el ambiente de emotividad y misterio que secularmente ha juzgado indispensable para la propagación y práctica de su doctrina.
Aparte que no creo pueda "enseñarse" educación religiosa, porque la verdadera educación religiosa es un proceso espiritual complejo ajeno a toda didáctica, que se opera por una lenta decantación en la experiencia viva y continua, cuéntese que educar religiosamente es cultivar, mas que la razón, la sensibilidad, para llevarla hasta abarcar la vida total del espíritu, la gran unidad de que somos parte.
Sostengo en consecuencia que una escuela libre de las formulas descendidas, responde a una estable concepción de la vida y de la comunión nacionales sobre bases lianas y humanas, en la que el espíritu, tenido por lo mas alto y libre del hombre, asegure su respeto. Los católicos, lejos de verse combatidos, no podrán sino verse afirmados dentro del libre espíritu en la vida nacional. Suscitar el debate de hoy es plantear una cuestión artificial que no redundara en beneficio de la Iglesia, que debe confiar en sus principios y no en el éxito temporal de su influjo.
La conciencia del país no reclama este debate impuesto
Ninguna necesidad tienen, ni la religión, ni la educación, ni los hogares, ni la opinión, de agitaciones perturbadoras que sólo a muy pocos interesan. Nada revela que la conciencia del país reclama este debate impuesto, y no son expresión de esa conciencia cierta; manifestaciones y movimientos organizados con intención política; ni la solución de los problemas espirituales de la Republica es tan simple como para esperarlo todo del expediente que se promueve. La unidad moral del país no es cosa de decretos, porque donde empieza la coacción acabo la moral, cuya base es la libertad.
Olvidase que el Estado no se compone de devotos, sino de ciudadanos. Bien dicho esta en ocasión memorable y por un prócer sudamericano, que la moral no se manda, ni el que manda es maestro. Dios y sus ministros son las autoridades de la religión que obra por medios exclusivamente espirituales, y seria profano mezclar nuestras leyes con sus mandamientos.

Respeto para el niño
Hay mas: la crisis de todas las manifestaciones de la cultura aflige nuestra era: ciencia y filosofía, religión y metafísica, derecho y política. Esta crisis incide sobre el campo de lo pedagógico y la contienda se concreta, entre otros aspectos polémicos, en la beligerancia entre la autoridad de los adultos para hacer prevalecer los valores de su mundo, y los valores latentes en la juventud, inmenso nido. La vieja pedagogía atendió la juventud como solo un transito hacia un determinado "orden", el de los adultos. Así los derechos del adulto olvidan los de la renovación vital anidada en el niño y postulan la facultad de intervenir en el proceso de la formación del niño con el designio claro u oculto de dominar sus inteligencias y sus almas. Es una pedagogía de pura autoridad que no respeta la vida interior y que fuerza a pensar y querer prefijadamente.
La nueva pedagogía reivindica los derechos del niño, que son los de la personalidad, derechos negados por los sistemas totalitarios: ¡Siempre bajo cualquier signo la cuestión amarga y trágica de la opresión de los débiles!
Nadie, sin embargo, tiene derecho a disponer como de un medio, ni atribuirse sobre el alma del niño facultad celeste o temporal que del alma del niño no brote. No se trata del "derecho de nuestros padres", ni, como se dice, de la "religión de nuestros mayores", sino del derecho de nuestros niños, de la religión de nuestros hijos.
En medio del dolor de la nueva edad, só1o sobre el cuidado del niño —que es fragmento de divino—, sobre su reverencia y sobre su integro vivir y cultivarse, podrá ser levantada la ciudad futura, la nueva Republica; y la nueva Republica alzara entonces al niño con amor sobre sus hombros para poder ver y comprender los horizontes con ojos limpios. Viejo y emocionante paradigma escolar y social de la leyenda cristiana: la Humanidad de nuevo necesita descansar en el Nino, padre del Hombre.

Nuestra escuela y la gran ansiedad contemporánea

El verdadero problema de nuestra educación esta en la reforma de la enseñanza para dar "autonomía espiritual a las nuevas generaciones", según la gran fórmula argentina de 1918 que es hoy bandera de las juventudes de todos los países hermanos nuestros.
El problema esta en la ampliación horizontal y vertical, en la ampliación extensiva y a la vez de profundidad, de la escuela argentina en todos sus grados; en la selección y coordinación de sus contenidos; en la adopción para la enseñanza, desde la raíz hasta la fronda, de un vigoroso espíritu nacional y humano. Escuela formadora de la Gran personalidad del hombre argentino en su pueblo; de las provincias y regiones en la Nación; de la Nación en el Continente y como persona de la cultura en el mundo. En esta escuela anidara la conciencia de que lo religioso se vincula a la nueva y grande ansiedad de la sociedad contemporánea, y vivirá la conciencia, en el examen histórico, de los tremendos riesgos del sectarismo que engendra una religión militante; los graves peligros de todo cuanto se oponga al desarrollo del espíritu superior general, de todo cuanto se oponga a lo irrenunciable por el hombre en su destino histórico: la independencia del espíritu.

El verdadero radicalismo esta saturado de emoción religiosa
Señor presidente: comprensiva de toda ansiedad religiosa es la Unión Cívica Radical argentina, es el Radicalismo, cuya doctrina profesa la idea de que el problema político es un problema moral. Sus principios afirman que debe hacerse del ejercicio cívico una religión política, un fuero inmune. Su docencia lleva ya mas de medio siglo en la vida nacional. Ha fundado en la Republica la mas alta y avanzada tendencia política idealista: la de una política basada en la conducta, cuyo programa esta constituido por la reverencia cierta, apasionada, por la dignidad de todo hombre. Toda la doctrina, todo el sentimiento del verdadero Radicalismo, están saturados de emoción religiosa.
"Cada hombre —dijo Yrigoyen— lleva en su frente un rayo de la divinidad" "Los hombres son sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos". En inmortales principios de honda religiosidad humana, ha basado el Radicalismo la relación, a veces invisible, de sus fieles, la coincidencia ideal, a veces no concertada de su pensamiento, el culto sentimental a veces intransigente, de su fe argentina. Y bien sabido es que su ilustre jefe muerto dijo que el programa de la Unión Cívica Radical era sólo el libre voto consciente, y que, en favor de tal radicalidad, no consideraba siquiera admisible ningún otro programa que de ahí no partiera, porque el Radicalismo aspira a la unión nacional solidaria, indivisa, para la reivindicación del libre creer y querer del pueblo.
Por eso el Radicalismo no concibe divisiones entre los argentinos por consideraciones distintas a la de su condición de hombres y a su humana dignidad. Es factor de unificación nacional basado en lo eterno de la nacionalidad; en los bienes morales del pueblo y en su cultivo. La concepción de pueblo para el Radicalismo, supera la idea de clase, que es sólo económica; supera la idea, de raza, que es sólo biológica; supera la idea gremial, sindical o corporativa, que es sólo circunscripto interés de oficio; supera la idea de masa, noción física que parece llevar implícita una intención de dominadores. La concepción radical de pueblo es un valor mas alto, es un enlace con lo eterno, es una concepción moral, es una reivindicación del hombre en la lucha secular por su integración, que es lo histórico en la historia: "nupcias de tiempo y de eternidad".

Las leyes no generan ni extinguen las creencias
La Unión Cívica Radical, frente a la tentativa de legalizar determinada religión para nuestra escuela publica, no improvisa, entonces, una posición, sino que es fiel a su propia convicción. Cree que en la escuela pública hay que mantener en paz la religión trascendente para que la escuela pueda encenderse libremente en la de pura humanidad. Cree en el apotegma de que la enseñanza debe ser espejo donde la Nación integra y solidaria se encuentre de cuerpo entero. No improvisa una posición. Es fiel a la suya propia y tradicional, única, de solidaridad nacional, con que contribuyo a caracterizar la vida y la política argentinas, y con la que afirmó la Republica en las bases humanas mas generales y nobles de nuestra comunidad. "Las leyes —Dijo el Presidente Yrigoyen— no generan ni extinguen las creencias en las almas; en cambio, la publica discusión de sus postulados y preceptos crea siempre dolorosos antagonismos". El Radicalismo sigue creyendo que a solidaridad nacional no se logra por formulas impuestas, sino por la unión esencial intima de todas las gentes de nuestra tierra y cielo, en el brotar de la vida de la Nación desde abajo y desde adentro.





























Fuente: "Reforma Universitaria y Cultura Nacional" de Gabriel del Mazo, Editorial Raigal 1955.

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