Señores convencionales:
Os saludo complacido en nombre del Comité Nacional, al
inaugurar este acto político de nuestro partido, constituyendo esta Asamblea
que, por los momentos, las circunstancias, las cuestiones sobre que debe
pronunciarse —por su notable composición y por la decisión y firmeza con que
todos los centros cívicos de la Republica que ella representa han respondido a
la convocatoria—, tiene que atraer -—como atrayendo esta desde luego— la mirada
observadora y atenta de propios y extraños; y que —con legitima satisfacción
debemos decirlo— acentuara también, con líneas sensibles y profundas, las
levantadas tendencias, los enérgicos contornos y los patrióticos propósitos que
con la mas alta previsión, al mismo tiempo se haya presentado algún partido
político en el gran escenario de la vida publica argentina.
Ya sabéis para qué señores —después de largo tiempo de labor
incesante y de fatiga diaria, de preocupación constante y de sacrificios
indecibles, de anhelos y ansiedades por el bien de la patria— ya sabéis
señores, os decía, para que habéis sido convocados y os encontráis reunidos.
Dándole una organización permanente y definitiva, debéis al mismo tiempo fijar
la marcha política del gran partido al que pertenecéis, en vista de la
situación en que se encuentra colocada la Republica, después de los
acontecimientos sensacionales que se han producido desde el momento en que el
pensamiento de la reacción moral que forma la leyenda de nuestra bandera, se
inicio —acontecimientos que son de publica notoriedad y que doloroso pero
necesario es decirlo—- se han producido con mengua de nuestras nobilísimas
tradiciones, con sombras para el luminoso timbre que el honor nacional ha
estampado siempre en todos los actos y en todas las manifestaciones del
desenvolvimiento progresivo de la Patria, en su orden interno y externo, con
mengua, en fin señores, de aquellas nobles y conmovedoras energías y aquella
grande y soberana altivez cívica que distinguieron a esos venerables de la
epopeya histórica, que con su virtud, su abnegación y su fortaleza, nos dieron
una brillante y robusta personalidad.
No es larga ni pesada la tarea en el sentido del trabajo
material, ni esto tendrá significación para nosotros.
Lo que el partido y el pueblo espera y desea ver en esta
ocasión, por mas de un concepto solemne para la causa de los derechos y de los
intereses generales, es vuestra opinión, vuestro voto, vuestra resolución y
vuestra actitud, como legítimos representantes y fieles interpretes de los
sentimientos y de las aspiraciones que iniciaron y produjeron el movimiento
regenerador expresado en aquel breve, conciso y hermoso programa del 1° de
septiembre del 89, y que nosotros si, nosotros exclusivamente, hemos guardado
puro e intacto si puedo expresarme así.
Aquí esta lo trascendental de vuestra misión; pero tampoco
pienso que ha de ser, ni pueda ni deba ser para esta Asamblea, materia de
graves dudas ni de profundas conclusiones y deliberaciones. Las causas que han
producido la depresión de la vida y de la personalidad moral entre nosotros
con el enervamiento de la actividad cívica y la declinación del carácter,
trayendo como consecuencia necesaria el mas profundo desorden en el
funcionamiento de nuestras instituciones, el vicio y la corrupción en la
administración de los intereses públicos, el sensualismo repugnante y el
escepticismo sombrío en todas las manifestaciones de las corrientes sociales,
con las decepciones, las debilidades, las claudicaciones y las apostasías que
nos han asombrado mas de una vez, trabajando y minando todo esto, por su base,
los fundamentos de nuestra organización, con el descrédito mas deplorable ante
la consideración del mundo; las causas, decía, de tanto mal, de tanto duelo,
han sido ya perfectamente estudiadas, discutidas y señaladas en esta contienda
que la reacción cívica moral ha sostenido y sigue sosteniendo a la sombra de la
bandera que nosotros mantenemos enhiesta con sentimiento profundo, con
espíritu inquebrantable y brazo vigoroso.
Si, señores: esa idea moral, esa tendencia renovadora por
así decirlo, que apareció el 1° de septiembre del 89, como una brillante
fulguración hiriendo las espesas brumas que cubrían los horizontes de la
patria, que atrajo y condenso en 13 de abril del noventa todas las buenas
voluntades y todas las nobles aspiraciones, en torno y al calor de una gran
esperanza, la esperanza y el anhelo de una nueva era, de una nueva vida, de un
nuevo espíritu que debiera informarnos, impulsarnos y conducirnos, indicaba
indudablemente una evolución histórica para la Republica, siguiendo las leyes sociológicas
a que están sujetos individuos, pueblos y colectividades políticas.
Si, un nuevo espíritu y una nueva vida. ¡Nuevas generaciones
con ideales y tendencias que iluminaron y agitaron toda la Republica, se
presentaban enérgicas e impetuosas, defendiendo las gloriosas tradiciones y
protestando contra todas esas funestas teorías y doctrinas malsanas, que habían
paulatinamente socavado nuestra existencia política y social, anunciando una
verdadera y terrible descomposición!
La política de la astucia, de la mentira y de la intriga; la
teoría del éxito, del positivismo y del hecho consumado, todo esto proclamado y
practicado ya de una manera franca y desenvuelta, sin reservas ni reticencias,
demostraban de una manera clara como eran profundas las causas del mal. La
política podía marchar y marchaba efectivamente en completo divorcio con la
moral, la justicia y la honradez. Era un juego como cualquier otro juego; era
una manifestación, una demostración, un acto de habilidad, cuando no era un
acto de audacia brutal para alejar a los otros jugadores.
Triste y doloroso espectáculo por cierto, y sus
consecuencias no se hicieron esperar mucho tiempo. ¡Cuanto desorden, cuanta
vergüenza y que espantoso desconcierto!
No era posible soportar mas y desde lo intimo del alma,
haciendo vibrar las fibras mas sensibles del corazón, salio aquella protesta
airada y enérgica, que como la voz profética de un Salvador le dijo al pueblo:
"la patria esta en peligro, levántate si, retémplate, sacude esa inercia,
ese marasmo que te envuelve y te deprime; basta ya de cobardías y de
humillaciones; modifica si es necesario tu ser moral, domina tus vicios y tus
malos hábitos y preséntate otra vez, con la frente coronada por aquella aureola
de los inmortales días de la patria de Mayo . ."
Si, señores, lo repito otra vez, espíritu nuevo, nueva vida,
evolución histórica.
Y esta ha sido, como decía al principio, la alta previsión y
la gran clarividencia de nuestro partido; y aquí es el momento de decirlo que
ha sido también el desconocimiento de estos hechos, mejor expresado, el
desconocimiento de las verdaderas causas, del pensamiento genésico, de la
tendencia impulsiva de este gran resurgimiento de la vida cívica, que ha
llevado a muchos de nuestros hombres públicos a colocarse en la triste
condición en que hoy se encuentran, habiendo abandonado la causa popular para
confundirse entre las filas de los que arrastraron a la patria hacia el borde
del abismo. . . Y este es el juicio mas favorable que podríamos sentir a su
respecto, porque a quien sabe si no
fueron simplemente débiles y pusilánimes, reconociéndose incapaces de soportar
las fatigas y los sacrificios de la gran cruzada? Y por ultimo, señores, quien
sabe, si aun comprendiendo la gran trascendencia y la naturaleza de la noble
contienda con pasiones y ambiciones estrechas, sin mucho en el espíritu, ni
capacidad para actuar y colaborar eficazmente en estas grandes conmociones
sociales, sin pensamiento fijo en el futuro; "personalidades
accidentales", muchas de ellas allá se fueron al "momento
propicio", con la teoría del éxito unos con la teoría posibilista, y del
hecho consumado los otros.
¿Que importa que el hecho consumado sea un atentado contra
las leyes fundamentales del país, sea una inmoralidad que toda con- ciencia
honesta debiera condenar, que importa, si la posición se ad- quiere, que
importa para ellos el juicio publico y la estima de los ciudadanos? ¿Que
importa para ellos lo que el severo e imparcial historiador ha de decir? Para
el criterio sensualista el voto histórico es una irrisión. . .
Y bien señores: la gran lucha que a ligeras líneas os acabo
de enseñar, sigue tenazmente empeñada. El partido popular se ha batido hasta
ahora heroicamente causando la admiración de todos por su entusiasmo, su
decisión y su patriótica perseverancia.
Algo así como la luz de una suprema esperanza le conduce.
Clara tiene sin duda la visión del porvenir, como la conciencia de sus deberes
y de sus responsabilidades por los solemnes compromisos que ha contraído ante
el país, digo mas, ante las presentes y futuras generaciones.
Mucho ha sufrido porque no se ha omitido ningún medio por
inmoral y repugnante que fuera con el propósito de batirlo y dominarlo; mejor
dicho, con un verdadero afán rabioso por ahogar y extirpar, desorganizándolo,
los gérmenes vitales y fecundos que trae en su seno, anunciando que llegara la
aurora de un nuevo día, la era de la reparación anhelada.
Todo, todo se ha empleado con ese propósito; la persecución
sin tregua, la insidia, el vilipendio, la calumnia y hasta el asesinato.
Pero allá íbamos siempre y allá vamos; nosotros todos, los
que pertenecemos y nos hemos entregado con toda nuestra voluntad y todas
nuestras grandes y nobles pasiones a la causa popular; allá íbamos y allá vamos
y allá debemos ir siempre altivos, inflexibles e imperturbables, con la mas
poderosa y avasalladora de las fuerzas, que es la de una convicción profunda,
con la fe inalterable en la bondad y en la justicia de la causa que se
defiende. Y dígase lo que se quiera y pese a quien pese, la Unión Cívica
Radical se ha impuesto y a ella exclusivamente se deben las cínicas
modificaciones que en nuestra viciosa y viciada situación política se han
producido. Ha sido nuestro partido el que ha dado un golpe mortal al
personalismo deprimente, causa y origen de los unicatos e incondicionalismos
corruptores, ha sido nuestro partido el que sincera y lealmente ha buscado,
proclamado, promovido y establecido, por así decirlo, la solidaridad nacional,
la confraternidad, la armonía, el sentimiento de la patria, levantándolo al unísono,
en todos los pueblos que componen la gran confederación; y ha sido finalmente,
nuestro partido que con su propaganda tenaz, con su persistencia intransigente
y con la semilla que va sembrando, en todo terreno fértil que encuentra, el que
ha conseguido, siquiera sea refrenar los desbordes de un cinismo sin ejemplos,
obligando a los mismos auto- res de nuestras desgracias a replegarse en formas
menos repugnantes aunque siempre con la misma intención y los mismos
propósitos.
Pero no hay que hacerse ilusiones. Estamos todavía al
principio de la jornada. Y si el l de
septiembre del 89, y el 13 de abril del 90, los nobles iniciadores de la
reacción cívica lanzaron aquel grito supremo y hasta angustioso, anunciando que
la patria estaba en peligro, ahora, en vista de lo que ha sucedido, de las
condiciones de los medios, de los elementos y de las ambiciones con que se ha
constituido, y se acentúa y se desenvuelve la situación política actual, razón
y deber tenemos para decir al país con la misma energía y la misma sinceridad,
que ha informado siempre nuestras manifestaciones y ha determinado nuestra
actitud: la patria esta en peligro.
Nunca, creo, que en nuestra agitada vida política, se hayan
producido los escándalos y los abusos con que se han establecido los poderes
públicos que hoy actúan en la Republica.
La lucha era ardiente, pero noble, leal y abnegada de parte
del partido popular, resurgimiento de la actividad cívica, manifestación clara
y enérgica del anhelo nacional, con todas las impulsiones y con todas las
proyecciones que constituyen la base de nuestro sistema institucional.
Ahí estaban nuestros propósitos, ahí estaban nuestras
tendencias, y los móviles que nos levantaba. Todo lo confiábamos a la opinión
pública y al veredicto de la Nación. El momento era solemne y la Unión Cívica Radical hizo el gran
llamamiento toda estaban allí del mismo modo, por los mismos medios, "¿con
igual derecho y para los mismos fines”?
Y esta exhibición de
sus desbordes y esa lucha repugnante que estamos presenciando entre los
círculos sensualistas y oficiales, todos ramas de un mismo tronco; ¿podrán
señores, alguna vez, formar la base de la reparación anhelada?
Aquí, en todo esto, en este cuadro sombrío, nunca.
¿Donde esta entonces, palpitante, tangible por así decirlo,
esa reacción salvadora que, comunicando nueva vida al organismo, aliente en los
pueblos la esperanza, tiñendo el horizonte con aquellos colores que podrían
infundirnos la fe que necesitamos y debe levantarnos a la altura de los grandes
destinos que nuestra potencialidad y nuestras ingénitas virtudes nos señalan en
el gran concierto de las naciones civilizadas?
No, señores; no hay nada que satisfaga ni que aliente
siquiera el anhelo y el sentimiento publico, haciéndole entrever la posibilidad
de la justicia y de la verdad institucional. No, las victorias que esos
círculos del oficialismo en pugna, obtienen recíprocamente sobre sí, son
verdaderas derrotas para el país; y cuando de esas victorias no resultan
senadores elegidos, unos por las fuerzas (sus parientes) los otros por
contrato, la nueva presidencia tiene que someterse a la ley de sus factores que
con los puños llenos de verdades relativas, llenos de lodo, acechan sus
movimientos para sonrojarlo y obligarlo a callar, si olvidando su origen espurio,
pretende, en favor de su circulo predilecto, revisar el de los que le dieron
vida y le constituyeron.
Y esta es su dura
ley.
Nacida del fraude —-que sus autores se empeñaron en rodear
de caracteres odiosos y deprimentes—, su existencia carece de toda base
fundamental; como sus palabras y sus actos carecen y carece- ran de toda
autoridad moral ante el país.
Los prestigios del talento y de la honradez personal, son
manifestaciones completamente ineficaces y deficientes en el orden político, si
falta esa autoridad moral, si la idea no esta servida por un poderoso carácter;
y no constituyen, señores, el carácter, las nerviosidades de la ambición,
creada por falsas posiciones que "suelen ser la obra y la resultante de un
poder reflejo".
En tales casos no hay acción consciente ni concurrente y
mucho menos ordenada en el desenvolvimiento tan accidentado de la vida pública.
Es entonces el caso de la común y tradicional figura: que la nave marcha sin
timón.
Debemos luchar sin desfallecimiento. Se lucha por la tumba
de nuestros padres, por la cuna de nuestros hijos y por el honor de la patria.
Clarean ya en el horizonte, los albores del triunfo; esforcemos un poco mas el patriotismo argentino, y la Unión Cívica habrá llenado del todo sus grandes deberes para con la Republica y sus instituciones.
En la primera convención nacional de la UCR. En la foto se
puede observar a una parte de los delegados que representaban las once pcias. Al
centro con ambas manos sobre su pecho Leandro Alem estan junto a él, Juan
Torrent, Natalio Roldán, Teófilo Saa, Joaquin Castellanos y Francisco
Barroetaveña entre otros.
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Fuente: "Discurso en la primera Convención Nacional de la Unión Cívica Radical" por el Dr. Leandro Alem en Hipólito Yrigoyen "Pueblo y Gobierno" Tomo I, Vólumen I "La Reparación Fundamental",1953 Editorial Raigal.
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