CONFIDENCIAL
Buenos Aires, junio 6
de 1891
Señor Doctor don Bernardo de Irigoyen
Mi distinguido Doctor y amigo:
Recibo su estimable de ayer en el mismo día en que va a
discutirse en la dirección de la Unión Cívica la actitud que debemos asumir en
presencia de las cuestiones políticas que nos ocupan, y precisando más el
punto, cuál es la política a seguir respecto del acuerdo en la cuestión
electoral, que es la cuestión del día.
Empiezo por donde Ud. termina: la cohesión de la Unión
Cívica. Bien sabe Ud. lo que he hecho, no sólo para mantener su integridad,
sino también su unidad moral. En este sentido he hecho todos los esfuerzos
posibles, y estoy dispuesto a agotarlos, aunque comprenda que en el camino en
que aquélla marcha, será difícil mantener esa cohesión con un rumbo fijo que
nos conduzca a una solución definitiva, en el orden electoral primero, en el
orden gubernamental después.
Merced a esto la cuestión electoral se ha ido simplificando,
hasta el punto de levantar los partidos la bandera de parlamento, y ponerse al
habla para buscar y encontrar la solución nacional que el país reclama en las condiciones
en que se encuentra.
Piensa Ud. que el acuerdo no se extendería a eliminar ni en
la forma ni en el hecho las elecciones indispensables en nuestro sistema
político, y que ello importaría, entendiendo por supresión de la lucha las
falsificaciones de los partidos, la de las intromisiones oficiales y los abusos
que han sofocado en diversas épocas el voto de la Nación. Así lo entiendo yo
también, y pienso que el acuerdo de los partidos es el único que puede producir
este resultado inmediato, como punto de partida de una nueva vida
institucional.
Si he comprendido bien su pensamiento, el proceder que Ud.
indica para arribar a un acuerdo, es la lucha misma, si bien la lucha pacífica,
con las garantías necesarias para interrogar el voto verdadero de la mayoría.
Si así fuese, en ese punto diferiríamos.
Para realizar su plan, sería necesario que la República se
encontrase en condiciones electorales, y bien sabe todo el mundo, que hace por
lo menos tres períodos presidenciales que ella se encuentra fuera de esas
condiciones.
Es por esto que, al aceptar mi candidatura, eliminé esa
posibilidad ideal y me coloqué en los dos extremos: o solución nacional por el
común acuerdo de los partidos, o, en caso de imposición oficial, lucha en
reivindicación del sufragio popular. Alcanzado lo primero, lo segundo no tiene
razón de ser. La lucha está suprimida de hecho.
Es por esto también, que he declarado que mi nombre no
sería, en adelante, bandera de lucha, y que aún prescindiendo de mi
candidatura, trabajaría siempre decididamente por la política del acuerdo, a
fin de formar un gobierno de concordia, valiéndome de las palabras que Ud.
emplea en su carta, buscando el mismo resultado por otro método.
Bartolomé Mitre.
Fuente: BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO ARGENTINO / III Natalio R. Botana – Ezequiel Gallo De la República posible a la República verdadera (1880-1910).
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