Señor presidente del Presidium del Soviet Supremo, señor
secretario general del PCUS:
Me es muy grato expresar nuestro profundo reconocimiento por
la calidad recepción que nos ha sido dispensada por usted y por los miembros
del gobierno soviético y por vuestras manifestaciones de aprecio y respeto a
nuestro pueblo.
Ser el primer jefe de Estado argentino que visita la Unión
Soviética significa para mí un gran honor. En primera lugar, porque constituye
la culminación de un siglo de relaciones diplomáticas entre países que, a pesar
de la enorme distancia y de profundos cambios históricos, lograron construir
esta amistad que une hoy a nuestros pueblos. Y, en segundo lugar, porque
aspiramos a que este sea un signo positivo que fortalezca esa vinculación por
encima y más allá de la diferencia de nuestros sistemas económicos y sociales.
Creemos que tiene un valor ejemplarizador demostrar que es
posible avanzar hacia un entendimiento real basado en el respeto mutuo y en el
común anhelo de asegurar la paz y el bienestar de nuestros pueblos.
Señor presidente; nuestra acción dentro y fura de la Argentina
está presidida por una concepción ética de la política.
Cada uno de nuestros pasos está guiado por el respeto a
principios fundamentales y por la búsqueda de objetivos permanentes.
En lo interno, asegurar la libertad, tantas veces negada a
cada uno de los argentinos, y promover la justicia social, tantas veces burlada
en mi país. Nuestro pueblo sabe bien que no puede existir verdadera libertad en
la pobreza extrema, ni es posible instaurar verdadera justicia social a costa
de conculcar las libertades fundamentales.
En lo internacional, buscamos afirmar nuestra independencia política
y económica, trabajar por la paz, y defender los derechos humanos y las
libertades fundamentales del hombre.
Nos basamos en el respaldo a la soberanía de las naciones, y
en la defensa de nuestra propia soberanía, entendida fundamentalmente como la
capacidad para decidir autónomamente nuestro porvenir. Creemos que todos los países
gozan del mismo derecho a la autodeterminación, a la integridad territorial, y
a la no injerencia de otros Estados en sus asuntos internos.
Porque desechamos las políticas asimétricas de alineamiento
y de alianzas estratégicas, porque pensamos que es posible y que es mejor
establecer relaciones pacificas desde la diversidad, porque nuestras políticas
responden a criterios éticos universalmente aceptados y nos basamos en el
respaldo a la soberanía de los demás países, estamos convencidos que podemos
ser más libres e independientes y ampliar los márgenes de autonomía de nuestro
país en la medida que demostremos la coherencia que preside lo que decimos y lo
que hacemos en política, tanto internamente como en el plano internacional.
Entendemos que el valor supremo de la comunidad
internacional es el derecho a la vida, del que todos los seres humanos somos
titulares.
Cualquier amenaza nos afecta a todos por igual, y por lo
tanto, es deber primordial de los estados asegurar el pleno ejercicio de ese
derecho, vulnerado hoy por los extremismos, la carrera armamentística, la
discriminación en todas sus formas y el subdesarrollo.
Señor presidente, la paz, que es fruto de la justicia, está
amenazada.
Las tensiones que abruman hoy en la humanidad, exigen una
respuesta firme y explícita de nuestra parte.
Por esa razón la Argentina integra el Grupo de los Seis Países,
empañados en la defensa de la paz y el desarme, para reemplazar la
incomprensión por el diálogo fructífero y para consolidar la vía de la
negociación como único mecanismo legitimo de resolución de conflictos.
Conocemos la complejidad de los problemas y las enormes
dificultados que existen para lograr una mayor seguridad internacional. Pero
estamos convencidos que un acuerdo entre la Unión Soviética y los Estados
Unidos para suspender los ensayos nucleares y evitar la propagación de la
carrera armamentista en el espacio exterior, pudo marcar un punto de inflexión
hacia la construcción de un mundo protegido del peligro de un conflicto
nuclear.
Esta convicción hace que nuestro grupo siga analizando las
iniciativas concretas que alienten el diálogo entre la Unión Soviética y los
Estados Unidos, y la posibilidad de lograr acuerdos efectivos. En ese sentido,
celebramos la realización del encuentro en Islandia y esperamos que la próxima
reunión cumbre de ambos mandatarios abra camino al triunfo de la sensatez, de
la paz y de la vida.
Señor presidente, esa misma voluntad de paz, es la que
determina nuestro ofrecimiento de comenzar negociaciones con el Reino Unido
-irrestrictas y globales- para avanzar hacia la solución definitiva de la
disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas y demás archipiélagos del
Atlántico Sur.
La Argentina ha dado probadas muestras de su voluntad de
solucionar este conflicto pacíficamente, a través del dialogo y la negociación,
recibiendo el mayoritario respaldo de los miembros de las Naciones Unidas.
Lamentamos que el gobierno del Reino Unido no tenga la misma posición. Su
intransigencia posterga la posibilidad de solución de esta controversia, genera
intranquilidad internacional y crea un foco de tensión en el Atlántico Sur. Aparece
así el riesgo de que nuestro territorio nacional y el área en general se vean
envueltos en esquemas estratégicos ajenos a la región.
Quiero manifestar aquí, de la manera más categórica, que el
pueblo y el gobierno argentinos sienten un profundo reconocimiento por el
permanente apoyo de la Unión Soviética a la justa reivindicación argentina
sobre esa parte de nuestro territorio.
Señor presidente, la situación creada en América Central
constituye otro peligro que amenaza la paz en nuestra región. Nos hemos sumado
al esfuerzo latinoamericano para superar esa grave crisis con iniciativas
y propuestas útiles basadas en el
diálogo. Es necesario encontrar una solución estable para el conflicto
centroamericano. Estamos convencidos que los esfuerzos del Grupo de Contadora y
el Grupo de Apoyo podrán alcanzar el éxito sólo sí los países involucrados en
el conflicto o con intereses en la región manifiestan una verdadera voluntad
política de alcanzar una solución de paz.
En la reciente declaración de Nueva York hemos dicho
claramente que:
"América Latina no ignora ni desconoce ninguno de los intereses en
juego. No quiere que Centroamérica se convierta en un foco más de tensión entre
el Este y el Oeste. No quiere que ningún Estado centroamericano llegue a ser un
peligro para la estabilidad o la seguridad de otros estados. No quiero que en
nombre de la seguridad se sacrifiquen los principios de libre determinación y
de no intervención.
"Mantenemos
nuestro firme compromiso con la paz, el desarrollo y la justicia en
Centroamérica. Sabemos bien que poderosos intereses se oponen a nuestros
esfuerzos. La guerra no podrá evitarse si los principales actores quieren la
guerra".
Por esa razón, es que éste llamamiento por la paz en Centroamérica
exhorta a los países involucrados en el conflicto a que hagan expresa su
voluntad de paz y que ésta se traduzca en acciones inequívocas, convocando,
además, a todos los estados que integran la comunidad internacional a que se
sumen activamente a este esfuerzo por la paz.
Señor presidente, no es coherente hablar de paz y seguridad
internacional sin dar también una respuesta concreta a la legítima aspiración
de los pueblos que desean asegurar su desarrollo social, económico y político.
Así como no es posible permanecer indiferente ante las
amenazas a la paz, tampoco podemos aceptar impasibles un orden económica
internacional inequitativo e injusto. Esta orden penaliza un duro trabajo de
los pueblos del Sur imponiendo limitaciones artificiales al comercio
internacional que hacen más profundos los desniveles relativos de nuestro desarrollo
económico.
La producción de nuestros países, que aumenta en volumen
gracias al esfuerzo y la eficiencia de nuestros trabajadores, al mismo tiempo
disminuye en su poder adquisitivo y su valor de intercambio.
Pero, además, las divisas que obtenemos por nuestros
productos regresan bajo la forma del pago de intereses de la deuda externa
hacia centros comerciales y financieros del mundo, sin detenerse casi y sin
participar del esfuerzo de crecimiento de nuestras economías. ¿Cuál ha de ser
el destino y la razón de los sacrificios que hacen actualmente nuestros
pueblos? Nosotros debemos asegurar la justa compensación al trabajar y brindar
la esperanza cierta de alcanzar un grado de desarrollo económico sostenido.
Para que el sistema económico internacional se desenvuelva
en forma estable y sin conflictos, debe funcionar en beneficios de todos y no
sólo en algunos de sus integrantes, permitiendo compatibilizar los intereses
nacionales contrapuestos y resolviendo los diferendos por la vía de la
cooperación solidaria antes que por el enfrentamiento y la sujeción.
Luego de largos años de oscuridad y desesperanza en mi
región, Latinoamérica, hemos recuperado junto con la democracia la confianza en
nosotros mismos. Creemos en nuestra propuesta de paz y libertad, de armonía y
cooperación, de justicia y pluralismo en nuestras sociedades. Buscamos
incrementar la capacidad de decisión autónoma de nuestros países en el camino
del desarrollo económico, condición ineludible para el ejercicio de la
auténtica soberanía de los países latinoamericanos.
Señor presidente, durante este año, en el que hemos
celebrado el centenario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre
nuestros países, se han sumado nuevos hechos que fortalecen los vínculos entre
la Argentina y la Unión Soviética. Además del convenio de pesca recientemente
firmado, y al que le dedicamos gran importancia, hemos establecido una seria de
acuerdos en diversas materias -económica, cultural, científica y aerocomercial,
por nombrar algunas- que dan creciente contenido a tradicionales relaciones en
las que impera el respeto y el beneficio mutuo. Durante este período se han
producido -por primera vez- la visita de un ministro de relaciones exteriores
y de un presidente de la República Argentina a vuestro país. Son pruebas de la
voluntad de mi gobierno de impulsar las relaciones con la Unión Soviética,
sobre la base del derecho a la autodeterminación, la no injerencia en asuntos
internos y la cooperación mutua.
Nuestros dos países, que adoptan diferentes sistemas de
organización política y económica pero reconocen su obligación a respetar las
normas básicas del derecho internacional, han logrado ya una relación bilateral
madura.
Convirtámonos hoy en propulsores de esa vinculación
tradicional, y hagamos de ella algo fecundado para el bien de nuestros pueblos
y para el mejoramiento de la convivencia den la vida internacional
contemporánea.
Brindo por ello, señor presidente.
Fuente: Discurso pronunciado por el Señor Presidente de la Nación Dr. Raúl Ricardo Alfonsín en la cena ofrecida por el presidente del Presidium del Soviet Supremo y por el Secretario General del Partido Comunista de la Unión Sovietica, Andrei Gromyko y Mijail Gorbachov, el día 13 de octubre de 1986.
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