Discurso en el entierro de Balbín, La Plata,1981.
Éste es el trabajo de Balbín. Nadie nos lo va a arrebatar, nadie usará a Balbín contra la Unión Cívica Radical. No es Balbín el interlocutor válido que se va y no quedan en este partido interlocutores. La Unión Cívica Radical tiene noventa años y en su transcurso perdió líderes de la magnitud de Ricardo Balbín y seguimos andando los caminos de la historia nacional. Hace pocos días, cuando estábamos alimentando el sueño de que el viejo jefe peleara hasta el final y saliera adelante del mal que lo aquejaba, su hijo Osvaldo me dijo que en los últimos momentos de lucidez le había dicho: "¡Qué lástima, ahora que falta tanto por hacer!". Éste es el mensaje, radicales y hombre del pueblo argentino. Falta mucho por hacer.
Falta completar esta obra a la que han apuntado los cañones desde todas las direcciones, porque este impacto multipartidario hizo salir a la superficie trabajos políticos que se estaban armando y tuvieron que mostrarse al país con esa orfandad de ideas que los caracteriza y con el cinismo de imputarles a los demás carecer de las ideas que ellos no tienen ni le pueden ofrecer al país.
Señoras, señores, no hemos necesitado esta tarde, en nombre del radicalismo de Buenos Aires, recurrir a la hipérbole. No hemos necesitado agotar los adjetivos de nuestro rico idioma nacional, hemos simplemente relatado brevemente una pequeña historia que tiene que hacer reflexionar a los argentinos. No lloramos a este muerto ilustre que nos deja tantas cosas, que nos deja tantos ejemplos, que nos enorgullece y nos llenan de vanidad los elogios que escuchamos de los hombres que enfrentó. Qué hermosa vida la que comienza peleando y termina reconciliando con sus más tenaces adversarios, sin un enemigo, rodeado de amigos y habiendo podido cumplir esta síntesis humana de ser un joven ardoroso, un hermano solidario y orgulloso de sus hijos, un abuelo chocho con sus nietos. Un hombre de esta naturaleza humana, que no tuvo más que familia y vocación política por el pueblo, que debe haber asistido a cuatro o cinco recepciones en su vida, que no gozó de ninguno de los placeres, ni los quiso, que la vida podía darles a los hombres que alcanzan su posición. Este gran ejemplo de este gran tribuno, de este gran demócrata, de esta gran figura, no es solamente un ejemplo, es una orden que nos viene de m para que nosotros la cumplamos.
Y si estas banderas no reciben de nosotros los máximos esfuerzos y sacrificios, seremos traidores a la causa del pueblo. Yo digo aquí que no tenemos pasta de traidores y a nuestro maestro, nuestro jefe, que la lección ha sido aprendida. La juventud enriquece nuestras filas y hoy levanta banderas en torno de su ataúd, banderas que lo llevarán recorriendo todos los caminos del país, en triunfo, como ya se está anunciando, con la guitarra que él pulsó transormada en estridente clarín de victoria.
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